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jueves, 4 de octubre de 2012

Debbie Drechsler - La muñequita de papá

"Una de las trampas de la infancia es que no hace falta comprender algo para sentirlo. Para cuando la razón es capaz de entender lo sucedido, las heridas en el corazón ya son demasiado profundas" Carlos Ruiz Zafón
"EL FIN DE LA INFANCIA", comentario por Manuel Barrero

    La muñequita de papá, es uno de esos tebeos que deberían saltar a los medios, ser distribuidos en Concejalías y Delegaciones, arropados por los Ministerios y poblar los estantes de las librerías generales pues, por su tema, salta por encima de las ataduras culturales y de apreciación que ciñen al cómic en España. En pocas páginas, Drechsler delimita el horror doméstico del abuso de menores y representa con atonía una América cuya adolescencia parece abocada al desamparo. (...)

... “Visitors in the Night”, primera historieta de Debbie Drechsler sobre las desventuras de la niña Lily, propone un escalofrío y un hecho gráfico muy significativo: en la segunda página, el padre de la niña introduce su pene en la boca de su hija y eyacula. Lo brutalmente explícito de esta representación gráfica produce una fuerte indisposición y bastarán un puñado de viñetas más para describir una infancia arrasada por la degradación. El hecho significativo alude a la evidencia de que en el ámbito de los medios visuales sólo en historieta podría aventurarse un creador a ser tan explícito (resultaría inmoral el uso de modelos o actores infantiles, y también fuera de toda ética mostrar este cuadro en animación o videojuegos). Esto convierte al cómic en un medio distinto, con otras posibilidades de representación de las que otros carecen o no pueden usar, y por ello al mismo nivel que el resto. Una constatación capciosa, quizá, pero en la que hay que seguir insistiendo.

    Evidentemente no hablamos de una historieta pornográfica. El incesto es dibujado aquí como denuncia y nunca un acto sexual estuvo más lejos de la excitación. Drechsler, que plantea La muñequita de papá como una estructura autobiográfica, no vuelve a mostrar tan abiertamente los abusos del desalmado padre y dedica el resto del libro a las secuelas de la infamia. En este sentido, resulta abrumadoramente sólida su propuesta, y es así pese a que las historietas que siguen, centradas bien en una mascota de Lily, bien en su diario, ora en la integración con sus amigos ora en una relación amistosa con otra chica… no parecen querer buscar una solución moral, ni siquiera un desenlace confortador. No son ni capítulos de una vida agrisada y vacía, son sólo momentos de tristeza.

    Con esta estrategia, la autora quiere construir una suerte de antirrelato, hermoso en su simplicidad y turbador por los escenarios en que transcurre (con esa textura y atmósfera de los grabados). Cada entrega de este relato truncado está a su vez truncada, y la frustración que produce en el lector sirve perfectamente para ilustrar el naufragio que vive Lily, presa de un sentimiento de culpabilidad que degenera en zozobra y enfermedad. 


Pero el estremecimiento no acaba ahí. En las primeras historietas el foco de maldad se detiene en el padre y se espera una solución para la degeneración de la niña, pero en siguientes entregas Drechsler dibuja a una madre distante y fría, que conoce los abusos de su marido hacia su hija y opta por ignorarlos y culpar a Lily de su matrimonio roto. La acusa de ególatra y se entromete en su intimidad, y eso alimenta más aún la sensación de culpa de Lily, que trata de paliar la angustia con la comida o con el refugio en las drogas o en el sexo por el sexo.

    Drechsler está dibujando algo más que un retrato de amoralidad. Está describiendo una realidad invadida por la crueldad y los monstruos, pues eso son el padre y la madre de Lily; está también pintando (a veces parece que con la estética del simbolismo torturado de Klinger antes que con la del discurso naïf) una juventud demolida y sin alicientes. En definitiva, está dibujando la infancia estadounidense del desarraigo y el desamor. Pasa muy por encima, sí, de aspectos puntuales pero de importancia capital, como: la incomunicación en el seno de la familia, la obesidad incontrolada de los niños, la venganza sobre los hijos aplicada a causa de las frustraciones a las que lleva el fracaso social, el matrimonio caduco por la ausencia de sexo, la vergüenza del propio cuerpo, la fascinación por los outsiders y las drogas. La propia Lily no lo puede sintetizar con más claridad: «mi vida, un desperdicio». Drechsler sobrevuela estos temas sin inmiscuirse en ellos, pero no pasan desapercibidos para el lector avispado, como también nos percatamos de las peculiares resoluciones mediante planos abatidos, animales mal dibujados –quien identifique a los ciervos de la pág. 73 que levante la mano– o miembros deformados, todo ello característico del dibujo infantil. Esto hace de Debbie Drechsler, aparte de una interesante ilustradora infantil, una estupenda historietista.

    En la historieta parece que se va camino de soluciones, mediante el amor redentor o mediante el suicidio como enmienda final, o por los relatos abruptos que al menos no plantean un final infeliz. Pero todos sabemos que lo será y nos sentimos como Lily cuando es violada en el bosque: paralizados por la certeza de que no hay escape, con la atonía presidiendo la banda sonora de estas vivencia abrumadoras. Esto lo hace un magnífico tebeo.

    La educación mal llevada, dice nuestro filósofo José A. Marina, provoca dos grandes males: «en el campo privado, la desdicha, y en el público, la injusticia». De ahí que parezca aconsejable la existencia de tebeos como éste. Más y mejor distribuidos. Y más leídos. Al igual que Drechsler denuncia el silencio sepulcral que reina en los EE UU sobre los abusos a la infancia y su juventud desintegrada, otros podrían denunciar más “gráficamente” –ya que tan necesario parece ser llamar la atención de narcotizado espectador de hoy– el drama de las sistemáticas violaciones que se siguen viviendo hoy en día en África, en la Amazonia o en la misma capital de México. O la esclavitud femenina en casi todo Oriente. O la violencia sexual en cualquier sociedad occidental. O el uso inmisericorde de la infancia como mano de obra barata. O algo, en fin.

Gran libro de cómics, cuyo único defecto es que se publica tarde en español."



Es que, desgraciadamente, el mundo está plagado de cerdos. Sólo esta portada me hace suponer el cómic completo. Mi loca idea de que algún día los hombres serán innecesarios y desaparecerán de la faz de la tierra, me vuelve una y otra vez a la cabeza. Todos los hombres son unos cerdos. ¿Todos no? No, todos no. Me pongo en plan aniquilación y exterminio, que paguen todos la culpa de demasiados.

Leer comics con historias horribles en imágenes muy especiales puede parecer algo morboso. A mi no me beneficia en nada y, si alguien se excita leyendo éste comic o el de Phoebe Gloeckner, pues ojalá se pudran en un torbellino de sufrimiento con el peor conjunto de enfermedades habidas y por haber. Escupo en su cara. No me beneficia, pero destapa la cruda realidad que me resulta imposible de concebir. ¿Cómo puede haber hombres, incluso padres, como éste? Pero es que, por si fuera poco el daño físico, este tipo de bestias, maltratan sicológicamente a sus víctimas clavando en sus almas semillas de odio, de dolor, de un sin fin de cosas negativas que crecerán dentro, sin duda, y echarán raices.

Las razones para escribir estos comics, que parecen rebasar las líneas del buen gusto y la moralidad, pues dependerá mucho de quien sea su autor. Desde luego cuando repasé por encima el de "Vida de una niña" de  Phoebe Gloeckner, me extrañaron los diferentes estilos de dibujo dentro del libro. Esto se explica teniendo en cuenta que los trabajos los hizo a lo largo de 20 años y, teniendo en cuenta que Phoebe no es una artista prolífica, queda claro que simplemente estaba sacando de dentro el horror vivido. De alguna forma debía gritarle al mundo lo sucedido y de nada sirve ocultar el pene de su padre, las palabras y escenas más repugnantes y todo lo demás, porque es así como suceden  estas cosas, a veces entre caricias, susurros y palabras bonitas de padres pervertidos, a veces a lo bestia y sin contemplaciones, con violencia, borracheras, drogas... de padres o padrastros, amigos de los padres que cuidan el fin de semana de los hijos  ajenos, a manos de abuelos, de hermanos, todo "ser humano" vale ¿Porqué edulcorar la realidad?. Esos "hombres" tienen un aparato genital hinchado, puede que incluso sucio y maloliente. Póngase -si es usted capaz- tras una ignorante mirada infantil que poco sabe de sexualidad y menos de bestialidad o abuso y uso de fuerzas físicas y psicológicas. Supóngase usted cómo serán vividas las relaciones de este ser aún por construir de cara al futuro y sus grandes desafíos.

En realidad, Debbie, que también sufrió abusos sexuales, ha dibujado básicamente su vida, también sin tapujos. "Summer of love" retrata la fase de su adolescencia. El resto de trabajos que ha llevado a cabo, para ilustrar a guionistas. También queda claro porqué realizó este cómic. Esta foto es poco favorecedora, pero la imagen que tenga es totalmente indiferente. Si alguien quiere saber de ella, que entre en este blog suyo:

 http://debdrex-drawing.blogspot.com/
O en este otro blog, suyo también. http://naturesketchers.blogspot.com/
Ahí se puede ver una extraordinaria sensibilidad y gusto por la naturaleza. El cómic "La muñequita de papá" visualiza el sexo de su padre antes de llevarlo hasta ella. Esto sucede así en la vida, y por más crudos que quieran ser los dibujos, inevitablemente suavizan en extremo la realidad, demasiado dura para verla. De las razones de los demás para entrar entre las páginas de cómics ASI, no puedo hablar. No estoy dentro de sus cabezas. Yo busco referencias, quiero saber qué cuentan para tratar de aclarar un poco el laberinto de mi cabeza. Quiero saber si, como yo, estas personas también decían una cosa y sus sentimientos y pensamientos otra. Y en "Summer of love" he visto que sí. Los problemas de Debbie en la adolescencia tienen cierta similitud. Busco esos detalles, procuro saber cómo han podido sobrevivir, si una persona abusada sexualmente en su infancia puede diferenciarse de otra, si a esa persona le delatan sus gestos, sus reacciones. Quizá no sepa explicarlo... seguramente no sé. Creo que nada diferencia un adulto de otro con este pasado. Conozco muy de cerca a quien no vivió abuso sexual pero sufrió el abandono, el hambre, la soledad y falta de cariño en la infancia, y es mujer, y se creía débil y resultó ser fuerte. Eso no quiere decir que no tenga su pesar, sus heridas, su dolor y sus momentos peores.

Yo no sé si tengo una paranoia. Dudo si mi mente ha sido enferma desde la infancia y realmente nada tuvo que ver ...

Este dibujo de Phoebe Gloeckner,  me habla, además del daño sicológico, de lo físicamente brutal que debe ser introducir el pene de un hombre maduro en la boca de una niña. Si lo hace un padre o padrastro peor aún. Si la madre lo aprueba... hay tantas variantes en cada familia... Phoebe podría haber dibujado otra cosa, pero lo que sucedía realmente, era esto. Otra de las coincidencias que he encontrado es la duda constante que se tiene de la propia persona, de la constante autocrítica y el autocastigo. Demasiado mirarse el ombligo, ya lo sé. Pero así transcurre muchas veces la vida en personas así, dudando de si lo que se hizo estuvo bien o no, de si se ha formado una familia de acuerdo con las normas para demostrar algo (que somos iguales a los demás, por ejemplo) o porque eso está bien y nos  ayuda, o porque a fin de cuentas todos tenemos un pasado y unas historias que contar y callar.




Encontré en tebeosfera un amplio estudio sobre Debbie y Phoebe y sus obras.:

Para quien quiera descargarlo, en PDF pulsa AQUI