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miércoles, 25 de diciembre de 2019

La sabiduría del percebe


El día 24, la previa a la llegada del hijo de Dios, me tocó por suerte trabajar. La ciudad estaba circulable y tranquila. Se percibía ese ambiente de fiesta y relajación por todas partes.
Cargué mis 50 cajas, 650 kilos en total de mercancía y salí a entregarlas. No es que me guste precisamente cuando pesa tanto y menos si debo subir algunas por escaleras 3 pisos. Se que otros lo hacen a diario con incluso más tonelaje. Al menos recibí una propina de 3 euros, cosa que ya nadie hace pero yo agradezco.

Me acerqué a una rotonda y delante llevaba desde hacía un rato a un conductor tranquilo. En la radio explicaban que debido a los continuos temporales en la costa gallega, nuestra mejor fuente de excelente marisco, el percebe se cotizaba en la lonja a 300 euros y a 400 en la plaza. Vale, hasta ahí. Lo que me puso muy alterado fue escuchar la respuesta al periodista cuando preguntó si la gente lo pagaba a pesar de todo. "Pues sí, porque dicen los clientes que no les importa pagar un poco más con tal de que sus familias sean felices."

Tardé unos segundos en procesar, en tomar por cierta la información, pero la tensión debió subirme por las nubes y el cabreo por encima de la bóveda del cielo.

¿Que no pueden ser felices sin los percebes en el plato?
¿Qué clase de tontería es esa?
¿En qué mundo vivo? ¡¡ Me cago en todo lo que se menea !! 

¡¡ Joder, que muchas personas se conformarán con comer cualquier cosa, con estar juntos y sanos !!
¿Ahora depende la felicidad de lo que haya en un puñetero plato para cenar?

MALDITA SEAAAAAA.

Bueno, al tranquilo conductor que hizo STOP a la entrada en la gran rotonda viniendo coches a diez por hora desde el lado opuesto le hice escuchar el claxon y luego lo adelanté un poco airado.

Tuve que hace un esfuerzo para serenarme y dejar de gritar improperios dentro del vehículo contra esa respuesta al periodista.

Si algún día los estudios científicos demuestran que de lo que se come se cría, no me extrañaría si afirman que comer percebe te vuelva un tonto del culo.

Ya. Mi reacción al volante también merece una crítica.

"Que a mi hija/o no le falte de nada." frase que dicen muchos pater a sus filiis servirá para que por obra del Spiritus Sancti se conviertan en auténticos cafres del consumo y adquieran una filosofía vital de zulúes, con perdón de aquella raza.

Como vendrán San Nicolás, el Esteru con su burru, la Toza, tió de Nadal o tronco de navidad, papucho Noel,  el pandingueiro o el olentzero y todos los demás personajes del mundo, a casa de algunas criaturas y a las casas de sus tíos y abuelos con regalos, no les faltará de na. Se harán expertos en desempaquetar y sacar cosas de sus embalajes y puede que alguno elija las cajas para jugar. Los adultos por su parte quizá compitan por el premio a "mi regalo le gustó lo que más".

Vendrán luego los Reyes Majos de Oriente con más regalos y todos quedaremos locos por ver el fin de otras navidades con la vuelta al cole y la monótona rutina del día a día.

Mi compañero peludo nos acompañó ayer en la cena de nochebuena. Ese cambio en su rutina diaria, estar en otra casa, sin su cuna para descansar y sentirse seguro, ese baile de piernas que sin querer le patearon ... El pobre iba de acá para allá tratando de anticipar cada paso nuestro y después, ya sentados y cenando no paraba de circular entre el salón y la cocina, nervioso, agitado, pidiendo algo que escapaba a nuestro egoísta esquema mental para el que "tan fácil" resulta adaptarse a las cosas nuevas. Al fin mi esposa dijo "Ay... ya sé lo que quiere. No le hemos puesto un cuenco con agua."

En efecto, bebió como si aquello fuese lo último en agua dentro del desierto. Nosotros seguimos con lo nuestro y al poco rato se sentó en la puerta del salón mirando a mi esposa con las orejas agachadas y una extraña expresión. La siguiente ocasión que fuimos a la cocina comprendimos. Había vomitado una plasta marrón de pienso.

Cuánto estrés para él por una celebración.
Pienso cómo los animales sufren por los cambios en su rutina. En su medio ambiente.

Al día siguiente he tenido diarrea anticipada por terribles dolores de tripa.

Nosotros también somos animales. ¿Unos más que otros? Pues yo, bastante.

Nunca podré comprender a quienes disfrutan estrenando ropa o zapatos. Qué difícil y desagradable me resulta probar nuevas comidas poniendo a prueba mi refinada maquinaria digestiva.

Acabo de realizar la sexta visita al retrete. Entre los vapores característicos del ácido intestinal me suben escalofríos sofocados por el dolor de la corrosión en la compuerta automática de evacuación.

¿Serán las doce almejas? ¿Será la escasa harina que espesa el caldo marinero? ¿Habrán sido los trozos de queso que avisan de alguna nueva intolerancia? ¿Los nervios?

Hoy me he quedado con mi amigo, el perrito. Todos los demás se han vuelto a reunir para seguir disfrutando de la familia y un postre compartido que hicimos ayer. Vasitos de mandarina gelatinada cubierta con crema de chocolate, coronado a su vez por un botón de nata.

Dos animales, dos amigos. Tapado y enrollado en mi manta, acude poco a poco el calor y disfruto de algunas cabezadas en el sofá de casa. Ni pienso por más momentos en la familia reunida en su dudosa zona de confort.

Ay pollicipes pollicipes, dos veces pollicipes.
No tengo tu sabor pero admiro tu sabiduría.
Sabes cuanto necesitas.
Tú si que sabes, percebe.

sábado, 7 de diciembre de 2019

El primer ser con inspiración.

Este precioso cuadro de mi compañera de blog me recuerda a Numen soñando.

Muchas veces voy por la vida buscando maravillas que aprender para alimentarme de ellas, llenar mis espacios vacíos y sentir fuerzas para escribir unas pocas palabras que al menos sean bellas. ¿Puedes tú ayudarme?

No puedo escribir cuando quiero. Si quiero hacerlo, debe ser cuando puedo. Pueda parecer un asunto sencillo. Pues a mi es muy difícil.

Ayer fue el Black Friday y ahora debo ir con José para pasar sus datos de proveedores y clientes a excel. Dice que discutió con su esposa por obligarse a comprar al tal Fredy. Y yo pensando quién sería el tal. Se me venía la imagen del cantante de Queen. ¿Parezco estúpido? Pues lo mismo un poquitín si, porque tuvo que aclarármelo. Pelillos a la mar.

José, hombre de éxito que conozco hace 20 años, me explicó cómo aplicaba el efecto Venturi en una máquina suya creando una corriente de aire con la temperatura y humedad apropiadas para incubar huevos. Mientras lo hacía, alguien le llamó al móvil para informarle que quizá no acudiría a su invitación de cumpleaños porque se había hecho un implante dental dos días antes sin creer que eso requería tanta recuperación. Comparte así la llamada de teléfono  y añade de ingrediente que va a poner cordero. Cuando lo relato en casa a mi compañera por ver si me estoy perdiendo algo, pregunta si me invitó. Dice que no me invita porque yo no soy amigo suyo. Aunque no quiero para nada que me invite, a veces me gustaría ser arrastrado entre algunas personas de modo inapelable como lo hace ese efecto Venturi. Que todo mi ser se viera empujado para acudir a disfrutar y ser feliz entre la gente.

Sigo buscando mi inspiración porque en fuentes laborales no encuentro los colores.

Pruebo lecturas y leo sobre TDC, trastorno dismórfico corporal o síndrome de Tersites, un griego que se apartaba de todos los cánones de belleza, y leo sobre el opuesto de "la madre de Blancanieves" que trataba de perfeccionar su cuerpo con ansiedad. He roto todo espejo y foto hace tanto tiempo ...
Picoteo novelas gráficas en negro como "Yo, Loco" de Altarriba y Keko, terrible "La muñequita de papá" de Debbie Dreschler, "La ascensión del gran mal" de David B. o Persépolis de Marjane ... ninguna. Ni siquiera el colorido imaginativo de Shaun Tan en "Las reglas del verano" son capaces de disparar mi atención. Es la tarde del sábado, solo en casa con un perrito, pero mi cabeza está más hueca que un tambor.

La inspiración de las imágenes vitales es mi siguente meta.

Cojo la cámara de fotos pero ninguna sale como quería: fotos cuadradas, bien o mal encuadradas, rectangulares, circulares, paranormales, panorámicas ni paradójicas. No sirven porque las imágenes emergen como yo, desiertas de sentimiento.

Busco entre acordes, negritas, silencios, blancas, corcheas y semitales, claves de solfa en pos de una ejecución ad libitum.

Pongo el reproductor de música. Son 9.099 temas. Pereza, cantos de amor de Gipsy Kings, La bien pagá, No paraba de llover Nena daconte, Hakuna Matata, Hendryx Dolly Dagger... Y Hide in your shell de supertramp canta de pronto: "Escóndete en tu caparazón porque el mundo está dispuesto a desangrarte por pura diversión. [...] Estás esperando que alguien te entienda pero tienes demonios en tu armario." ¡Te habrás quedado agusto con el sermón, Roger Hodgson! Temas instrumentales, de antes, de hoy, románticos, rockeros, clásicos Burana o de Requiem pero ninguno es mi sintonía. ¿Ninguno?

Lo intento como saltimbanqui de películas. Detenido junto a la magnífica Nell 1994 (Jodie Foster), mujer que se sorprende como los niños en torno a la inocencia. Pienso en la filtración  diaria en ellos de la mentira, el engaño, el precio de las cosas, el poder y el odio. Encuentro un estudio sociológico sobre Nell ( aquí ) y supongo que técnicamente es correcto pero yo no tengo palabras para hablar de una chica que me deja con lágrimas en los ojos. Mudo, sin ganas de decir nada. Salto hacia Mimzy, más allá de la imaginación. Yentl, mujer disfrazada de hombre para alcanzar los libros sagrados. Pink Floyd en el muro de mis lamentaciones. Ni Reb Tevye en "Violinista en el tejado" cantando su riqueza de iluso, sabe abstraerme de esta mente-caca.

No puedo cantar, dibujar, escribir. Quiero contar, expresar y decir. Estoy encerrado en una lámpara a la espera de una mano cálida que haga brotar una chispita de genio. Pero nada sucede y el reloj hace tic, tac, tic, tac. Y mi lógica digital dice que todos los tic son tac o monótona viceversa.

Decido buscar al primer ser que sintió llegar la inspiración y nos dejó a todos con ganas de crear, de escribir, cantar o dibujar. Así las cosas, salgo al balcón y caliento mi insomnio con sol. Luego salto y extiendo las alas. Vuelo hacia la ciudad y el rumor del viento en la velocidad ensordece mis ojeras.

Y encontré a ese ser. Esa persona culpable de ilusionarnos que ilumina la calle a su paso. Ese ser que sonríe y regala pepitas de saber.

Al acercarme a su lado adivinó mi pregunta y llorando contestó:

"Siempre voy por la vida buscando maravillas que conocer, para alimentarme de ellas, llenar mis momentos vacíos y sentir fuerzas para escribir unas pocas palabras que al menos sean bellas. 
¿Podrías tú ayudarme?"


viernes, 1 de noviembre de 2019

Una paloma contra el cristal

"Los detalles son importantes. Crean profundidad y la profundidad crea autenticidad." Neil Blumenthal
¿Qué te pasa, marisopa? - No soy una fucking mariposa, soy una polilla, joder.
Pasamos la vida rodeados de detalles que podemos observar, acercar para enfocar o ignorar totalmente. Esos detalles tan interesantes a veces se esconden en pequeños seres vivos, vegetales o cosas. A veces los comportamientos de los seres vivos muestran esas singularidades que no todos saben ver.

Esta mariposa batía sus alas inútilmente sobre el suelo. Todos los insectos me dan repelús, asco, respeto ... no lo sé, no me preguntes. Yo pensaba "esta rechoncha ya no tiene fuerzas o ha perdido el polvo mágico para volar". Con un papel, la recogí de ese suelo marmóreo o granítico ( no soy piedrólogo, rocólogo ni geólogo ) para subirla al marco de acero del escaparate en el lado de la calle y ahorrarla morir por aplastamiento. Ahí la dejé mientras cargaba la furgoneta.

En ese trajín de ir y volver al local metiendo los pedidos al vehículo me detuve a observar a una pareja que se había fijado en la mariposa sosa. Era una mujer corpulenta que llevaba agarrado del brazo un hombre esmirriado, estilo a mi, también con gafa pero de menor estatura. Bueno, y más feo. El caso es que ambos parecían tener algún tipo de diversidad funcional. Qué parecidos somos y qué diferentes parecemos. Vale, esto lo dejo para otro día.

Supuse que, igual que a mí, les había llamado la atención esa marisopa y también sentían algún impulso paternal con ella. Creía que se habían puesto contentos al encontrarse un ser vivo algo raro por la ciudad. Ver para creer: la mujer la hizo caer al suelo y a continuación la propinó tal pisotón que hizo temblar la acera de la calle al tiempo que daba un grito. Después dijo: "¡Qué asco!" y siguieron su camino sin más. Consternado, me recuperé como pude para seguir con mi tarea entre pensamientos oscuros.

Impronta de una paloma contra el cristal
Más tarde salí a servir aquellos pedidos. Después de enrollar mi lengua seca tras entregar con la carretilla uno de 104 kilos ( justo el doble de un peso mínimo que recuerdo ) me quedé petrificado y triste al salir de la oficina y ver la impronta de un ave en el cristal del patio.  

Imaginé una paloma lanzando un pequeño picado hacia el sombrío de la amplia galería que rodea el jardín en ese antiguo edificio. Un vuelo calculado hacia el lugar donde iba a extender sus alas para luego posarse. Todo perfecto hasta que de pronto chocó contra un muro invisible. Algo inexplicable que escaparía a todo su conocimiento. 

A veces vas con todas tus fuerzas por la vida. Te empleas con ganas y alegría. Supones que nada puede salir mal. Que el viento sopla de cola por algún motivo y sientes ese impulso extra como una confirmación de que lo estás haciendo bien. Nadie te puede ganar, no hay nada que perder.  

De pronto llega el hachazo sin avisar. Quedas en estado de shock. La vida se para en tus manos y la sientes escapar entre los dedos.
Sin recuerdos. Sin fotogramas. Vacío, soledad y muerte.

El globo SEGOVIA 
Y si esta última imagen no fuera mía, la describiría como "Aterrizaje sobre tierra estéril al atardecer. Desinflando un globo, junto a una casa abandonada." Porque esa y no otra es mi forma de sentir lo que me rodea. Sin embargo la hice al amanecer, cuando todo es un nuevo comienzo, percibiendo una belleza que no cabe en mil imágenes mientras inflaban con ruido ensordecedor el globo para varias personas ilusionadas como bebés en sus primeros pasos por el cielo. Despegan en este lugar que se utiliza para sembrar y recoger trigo, eso si, junto a una casa que a pesar de haberse despojado de ventanas y puertas para compartir sus secretos sigue sola, abandonada. Los bloques de pisos que anidan al rededor la miran desde el recelo que separa lo diferente, desde una superioridad ficticia que sitúa todo lo diverso en los márgenes, en lo contagioso de la ignorancia. Se trata de una vivienda amplia y soleada a la que nadie atiende ni comprende, con la que nadie quiere soñar ni compartir una vida.

Dicen del edificio que pasa los días en su mundo pero, por más veces que lo repitan, siempre estuvo y estará en vuestro mismo mundo.

Después de unos días escribiendo esta ... basurilla iba a decir, pero va, que no, que está mu bien viniendo de donde viene, he repasado la secuencia completa volviéndome un observador observado por los demás en el trabajo o en el parque. Soy otro detalle más de la vida, recogiendo la mariposa, mirando la paloma estampada en el cristal, tratando de extraer una esencia de un globo que llena sus pulmones, corriendo con 50 y tantos años detrás de mi perro Yorkshire, al que sigo fielmente donde él quiere.

Mientras, creo firme y confiado que debo cumplir primero con mis emociones para perseguir algún día mis ilusiones.

NOTA: Todas las fotos son de un móvil Xiaomi de 100 euros. Y como colofón, recomiendo el libro siguiente. Me lo regaló mi hija. Se titula
"Los pájaros" y de Germano Zullo y Albertine. Dice:

"Algunos días son diferentes.
Días que podrían ser parecidos a los demás.
Y sin embargo poseen algo ... que los otros no tienen.
Apenas
un pequeño detalle.
Tan diminuto
que podría pasar inadvertido.
Porque los pequeños detalles no están hechos para ser advertidos.
Están hechos para ser descubiertos.
Y cuando dedicamos un tiempo a buscarlos
aparecen.
Aquí ... o allá.
Casi imperceptibles.
Pero tan presentes
que se vuelven inmensos.
Los pequeños detalles
son auténticos tesoros.
Tan solo uno basta para enriquecer el instante que pasa
y cambiar el mundo."


lunes, 21 de octubre de 2019

Peces en la bañera

"El crecimiento es dolor. El cambio es dolor. Pero nada es tan doloroso como permanecer atascado donde no perteneces." N. R. Narayana Murthy

Hasta donde soy capaz de recordar, la estupidez masculina obliga (¿obligaba?) a, por lo menos, gustar de alguna cosa de estas:
-Pescar, cazar y manejar los aparatos correspondientes. Ser aventurero.
-Guerras, soldados y manejar sus armas. Ser valiente.
-Deportes, fútbol y gimnasios. Ser fuerte e independiente.
-Coches, motos, barcos o aviones y manejarlos. Ser un manitas.

De pequeño no había en mi vida otra cosa más importante que los coches. Coches en fila india, coches por tamaño, por belleza, por nuevos o viejos, por amortiguadores saltarines o duros, por capacidad de correr más distancia o volcar a los otros en un choque. Pero no se espera este tipo de gusto por los coches. Yo deseaba ser mecánico como quiere ser biólogo el amante de los animales pero en cuanto acompañé a mi padre y conocí mi primer mecánico de manos ennegrecidas en un garaje subterráneo oscuro con fuertes olores ( no muy agradables ) me cambié a los animales.

Me repito como el ajo y no me gusta nada el ajo.

Pescar. Este es el motivo de la "entrada".
Los fines de semana teníamos la suerte de salir al campo y en algunas ocasiones íbamos cerca del río. En la orilla había piedras grises y algunas, las más lisas y planas, lanzadas con pericia podían rebotar contra el agua. Como había caña de pescar en casa, me invitaron a probar con una. De entrada no me apetecía. Empezar ensartando un gusano en el anzuelo es un comienzo realmente repugnante. Sale un líquido que ... asquito.

Yo estas cosas entiendo que quieran probarlas en uno. Como el día que acudí siendo nene con mi padre a un campo de fútbol compuesto por unos señores muy mayores con su pelota y muchos otros sentados en unos escalones que yo decía "de piedra", helados como témpanos. Mi padre chupaba un puro y gritaba, vaya usted a saber por qué. Algo así como el aburrimiento empedernido. No os hago esperar más: no se volvió a ver mi careto en aquél antro de cavernícolas recalcitrantes. Ambos grupos quedamos a gusto: el que formamos yo y mis circunstancias y el que aglutina a los futboleros de la piedra, porque jugarlo es diferente.

Y uno es inocente pero no tonto. Si no consiguen encaminar a su hijo hacia hombre o "machote" con el balompié ni los coches, prueban otra cosa. Lo entiendo porque igual que a mi no me gustan los cambios supongo que hay cosas que nunca cambian. Eso no quiere decir que no deban. Volvamos al tajo, que pierdo el hilo de pescar.

Cuando el pez de turno quiso, pobrecito, saciar su hambre, tragó cebo en gancho. Dicen de las salchichas que "carne en calceta, que la coma el que la meta" pero debían probar  bocata de tortilla con anzuelo muchos pescadores. Debo decir que los anzuelos los carga el diablo, porque gracias a mi torpeza disfruté de uno clavado. Y lo que no quieras para tiiii ... El caso es que la caña se dobló. Qué agobio dios mio. Apretaba esa barra con hilos lo mejor que podía. Nadie podía creerse que el niño hubiera pescado en su primera vez tan rápido. Qué algarabía. Qué cúmulo de emociones incomprensibles. La caña haciendo forma de U invertida. Mis manos fundidas a la barra. ¿¡Qué era lo que había pescado que no podía con ello la caña!?

Mi hermano se ofreció para sacar el pez del agua en vista de que yo solo sujetaba aquel palo de plástico, desmontable por cierto en dos partes.
Sí que me gustaba lo del carrete. Podía pasar buen rato haciéndolo sonar mientras algún mecanismo hacía subir y bajar la parte central. En casa jugaba con el carrete y lo observaba subiendo y bajando. Clic, clic, clic ...

Me dijeron que en lugar de ir hacia el agua fuera en dirección contraria porque ya mis zapatillas empezaban a mojarse. No sé, una locura. Cuando por fin apareció el pez saltando sobre las piedras, dijeron que no valía para comerlo (un alivio) y no recuerdo más porque inmediatamente pasé de la pesca y fui en busca de otro entretenimiento más acorde con mis gustos. Digamos que construir una presa. Pequeña. Muy pequeña.

Lo que sucedió después en torno a la pesca no lo entiendo demasiado bien. El caso es que llegamos a casa con los peces. Eran del tamaño de como sardinas gordas y algo oscuros. ¿Sería la Boga del Duero?
Como cualquier ser vivo eran preciosos. Yo no podía dejarlos solos en sus últimos momentos agonizando y cuando nadie se enteraba me los llevé y eché agua en la bañera. Los metí allí y poco a poco se recuperaron.

Aquello me hizo mucha ilusión. Devolver la vida a otro ser, salvarlo de una muerte segura nos hace
más humanos, ¿a que sí?. ¡Qué bonitos mis peces!

Ya. Claro. Aquello pronto se convertiría en un problema. Todos sabían de mi amor por los animales y no querían hacerme cabrear. La bañera hacía falta para lavarse, pero sobre mi tumba habría de ser.
¡Qué poderoso fui yo! Leches, ya no me acordaba cuánto luché ese día por aquellos peces. Nadie pudo bañarse aquel domingo. Así me llamaban "cabezón". No había forma de hacerme cambiar de opinión.

Cuando el lunes siguiente volvía del colegio a mediodía, fui a ver mis queridos pececillos.
No estaban. Corrí asustado a preguntarle a mi madre qué había pasado.
Me contó que tratando de cambiarles el agua por otra más limpia se escaparon por el desagüe y fueron de nuevo al río.

¿He dicho que no soy tonto? Pues eso. Además desconfiado. Conocía a la perfección el tamaño, la redondez, la hondez y la hediondez del sumidero y su rejilla estrellada. Imposible que hubieran escapado por ahí.
¡MENTIRA! ¡NO CABEN!
Pasados los nervios del momento llegó la siguiente explicación, más creíble. Había cambiado los peces al fregadero de la cocina mientras limpiaba la bañera. Y el fregadero no lo controlaba. Me fui solo a mi habitación tratando de comprender, entre consulta y consulta al gran fichero del mundo animal, el insólito viaje de regreso al río. No me terminaba de convencer el asunto y me sentía mal, entre estafado e idiota, diría ahora. Todas las fichas me sabían a poco. A fotos de animales preciosos que no podían consolarme. Los clasificamos según su hábitat, su modo de reproducirse, su alimentación, su sangre, su esqueleto ... pero no sabemos clasificar las emociones, los afectos y sus efectos, las mentiras y sus engaños, los dolores más discretos ni los que provocan más daños.

Basta de rimas gilipollas.

Llegó el momento de comer aquel lunes de estiércol.
Acudí a la llamada de la madre que alimenta a sus polluelos.
Me senté en mi sitio de la mesa rodeado de seres que parecían como yo, de genética y edad equivalente, a los que la vida de mis peces les importaba un bledo.

Mi madre puso lentejas sobre la mesa. De segundo, puso una bandeja de peces fritos.
¡SON MIS PECES! ---- ¡Que nooooo! ---- ¡ASESINAAAAA!

Más explicación no quise escuchar. Que no eran aquellos sino otros, que la mentirijilla no tiene importancia y para finalizar, que los pescamos para comer.
Que la vida es una farsa total, vamos.
Me volví a la habitación y lloré con lágrimas infantiles la muerte, el alimento cruel, mi tontería supina que hacía fracasar en clase, mi locura única, mis fichas estáticas de animales, mis remotos coches abandonados, los años perdidos entre objetos, entre vidas sin objeto, entre sujetos y mentiras, entre risas y cariños de mi hermana por el duelo.

Nunca llenéis de peces vuestra bañera si vais a comer pescado. Al menos hacedme ese favor.

jueves, 3 de octubre de 2019

Paco&Emi. Hamburguesas

Imagen del capítulo "Nasty Patty" (Hamburguesa asquerosa) de los dibujos de Bob Esponja.

     Paco y Emi han quedado en Puerta de Zamora para dar una vuelta por el centro. Ella llega un poco más tarde porque él se ha anticipado diez minutos.

Holaaa.Emi saluda en tono amable mientras se acerca. El se coloca a su lado para continuar caminando y dice:

Hoy he estado con una hamburguesa gigante.—ella advierte esa cara de travesura que conoce de largo en Paco aunque hoy no quiere jugar a las adivinanzas, pero pregunta:

¿Ah si? ¿Y de qué se trataba ... alguien con disfraz haciendo una promoción?

Bueno, quería decir al lado. He estado al lado de una hamburguesa gigante que había en una foto de la parada del bus.

     El siempre se fija en la calidad de la imagen de los carteles. Espera encontrar algún día un cartel publicitario con un nivel de detalle que permita, fijándose de cerca, encontrar "pequeños regalos", como él los llama. Cosas que los otros no ven. Le viene de siempre. Por ejemplo, mientras hojeaba la revista MAD (traducido=Loco) de sus primos. Ahí venían las historias en un inglés que deseaba comprender y en los márgenes había regalitos de humor.

Y quéEmi le da libertad para expresar.

Pues estuve a punto de hacerme un selfi ahí, con la hamburguesa gigante.

Cual es la gracia.

Hombre, ya sabes. Yo al lado de eso ... con el ascazo que me da solo verla a primera hora y el desayuno dando vueltas.

Pues...—se encoge de hombros.

Es una paradoja, un contraste ... no sé, un imposible. ¿No? Mi cuerpo contra el cuerpo que se te pone comiendo muchas.

Ya. ¿Y porqué no hiciste la foto?

Porque venía Aurora a lo lejos.

Como si a una persona que ves en la parada le importase lo que estés haciendo.

Si, nada, pero me daba cosa.

¿Cosa? ¿Estuviste mirando el cartel de cerca?

Claro.

Mira que te lo he dicho veces. ¿No te das cuenta que no es normal ver a alguien con la nariz metida en un cartel tan grande?

Necesito buscar ... ver los detalles.

Y te da cosa que te vea haciendo la foto pero no te da cosa que te vea como un zombie contra una pared.

No es una pared de ladrillo, es una imagen.

YA SÉ QUE ERA UNA FOTO. ¡Bah!,  déjalo.

¿Estás enfadada?

Noooooooooooo.—pero él sabe que ha hecho otra de las suyas. Otra que a ella le disgusta.

      Un poco de silencio mientras caminan. El va agobiándose y preguntándose cuándo sabrá callarse este tipo de asuntos para sí mismo. No sabe si estará o no tan agobiada como él hasta que ella dice:

Bueno. Entonces ... ¡Menuda experiencia para la primera hora de la mañana!

La foto en realidad es como grasienta. Toda esa mayonesa mala asomando por entre las ondulaciones de la lechuga sobre una suela de queso impasible ante el calor de la carne.

     Ella deja tiempo para que vomite todo lo que lleva en relación con la hamburguesa y quede a gusto. Sigue:

Mejor que otras veces, cuando ponen Tranchetes amarilloshace una pausa, nadie replicaLuego dejan algunas migas del rebozado frito caídas a su lado, como para ser más naturales pero que se nota que las han puesto ahí a propósito. Y esos panes tan malos, tan inconsistentes, con semillas mártires de supuesto sésamo ...

Es comida basura. A la gente le gusta a veces darse el vicio y comer así, no tener que cocinar ...

No, no. Es que ¿para qué ponen una foto inmensa de una hamburguesa? Para que la veas y digas "¡Uh, qué rica, qué buena pinta!" Porque de lejos la foto parece perfecta pero en cuanto te acercas ...

¡Toma! ¡Y qué esperas! ¿Que la pongan con moho, descolorida y lechuga fofa rodeada de ... ?—hace gestos y quiere decir algo que no le sale.

Cucarachas, moscas, cenizas, suciedad, aceite marrón de fritanga, harina pegostreada, huellas secas de tomate, migas duras de vete a saber quién, servilletas hechas una pelotilla ... los lugares esos son terribles.

Hijo de verdad, no sé dónde quieres ir a parar. Mira, déjalo ya. Me estás revolviendo la tripa.

Pues a eso me refiero. Que esa foto lo que hace es revolver la tripa.

Amén. Mira, vamos a tomarnos un helado ¿Te parece?

De cuales. Digo ... de dónde.

El Mac Furry no, uno natural de los del Novelty.

Ah, bueno.—él ve la foto que adorna la marquesina del bus mientras se aleja y se hace pequeña.

Parece que termina el primer relato del día. Ella respira por fin tranquila y Paco corrige:

No es Furry es Flurry.

¿De qué sabor te lo vas a pedir?

De ... —pero ella interrumpe su serio pensamiento y ataca divertida con un

¡Déjame adivinar! ¿Tutti frutti o leche merengada?

Tonta.

Es lo que tiene conocer los gustos ajenos. No merece la pena insistir en que pruebe otros sabores. Ya sabe que no lo hará, porque no quiere arriesgarse a tener en la mano un helado que podría saber peor y arruinar el "momento helado".

Definitivamente, leche merengada.

Jajajaja, me encanta cuando te pones tan digno.—los dos se ríen y aprovechando el momento feliz le engaña para entrar en Zara Home "a echar un vistazo".

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Nota del Fermín:
 Por increíble que parezca, hoy he cenado hamburguesa de pollo casera con lámina de Tranchetes, tomates de huerta natural, lechuga, ketchup y mostaza. Del pan no hablaré, que está  hecho sin gluten y son todos una mierda. Esto va a ser el karma. Si lo sé, escribo una historia sobre un cupón premiado de la Once.




lunes, 9 de septiembre de 2019

Delirante Mini Yo

"Es muy fácil vivir aparentando ser tonto. De haberlo sabido antes me habría declarado idiota desde mi juventud, y puede que a estas fechas hasta fuera más inteligente. Pero quise tener ingenio demasiado pronto, y heme aquí ahora hecho un imbécil." Fíodor Dostoievsky.
Cortaditos de almendra antes llamados "Canciller"

Voy camino del supermercado a recoger un saco de pienso para el perro. Es comida con celulosa baja en calorías. No sé por qué esta moda de alimentar con pienso. Creo que antes se les daban alimentos humanos o lo que no terminábamos en la mesa.
Hace calor y me cuesta mucho avanzar. Siento un cansancio doloroso de cintura hacia abajo. No está lejos, al menos.
Voy mirando al suelo. Las baldosas del suelo, con sus cortes estilo "tabletas de chocolate", van pasando por debajo de mi cuerpo. Es mi cuerpo el que avanza sobre ellas.
Siento como si viajara dentro de un robot y mi altura total fuera de unos 3 milímetros. Como si todo mi ser estuviera asomado en lo más alto, mirando a través de un gigantesco ventanal. Desde esta impresionante altura de 1800 metros el suelo pareciera moverse lentamente, como al mirar a tierra desde un avión. Es muy molesto sentir las tremendas vibraciones de este inmenso androide a cada paso que da. Pido que sea más cuidadoso al pisar, que se mueva con suavidad. Aunque me atiende y trata de hacerlo mejor, cada pisada sigue siendo atronadora. Siempre he procurado que sus pasos fueran suaves. Quizá por eso nos dijo un compañero de clase: “¿Por qué caminas así? ¡Parece que estuvieras drogado!”.
El sol atiza nuestra coronilla de cura famélico y oriento la máquina hacia el sombrío que tiende la fila de árboles. De pronto levanta su cabeza hacia arriba. Entre ramas como rascacielos se balancean hojas del tamaño de campos de béisbol recortando contra el cielo sus figuras vegetales.
Otros androides se cruzan, miran hacia nos y nos, volvemos la vista al suelo de chocolatinas. Creo que saben lo que pienso, pero cada cual se centra en lo suyo. Yo veo a esos otros en sus puentes de mando y me pregunto si les molestará el impacto de cada paso como a mí.
Siento la quemazón de los músculos que impulsan esta nave humanoide. Quiere detenerse. Se diría que está exhausta y aunque en proporción a mi tamaño ya ha recorrido 10km a una velocidad de 300 por hora, debe haber avanzado escasos 170 metros.
Así, como cuando tenía 7 años, siguen siendo muchos de mis momentos caminado en la calle, pasando entre la gente. Así siguen siendo y, como entonces, para superar el cansancio o el dolor obligo a acelerar, forzar la marcha de esta figura construida en hueso y fibra muscular ya deteriorada por vieja o mal cuidada.
Este muñeco que antes acostumbrado al sol lucía hermosa piel moruna de piscina o bronceado playero, transporta ahora dentro un pequeño Pepito Grillo que va coordinando como puede el movimiento y el comportamiento; la voz y el silencio. 
Nunca me gustó Pinocho. Recuerdo la película con Gina Lollobrígida desde un agobio de pesadilla mientras comía un riquísimo y pequeño mantecado cortadito de almendras Canciller que compraba en la pastelería: “¿Puedo comprar solo uno?” y la amable dependienta me lo vendía. Es que yo era muy guapo. La última vez que la vi aún era amable aunque anciana. Llevaba muleta y olía a pis.
Incomprensible pues, que comprase la novela gráfica de Winshluss ( Vincent Paronnaud ), Pinocchio. El cuento para adultos de este autor francés relata un robot conducido a ratos por un tal Pepito Cucaracha, personaje encantador algo cochino, piripitusco y procrastinador profesional. 

Quizá no tan incomprensible. Hay entre él y el niño que fui alguna relación que ahora puedo imaginar. Antonio Carranza lo explica en estos términos: "Pinocho sale por la puerta principal conducido por su padre, y lo hace cargado de propósitos, con el anhelo profundo de renacer, de convertirse en alguien con capacidades superiores a las que como muñeco tiene: en ser un niño de verdad. Pero cuando sale al mundo surgen los problemas, ya que su inexperiencia y falta de conocimiento lo llevan a fracasar.
Bueno ( volviendo al hilo ) pues pasa que cuando tenía fiebre y dormía, siempre sufría la misma pesadilla delirante. Un espacio lleno de columnas sin suelo ni techo, unas de diámetro enorme y otras finísimas como pelos. La relación relativa entre objetos de dimensiones con abrumadora diferencia: el átomo y el planeta.
¡Yo seré un niño auténtico! - Sheharzad Arshad
¿Es esto un relato surrealista?
¿Debe un muñeco de madera conseguir parecerse a sus iguales a cualquier precio?
Tuve aquel álbum rojo de cromos de Pinocho, asqueroso y repugnante. Me daba un repelús de mil demonios tener que luchar contra esos putos cromos de mierda. Creía que podría cambiarlos con los compañeros de clase, pero todos llevaban de fútbol. Y cuando años más tarde lo intenté con el fútbol, vaya aburrimiento de caras de señores con sus pelotas y sus ridículos motes. Lo único bonito eran las listas de números y tacharlos. Si me ponen este del fútbol delante ahora mismo disfrutaría encendiendo a su lado una cerilla. “Lo quemé porque era mío.” Madre. A ver si voy a ser un psicópata. Corto y empalmo.
Ya voy llegando al supermercado. Debo recuperar el volumen de mi consciencia, adaptarla y reconectar el cuerpo con la mente. Introduzco el número de 6 dígitos y se abre una compuerta. Ahí está mi paquete. Emprendo el regreso a casa y odio esa sonrisa en la caja chivando a cualquiera que llevo un producto comprado en Amazon.
Al perro le gusta la caja. A mí me gustaría encajar. Ser otro o morir.
O ser yo y vivir.

miércoles, 21 de agosto de 2019

Reina de la sutileza

"Alguien me dijo una vez, que en el momento que te detienes a pensar si quieres a alguien, ya has dejado de quererle para siempre" Carlos Ruiz Zafón, La sombra del viento.
Muchas veces nos creemos diferentes a los demás. Especiales con el sentido de preferibles, que suena más humilde que diciendo mejores. Y nos podemos ver distintos siendo con toda probabilidad una copia de tantas. Si quieres, con marcas para ver con microscopio antes de confirmar que es una copia diferente. Los patrones generales son similares. Después de decir eso me voy a contradecir un poco.
Mi vida, tan singular en ocasiones -penosas-  y apartada -con gusto- de lo social casi siempre, guarda en ciertos aspectos un parecido con la de mi compañera de blog. Mi esposa recibió la recomendación de no ser pareja conmigo y algunas de sus amigas trataron de prevenirla sin conocerme.

Bueno. Pues lo mismo no eran malos consejos. Quién sabe si su vida hubiera sido más feliz. Reconozco que yo sin ella me habría estancado en los 21 y después me habría costado mucho salir adelante por mi cuenta. El texto que sigue es de esta amiga de blog, siempre escasa de tiempo que prefiere publique por ella este texto suyo aquí:
Demasiado amor para contenerlo - Lisa Dubois

Soy tan visceral que no puedo fingir sobre lo que no siento.  Hasta prefiero romper relaciones a vivir un “cuento”.  Pero fíjate por donde que por distintas circunstancias me estoy convirtiendo en la reina de la sutileza, que siempre será mejor que reina de la mentira.

Todo el mundo me decía "No te cases con un minusválido que ya verás" pero ahí se equivocaban. No es la minusvalía física la que mata o cansa, es la forma de ser. El egoísmo, ser posesivo ( entender mal el amor ), la dignidad a destiempo, la soberbia o pensar que sigo a su lado con el deber de "servir" sin derecho a opinar. Ni siquiera puede entender que ayudarle no me cuesta pero cualquier persona con esa actitud me cae mal. Y viniendo de él me duele porque le quiero.

A lo largo de la vida he creado un mundo feliz donde nos íbamos adaptando y disfrutando de la vida pero el tiempo, ese que dicen que todo lo cura o que todo te enseña o te pone en tu lugar, ese tiempo me ha demostrado que todo era ficticio. Lo único que se iba adaptando eran mis esfuerzos y mi amor. Al menos yo me siento así.

No digo que él no me haya querido, pero a su manera, igual que su hermana: primero están ellos y luego los demás. Juzgan de antemano, desprecian y si no se está de acuerdo en algo, aunque sea en tragar ruedas de molino, ya estás contra ellos.

Tengo que medir cada palabra que digo porque si no le hago enfadar.

Tengo que medir cada gesto. Tengo que medir todo y ni las medidas son ciencia exacta, ni yo quiero ser una máquina de calibrar.

Y después de enfadarse por lo que sea -aunque no lleve razón- cuando ya se le ha pasado la rabieta, sin olvidarse de incluir el jodido mensaje "Me quitas las ganas de vivir", pues eso, cuando se le pasa y ya se encuentra bien, abre su mano con magnificencia  y dice "Ven, anda. Dame un beso."  perdonándome la vida.

Estoy cansada y sin otra solución que volverme la reina de la sutileza para pisar fuerte en mi mundo mientras paso de puntillas por el de él con sus intrincados mundos anidados. 


sábado, 10 de agosto de 2019

El amor del ser humano

"Si Dios es Uno, y si no puede haber otro Dios, no puede haber una idea de Dios." Leo Strauss


17-11-2009 
Me recupero de una operación por cirugía abierta. Hoy es mi primer día en casa y he roto a llorar al ver entrar a mi hija, tan guapa, con su alegre y desbordante "hola papi".
(Siempre evitando llorar... esa es otra enfermedad que requiere un tratamiento más prolongado)
Y tantos exámenes y yo sin poder llevarla al insti ni traerla de vuelta a casa.

¡Claro que estoy especialmente sensible! He descansado un poco, con ayuda de la medicina, he merendado con el horario del hospital un café con leche y galletas casi idénticas de puro simplonas, y he mirado el correo. Dos de ellos me invitaban a ver un vídeo. El uno sobre el valor de una firma, de amnistía internacional (qué manía con usar los ordenadores para hacer animaciones; aunque la idea es muy buena, el vídeo es muy básico), el otro sobre un padre y su hijo.

Durante los 21 días de diagnóstico que pasé en el hospital, una simpática mujer, hermana de mi compañero de habitación, con su extraño pelo corto y sus modos resueltos, habiendo vivido en Barcelona, tan fuera de mi provincia pequeña, tan fuera de esta mentalidad, habiendo conocido muchos lugares y mucha gente, me llamó mucho la atención. Le pregunté por qué motivo dormía mal. Pregunté abrupta y repentinamente a los dos días de conocerla y tras superar cierto recelo.

Ella sonrió -siempre sonríe- y contestó "¿lo dices por mis ojeras?" y yo asentí.

Entonces me explicó que ha dejado su trabajo en Barcelona, que le cuesta encajar de nuevo aquí, en su tierra. Sufre Fibromialgia severa. No soporta que le toquen el pelo, un brazo (uno del pueblo la mandó directamente a urgencias tras el famoso palmetazo de bienvenida en las espalda), un beso, un asiento agitado en un autobús, ni siquiera de su coche, o el roce de una caricia.

Todo le duele.

Lleva siempre morfina consigo. La policía la detuvo por llevar tal cantidad en una ocasión, hasta que comprobaron su verdad. Le cuesta dormir, cómo no.

Pero su sonrisa siempre está ahí. Me miraba y me hacía reír.
Dice que cuando algo le duele, se ríe.

-Yo no me puedo creer que eso te funcione... -pero ella responde que sí y añade 

-... de lo contrario, ya me habría quitado la vida - hace lo mismo con su hermano, y en su familia nadie le devuelve a ella ningún cariño o atención...

Me obliga a reír, y me hace sonreír cuando me ve triste, y aunque yo sólo quiero llorar, obedezco y sonrío. Ella levanta su pulgar y me aprueba.

Cuando se marchó, me pidió que recordara y volvió a levantar el pulgar.

Sí. En el mundo hay héroes. Y heroínas.

Quedan personas que no esperan llenar sus arcas a razón de mil euros por segundo mientras ríen o aman, o lloran y mueren ante los ojos emocionados de espectadores repartidos en las butacas de cualquier cine.

Ellos son estrellas y todos los demás hemos quedado embelesados bajo ellas en alguna cálida noche, en algún trozo de silencio y campo, solos, mirando al cielo y admirando quietud y belleza. Pero hay estrellas que brillan a nuestro lado compartiendo sin más la luz de su sonrisa y el destello de su alegría, y nos invitan a reír sólo por que agradecen sinceramente que seamos el espejo que refleja sus amables sentimientos.



 Con el vídeo de los Hoyt, el padre e hijo (que por supuesto me ha hecho llorar de nuevo a moco tendido -hay que explotar bien la excusa del enfermito-) me he hecho un lío. Reconozco otra vez mi base de prolongada e inevitable educación religiosa, ahí está. Y agradezco a todos sus buenos deseos rezando por mí, con su fe en un ente que lo puede todo, pidiendo ayuda desde sus manos cálidas y limpias para mi, para otra persona. En este vídeo, de cuyas imágenes sobra decir nada, he encontrado otra vez la prueba de que el ser humano puede hacer de todo con su amor, si quiere. Pero la música... ¿porqué la música tiene que ser con tono religioso? No se puede debatir sobre ello, tiempo perdido: batallas y muertes llenan páginas de historia.

Pero uno no elige que justo en el momento de nacer, se te enrolle el cordón umbilical al cuello y la falta de oxígeno te provoque parálisis cerebral.

"Si lo estaba viendo venir, pero libre albedrío, los humanos y sus errores, ¿nunca aprenderán?, bueno, este padre luchará por su hijo, y tendrá motivos de superación, y los demás aprenderán de él y me alabarán el gusto"

Nacer, obtener el derecho a la vida, es un suceso en el que interviene Dios, según los cristianos, y un padre como el señor Hoyt... ¿qué diría? Ignoro sus creencias y me he cansado a buscar en google, en inglés y castellano, palabras de este hombre agradeciendo a Dios la vida de su hijo, no tiene porqué hacerlo. Sin embargo, he encontrado abundantes lugares donde dicen "pídele a dios tu deseo, él te lo concederá", porque su hijo le pidió participar en una carrera. Apropiarse del esfuerzo de este hombre para vender afiliaciones cristianas es todo un delito moral.

¿Dónde estaban todos esos cristianos cuando una y otra vez fueron rechazados y mal vistos por su deseo de participar en las carreras? ¿Porqué únicamente sacan, esos cristianos de pacotilla, su megáfono a la puerta de un local o bullen aturdiendo calles interminables ante una nueva ley, y se congregan a los pies del papa, (¿Papa?) un hombre cualquiera comparado con el señor Hoyt, en lugar de romper con su indudable marea de gotas humanas las barreras que separaron a estas dos personas que también querían gozar de la vida?

Y dice la música en uno de los vídeos, "Mi redentor vive". Qué coño de redentor, su padre es el que se desvive, el que suda con gusto cada gota para dar vida a su hijo. Dios pasa absolutamente de decirle "levántate y anda", es demasiado fácil hablar. Lo duro es bajar de esas alturas, acercarse a este hombre y ayudarle para que pueda correr con los demás. Si, años después de su lucha, fueron aceptados y respetados.


En su web, http://www.teamhoyt.com/, aparece esa música como producto comercial para financiarles, y es la única referencia que hacen a Dios. Supongo que alguien puso el material en sus manos para que lo vendieran, bueno, no se lo pienso criticar, no soy quien.