El cuarto de baño, decorado con azulejos rosa hasta la mitad superior en altura, incluía a la izquierda la típica bañera de obra en tamaño colosal, y una cortina de plástico la recorría a lo largo de una barra acodada. Un bidé al fondo, bajo las toallas. Frente a la bañera, un espejo y un lavabo amplio.
Desconectarse los ganchos que la ropa solía clavarle era ya un placer en sí mismo. Pasó dentro y abrió el grifo. Cuando el agua estaba ya bien caliente, la dejó caer por su cabeza mirando hacia arriba con los ojos cerrados. Como bautizo, como la bendición que supone disponer de grifo y agua caliente al girarlo. Sintió cómo su cuerpo iba relajándose y empezaba a estar en sintonía con la vida. Deslizó el gel por todos los rincones, y sus hormonas adolescentes le jugaron un desafío que no estaba dispuesto a aceptar. Lo dejó estar mientras terminaba de asearse. Abrió la cortina, cogió la áspera toalla y secó por encima.
Se vio en el espejo —las caderas más anchas que la cintura— y recordó aquel libro que describía los tipos de cuerpos existentes en la especie humana.
Al padre de Marino le encantaban los libros. Para coleccionar, ponerlos en estanterías y poder decirse a sí mismo —pues a nadie le interesaba—: aquí está la colección de Los Episodios Nacionales y allá la colección en fascículos de la Guerra Civil del ABC Doble Diario, que nunca gozó el privilegio de ser encuadernada. Le encantaba coleccionar por minicompra semanal. Una de las favoritas de Marino era la de vinilos de música clásica de RTVE.
Si bien el chaval tuvo durante años la extraña costumbre de repasar los títulos y autores escritos en aquellos lomos como quien pasa revista a un batallón, ojeó muchos buscando imágenes y leyó algunos. Encontró en concreto uno de feas ilustraciones que describía cuerpos con carácter científico.
Como estaba solo en casa, se puso las zapatillas y fue a en su busca. Sabía con exactitud el lugar que ocupaba y, sobre todo, los libros con imágenes. Aquello de caminar sin ropa se le hizo una sensación agradable, de no ser por la incómoda presión que limitaba la completa extensión de su título de hombre, como decía el obsceno papá. Qué angustia ignorar al cuerpo.
Volvió al espejo y su figura, según aquellos dibujos, sería una de estas:
- Leptosomático o asténico
- Atlético o epileptoide
- Pícnico o ciclotímico
- Displásticos
—Asténico. Tengo forma de asténico. Es horrible de feo. Vaya asco. A ver qué pone.
Estas personas tienen un cuerpo delgado de hombros, son altos, con un tórax estrecho, cara y nariz alargadas y cráneo abombado. Tienen una personalidad introvertida, con dificultades de adaptación. Son individuos sentimentales, especulativos, con interés por el arte.
Tienen un temperamento esquizotímico, y su carácter oscila entre la hipersensibilidad y la frialdad. Estas personas son más propensas a sufrir un trastorno mental grave llamado esquizofrenia.
Cerró el libro y lo tiró al suelo. Se puso de perfil y su nariz no le pareció alargada. Algo alargado le reclamaba aún atención pero no su nariz. De frente de nuevo.
—Asténico. Si mi padre es un neurasténico, normal que yo sea asténico. Además de chalado, la vida me coloca dentro de un cuerpo de persona con tormentos. Los demás lo reconocerán y dirán: “Mira, ese chaval es un esquizofrénico. Pues no es rarito ni nada. Todo el mundo lo sabe”.
Dejó todo tirado en el cuarto de baño: gel, ropa, toalla, libro ... Se difuminó la ilusión por desmontar el video-2000 bajo tal desánimo que desinfló también el deseo en su cuerpo.
Se recogió en su habitación compartida. Su cama plegable, extendida y desecha, al lado de la puerta. Un poco más allá y junto al ventanal, la de su hermano. Bajó la persiana hasta los topes y, a pesar del calor, cerró la ventana con tal de acallar los sonidos nocturnos en lo posible, por leves que fuesen.
Hizo la cama considerando para otro día hacerla como su abuela recomendó: a primera hora, ventilando bien y recogiéndola. Su hermano nunca lo hacía, y muchas veces era él quien se encargaba. Así encontró en varias ocasiones que sus sábanas tenían manchas medio transparentes, casi almidonadas, como las cortinas por la parte de abajo, sin ser capaz de leer el motivo durante mucho tiempo.
... no se describe como “raro”, sino como un personaje complejo y fascinante, un príncipe indio de la India (el príncipe Dakkar) que odia profundamente a los ingleses por las injusticias cometidas contra su pueblo y su familia, y que vive en exilio autoimpuesto en el fondo del mar con su submarino, el Nautilus.
Su comportamiento y sus motivaciones son el resultado de una vida de opresión y pérdida, lo que lo convierte en un personaje trágico y rebelde, más que en alguien simplemente “raro”.
Por suerte para nuestro chico el día siguiente sería más grato, más humano, menos raro. Todo bueno o ... casi todo, según se mire.
“En estos momentos, nos encontramos en la misma bahía de Vigo y sólo de usted depende el descubrir los misterios que en ella se encierran” Profesor Aronnax
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