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jueves, 30 de noviembre de 2023

La fábrica de Elorriaga


Es extraño.

Se supone que viajar es alimento p'al espíritu y la mente. 

Entre los borrones de mis viajes, con 8 ó 10 años, no lo sé, mientras íbamos a Irún, están las gotas en el vidrio del coche, el gris del lluvioso atardecer o la maneta de la ventanilla del 124.

Me pedía el lado de la puerta. Podía pasarme horas viendo en un punto indeterminado cómo bajaba, por efecto de la gravedad, el cable de Telefónica para luego subír rápido ante la llegada de otro poste. Tan hipnótico como el pisar del tren entre las vías. Siempre fui obsesivo, tan hipersensible fuera de lo común como impávido más aún, repetitivo, complicado, sombrío, testarudo, intra iracundo, extra silencioso, capaz de resistirlo todo o la nada y capaz de colmar la paciencia de cualquiera cuyos nervios no estuvieran a prueba de bombas.

Tratando de que nadie lo notase cogía entre el índice y el pulgar el saliente de la maneta. Si el coche giraba a la derecha, yo giraba la maneta hacia mi. Si a la izquierda en sentido opuesto. No creo necesario explicarlo pero, para quien no lo entienda, igual que si cogías el volante y lo ponías en la puerta. Eso cuando desaparecía el cable telefónico. No me extrañaría haber perdido baba en aquellos telares. Casi me meo ahora mismo del nostálgico abandono que siento con tan solo recordarlo.

El motor del 124 se escuchaba sin esfuerzo pero yo lo imitaba acompañando mi conducción y eso resultaba insoportable para los demás a pesar de mis esfuerzos por hacerlo bajito. Las vibraciones me masajeaban el cerebro. Tras balancear su paupérrima naturaleza fónica y sónica contra las evidentes ventajas del murmullo proveniente de tan armoniosa como infante garganta supuse que no podrían percibirlo.

Viajar hubiera sido solo tristeza o penuria de no ser mis soluciones magistrales. No entendía porqué mi padre movía a derecha e izquierda el volante circulando por una recta. El día que me subieron a un cochecito de mi tamaño, con volante real y pedales, mi padre no necesitó ir detrás mío como hacían los demás papis. Pedaleé a toda pastilla moviendo convulsivo el volante a derecha e izquierda. Mi padre voceaba "haz esto o lo otro", gritaba desesperao ... pero ni caso. El circuito era bajar,  vuelta de 180 grados y subir. Fin. Lo completé el primero en una exhalación. Mi padre se disgustó porque eso no era disfrutar. No pude montar una segunda vez. No me ofrecieron. "¿Porque movías el volante así?" Le miré a la cabeza y no contesté. Bufó un "¡ BAH !" con sabor a porquería humana, a culo cagao.

¿ En serio ? ¿ Estás de putabroma ? ¡ ¡ ES LO QUE HACÍAS TUUUUUUUUUUUUU , joder ! ! Te hubieras reído conmigo, me hubieras hecho un elogio por llegar el primero ... lo complicado era arruinarme el mejor día de mi corta estúpida vida. Y ... ¿ tampoco notaron cuánto disfruté ?

Pero íbamos pa' Irún. Mi padre tenía facilidad para cabrearse rayando lo neurasténico (eso le llamó mi hermana) pero además, en los años de los asesinatos de ETA, proponía soluciones estrambóticas: pedía encerrarlos en el país vasco rodeándolos con un muro (visionario), llevar allí al ejército y poner tanques por doquier o si rascabas un poco ... masacrarlos a todos. ¿ Ne-tan-ya-hu ?

Aunque muchas voces lo aseguraban y/o auguraban, no salí maricón. Pero quién sabe. Me encantaban las pinturas de uñas; envidio las pinturas de uñas todavía. Me iban los juegos de niñas igual que los demás juegos ¿No es normal querer jugar a lo que sea? Pero cogí miedo, respeto ... ¿asco? a los penes y los seres que los ostentaban en el mundo o sus culos con olor a mierda. De esa guisa quedó el camino no solo bloqueado sino alterado para siempre. Esto ya lo saben, perdón.

"¡ Mirad, la fábrica de Elgorriaga !" decía mi father.  Ese paisaje de naves industriales siempre cubiertas de nubes lloronas me deprimía. Comentaban con emoción la de industria que había y tal. No entendía su asombro.

"Rain, rain, go awayThis is mother's washing dayCome again another day"
Fue lo primero que aprendí en el colegio, ya en 5º de E.G.B. y sucedió por primera vez  con ilusión y ganas de aprender. No por el profe, Miguel, contador profesional de historias personales, sino por los símbolos preciosos de la pronunciación figurada y el nuevo extraño idioma que sin embargo sonaba tan familiar. 

Quizá fuese lo único bueno que aprendí, algo de inglés. Nunca me gustó el francés ni el sentido de hacerlo. Creo que es mejor un buen helado de leche merengada ... oggg que asco de comparación.

A veces creo con arrebatada sinceridad haber nacido en Maine. Por decir un sitio. O en West Virginia por decir otro mientras escucho a Olivia Newton John cantando "Country Roads". Soñando entre árboles separados por asfalto con raya amarilla al medio. Tan de los EE.UU. era ella como yo.


Volviendo al viaje, a estas alturas ya en Irún, las cosas no cambiaron demasiado. En Mendelu el olor era también asqueroso a yo no sé qué, abundaban insectos  asesinos dotados de infectas jeringuillas, camas de altura descomunal, sobrenatural, inconcebible. Desbordamientos de la regata de Zubimuxu que inundaban la casa de mi abuela ... negrura en todas las paredes ... los techos todos como cumbres alejadas de suelos en madera. Escaleras de madera, portal, descansillo común con barandilla y todo de madera. Excepto la cocina. La cocina de cocinar era de hierro pero ... se calentaba quemando  madera. Noooo ... carbón vegetal o mineral supongo.

Mis abuelos no tenían bañera. Dedúzcase pues que mi madre se lavaba en un barreño. Sin calor. En cambio tenían retrete propio y no necesitaban ir corriendo al exterior con la voluble y común necesidad de vaciar la vejiga o los intestinos.

Pero Mendelu, barrio ahora tan nombrado en Hondarribia, tenía una cosa buena. Si te asomabas a la ventana veías la calle y, cuando hacía sol, el verde que traía tanta agua de lluvia era hermoso. Salías por la puerta de casa y estabas en la calle pisando tierra, sintiendo nuevas sensaciones. Un placer que me cuesta mucho aceptar de antemano ya desde chiquito. Me niego a todo viaje, a todo cambio o novedad pero ... luego reconozco en ocasiones alguna de sus ventajas.



sábado, 4 de noviembre de 2023

Cuando caí de la montaña

"Deberíamos vivir tantas veces como los árboles, que pasado un año malo echan nuevas hojas y vuelven a empezar" José Luis Sampedro

 No me gusta escalar. Eso creía.

Mientras veía a otras personas subir y subir incansables ... eso no iba conmigo.

Nunca me vi en la cima. No sabía cómo sería estar allá. Eso creía.

A más altura imaginaba no poder respirar pero respiraba.

Nunca estuve en lo alto de ninguna montaña, cima ni monte pelao. 

Hasta que caí.

También estaba equivocado con los métodos, fórmulas y otros estudios sobre maneras de caer.

Solo pensaba en la caída al vacío pero muchas veces bajas rodando por la montaña. Ni siquiera existe una velocidad constante para hacerlo ni hay matemática prediciéndolo.

No sabía que había subido tan alto, día tras día, hora a hora y con los minutos contando. Tampoco el ascenso sigue una fórmula y lo más constante es el baile de la aguja o los dígitos en el altímetro. 

Suponía que a más cumbre, menos presión. Que cuando uno está bien arriba se libera de tanto ... pero no es la presión buena guía para el conocimiento sobre la situación vivida. Hay que saber leer, poder sentir, ver y oir. Pero tengo ojos, oídos, siento y sé leer ... o eso creía.

Así que caí y mi manera fue a cámara lenta de modo que podía comprar el periódico y saludar a las personas:

- ¡ Adiós Fermín ! ¡ Ten cuidado no vayas a golpearte en la cabeza y quedar tonto !

Y les saludo con la mano sonriendo mientras intento saber si hubo otro sentido en sus palabras.

- ¡ Hola Fermín ! ¿ Ya te ve vas ? ¿ Tanta prisa tienes ? 

Y respondo "No" mientras me pregunto si de veras les importa lo que me sucede. ¿ No ven que estoy cayendo sin remedio ?

A ratos como matojo rodante, como dominó saltarín, como croqueta de metro setenta o contenido de saco terrero.

También, mientras transcendía hacia abajo, conocí una mujer que me susurró al oído palabras tiernas que aún siento pero nunca recuerdo porque de pronto grita:

- ¡ Fermín, deja de hacer el bobo y pasa la mopa !

Y paso la mopa que por cierto es una maravilla puesta al lado de la aspiradora. No tiene cable, recoge el polvo mejor, se desliza, no pesa, no ocupa sitio ... ojalá toda la mierda del mundo pudiera quitarse sin ruidos, de forma sencilla, suave y discretamente.

Un doctor experto en huesos me visitó durante el descenso y dijo "Para los problemas de su piel no existe cura" y otro, especialista en cabezas, añadió "Como sus tripas no admiten el gluten debe comer todo el pan de trigo posible, pues así aprende" y la única doctora que se aproximó con ganas de ayudar dijo "Usted debe tomarse estas pastillas para el dolor de sus heridas" cuando yo solo deseaba una mano para ayudarme a parar.

Mientras dormía seguía montaña abajo. Es increíble lo alto que puede estar uno sin saberlo. Y en mis sueños me veía feliz entre mucha gente buena ayudando de corazón. Pensé "¿ Y si me quedo en este mundo de ensueño a vivir para siempre ?" pero entonces me golpeé con una piedra en la rabadilla, lugar donde antes de antes estuvo un rabo y antes, pero menos antes, otro de otro y de minúsculas dimensiones quiso estar. Y desperté ... oliendo a tabaco.

Una mano me sujetó mientras con la otra fumaba su tabaco y dijo "Ven, yo te ayudo" y fui. Me quitó la ropa y curó mis rasguños con un método extraño: un herida más profunda. Y dijo "Ahora sentirás solo esta herida. ¿ Te gusta ?" y dije "No. Cerdo." y me soltó y pude caer libre, triste y asustado por conocer que lo peor resulta de lo bien que hacen el mal los mejores.

Alguna mano amiga fue ignorada, debo reconocer, dentro de mi habitual zopenca desconfianza.

Cuando por fin se acababa la montaña caí dentro de un caldero de agua caliente y por momentos me sentí muy cómodo y acurrucado permanecí bien sumergido. Eso debía ser lo que llaman "gloria bendita". A pesar de escuchar insultos y lamentos amortiguados en aquel balde caliente.

Y ese fue el fin.

O eso creía.

Nota: Si te quedaste con ganas de más, ráscate el ombligo y verás.

miércoles, 1 de noviembre de 2023

Loco Mundo

 


A mi alrededor hay caras conocidas.

Lugares gastados, caras gastadas.

Radiante y temprano para las carreras diarias

para ir a ninguna parte, a ninguna parte.


Sus lágrimas llenan sus vasos.

Sin expresión, ninguna expresión.

Escondo mi cabeza, quiero ahogar mi pena.

No hay mañana, no hay futuro.


Y lo encuentro como algo divertido.

Me parece un poco triste que

los sueños en que muero han sido los mejores que he tenido nunca.

Encuentro difícil decírtelo.

Me resulta difícil de entender

la gente que corre en circulos.

Es un mundo muy, muy loco.

Un mundo loco, un mundo delirante.


Niños esperando que llegue el día de sentirse bien.

Feliz cumpleaños, feliz cumpleaños.

Y siento que todos los niños deberían

sentarse y escuchar, sentarse y escuchar.


Fui a la escuela y estaba muy nervioso.

Nadie me conocía, nadie sabía de mí.

Hola maestro dime, ¿cuál es mi lección?

Pero él mira a través de mí, a través de mí.


Y lo encuentro como cosa divertida.

Me parece un poco triste que

los sueños en que muero han sido los mejores que he tenido nunca.

Encuentro difícil decírtelo.

Me resulta difícil de entender

la gente que corre en círculos.

Es un mundo muy, muy loco.

Un mundo loco, un mundo triste.

Un chico loco, un mundo loco.