No soy escatológico ni por eso mezclo oro y porquería en el título.
La riqueza y la pordiosería pueden ser ... como la extrema de acá y la del otro lado sin mejor modo de diferenciarlas que cuando apestan.
A veces apesta la riqueza tanto o más que la pobreza y, curioso, siempre preferiremos la primera. Porque siendo ricos podemos comprar las personas, el trato que recibimos y los mejores alimentos. Pero, aún bueno y caro lo comido, aún oliendo exquisito, siempre termina atufando al salir por el tubo excretor.
Si la boca comienza por delicados labios finos o de carnosa voluptuosidad, ocultando ambos su sangre azulada y su paladar fino, educado desde la cuna, sensible como para degustar lo único y selecto ... del lado oculto encontramos otro agujero arrugado, feo y habituado al tufo, circundado de granos, de almorranas lacerantes cuando no de pelos pringosos, pulsante en su vomitiva obligación ante el empuje de la masa compacta, con suerte ausente de tonos ... qué decir del paupérrimo ano: de su silencioso hacer, su placer sombrío y necesario.
Eso no es escatología. Es franqueza. La misma que tratándose de un señoro o señorona no hallarás ya seas don nadie o Amancio Ortega, Bill Gates o don marqués de la X, incluso siendo el mismísimo rey de España. Para todos tienen dispuesta su mentira, eso si, decorada con falsedad y buenos modos si la suerte acompaña.
Don Señoro mira por encima del hombro y de un vistazo sabe quién es nadie para instantáneo volverlo transparente.
Doña Señorona, sin necesidad casi de posar su autocomplaciente mirada, dotada por su rancio abolengo, sabe de soslayo que puede hablarte para tener después una anécdota y amenizar esas reuniones de amigos poderosos y pudrientes.
Mi esposa dejó de trabajar en la casa de las bendiciones cristianas ultra católicas y mega conservadoras para trabajar con dos personas muy mayores, bien ricas de antiguo.
Así no es de extrañar que unos padres de corte adinerado conservador se crean magnánimos por validar algo tan natural como el lesbianismo de su hija y que respondan aceptando con falsedad "de todo tiene que haber en este mundo" si otra señorona pudiente o señoro de similar estirpe les asedia con ese tema, de seguro a sabiendas.
Ni es para admirarse que opinen sobre las mascotas como propio de gente pulgosa y comenten "si puedes permitírtelo ...". Olé. Ahí queda eso. Que ... "yo iba a cacerías con el atuendo propio: teníamos escopetas las mejores, perros de caza especializados (te regalo uno) y cotos de caza como ninguno".
Sus regalos. Su manga ancha. "Vete a casa, te doy libre" (media hora después de tu jornada). Su dinero a espuertas "Te pago por venir en fiesta" (pero no te pago el mes cuando corresponde sino cuando me dé la gana).
De tan curado, pasado. Rancio antiguo. De tan otrora el pensamiento que da gusto no escucharlo. Pero bien se encargan de compartir sus diarreas mentales: "Este Sánchez nos lleva a la ruina. Una cosa es la homosexualidad y otra el desbarre que estamos viendo. La fractura de las regiones. Golpe al poder judicial y golpe a la constitución". La misma que jamás tuvieron interés en leer. El mismo poder que siempre les dará la razón. Regiones que vieron con sus ojos y fueron incapaces de conocer detrás de sus pupilas. La libertad de decir lo que está bien o está mal porque su estatus, per se, demuestra su acierto.
El servicio. Qué mal está el servicio: "Cualquiera puede limpiar, mejor o peor, pero cualquiera no vale para trabajar con personas mayores". Desde luego, la otra hija suya tenías que ser. La señorita no solo tiene estudios: es profesora universitaria. "Pobrecita, gana tan poco ...". Pobres sus moscosos, sus merecidas vacaciones y escasas pagas extras y sus mermadas extras adicionales. Qué justos sus limitados derechos, su triste posibilidad de excedencia. Sus traslados a pulso. Esos trienios y quinquenios. Su complejísima improbable opción de hacer cátedra. Sus maratonianas horas de trabajo mental y vocal. Sábados, Domingos y fiestas de guardar. Veranos prolongados de sudorosos conocimientos.
"¿ Y qué opina tu hija de que vengas a servir a mi casa ?"
Nuestra hija ha visto a su madre limpiar en casa de mucho cerdo y gorrina con dinero y sin él para ver que no existe relación directa entre patrimonio y calidad humana. Sin relación entre bondad y poder. Sin relación entre conocimiento y justicia. Sin la capacidad de reconocer los errores. Sin dar espacio a nuevas experiencias. Sin esperar más bien que el de entregarse a cambio de que quizá jamás haya respuesta en cuanto a lo recibido. Pequeñas lecciones que lleva su tiempo aprender. Asignaturas no impartidas en las facultades sino bajo el techo que habitas. Eso opino. Mi hija no opina más sobre gente como tú. Te deja ir víctima de tus mareas. Nadie es perfecto.
¿ Qué opina usted tras haberlo tenido todo sin preocuparse por nada ?
Déjelo. Eso es cosa del servicio.
Tenemos que adelantar el dinero de su comida, señoros. Tenemos que llevarles a casa el alimento. Sacarles de paseo. Lavarles la cabeza. Andar de la mano, pasito a pasito, siendo invisibles ante sus ociosos amigorros.
Somos diferentes en el oro siendo esa nuestra mejor diferencia.
Estamos tan distantes del poder como unidos os superamos en fuerza.
Pero somos iguales en aquello que nos mata y, terminados, nadie sabría separar nuestros despojos.
Y, para terminar, somos idénticos en el color, la consistencia, la forma, el tamaño e incluso el olor de nuestra mierda.
Tan iguales en nuestras respectivas miserias, ignorancias, demencias, intolerancias, faltas de respeto y de consideración como idénticas nuestras bondades, templanzas, muestras de caridad, amor y cariño ... mientras no permitamos al poder ni al oro pudrir de mierda nuestros caminos.