Header

Mostrando entradas con la etiqueta Anorexia. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Anorexia. Mostrar todas las entradas

sábado, 30 de abril de 2022

Ana y macho man

Pet won't eat
Advertencia: lenguaje malsonante, drogas, sexo, violencia, casquería ...

Un diario de Ana. El hombre que vivía con Ana. Recuerdos de mis años con Ana. Ana y macho man.

Todos son el mismo título.

En muchos sitios web hay un espacio para mujeres que han vivido un trastorno alimenticio y quieren contar su historia.

Mi historia nunca ha sido bien recibida. Recidiva. De eso se trata, que no repitas. Y solo estarán a favor de publicar tu historia si es idéntica a las otras ya publicadas. Solo se admiten historias de corte "happy ending",  tono rosado y superación sin referencias a la cabrona realidad. No vaya a ser que quien las lea recidive, caiga como nueva o más hondo porque todo el mundo sabe que hay gente recuperada pero también muerta y muriendo de esta enfermedad mental.

Yo publico mis propias neurosis. Quizá sea baneado. De la anglo-palabra BAN, suena moderno:

ban [bæn] 1 n prohibición | 2 vtr (no permitir) prohibir (persona) excluir [from, de]; (de una profesión) inhabilitar.

© Espasa Calpe, S.A.

Decimos banear teniendo prohibir, excluir. Lo que suena es idiota. Estoy hasta los pinche huevos de idioteces, de medias tintas, de según qué cosas valen y cuáles superan la dosis máxima de objetividad para convertirse en desorden a rehuir.

Soy un macho cabrío, pelo de oso, quijada cuadrada a lo Buzz Lightyear (¡¡ Año-luz !!), músculos hasta en los párpados, cadera estrecha, hombros anchos, voz profunda y ronca, ojos azules y 1,95 de altura, peso ... no. Nada de eso.

Veamos. Unos días cualesquiera, un pasado no tan lejano.

Me despierto cansado, 6 de la mañana. Pienso en la muerte. 

Eso se convierte en rutina. En ardiente y doloroso fuego rutinario abrasando lo que queda de cerebro. Las rutinas ayudan a soportar la vida, sin ellas el caos.

Me levanto cuando corresponde. Meo ese oscuro y fétido pis matutino. El agua no engorda. Expulsar agua mezclada con  otro material significa adelgazar. Algo positivo entre todo esto. Meo cansado, sentado y, esperando la última gota veo mis piernas enormes, anchas, gruesas como nunca las había visto. El corazón me palpita a 160. No puede ser ¿Veo visiones? ¿Estoy perdiendo la chaveta? Rodeo el muslo con las manos, lleno de grasa fofa. Argg.

Pesar. Cuanto mayor es el rango del objeto a pesar, menor es la exactitud de la máquina. De 100g en 100g la mía.

Hoy peso 57kg con 300g.

Dicen que mi cara da asco verla. Una cara de "normal" seria la ven ahora más alargada, ausente, comprimida, mohína.

Los 100 gramos arriba son un suspenso en el colegio. Una bronca, una mierda, un error. Algo mal hecho mientras te preguntas ... ¿qué ?

Sentir los huesos, placer: la piel sobre ellos, ausencia de grasa ... eso si que es ... el dominio de mi cuerpo. No controlo una puta mierda en mi vida pero, para bien o mal, eso si. Para mal.

Tengo dolor en los testes y lo alivio desganado en sexo conmigo mismo ¿Adelgazará eso también? No conozco el peso de los residuos en la orina ni el de los espermatozoides en salsa tártara pero  entre poco e ínfimo a buen seguro. Repugnante, ya lo advertí.

Ejercicio. Flexiones, tablas de ejercicio originales diseño Fermín. Ni puñetera idea de cual será óptimo para quemar grasa, no voy a correr. Cardio no. Buscar escondite para hacer ejercicio debe bastar para intuir que necesitas ayuda, pero no.

Trabajo. Hago mi trabajo. Entrego los productos siempre subiendo y bajando las escaleras de todos los edificios. Me mareo. Sudor frío. Temblores. Visión doble. O triple porque ya veo hasta por el ojo del culo. Alimentarme quita el mareo. Qué desgracia la mía.

Farmacia1. Siempre la misma con la misma báscula. Peso un poco menos. La farmacéutica me mira como a tostón rehogado en locuras. 25 céntimos cada pesadilla.

Farmacia2. ¿Puede usted medirme la glucosa? Por más de 1€ tengo 40. Acabo de tomar unas gominolas. ¿Influye eso? Qué caro sale aprender.

El cinturón quiere darme la vuelta, lo taladro. El pantalón hace arrugas en la cintura si lo aprieto y cae a mis pies de lo contrario. Me compran tallas de menos. La 40, ¿luego la 36 ...? Debo disimular brazos y piernas con ropa suelta. No sé comprarla, no quiero comprar ropa, un suplicio más que aplico a mi esposa.

Subo y bajo las escaleras. Si, otra vez, pero más. En todas partes las hay y siempre contemplo la opción de suicidio si hay hueco o barandilla que saltar. No se trata de eso. Adelgazar es la misión. Lo otro llegará por si mismo. Debería notar que algo no anda bien el la cocorota, pero no.

Recoger a la niña. Salgo de la furgoneta. Me mareo. Sudor frío, temblores, visión doble. Mucha gente. Mucho sol. Mucho ruido. Agobio. Mucho agobio. Escapar. Cruzar la carretera y pasar a las sombras de enfrente ... ¡¡¡ZUM!!! ... una furgoneta a 70 por hora pasa a 2 centímetros de mi. Zarandeado por el viento, sin tiempo para sentir el susto de lo que pudo suceder. Aplastado. Imagino el barullo si hubiera salido un segundo antes, sin mirar. Gente al rededor de mi cuerpo reventado. Mi hija buscando a su padre. Encontrándolo moribundo. 

Imagina. Siempre imagina.

Imaginar podría salvarte esa vida que no sabes apreciar ni disfrutar. Siendo adolescente me salvó imaginar la sangre salpicándolo todo, antes de cortar por lo insano, escandalosa. Me vi caer mareado, frío contra cálidos pulsos de sangre espesa por los baldosines. Una película más. Los ojos reventados de llorar y odiar a mi padre porque me llamó loco. Y me pegó, si, pero se cansó demasiado pronto (!) viendo que aceptaba sumiso los golpes con la cabeza agachada y prefirió  matarme borrando el rastro de autoestima restante al rebautizarme gritando mi verdadero nombre: "loco de remate".

Nada nuevo salvo que ahora sabía que era verdad, repitiendo loco, loco, loco hasta llenar el tanque. El dolor fue insoportable y desesperado llegas a veces hasta el suicidio. Pero la intensidad vital de la adolescencia no alcanzó para anular la imaginación y abrir venas. Lástima. 

Pensándolo mejor no sé si lo que hice fue imaginar o la costumbre de intentar anticiparlo todo. De buscar todas las posibilidades y cada posible problema, todo cuanto pueda salir mal. Una costumbre que no aplico de forma lógica. Loco.

Vuelvo sediento a casa, derecho a la jarra del agua ... no. Antes cierro la puerta del baño en plan "báscula, tú y yo tenemos algo pendiente". Fuera toda la ropa, calzoncillos, reloj, calcetines, una gota de saliva, todo lo susceptible de sumar un gramo. Esa milésima del kilo marca la diferencia digital entre 100 de más o menos. Luego puedo saciar la sed. Debería saber que estoy muy mal si controlo mi peso siete veces el mismo día, pero no.

Pasan los meses. Algún día vomito lo devorado, repulsivo, fuego en la garganta, pestilencia, restos de amalgama en los sanitarios.

El especialista jefe de endocrinología me amenaza con tres días de ayuno vigilado si continúo diciendo que mis glucemias son hipoglucemias. Me río por dentro. Todo el mundo ríe. El de cabecera también y se negó a recetar un glucómetro: "usa el de tu madre o tu suegra". Esto no tiene maldita la gracia.

Hoy peso 52. Al entrar en el hospital pesaba más. Unos 54, creo. La operación de páncreas fue un éxito: adiós insulinoma, chao glucemias de 22 en rango mortal. Si todos los caminos conducen a Roma los de la vida conducen a la muerte todos.

Conseguí reemplazar la incontrolable espiral de emociones de mi equivocado auto diagnóstico mental bajo un trastorno alimenticio que pudo costarme la vida en combinación con un tumor endocrino. A ratos sofocaba los sudores de la muerte con violentas agresiones físicas sobre los despojos del ya maltrecho esqueleto.

De esta guisa conocí a quien sería mi psiquiatra. El tipo estaba dispuesto a ingresarme incluso contra mi voluntad. Fue él quien me inició en las drogas. Con ellas me calmé de a pocos. Me robaron la parte obsesiva. Tanto tirarme en cara mi larga vida de éxitos para terminar recetando venlafaxina de por vida. 

TIP: no se retiren ustedes mismos esos medicamentos y acudan a su área de salud mental cuando reciban el alta, si se lo recomiendan. Quiero dejar esto claro. 

Ya peso 64 y la grasa campa a sus anchas. Puedo echar al coleto lo que me apetece. Siempre me gustaron mucho dulces y cosas ricas, igual que al resto. Tengo tiempo para otras cosas y no vivo dentro de aquella insana obsesión. No tengo ni pajolera idea de cómo pude caer a plomo en ella.

La vida me castiga de nuevo por odiarme a nivel celular y me regala varias enfermedades autoinmunes. La celiaquía reduce mi dieta. Y falta descubrir qué son esos dolores en todo el cuerpo. Porqué se me duermen, queman y duelen las extremidades, el cuello, la espalda ... será otro castigo por las autolesiones.

No publiquen esto en ninguna parte. No doy mi permiso, mira tú por donde. 
Thin made beauty sad

miércoles, 1 de diciembre de 2021

Su corazón hizo "crack"

 Anoche, mientras me acostaba, no sé cómo, recordé el día que rompí el corazón de mi hermano mayor. Al instante vi la imagen de un corazón haciendo crack en el pecho de un príncipe que antes era feliz. 

Una estatua en honor a un príncipe en la que, según la historia de Oscar Wilde,  responde a una golondrina que pregunta porqué llora:

—[...] era yo feliz, si es que el placer es la felicidad. Así viví y así morí y ahora que estoy muerto me han elevado tanto, que puedo ver todas las fealdades y todas las miserias de mi ciudad, y aunque mi corazón sea de plomo, no me queda más recurso que llorar.

Como soy persona de imágenes, sonidos y palabras escritas (peor o mejor), también puse una banda sonora que me despistó por completo de ese recuerdo. "Little prince", esta canción:


Pequeño príncipe: vives en un mundo de ensueño teniendo a todos a tu disposición. Podrías tenerlo todo si supieras quién eres en realidad.

Pequeño príncipe: vives una fantasía. Estás solo aunque la ilusión te hace compañía.

Mira a tu alrededor: ¿existe tu pequeña ciudad o quizá está demasiado lejos de esa realidad tuya?

Sé que no debe ser muy fácil que te traten como a un rey. Tener supuestos amigos a tu alrededor que te atienden con lealtad

¿No te hace dudar cuando escuchas los truenos?

Principito, aunque lo niegues, hay algo en el silencio más profundo de tu alma: es un hueco vacío.

Aunque sé que no quieres escucharlo, nunca encontrarás tu espíritu hasta que veas y seas quien eres en realidad.

Principito, oh, principito, tú sabes quién eres.

Puede que alguien opine que su voz suena como el estropajo arrastrando costra  quemada y pegada a una bandeja de paella. No me apetece discutirlo pero, tener la voz de Adele o la perfección de soprano que lucía Callas no significa que el resto de artistas deban callar su voz.

Mi príncipe particular no soportaba escuchar a Carole King cantando "Tapestry" o "(You Make Me Feel Like) A Natural Woman" y al ver que había comprado un segundo disco tuvo a bien mostrar su desagrado, lo mala que le parecía no solo como cantante sino que sus temas se le hacían pesados y horribles. Con un sablazo insultó a la artista que me ilusionaba y alegraba la vida, aborreciendo mis gustos, haciendo daño gratuito.

Quizá el hecho de no entender sus preciosas letras, sin desperdicio, le llevara a tal comentario. O quizá no.

Mi corazón no se partió en casi ninguna de las múltiples ocasiones que premeditado buscó molestar a lo largo de los años. Mostrando su desprecio por algunos de mis regalos en las ocasiones que obliga la vida, callándose como un muerto cuando me llovieron hostias y cosas peores por su culpa ... si. Si tienes un hermano años más pequeño, un crio, no puedes manejar cosas peligrosas delante de él como si tal cosa porque ese niño aprenderá y no tendrá conocimiento si las repite a solas. 

Otra cosa no pero solo ... he estado muchísimo tiempo solo en mi casa sin nadie que pudiera controlarme en las edades más conflictivas. Claro, trabajo de padres y madres, no de hermanos. No fue culpa solo suya.

Así que crack. El corazón de plomo se partió. 

En el cuento se rompe la estatua en el instante que muere golondrina besando sus principescos labios. Como monumento decadente de aspecto pordiosero, ya despojado de oro y rubíes, deciden fundirlo pero el corazón permanece de una pieza. No se deshace en el horno. No entiendo que a los fundidores les pareciera normal encontrar un corazón que no se derritió dentro de una estatua y lo tirasen sin más a la basura, de casual junto a la golondrina muerta. Si murió en la plaza para qué iban a colocar su cuerpo junto a los desperdicios de la fundición. Es bueno que nenas y nenes no acostumbren a preguntar estas cosas a cuentacuentos.

Pero mi príncipe sintió un dolor en el pecho. Había ido a visitarme ante la inminente operación quirúrgica que debían hacerme.

Llevaba casi 20 días ingresado mientras me estudiaban. No lo tenían claro. El diagnóstico estaba entre dos enfermedades: por un lado sospechar que el paciente  tiene anorexia y se pincha insulina a escondidas, buscando la muerte con glucemias de 22  y por otro lado un insulinoma, caso de uno entre un millón cuyos pacientes suelen ir con sobrepeso pues comer evita las hipoglucemias. Ser anoréxico de 54 kilos sin diagnosticar y tener un insulinoma a la vez no ayudaba a aclarar nada. Tampoco fue todo culpa suya.

Los primeros días los llevé bien. Libro de "Mil soles espléndidos", "Los hombres que no amaban a las mujeres" y otro en inglés para practicar de cara a nuestro viaje prepagado dirección Londres.

Los días pasaban. En la habitación había tres camas y un cuarto de baño junto a la ventana con vistas que ahora mismo me hielan el alma de solo evocarlas. Diversos compañeros  llegaron y se fueron antes que yo. Un chico peruano que cagaba sangre, un hombre ciego (sin compañar) que meaba fuera del  bote de muestras dejándome el goce de recoger su orina, otro con neumotorax ... sus familiares.

Pretendían en el hospital que comiera a todas horas. Yo creía que querían engordarme pero era para evitar las hipoglucemias, según me han explicado mucho después. Dejaba mucha comida de hospital y los bocadillos que preparaban solo para mi en exclusiva sobre la bandeja, muchas veces tal cual los traían. Hacía ejercicio a escondidas en la sala de televisión. Mi salud no mejoraba y mi mente iba de mal en peor.

La apatía se apoderó de mi. Me tiraba en la cama a llorar de cara a la ventana para que no me vieran. Eché visitas con cajas destempladas y en medio de esas condiciones apareció mi hermanito mayor.

Yo estaba contra la pared en el pasillo observando cuanto sucedía cuando le vi aproximarse. Quiso darme un beso pero no se lo permití. No es una reacción muy mía: en general procuro dejar que hagan en contra de lo que deseo.

Cuando se marchó, me tumbé de nuevo. Al poco tiempo me llamó mi madre. 

—¿Qué le has hecho a tu hermano?

—¿Qué ... ? 

—Me ha llamado llorando porque no le has querido dar un beso ¿Porqué no has querido besarle?

—No ... —no sabía qué decir. Me sentí mal, culpable, mala persona, insensible, asqueroso, dañino ... no lo sé. Ella también estaba gimoteando.

—Eso no se le hace a un hermano. El solo quería hacerte compañía y ver cómo estabas.

—Yo ... no sé ...

No puedo recordar más de la conversación con mi madre pero en cuanto colgó añadí a la montaña de confusión un sentimiento que definía mi ser como la despreciable esencia de la miseria más insignificante. Arranqué a  llorar tan silencioso y con un dolor tan inmenso que mis piernas dejaron de sostenerme en pie y caí al suelo deseando, rogando una muerte inmediata, inaplazable y beneficiosa que terminara con aquella vida mía tan estéril como insoportable.

Así que su corazón de plomo hizo "crack" y les agradezco que me lo dijeran en las peores circunstancias, comprensivos como siempre lo fueron conmigo y con mis manías, según ellos mis locuras. Las locuras de aquel chaval tan atolondrado que solo daba disgustos de locura.

También eché a perder el viaje a Londres con cargo a mi recuperación y se convirtió en un regalo, cómo no, también despreciado. 

Solo yo soy responsable de cuantas cosas buenas o malas hayan podido suceder a mi familia o a mi y, al menos las culpas, mías son.

Si algún día buscan en la basura no encontrarán corazones de metal ... quizá alguna golondrina sin vida que no pudo o no quiso volar a tiempo con las demás a tierras templadas, lejos de la frialdad y la malicia insaciable que nos rodea.

viernes, 22 de febrero de 2019

Anorexia mentirosa

The Anorexic - Jim Rowe  (1996)

El psiquiatra tamborilea con sus dedos sobre la mesa.

—Fermin, lo primero que te voy a pedir es que siempre digas la verdad. ... Es muy importante. ... Si no eres capaz de hacerlo ... ... ... no podremos ayudarte. ...

—Vale
—le miro los dedos y no tiene uñas a la vista. Están cubiertas de esparadrapos. Habla haciendo pausas entre las frases. Sé que me mira. Lo confirmo pero no sé qué espera.

—No, vale no. ... Me lo tienes que asegurar. ... Porque si mientes lo vamos a saber. ...  y esto no es un juego ... Si no te lo vas a tomar en serio tendrás que irte ¿de acuerdo?

Sigo mirando con detalle esas vendas y pienso si este hombre sabrá hacer o no su trabajo cuando no se controla al punto de comerse los dedos y llegar quizá al hueso. Retira la mano y luego respondo

—No voy a mentir.
—la U.T.C.A. está formada por un equipo multi disciplinar que cubre los aspectos psiquiátricos, psicológicos, endocrinos y nutricionales además de tener enfermería y terapeutas ocupacionales.

—Bien. Y debes tomar la medicación que te voy a recetar. ... Es muy importante también.

—Bueno.

—Y recuerda que podemos saber si de verdad los tomas.

—(pues bueno, lo que tú digas, deja de observarme)


David G.P., coordinador de la unidad de trastornos de la conducta alimentaria, es psiquiatra. Poco a poco allanaría mi conducta ayudado por su Zarelis (venlafaxina ) y su Rexer Flash (mirtazapina).

    Cada semana al principio, cada dos más tarde, las visitas a la unidad. Desnudarse conservando el calzoncillo (o la braga) con los ventanales abiertos (la luz es hermosa) y de espaldas a la puñetera báscula para anotar el peso, medir la grasa corporal bajo el antebrazo con el plicómetro, tomar la tensión, escuchar el corazón ...

    Me ofrecen ir a mear porque es un truco de subir peso. Bebes agua, pesas más. Hay quien mete cosas en la ropa interior para engañar a la báscula ... yo no haría nada de eso.

    David aumentó la medicación de Zarelis dos veces quizá porque mis respuestas eran, además de honestas, desafortunadas y preocupantes. Mi esposa, convencida de que algo (desconocido por ella) le debía contar para que subiera la dosis, me asediaba luego a preguntas. Con los fármacos empezaron ataques de bostezos y bruscas sacudidas al comienzo de la noche en las que me mordía lengua, labios, carrillos y creí romper los dientes. Pateaba involuntariamente durante esas sacudidas a mi esposa, la asustaba y cabreaba. Se sumaron unos increíbles sueños conscientes que difícilmente se pueden explicar. Divertidos al principio y jodidos cuando  su pleno recuerdo hacía que no pudiera distinguir lo vivido de lo soñado.

    La endocrinóloga me recetó batidos "Ensure TwoCal" que me sacaron de los cincuenta y dos kilos ayudados por don Rexer Flash, que estaba muy rico.

—Ya verás qué contentos se ponen en la farmacia al encargar estos batidos.

—¿Ellos? ¿Porqué?

—Porque son caros y ganan mucho dinero. De momento te receto dos packs de treinta unidades. ¿Qué sabor prefieres? ¿Vainilla o fresa? ¿O uno de cada? - Ana Isabel, con su voz de pajarillo, siempre fue y es conmigo de trato amable.

—Uno de cada.

    Los batidos fueron un sufrimiento. Es justo lo que no quieres tomar: calorías. Encima son espesos, asquerosos y ... maaah, poderosos. Hacerlos subir por la pajita cuesta un triunfo.  Me daba hojas para análisis y otras donde poner lo que desayunaba, comía, merendaba, cenaba, bebía cada día con su cantidad. Ella reía leyendo mis minuciosas explicaciones y menús: "¡¡ Eres un gourmet !!".
 

   Lidia B.A. dice que hablo como un chaval de quince y no debe ser cosa buena. Es la nueva psicóloga del centro y eso si que es bueno para ambos.

    Una de las sesiones coge un bolígrafo y un papel y empieza a dibujar en círculo sobre el mismo sitio hasta dejar un feo borrón de líneas superpuestas. Por momentos parece que va a salir de ahí la chica de la película "The Ring". Dice "... esto es lo que haces todo el tiempo... dar vueltas y vueltas al mismo asunto ... ".



    Tenían decorado el centro con carteles de recortes y frases que los/las adolescentes realizaban en sus sesiones de terapia. Una vez dije:

—Estoy cansado de venir aquí y ver tanta tontería.
—en referencia a los carteles.

—Oye, Fermin. Lo que tratamos aquí es algo muy serio.

—Perdón, perdón ...

—No es ninguna tontería. Hablamos de muchas 
jóvenes que mueren por esto.

—Es verdad, perdón, no quería decir eso ...
—a pesar de que la interrumpía reconociendo mi error se enfadó con razón. 

Cuando me ofreció terminar las citas con ella acepté. Creo que sigue enfadada.

    Han pasado casi veinte años desde la "Entrevista a una anoréxica" que Lisa Carver hace a su niñera y escribe:

    "Mantener el consumo de guisantes a siete por día, impidiendo que el tenedor toque mis labios, simplemente, no me encaja. [...]  al final, esos anoréxicos te obligarán a cuidarlos fingiendo que nunca quisieron ayuda,  como que nunca te odiaron ni quisieron entristecerte: 'Oh no, eso solo era violencia  dirigida a mi interior.' ¡Pero qué me estás contando! Odio jodidamente ese comportamiento pasivo-agresivo.[...] El sufrimiento autocomplaciente y silencioso de la anorexia, en el gran esquema de la vida, es algo realmente inútil."

     Hoy la gente considera grave este desorden mental pero de su interior se desprende que opinan igual que Lisa Crystal Carver hace veinte años.


    En el transcurso de mi trastorno me he dedicado a subir y bajar por todas las escaleras yendo o sin ir concretamente a ninguna parte. Desde la cuarta planta de la facultad miro hacia abajo del patio interior  imaginando mi cuerpo caer contra la rejilla de la primera planta. Así desde cualquier hueco y otras escaleras. He controlado mi peso entre tres y cinco veces diarias. He hecho ejercicio a escondidas sin parar. He restringido la comida y la he vomitado ( no hay cosa más asquerosa ). El deseo de morir que siempre me ha atormentado es ahora especialmente intenso y doloroso cada mañana. Mientras dormía solo ( por mi facilidad para desvelarme y el colecho de 8 años ) despierto un día recordando que se puede distraer a la mente con dolor: me auto lesiono imaginativamente durante un tiempo. 

    Anorexia es más mentirosa que nerviosa. Una caja rebosante de mentiras útiles y penosos trucos de mago obstinado en ocultar su obsesión a un pequeño grupo de espectadores tristes y hastiados. En mi caso no recuerdo engaños sino confesiones cristalinas para conseguir ayuda.

—Tienes trabajo, ¿no?
—David y su rueda de reconocimiento.

—Si

—Y qué tal te va. ... 
—soberanamente estos diálogos obligados me aburren.

—Mmmm... bien
—no sé muy bien a que se refiere pero sé que las respuestas positivas sirven para evitar que quiera hurgar.

—¿Eres respetado en tu trabajo?

—Ssssi. 
—¿qué es ser respetado? ¿Que no se rían de uno? ¿No sería estúpido pagar un sueldo a alguien a quien no se respeta? En aquella época -aunque visto como raro- era respetado.

—Y tienes familia ... una esposa ... una hija ...

—Ssssiii.
—oye, es evidente. Lo sabe. Continúa sus preguntas y llega el momento de la conclusión:

—Disfrutas de todo lo que se puede desear. Tienes trabajo y familia. Eres respetado y querido. Aparte de esto no tienes problemas físicos ni de salud. No hay nada más y ... a pesar de que tienes éxito en la vida, te empeñas en adelgazar sin motivo y echar a perder la salud y todo lo demás.

—(éxito en la vida) 
—no sé qué contestar. ¿Alguien sabe qué es eso?

—Claro. Estar delgado... ser perfecto... es super-mega-guay, ¿no te parece?
—me trata como si fuera un completo idiota.

—No. No me parece nada. Yo lo que busco es evaporarme y desaparecer.

—Pero eso no sucederá así, y lo sabes.

—( no estoy tan seguro de saberlo )
—es curioso cómo uno piensa respuestas que no pronuncia.

    La anorexia no se conforma con tu grasa. También se lleva tu músculo, hueso, pelo y tu cerebro. A cambio te entregará para empezar el físico, si lo buscabas. El reconocimiento social, si lo deseabas. Incluso finalmente la muerte sin pretenderla. Pero de guapos nada. Quedamos horribles. No hay visión más espeluznante que un cuerpo de cadáver vivo cubierto de venas y piel fina con lanugo.

    Si. Si tienes o tuviste esta enfermedad estarás pensando en estos momentos como yo que más horribles son los gordos y más aún cuanto más sebo bamboleante portan. Pienso eso porque se aprende desde pequeño. Pero no quiero ser así. ( Así de asqueroso debo aclarar, después de leer a Rufalia  Los quiero y respeto como a cualquiera y ojalá a mi me puedan querer y respetar por igual sin repetirme pública y privadamente lo flaco, feo y repelente que estoy continuamente. Y no me agarren del brazo para tantearme. ¿Qué les parecería si yo cogiera sus michelines y los sacudiera para comentar a continuación "¡... y a ver si dejas de adelgazaaaar!" ? Esto me lo acaban de hacer (en formato inverso) unos días después de escribir todo este texto. Un hombre con síndrome de algo, que habla raro y está todo el rato haciendo ruidos y muecas al que yo seguiré tratando con corrección.

    Topicazo: la hermosura de las personas, su valor, está dentro. Dentro, de verdad. Tampoco  su cara o su gesto. Esperad a conocer a vuestros semejantes y después sabréis si lo que llevan en su corazón (o cabeza) merece la pena.

    Pregunto a mi primo por su hermana (según mis padres también con A.N.) y zanja la conversación limitándose a etiquetarla de loca. Casi todo el mundo opina verdaderas burradas y juzga muy duramente a quienes la padecen.

    Fueron tres años difíciles para mi esposa y mi hija. Las personas que tienes a tu lado sufren viéndote empeorar a diario. Es habitual que la familia se vea sometida a un desgaste continuado de largos años en los que cambian la confianza hacia uno por permanente inseguridad. Empiezan a dudar si te conocen de verdad y el agotamiento y la frustración llevan a un diálogo sin vuelta atrás:

—Te vas tú o me voy yo.

—( estás muerto ) 
—no hay respuesta por mi parte. Ninguna novedad.

—Puedes ir a casa de tu madre ...

—No voy a ir a casa de mi madre. ( estás muerto, ya estás muerto ).

    Sólo pienso en morir. Inmediatamente. Inútilmente. Tan brusca como estúpidamente.

    La vida de un individuo es una suma de hechos y recuerdos, acertados o equivocados. En la de mi esposa y su asombrosa memoria caben los hechos vividos por ella junto con los de quienes cerca o lejos han tenido algo que ver con ella, las fechas casi exactas, así como las relaciones entre unos y otros con datos extra. Algo inconcebible para mi. Y no está dispuesta a pasar otra vez por esto en el futuro.

    Por desgracia siempre seré una persona poco fiable. Un embustero y no solo en lo relativo al alimento. Mis palabras, mis hechos ... serán siempre una fuente de incertidumbre. Crees que dejas la anorexia pero te persigue. ¿Que aumentas dos kilos? Nadie lo creerá ni deseará acompañarte a la báscula. Están hartos. Seguirán viendo que te aprietas el cinturón. ¿Que comiste cuatro trozos? Una voz que no es siquiera de tu familia dirá: "No. Solo le vi comer uno." ¿Que subiste en ascensor?  No, no he oído la puerta. Todos saben lo mentirosos que son estos anorexics de mierda. Para colmo el cuerpo pide pantalones de la treinta y seis. Y llega el punto donde no tienes ganas de discutir y les dejas decir y hacer. Que os den. Iros a esparragar y dejadme en paz.

Sólo sé una cosa. Anorexia nerviosa no: Anorexia mentirosa.



NOTA:
Al final veo que Lidia tenía razón. Vueltas y vueltas a lo mismo.
Y David también con su "Zarelis de por vida" que no respeté.

NOTA-dos: 12/04/2019
Ayer vi "Millenium: Lo que no te mata te hace más fuerte" y el niño protagonista comenta:
“Mi padre siempre me decía, el pasado es como un agujero negro, si te asomas a él caes y desapareces, y yo no quiero desaparecer”.

NOTA-tres: 05/05/2019
No han pasado tres meses desde que escribiera esto. A la hora del desayuno preparo a mi esposa su taza con la leche dejando un espacio para añada el café que desee. También preparo la mía y lo dejo todo listo para después de lavarme y afeitarme. Mi esposa se ha acercado a mi y me ha preguntado:
-¿Esa es toda la leche que tomas? ¿Un dedo de leche?
No sé cómo he podido estar haciéndolo sabiendo que algo así puede ser el final de todo. Sé que al principio solo quería suavizar el sabor de la leche con los polvos del descafeinado. Algo tan estúpido como llenar el vaso con agua teñida con leche para evitar el alimento cuando por otro lado me atiborro con chucherías saladas.
El peor día de la madre. Otro disgusto más. Y luego no quiero que desconfíen.
Qué asco.

martes, 19 de abril de 2016

La anorexia y Katie Green

Anorexia and Katie Green

Katie Green y el perrito Jack

Para quien pueda interesarle, este libro, comic o novela gráfica que es  una historia autobiográfica de Katie Green, titulado "Lighter than my shadow" o más ligera que mi sombra, trata su paso por la anorexia hasta hoy y cuenta cómo se complicó su recuperación. Es una ilustradora espectacular. Quizá sus dibujos no tengan una marca muy distintiva, pero el detallismo y la perfección de su lápiz sí son distintivos:

Katie Green Doodles
Precioso dibujo de Katie Green.
En la página que muestro aquí, Katie acaba de enviar a su padre fuera de la habitación. Luego recapacita y dice que odia herir a su familia y se pregunta "¿porqué no puedo simplemente comer?" Piensa "No quiero morir. Quiero recuperarme y no sé cómo.":

Katie Green "Lighter than my shadow"



Hablar de la anorexia es complicado.

Difícil que nadie pueda comprender a alguien que, pudiendo comer, no come. Difícil explicar que deseas evaporarte, ser más ligero que una sombra.


Difícil explicar qué se siente cuando tus clavículas están más marcadas de lo que deberían, cuando las caderas sobresalen por encima de una barriga que sólo ves tú. Cómo explicar que eso no produce verdadera felicidad ni placer ni alegría de la buena, que se confunden estos sentimientos con otros. Que tu voluntad domina a tu razón y a toda tu inteligencia. Que necesitas doblegar a tu voluntad por la muerte y la autodestrucción con unos medios de los que no dispones.

Uno de los increíbles paisajes que nos muestra Katie en sus podcast sobre confección y punto.

Katie, magnífica como suele ser con las pinturas, nos deja este cartel (pulsa aquí para descargar la imagen) que ojalá os guste y podáis imprimir (en copisterías y tiendas especializadas lo hacen) para poner en vuestras habitaciones y animarnos en nuestra recuperación, si padecéis o habéis padecido o conocéis a alguien con alguna enfermedad relativa (y que sepa inglés, claro) (vídeo en youtube):

"Recovery is new every day, always a choice, not what you expect. Stumbling blind, frustratingly complex, ridiculously simple, relentless, messy imperfect, gently, painfully opening, loosening, listening, learning and re-learning and re-learning, to trust, also to forgive yourself, gracefully clumsy, brave, honest, alive, and infinite. Not a place to arrive whole and unbroken, unruffled but a way of being day by day, with the madness of it all: screaming, crying, dancing, laughing, breathing,  most definitely ruffled, but  here, choosing to stay."

La recuperación es nueva cada día. Siempre es una elección, no lo que tú esperas. Con obstáculos y a ciegas, de frustrante complejidad y ridículamente simple. Constantemente confusa e imperfecta, paso a paso, dolorosamente abierta e insegura. Escuchando, aprendiendo y reaprendiendo y volviendo a aprender para confiar y para perdonarte. Elegantemente torpe. Valiente, sincera, viva e infinita. No es un lugar al que llegar, entero, compacto e imperturbable pero sí una forma de ser día tras día con la toda la locura que conlleva: gritando, llorando, bailando, riendo, respirando y sin duda  alterándose. Pero aquí, decidiendo quedarse.












sábado, 17 de octubre de 2015

Laura está loca

Laura is crazy.
"El amor y la locura son los motores que hacen andar la vida." Marguerite de Yourcenar

Fiesta Holi del color


Laura Makabresku
Y porque "Laura está loca" se lesiona. Como "está como un cencerro" acaricia su piel con cualquier cosa afilada: cuchillas, cuchillos, vidrios ... y si no los encuentra, utilizará cualquier cosa puntiaguda que sirva para arañarse, aunque duela más y deje menos marcas y a.s.i. podrá satisfacer su supuesta necesidad de dolor. 

El dolor físico distrae a esta chica del dolor que produce su mente. Su mente está enferma pero ella no está loca. Lo ha dicho el psiquiatra que la trata (tengamos esto como suerte para ella) y ha recetado unas pastillas que aplacan sus nervios durante el día y sedan su ímpetu al llegar la noche. Son productos de la industria farmacéutica que aliñan la ensalada química cerebral del paciente con resultados agridulces y faltos de frescura generalmente.

A Laura le daba por hacer partícipe a los demás de sus extrañas ocurrencias. Mejor no poner ejemplos propios e íntimos de ella. Los "no locos" nos asustaríamos mucho. Menos mal que los hospitales psiquiátricos han quedado reducidos a alguna planta reservada de hospital para casos extremos.
e.m. .- Enfermos mentales
¿Los e.m. necesitan compañía o vigilancia? No lo sé. Quizá ambas y una dosis de pastillas apisonadora que anulen los altibajos.

Rosa era la compañera sentimental de Laura hasta el día en que la naturaleza de su enfermedad superó las barreras químicas camino de la inhibición y cerró desnuda tras de sí la puerta de su casa para golpear la puerta del vecino. Tímido y solitario, Enrique, lloró y lloró por no haber dejado pasar a su vecina favorita en aquel estado. Lloró mientras contemplaba su estúpida cara de hombre que hacía lo correcto. Lloró amargamente porque lo normal sería haberla ayudado pero pensó que ella quería el sexo anormal con que él soñaba frecuentemente. El no podía aprovechar así la única oportunidad de su vida. Se quitó las gafas, llenas de llanto y vaho y vió su reflejo colorado, borroso y desencajado. Aquél día nadie sintió su inmensa pena y nadie echó de menos su ausencia en el trabajo ni entre su familia tras quitarse la vida desangrado en la bañera de su casa. Alguien dijo que Enrique era un loco solitario.



Laura en cambio encontró lo que buscaba en la siguiente puerta, donde vivía el monitor hormonado y testosteronico colegiado con Nro 101.303. Este desgraciado ensanchó aún más su cara cuadrada de crédula satisfacción al ver a su vecina llamando desnuda a su puerta. La hizo pasar dentro y quiso entrar en ella con su potencia muscular inservible para desparramar precozmente su hombría a las puertas de ella. Laura rió como ríen aquellos que llamamos locos y don pollo nandrolona la insultó y la empujó al corredor del portal.

Así las cosas, Laura se queda sola. Sola con sus monstruos. Su cabeza está llena de amargor y ya no duerme. Sabe que necesita compañía y ayuda, pero nadie quiere cuentas con un e.m., y ella sola no sabe encontrarla. Las lesiones de su piel están curadas pero se han reabierto las psicológicas. La muerte juega con ella a los dados, pero no saca nunca el triple seis. 
Ha dejado de comer. Pide a la muerte que se haga su amiga pero cuando acude a buscarla se equivoca de piso. Sus vecinos han recibido visita. Corazones anabolizados que no pueden más y corazones rotos de amor en frascos de cristal.

Laura está tan delgada que muere en un suspiro y un segundo después, lleva en su mano el relevo: la azada todopoderosa. Y cubre la calavera su esqueleto con capa negra y capucha.
Rosa tiene una nueva amiga y ríe con ella. Su cerebro destila por sí solo todos los ingredientes para una ensalada. Da lo mismo si es perfecta o no, porque a ella le agrada y también gusta el sabor de la química que desprende su amiga. Rosa también guarda en una caja olvidada, encima y al fondo de su armario, los recuerdos de Laura tal como era antes de enfermar. 
Y ahí se quedarán.


Espiritu Holi
Un día alguien puso como estado en su Whatsapp: "No te enamores de mi. Tengo una enfermedad mental." - No es una frase para decirla al mundo abiertamente. Las personas que creen conocernos no necesitan saber si tenemos una enfermedad mental. Condicionar a los demás con un mensaje semejante no nos ayudará a salir de la enfermedad. Los demás nos dan igual, claro, pero ese es otro error. Los errores van quedando encadenados y al final terminan amarrándonos al dolor de forma irreparable.

Y aunque todo esto sea triste, hay que buscar el espíritu Holi, todo sea porque el bien triunfe sobre el mal, al menos alguna vez que otra.

jueves, 23 de mayo de 2013

Entrevista a una anorexica (por Lisa Carver)

(entrevista a una persona que sufre anorexia, por supuesto)
"Sé siempre tú mismo, muéstrate tal como eres, ten fe en ti mismo y no vayas buscando una persona de éxito para copiarla". Bruce Lee
Anorexia (por Damatir Ando en Deviant Art - Rodkaromanovich)
He traducido lo mejor que he podido este artículo escrito por Lisa Carver que contiene su entrevista a una chica con anorexia.

La entrevista original está al final de esta entrada.


En primer lugar nos deja clara su opinión respecto de esta enfermedad. La primera vez que lo leí me pareció indignante, de ignorantes, de insensibles y brutos. La cuestión es que su opinión del año 2000, aún transcurridos 13 años, es la opinión de mucha gente. A pesar del trabajo realizado (poco o no) por instituciones estatales, investigadores, médicos y medios de información de los países avanzados, el problema se ha extendido y lo padecen cada vez una mayor variedad de hombres y mujeres, independientemente de su edad. Como suele suceder con todos los problemas mentales, la sociedad en general (incluso el entorno familiar) sigue sintiendo rechazo por aquellos que padecen trastornos de la conducta alimentaria: anorexia nerviosa, bulímia, vigorexia, ortorexia, alcoherexia, diabulimia, sadorexia... “Están locos”. 
Lisa Carver
Cuando leí este artículo imaginaba una feliz escritora o tranquila articulista de vida regalada, sin sobresaltos, riéndose de los demás. Al mismo tiempo pensé que era una falsa y una estúpida nada consecuente con sus actos. Siempre es un error juzgar sin saber. Bueno, mejor si la frase queda en: “siempre es un error juzgar”. Y ahora me entero sin embargo de que Lisa ha llevado lo que para muchos sería una vida extrema con una infancia difícil a la que  algunas personas no consiguen sobrevivir. Aunque eso no justifica su forma de pensar respecto a los TCA, teniéndolo en cuenta, resulta más comprensible. Creo que merece la pena leer esto para comprender cómo ven las cosas unos y otros.

He añadido mis anotaciones entre corchetes.
Se menciona la fecha de Octubre de 1999 en su publicación dentro de Hermenaut, que ha evolucionado a http://hilobrow.com/.

Entrevista-a-una-anoréxica----------------------Por----------Lisa-Carver

Siento muy poca compasión por aquellos cuya enfermedad trata sobre la pobre imagen que tienen de sí mismos. La idea de que es posible controlar perfectamente tu cuerpo es tan mosqueante, como  lo es la idea de que otras personas empleen su tiempo preocupándose de si lo has logrado o no. A mí me parece mucho más interesante esa gente cuyos problemas vienen de la búsqueda de lo invisible, como una moda sobre la que leí en Vogue por la que los jóvenes se cortan a sí mismos a diario. El sufrimiento autocomplaciente y silencioso de la anorexia, en el gran esquema de la vida, es algo realmente inútil. Ese drama interior resulta patético; un drama carente del esplendor de un auténtico Drama. Los anoréxicos no son de los que rompen con todo buscando una solución. Al menos, "enfermedades" como los juegos de azar o el alcoholismo, incluso el abuso conyugal,  implican interacción, el balance de un tira y afloja de culpa y furia, amor y odio; como una pelea a gritos con tu novia cuando llega a casa sin los pendientes de la abuela. Por lo menos los alcohólicos tienen camaradería. Los anoréxicos están eternamente solos, como pirañas solitarias dando vueltas en círculos. (Una anoréxica ve a otra anoréxica y piensa, "¡Maldita sea! Otra perra flaca en mi territorio.") Y al final, esos anoréxicos te obligarán a cuidarlos fingiendo que nunca quisieron ayuda,  como que nunca te odiaron ni quisieron entristecerte: "Oh no, eso solo era violencia  dirigida a mi interior." ¡Pero qué me estás contando! Odio jodidamente ese comportamiento pasivo-agresivo.


A pesar de que mi compasión es escasa, siento mucha envidia. Los anoréxicos siempre parecen tener más ocurrencias que yo.  Todas esas complejidades y hábitos insignificantes que tienen. Mi cuerpo es solo algo que me acompaña a las tiendas, no es ningún campo de batalla. ¿De dónde salen con esas ideas? Yo solo quiero, pues...  escribir, tener relaciones sexuales, pelearme con mi novio, contratar a alguien para que limpie mí casa, tratar de ser divertida e ir a Japón algún día. Mantener el consumo de guisantes a 7 por día, impidiendo que el tenedor toque mis labios, simplemente, no me encaja. Y ya sé lo de esos gays tan finos, que desaprueban todo lo imaginable, y que creen que esas chicas flacuchas de pelo quebradizo merecen la pena más que yo.
Los excesos no producen beneficios
Tal vez es solo la palabra "anorexia", que me encanta, extendida como una red de pesca sobre las estrellas, con sus filamentos tan delgados que apenas son visibles. Este tipo de chica en sí misma es como una constelación de pelo fino y reseco, de ropa brillante, uñas estropeadas y huesos salientes. Tienes que unir los puntos con una línea, porque no hay nada en medio.  Mi mejor amiga durante los últimos 13 años, ha sido anoréxica en diversos grados: se ha dejado llevar por el egoísmo, el perfeccionismo y como diría esa gente con la que no quisiera encontrarme: "problemas de control". Sólo tomó galletas chip, té con hielo y pimientos picantes (jalapeños)  como comida principal cada día durante un año entero. Hasta se recorría tres tiendas diferentes para comprar estos artículos por separado, como si algún pobre empleado estuviera analizando sus compras y pensando: "Si come galletas chips, no necesita comer también pimientos picantes." Incluso si alguna vez compraba algo más, digamos un brick  de sopa, hablaba de ello con la persona de la caja registradora (y cualquiera que estuviera al alrededor), fingiendo que era para otra persona: "Creo que esta variedad es la que él quiere, no sé..." Y finalmente, dejó de dirigirse por completo a los empleados. Les pasaba una nota que decía, "Soy sordomuda. Estoy cogiendo esta sopa de pavo para mi amigo ¿Cuánto es, por favor?"  Siempre tenía accidentes de tráfico y cada mes creía que estaba embarazada.
La gente que se cree "fantástica de la muerte" (cool) siempre es egoísta y dramática. A diferencia de digamos, los depresivos, que se hunden bajo el mismo patrón de siempre, con un comportamiento autodestructivo del que nunca salen, los anoréxicos disponen de una galaxia de opciones en constante expansión para tener problemas. 
[Las personas con TCA también se ven atrapados en patrones autodestructivos de los que a duras penas consiguen salir. Muchos TCA forman parte de una depresión]
Mienten. Se desmayan. Tienen hemorragias. Todas las anoréxicas que he conocido, roban novios. Las cosas siempre "les pasan" a ellas: la gente las molesta cuando duermen, los ex-novios roban sus tarjetas, o las cosas se tuercen cuando tratan de matarse y terminan pasando el fin de semana en el manicomio. Tienen enemigos mortales. ¡La gente les echa maldiciones! Es una vida extravagante, silenciosa, la vida del anoréxico. Hace poco, un tipo me dijo que su hermana había estado manteniendo una relación telepática con Martin Gore del grupo Depeche Mode durante los últimos 8 meses, ¡e incluso se había quedado embarazada de él! "¡Espera!" Dije, "¿Tiene tu hermana un trastorno alimentario?" "Sí", respondió, "Es frutariana. No ha comido nada excepto fruta durante años."

Me he encontrado personas anoréxicas o bulímicas por todas partes en mi vida. Una de ellas es la canguro de mi hijo, C.P., así que la entrevisté. Durante la entrevista, estuvo pelando y cortando una cebolla que había sobre mi mesa. Se puede oír el crujido bajo de la mutilación a lo largo de toda la cinta.

Lisa: ¿Cuándo comenzó esto?

C.P.: Cuando tenía 18 años. Yo nunca pensaba en cuánto comía o cuánto pesaba hasta que tuve este novio. Pesaba 55 kilos y él solía decir, "Ah, me gusta que mis chicas estén delgadas."

Lisa: Eso de "Mis chicas" suena como a proxeneta.

C.P.: ¡La cuestión es que él estaba gordo! ¡Lo estaba! "Me gusta que mis chicas estén entre 46 y 48 kilos." No importa cuánto traté de reducir mi comida ni cuánto aumenté el ejercicio: no conseguía bajar de peso. Así pues, prefería comer lo que quería y luego me deshacía de ello.

Lisa: Vomitabas.

C.P.: Pues sí, vomité y pasé hambre, alternativamente. Estuve mucho más tiempo vomitando que pasando hambre. Era más fácil vomitar.

Lisa: ¿Con qué frecuencia vomitabas?

C.P.: En ocasiones sólo un par de veces por semana, otras veces dos al día. Dependiendo de cuánto hubiera comido ese día. Como había días en los que no pensaba comer nada en absoluto, me di cuenta de que si te despiertas por la mañana y no comes, puedes aguantar más tiempo sin comer. Pero una vez que como, tengo que comer y comer y comer.
Lisa: ¿Cómo es que después de que largaste a aquel novio todavía tenías problemas con la comida?

C.P.: Porque después de eso, estar delgada ya era una obsesión. Todos mis amigos, ahí en Maryland, son delgados de verdad, entre 41 y 48 kilos, y me sentía gorda.

Lisa: ¿Y te ayudaría tener un grupo de amigos gordos?

C.P.: Probablemente no, porque eso me motivaría y querría estar aún más delgada. Tengo también amigos gruesos y sigo con lo de estar delgada porque todos dicen, "Mire qué delgadita estás, mira lo finita que se te ve", y eso me gusta.

[La siguiente pregunta da también en la diana. La meta del peso; otra   parada obligatoria en un TCA. Alcanzar la meta es un momento de satisfacción personal. Uno de los escasos y poco duraderos momentos, porque inmediatamente habrá una meta de uno o varios kilos menos. C.P. siente que podría haber bajado más de peso, siente añoranza por su peso mínimo -que si, que lo añora-, y recordará mucho tiempo su último peso]

Lisa: ¿Cuál es el peso más bajo al que has llegado?

C.P.: 38 kilos. No llegué más abajo porque me llevaron muy pronto al hospital. La inanición es más peligrosa para mí que para otros porque tengo diabetes. Conseguí bajar a 38 con analgésicos. Creo que los analgésicos son el mejor medicamento dietético ¡No sientes nada de hambre! Simplemente te tumbas en la cama todo el rato y pierdes peso. Pero cuando no estás cansado, te hacen salir y moverte de acá para allá sin pensar en nada; solo sigues adelante.
Lisa: ¿Durante esa época fuiste capaz de conservar algún trabajo?

C.P.: Entonces no, porque tenía un quiste ovárico, y por eso no tenía trabajo. Yo nunca me puse a contar calorías. Comía sólo una lechuga y bebía agua. Yo no quería hacer todo eso de comer un M&M y de tres horas de ejercicio. Nunca fui tan quisquillosa con eso. Soy demasiado perezosa.

Lisa: ¿Fuiste al hospital por decisión propia?

C.P.: No. La verdad es que por entonces no podía luchar con ello porque estaba demasiado descontrolada. Estaba demasiado débil y con un pie dentro y otro fuera. Fue mi novio quien me llevó porque estaba al límite de la inconsciencia. Mis compañeros de habitación le llamaron y dijeron, "Su pulso está bajísimo, no responde bien y está deshidratada." Entonces vino, me recogió y me llevó a urgencias.

Lisa: ¿Era ese al que le gusta que sus chicas sean delgadas?

C.P.: No, otro distinto. Este novio nunca me dijo que estaba demasiado flaca.

Lisa: ¿Cómo te trató la gente mientras te recuperabas en el hospital?

C.P.: Unos eran bastante agradables y comprensivos y otros eran mezquinos e insensibles. Estos dirían, "¡Bueno, te has metido en esto porque quieres, deberías saberlo bien, así que no te compadezco!" y los otros dirían, "Ah, pobrecita." Los trabajadores sociales eran agradables, pero muchas enfermeras eran crueles, las gordas. Pero esas cosas pasan, no tiene que ver con porqué estás en el hospital, unas enfermeras son agradables y otras son desagradables.

Lisa: ¿Cuánto peso te hicieron ganar antes de que te dejasen marchar?

C.P.: 5 ó 7 kilos.

Lisa: ¿Cómo ganaste peso? ¿Te pusieron un gotero con suero?

C.P.: Sí. Me pusieron una solución salina y luego glucosa. También hablaron de ponerme la sonda esa en la nariz.

Lisa: ¿Por qué? ¿Tenías miedo a comer?

C.P.: No, sólo que en aquel momento les pareció necesario, pero yo estaba en plan, "¡No, no, no, comeré!" Y luego tuvieron que vigilarme cada vez que iba al cuarto de baño. Tenía que avisar a una enfermera y, mientras, dejar la puerta medio abierta para que pudieran asegurarse de que no iba a hacer otras cosas.

Lisa: ¿Cuánto tiempo te costó ganar esos 5 kilos?

C.P.: Me llevó un par de meses, porque el estómago se encoge, y lo que para mí era una comida normal, para otros sería como un bocado. Incluso ahora, cuando no como durante un rato, mi estómago se encoge, y luego con dar un par de muerdos estaré llena. ¡No podré dar otro muerdo y será estupendo! Al salir del hospital fui a casa de mi novio, que estaba gordo -toda su familia estaba gorda- y me cuidaron. Se aseguraron de que fuera alimentándome. Y él trabajaba en “Taco Bell” así que tenía que comer tacos todo el rato. Trataban de obligarme a comer, y como luego me sentía mal decían, "Ah estas estupenda" y como me alimentaron a la fuerza me puse enferma de verdad y vomité.

Lisa: ¿Cómo te sientes cuando ves a una persona gruesa?

C.P.: No sé, creo que mucha gente gorda es maravillosa. A veces quiero estar gorda, tener un poco de carne extra. Pero no puedo hacerlo por mí misma. Aunque a veces me vuelvo loca con ellos porque creo que son gruesos y asquerosos, y otras veces creo que están bien y son hermosos. Mi buena amiga Cindy tiene sobrepeso y unas veces pienso, "¡Parece una cerda!" y otras  "Ah, está bien"

[Igual que para un alcohólico puede ser duro ver beber, tener que rechazar una copa, etc. para una persona con TCA, ver a alguien que está o parece estar fuera de su peso, dispara su propia obsesión y pone en marcha su lucha interior]

Lisa: ¿Cómo te sientes cuando ves a una persona delgada?

C.P.: Cuando veo alguna más delgada que yo, me vuelvo loca. Un día vi a una señora tan flaca, que me quedé mirándola y pensé, "Debe pasarle algo realmente chungo. Debe tener cáncer. Está extremadamente flaca."

Lisa: ¿Era horrorosa o elegante?

C.P.: Era horrorosa. Era realmente repugnante.

Lisa: ¿Te dabas cuenta de que resultabas desagradable cuando estabas tan delgada?

C.P.: No. Porque tienes una imagen propia sobre tu aspecto. En casa de Rick tienen un espejo al que llamo el Espejo Adelgazante, porque me miré en él un día y parecía realmente delgada. Todos dijeron, "Eso son cosas tuyas." Pero entonces, la novia de este tío se miró en él y lo confirmó, así que ahora lo llamamos el Espejo Adelgazante. Por eso, cuando me siento gorda, voy y me miro en el Espejo Adelgazante. Hay días que me miro y pienso, "Guau, estoy estupenda, no necesito cambiar." Y hay otros días que me miro en el espejo y empiezo a escudriñar cada centímetro de mi cuerpo: "Tengo el culo gordo. Las piernas gordas. La tripa enorme." Pero no quiero volver a pasar por el hospital otra vez, nunca me dejaré llevar hasta ese punto otra vez. Ahora tengo el esófago hecho una mierda de tanto vomitar. A veces tengo náuseas con solo chupar el capuchón de un bolígrafo, porque solía meter en la garganta el cepillo de dientes, los dedos, cualquier cosa. Y ahora cuando vomito me duele y quema, y siento que el pecho entero me va a estallar.

Lisa: ¿Cuándo estabas tan delgada, cómo tenías la piel y el pelo?

C.P:  Pues me creció una capa fina de vello. Era como de bebé rubio. Como una capa extra que te mantiene caliente. Al estar tan delgada, el cuerpo no puede mantenerse caliente.

Lisa: ¿Por todo el cuerpo y la cara?

C.P.: En la cara no tanto. Más que nada en el tronco, el pecho y la espada.

Lisa: ¿Y tu novio cómo llevaba que tuvieras pelo en el pecho?

C.P.: Estaba como disgustado por ello, pero me tenía cariño de verdad y no decía nada. No teníamos relaciones por aquel entonces, porque yo estaba demasiado débil y él tenía bastante miedo de romperme. Era muy delicado conmigo todo el tiempo. Si me cogía la mano, su mano rodeaba la mía por completo.

Lisa: ¿Todavía sientes el impulso de no comer y vomitar?

C.P.: Todavía, si. Habrá días que no comeré nada. Simplemente porque temo llegar a ese punto donde esté demasiado gorda otra vez y todo vuelva a empezar. Otros días comeré como una cerda y me sentiré horrible durante semanas. Y será algo así como, "Vale, no puedo comer durante dos días porque ayer comí mucho." Últimamente no he vomitado. Lo hice hace un par de meses, porque había comido tanto que tuve que hacerlo. Y ya sabes, cuando vomitas te deshidratas, así que bebía unos 3 ó 4 litros de agua primero y luego lo echaba todo. Yo solía vomitar cada noche hasta el año pasado.

Lisa: ¿Tomas analgésicos ahora?

C.P.: Tomé el otro día. Pero muchos doctores extreman las precauciones con lo que te recetan. Tuve una infección de riñón hace dos semanas y ni siquiera me recetaron analgésicos para eso. Pero es normal, porque estaba fatalmente enganchada a ellos. Cuando dejé de tomarlos, tuve que pasar por los espasmos de la retirada. Incluso si tomara ahora uno o dos, me engancharía casi automáticamente, así que está bien que no me los receten a la ligera en adelante. No piensas mucho cuando tomas analgésicos. Los analgésicos son muy peligrosos, no sólo por motivos obvios, sino  por la forma en que te hacen pensar y actuar. Estoy orgullosa de haber terminado con  los analgésicos y el trastorno alimentario. Todavía tengo mis días malos. Dicen que esto nunca se cura del todo, que siempre lo tienes en el subconsciente. Es sólo cuestión de controlarlo. No me voy a poner a vomitar nunca más. Cuando vuelvo la vista atrás y veo lo que solía hacer, de verdad que me repugna. 


Como puede comprobarse, C.P. supone haber terminado con el TCA y los analgésicos, pero tomó uno "el otro día". Y va a vigilar lo que come para no volver atrás. Constantemente reconoce su perfil de anoréxica-bulímica pero se la ve encantada con la delgadez y tan pronto opina una cosa como la contraria. Es incapaz de mantener una posición clara y sana. Pero a pesar de todo la comprendo. Es así como probablemente se sentirá durante muchos años. Verá a una chica delgada y sumará inconsciente un punto en el marcador del partido "Delgadas Vs Gordas". Se pesará en menos ocasiones, pero cuando lo haga, echará de menos su infrapeso, la sensación de la piel sobre los huesos, los pequeños éxitos tras una meta triste y vagamente útil. Se dirá a sí misma que debe pasar página, que está bien, pero comerá y parará antes de estar saciada o comerá y sentirá pesar si no paró a tiempo. Y seguirá esquivando mientras pueda, las comidas con más calorías y grasas. Y utilizará escaleras aunque le apetezca el ascensor. Y se quedará en blanco buscando el sentido a algo que no tiene pies ni cabeza pero que puede con su alma y su cuerpo. Tendrá ratos, muchos ratos buenos, en los que no estará pendiente de todas estas paranoias suicidas. Solo deseo que ella y la mayoría de los que de alguna manera han pasado por algo así, sobrevivan y vuelvan a sus caminos con fuerza y ganas.

---------------------------------------------------------------------------------------------
Actuación de "Lisa Suckdog"
En “The Sunday Rumpus”, una web que publica entrevistas y donde podemos informarnos sobre libros y comics y otros temas, encontré una entrevista de Zoe Zolbrod a Lisa Carver. Estos dos párrafos, son la presentación previa a la entrevista:

entrevista a uma anoréxica lisa carver
La primera vez que oí hablar de Lisa Carver fue a finales de 1980, cuando ambas rondábamos los 19 ó 20 años. Actuando con el nombre de “Lisa Suckdog” en espectáculos que incluían chirridos, gritos, meadas y violencia, a menudo se la comparó con el famoso G.G. Allin “escoria-rock”, y me impresionó que una chica de mi edad estuviera convirtiéndose por sí misma en una leyenda del punk underground. Pero no llegué a ser auténtica fan hasta que me topé con su propia publicación (fancine) "Rollerderby" unos años después. Al principio no podía creérmelo: ¿Quién hubiera adivinado que el huracán Lisa Suckdog podía escribir tan bien? Su texto era alegre y picante, irreverente pero con sentido común, con el mismo pudor femenino que una perra salida. Yo no era la única que estaba encantada, tenía seguidores en abundancia. En 1995 la revista "Utne Reader" la incluyó en su lista como uno de los "100 visionarios que cambiarán tu vida", y 1996 vio la publicación de Rollerderby (el libro) y una colección de ensayos titulada "Dancing Queen". En 2000 y los años siguientes, me topé casualmente con ella como presentadora en un episodio para la serie "HBO Real Sex" y en MTV. Su firma apareció en las revistas de moda. También publicó otro libro, “El Diario de Lisa”, extraído de su columna semanal sobre sexo publicada en “Nerve.com”. Cuando me enteré de que tenía un libro de memorias, “Las drogas son agradables”, publicado por Soft Skull Press en 2005, lo devoré.
Portada de Rollerderby  nº20, un fancine de Lisa Carver
интервью анорексией lisa carver 
“Las drogas son agradables” llena algunos de los espacios en blanco dejados en su implacablemente optimista (y puede que también sangriento y obsceno) trabajo anterior. Retrata una educación caótica dividida entre una madre enferma adicta a las pastillas y un padre traficante de drogas que fue a la cárcel, cuando tenía seis años. Habla de escapar de una relación abusiva con el padre de su primer hijo y la realidad de criar sola a un hijo nacido con un cromosoma de menos. Pero resulta que ”Las drogas son agradables”, a pesar de su sinceridad sin tapujos, presenta sólo una parte de la historia de la vida de Lisa. En enero, ella misma publica un libro sin título que recopila unas 80 pinturas que creó intuitivamente entre otras cosas a finales de 2010 y principios de 2011, esforzándose por recuperar los primeros recuerdos de una infancia tan horrible, que es difícil mirarla directamente. A través de la pintura y por medio de la terapia, Lisa llegó a recordar ser abusada, golpeada, y prostituida por su padre siendo una chica muy joven, y comenzó a entender el proceso disociativo que había sufrido y la había guiado. En el texto que acompaña a las imágenes, Lisa escribe sobre su diagnóstico de trastorno de identidad disociativo y va interpretando las pinturas.
Una imagen más de la irreverente Lisa
TEXTO ORIGINAL:
I have very little sympathy for someone whose disease involves poor
self-image. The idea that perfect control over your body is possible
is so WASPy, as is the idea that other people actually spend their
time caring whether you reach it or not. Much more attractive to me
are people whose problems come from seeking out all that is invisible
like that fad I read about in Vogue where young people cut themselves
every day. The silent suffering and self-containedness of anorexia, in
the grand scheme of life, is really worthless. Internalized drama is
everything pathetic about drama with none of the majesty. Anorexics
never kick out the jams. At least "diseases" like gambling or
alcoholism, or even spousal abuse, involve interaction--a
tipping-back-and-forth balance of guilt and fury and love and hatred,
a shouting match with your girlfriend when you arrive home sans
grandma's earrings. At least alcoholics have camaraderie--anorexics
are eternally alone, single piranhas circling. (An anorexic sees
another anorexic, she thinks, "Damn! Another skinny bitch on my
turf!") And in the end, those anorexics will force you to take care of
them while looking like they never wanted help, like they never hated
you or wanted you miserable: "Oh no, it was all inward-directed
violence." My foot! I fucking hate passive-aggressive behavior.

While my sympathy is small, my jealousy is big. Anorexics always seem
to have more thoughts than I do. All those intricacies and picayune
habits. My body is just something that walks me to the store--it's no
battlefield. Where do they come up with these ideas?I just want to
write, have sex, fight with my boyfriend, hire someone to clean my
house, figure out how to be funny, and go to Japan someday. Keeping my
consumption of peas to 7 per day, while not letting the fork touch my
lips, just doesn't enter in the picture. And I just know the swanky
homosexuals who disapprove of everything under the sun think those
spotty-haired scrawny girls are more worth talking to than I am.

Maybe it's just the word "anorexia" I love--spread out like a fishing
net over the stars, filaments so thin they're barely visible. The girl
herself is a constellation of fine, blow-dried hair, shiny clothes,
peeling nails, and jutting bones--you have to connect the dots because
there's nothing in between. My best friend for the last 13 years has
been anorexic to varying degrees: She is driven by egotism,
perfectionism, and what people I never want to meet would call "issues
of control." She ate only chips, iced tea, and jalapeño peppers for
her main meal every day for a solid year. She'd go to three different
stores to buy these items, as if some poor clerk might be keeping
track, thinking "If she eats chips, she needn't eat jalapeño peppers
as well." If she ever bought anything else, say a cup of soup, she'd
talk about it with the person at the cash register (and anyone else
around), pretending it was for someone else: "I guess this is the kind
he wanted, I don't know..." Eventually, she stopped talking to clerks
altogether. She'd pass them a note that said, "I am a deaf-mute. I am
picking up some turkey soup for my friend. How much, please?" She was
always getting in car accidents, and every single month she thought
she was pregnant.

The cool people are always selfish and dramatic. Unlike, say,
depressives, who sink down into the same old patterns of
self-destructive behavior and never get out of them, anorexics have a
constantly expanding galaxy of ways to have problems. They lie. They
black out. They hemorrhage. All the anorexics I've known steal
boyfriends. Things always "happen" to them: People molest them when
they sleep, ex-boyfriends steal their gas cards, or things go wrong
when they try to kill themselves and they end up stuck in the loony
bin for the weekend. They have mortal enemies. People put curses on
them! It's an extravagant, silent life, the life of the anorexic. A
guy recently told me his sister had been having a telepathic
relationship with Martin Gore of Depeche Mode for the last 8
months--and had even gotten pregnant from it! "Wait!" I said, "Does
your sister have an eating disorder?" "Yes," he said, "She's a
fruitopian. She hasn't eaten anything but fruit for years."

I got anorexic/bulimics all over my life. One of them is my son's
baby-sitter, Chance Provencal--so I interviewed her. Throughout the
interview, Chance peeled and ripped up an onion that was sitting on my
table. You can hear the low crackle of the mutilation throughout the
entire tape.

Lisa: When did it start?

Chance Provencal: When I was 18. I never thought about how much I ate
or how much I weighed until I had this one boyfriend. I was 120 pounds
and he was like, "Oh, I like my girls to be skinny."

Lisa: "My girls." Sounds like a pimp.

Chance: The thing is, he was fat! He was! "I like my girls to be 100,
105 pounds." No matter how much I tried to cut down on my eating or
exercise more, I couldn't lose any weight. So I just kind of like ate
what I wanted and then got rid of it.

Lisa: You puked.

Chance: Oh yeah, I puked and I starved, alternately. I did a lot more
puking than I did starving. It was easier to just puke it out.

Lisa: How often did you throw up?

Chance: Sometimes just a couple times a week, sometimes a couple times
a day. It depends on how much I ate that day. Because there are days
where I won't eat at all. I found that if you wake up in the morning
and you don't eat, you can go longer without eating. But once I eat, I
just have to eat and eat and eat.

Lisa: How come after you dumped that boyfriend you still had the
eating problems?

Chance: Because after that it was an obsession to be skinny. All my
friends down in Maryland are really skinny--between 90 and 105
pounds--and I felt fat.

Lisa: What if you got a bunch of fat friends, would that help?

Chance: Probably not, because then I'd be mean and want to be even
skinnier. I have fat friends now and I continue to be skinny because
they all say, "Look how skinny you are, look how tiny you are," and I
like it.

Lisa: What's the lowest weight you ever got to?

Chance: 85 pounds. I didn't get lower because I was taken to the
hospital pretty early--[starvation] was harder on me than most people
because of my diabetes. I got down to 85 with painkillers. I think
painkillers are the best diet drug. You really don't get hungry! You
just lay in bed all the time and lose the weight. But when you're not
tired, they make you just jump up and run around and not think about
anything--just keep going.

Lisa: Were you able to hold down a job at this time?

Chance: Not then, because I had an ovarian cyst, so I was out of work
because of that. I never wanted to count calories. I'd just eat a
piece of lettuce, drink water. I didn't want to do this whole thing of
eat one M&M, exercise for three hours. I was never that meticulous
about it. I'm too lazy.

Lisa: Did you go to the hospital by choice?

Chance: No. I couldn't really fight it by that point because I was
just too out of it. I was too weak and half in and out. My boyfriend
at the time took me because I was bordering on unconsciousness. My
roommates called him up and said, "Her heartbeat's really low, she's
not responding to much, she's dehydrated." So he came and picked me up
and took me to the emergency room.

Lisa: Is this the one who likes his girls skinny?

Chance: No, a different one. This boyfriend never said I was too
skinny.

Lisa: How did people treat you while you were recovering in the
hospital?

Chance: Some were really nice and sympathetic, some were mean and
heartless. They'd say, "Well you got yourself into this and you ought
to know better and I don't feel sorry for you!" Other people would
say, "Oh, you poor little thing." The counselors were nice, but a lot
of the nurses were mean--the fat nurses. But you get that no matter
what you're in the hospital for--some nice nurses, some mean.

Lisa: How much weight did they make you gain before you could leave?

Chance:: 10 or 15 pounds.

Lisa: How did you gain the weight? Did you get an I.V. drip?

Chance: Yeah. They gave me the saline solution, then glucose. They
were talking about putting that tube in my nose.

Lisa: Why? Were you afraid to eat?

Chance: No, they just felt it was so necessary at that time, but I was
like, "No, no, no, I'll eat!" And then I had to get monitored every
time I had to go to the bathroom. I had to call a nurse and leave the
door open part-way so they could make sure I was going to the bathroom
and not doing other stuff.

Lisa: How long did it take you to gain 10 pounds?

Chance: It took a couple months, because your stomach shrinks, so what
was a normal meal to me would be like a snack to someone else. Even
now, when I don't eat for a while, my stomach shrinks, and then I'll
eat just a couple bites and I'm full. I can't eat another bite, and
that's fine for me! After that I went to my boyfriend's house and he
was fat and his whole family was fat, and they took care of me. They
made sure I got fed. And he worked at Taco Bell so I got to eat tacos
all the time. They were trying to force me to eat, and then when I'd
feel sick they'd tell me, "Oh you're fine," and like force-feed me,
and then I'd really be sick, and throw up.

Lisa: How do you feel when you see a fat person?

Chance: I don't know, I think a lot of fat people are beautiful.
Sometimes I want to be fat, have a little extra meat on me. But I
can't bring myself to actually do it. But sometimes I get mad at fat
people because I think they're gross and disgusting, other times I
think they're fine, I think they're beautiful. My good friend Cindy,
she's overweight, and sometimes I think, "Fat pig!" and then other
times I think, "Oh, she's fine."

Lisa: How do you feel when you see a skinny person?

Chance: When I see someone skinnier than me, I get mad. This one lady,
she was so skinny, I kept looking at her and thinking, "There must be
something really wrong with her. She must have cancer. She is
impossibly skinny."

Lisa: Was she elegant or grotesque?

Chance: She was grotesque. It was really nasty.

Lisa: Did you realize you looked disgusting when you were that skinny?

Chance: No. Because you have your own image of what you look like.
There's this mirror over at Rick's house that I call the Skinny Mirror
because I looked in it one day and I looked really thin. Everybody
said, "You're just saying that." But then this guy's girlfriend looked
in it and she said the same thing, so we call it the Skinny Mirror
now. So whenever I feel fat I go look in the Skinny Mirror. There's
days when I look at myself and I think, "Wow, I look great, I can live
with this." And there's other days when I look at myself in the mirror
and start scrutinizing every inch of my body: "My butt's fat. My legs
are fat. My gut is fat." But I don't ever want to go through
hospitalization again, I'll never let myself get to that point again.
I have a messed-up esophagus now from making myself throw up so much.
Sometimes I'll just chew on a pen cap now, and I'll gag. Because I
used to stick my toothbrush down there, my fingers, anything. And now
when I throw up it really hurts and burns, it feels like my whole
chest is gonna cave in.

Lisa: When you were so skinny, what did your skin and hair look like?

Chance: I did get that light layer of hair that you grow. It's
baby-blonde color. That extra layer that keeps you warm, because you
get so skinny your body can't keep itself warm.

Lisa: Was it all over your body and face?

Chance: Not on my face so much. It was mostly on my midsection, on my
back and front.

Lisa: How did your boyfriend feel about you having chest hair?

Chance: He was kind of disgusted by it, but he really cared for me, so
he didn't let it really show. There was no physical relationship at
that point, because I was too weak and he was too afraid he would
break me. He was really delicate with me all the time. If he held my
hand, his hand would completely wrap around mine.

Lisa: Do you still get urges to not eat and to throw up?

Chance: I still do. There are days where I won't eat at all. Just
because I'm afraid I'll get to the point where I'm too fat again and
then it will start all over. Other days I'll eat like a pig and then
I'll feel awful for weeks after. And I'll be like, "Well, I can't eat
for a couple days because I ate a lot yesterday." I haven't thrown up
lately. I was doing it a couple months ago, because I'd eat so much
I'd have to. And then you know, when you throw up you get dehydrated,
so I'd drink like a whole gallon of water and then I'd have to throw
that up. I used to throw up every night still last year.

Lisa: Do you take painkillers now?

Chance: I did the other day. But a lot of doctors are cracking down on
what they give you. I had a kidney infection two weeks ago and they
wouldn't even give me painkillers for that. Which is good, because I
was addicted to them really bad. When I stopped taking them, I went
through withdrawal, the shakes. If I even take one or two now, I'll
get addicted almost automatically, so it's good they don't give them
out as easily anymore. You don't think about a lot when you have
painkillers. Painkillers are deadly, not just for the obvious reasons,
but because of the way they make you think and act. I'm proud that I
stopped, the painkillers and the eating disorder. I still have my
days. They say it's never really cured, you always have it in the back
of your mind. It's just a matter of controlling it. I don't make
myself throw up anymore. When I look back at what I used to do, it
really kind of disgusts me.