Header

miércoles, 11 de abril de 2012

La habitacion 508

"Un escritor no desea el camino de la mayoría sino, obstinadamente, sólo su propio camino; no quiere correr con la manada y adaptarse, sino reflejar la naturaleza y el mundo en su alma, experimentándolos con imágenes frescas. No está hecho para la vida en común, sino que es un rey solitario en un mundo de sueños de su propia creación" Hermann Hesse
Alex Pardee

Oscar ocupa cierto espacio en una habitación de la quinta planta del edificio donde ahora vive. Y no puede salir de allí ni le gusta estar dentro pero le sobra espacio, a pesar de todo. Ahora mismo es esto, esta conversación entre su ser consciente y su inconsciente:

-Para que
-Para que
-Elegimos sentir para que
-Para nada
-Para sentir el confort de una risa y también la emoción más simple
-La de las lágrimas por una canción
-Pero dejamos pasar un regimiento de añadidos
-Desagradables, mierda
-Dolor puro y duro, tristeza en un pozo sin fondo
-Loca alegría, éxtasis de locura, vacío, miedo, hastío
-Para que
-Para nada
-Para que
-Para nada

Tras la ventana de la habitación 508, hay una rejilla fuerte. Se dice en voz alta:

-Alguien puso alambres de espino retorcido, como en la guerra, cerca de la trinchera. -Y su pensamiento responde:

-Para sentir qué
-Nada. Es donde se resguardan los soldados de la metralla.
-Habrás tú estado en alguna guerra, gilipollas llorón
-Es un decir. No tiene más púas ni está más retorcido que una espiga de trigo
-Campo de mierda pura, trigo duro, dolor puro, desiertos de un alma sin vida, alma vacía.

Algún supersticioso dejó de poner el número 508 en la habitación y caminando por el pasillo de la quinta planta podemos pasar de la habitación 507 a la 509 sin encontrar su puerta. Su subconsciente pregunta y afirma ...

-Porqué estoy aquí - ... y él mismo contesta:
-Me tienen como a un loco
-Yo no estoy loco 
Aunque sin número en la puerta, la habitación existe
-Pensarán que lo mismo me tiro por la ventana
-Yo no haría eso
-Para eso me tiraría por el hueco de las escaleras de la facultad de farmacia
-Si. Allí hay 5 pisos y un fuerte enrejado entre la planta 1 y la de sótano
-Por si cae alguna prenda de la colada
-Y sería muerte escandalosa segura: "quedó como la carne picada" o "la rejilla hizo de tamiz separando carne y vísceras del esqueleto" o "parecía un bistec a la parrilla"
-Habiendo muertes tan dulces ...
-... para qué más dolor
-Para qué dar trabajo.
-Llamar la atención para qué
-Para naaaada

Allí está Oscar, como veis, a su (puta) bola, con la mente dando vueltas sin parar y colándose entre mis frases con adjetivos malsonantes. Motivo de ingreso en la quinta planta del hospital.
La enfermera (de nombre Encarna) acaba de entrar con la medicación. Lleva unas cuantas pastillas en una mano.

-Sr. Narrador, añada usted que están dentro de sus correspondientes envases, que eso es importante
-¿Imaginas? el sudor y las bacterias de todo lo que haya sobado la señorita esta vas tú y hala, pa' dentro que lo que no mata engorda.

No lleva un vaso de agua, porque eso ya está en la mesilla de Óscar. 

-Pero es un vaso de cartón, pa' que no pueda cortarme

Llama a la puerta y seguidamente corre el pestillo y entra sin esperar respuesta alguna

-Si, con dos cojones, y si estoy aquí... qué se yo, ¿haciendo algo privado?
-¿Con quién?
-Con... conmigo mismo, como que no quiero que nadie me vea
-Ah si, por ejemplo, cortándome o arañándome o golpeándome

Encarna da los buenos días. Ofrece una sonrisa. Pregunta:
-¿Cómo estamos hoyyyy? - y espera a que trague las pastillas - pero él piensa:

-Su mirada parece tratar de averiguar algo, pero no sé, siempre me equivoco cuando necesito ayuda - y se responde sin hablar:
-¡¡EEEPSS!! Acabas de reconocer que necesitas ayudaaa, majete, ¿qué? ¿noooos vamos convenciendo de que no podemos seguir así? - Y por fin contesta a la enfermera:
-Bueno, estoy así así, me molesta esto, me duele la garganta.

Palpa la sonda nasogástrica.

-Claro, Oscar, llevas una semana con la sonda. - Oscar retira su mirada y la baja hacia sus brazos. Le gusta ver cómo los tendones se resaltan bajo su piel.  Pero no le gusta ver las venas como tallos de enredadera. Y cree que sus muslos son mastodónticos aunque sabe que no es cierto. Pero él los ve así. Comprueba en compensación los huesos marcados de las rodillas, de la clavícula. No quiere alimentarse, le obligan con la sonda.

-Pues me vais a poner peor con esta mierda de tubería. -Se siente como un elefante de hojalata con una trompa de plástico. Como un loco marginal a quien el mundo lleva la contraria como si no tuviera mejor cosa que hacer. Todo le da igual. No valora los cuidados y atenciones creyendo que sólo buscan fastidiarle.

-Bueno, no te agobies, luego pregunto y si se te está irritando la zona quizá haya que ponerte la alimentación parenteral durante un tiempo 
-Jooodeerr
-A ver, ya estás un poquito recuperado y...
-Estoy como una foca entre unas cosas y otras, y no poder mover...
-Ya sabes que gordo no estás 
-No, claro, tú qué sabrás lo que siento ...
-Hostias tío, tiene razón
-Lo que estoy es como un cencerro - Ella le anima condescendiente:
- ...Y a ver si no pones esa cara de malhumor, hombre, ya verás cómo vas mejorando poco a poco. 

Oscar llegó al hospital por decisión judicial ante la solicitud de su psiquiatra. Tiene ratos en los que escucha, se deja llevar y trata de colaborar. Parece que de pronto se da cuenta de su situación, del dolor que causa a su familia, de lo cansado que está de esta situación y de lo fácil que le parece salir de ella. Pero ya lo ha intentado antes. Abandona su medicación y vuelve a recaer. Así es en ocasiones la anorexia nerviosa, una obsesión compulsiva que se apodera de la mente y destruye el cuerpo. Una  guerra civil que solo termina cuando la mente mata al cuerpo y caen ambos, pero que en ocasiones disfruta de treguas más o menos prolongadas, sobre las que se proyecta permanentemente la sombría y estilizada figura del trastorno. Veamos la opinión que su psiquiatra:

DIARIO DE SU PSIQUIATRA: Piedras de colores.

14-09-2009 Me tenía por una mujer inteligente, práctica pero atenta con los demás y con la experiencia necesaria para adaptarme a nuevas situaciones. Después de conocer a Oscar, uno de mis pacientes ingresado en psiquiatría, sé que aún me quedan por aprender muchos detalles del comportamiento humano.

A lo largo nuestras charlas en sesiones programadas supe que este paciente conoció a una mujer a través de un foro, una tal Beatriz. Se devanaba los sesos inútilmente imaginando la cara de aquella internauta. Era una mujer, eso sí lo sabía -madre por más señas- aficionada a la gemoterapia que recomendaba todo tipo de piedras o gemas según el tipo de dolor, espiritual, físico o emocional.


Oscar se definía como personal racional y decía no creer en supersticiones como que pasar bajo una escalera no tenía efecto alguno sobre su suerte, "puesto a creer en ella" pero conoce múltiples remedios contra ellas. Parece creer en ello de alguna manera y me explica: “Otros sin embargo, se tocarían un botón al cruzarse con un pelirrojo, y buscarían remedio contra el paso de un gato negro, y amuletos de todo tipo para toda esa ristra de mercachifles que pululan habitualmente en las mentes de quienes no saben nada sobre ciencias”

Oscar realiza constantes comparaciones disparatadas que perfilan una personalidad esquizoide a la par que enfatiza sus mensajes con gestos exagerados y torpes. Por ejemplo, transcribo desde mi grabadora este párrafo: "... lo intangible, lo invisible, se manifiesta solo si se colorea con tintes de pureza y abstracción.  Lo no cuantificable por el enorme signo matemático de lo infinito ..." y tras no moverse ni cambiar el tono de voz, de pronto traza brúscamente un amplísimo signo matemático con ambos brazos en el aire y prosigue: "... lo que escapa a la razón y se esconde bajo el dosel del dogmatismo, no existe ni merece crédito ni tiempo que dar o dedicar. Otros sin embargo, solo encuentran parecido al infinito con dos churros madrileños besándose casualmente en un plato” Busca aparentemente su exclusión social mediante un sentirse -¿creerse?- diferente y no comprendido.

Me cuenta últimamente que imagina tener escondida en su habitación, ordenada, limpia y blanca, una pequeña colección de piedras diminutas de colores. Cambia constantemente de tema y lo que imagina de pronto es real y continúa con manierismos mirando al techo:

-Mis minúsculas piedras son gigantescas montañas si se comparan con una partícula sub atómica. No las escondo por egoísmo. Yo las compartiría –de verdad que lo haría- una a una, hasta quedarme con nada aunque son mi mayor y más querido tesoro. Y entregaría la última sin dudar por ver la sonrisa de alguien al recibir. - Inclina la cabeza, se fija en las manos y se sienta de nuevo sobre ellas antes de continuar:

-Tengo miedo sin embargo a que me las quiten igual que matan la ilusión infantil por las varitas mágicas de las hadas madrinas, por el trabajador ratoncito Pérez o los generosos y riquísimos reyes magos aunque hay quien prefiere a Noél, ya sabes a pa...

-Ya vale Oscar. No termino de entender porqué me adornas todo como si fueras un chaval. Tienes el discurso de un adolescente y no lo eres para nada.
-¿Para qué?
-Para nada.
-Como la canción de Rosana. -- Me saca de quicio con tantas tonterías.
-Te tomas esto a broma y es muy serio. Muchas chicas con anorexia o bulimia mueren y tú pareces imitarlas. Vas como en una búsqueda permanente de la que no quieres salir, dando vueltas y vueltas en círculos sobre el pasado, sobre cualquier tema con el que entretenerte como eso de las piedras.
-Es que ahora creo que, efectivamente, tienen esa capacidad de influir en las personas porque lo he comprobado personal y físicamente sobre mi propio cuerpo.  - y pone su mano en la boca como si estuviera hablando por un megáfono y advierte:
-ATENCIÓN, ESTO NO ES UN SIMULACRO -y ríe, porque así es este hombre, que de pronto realiza bromas sin gracia alguna y hay que invitarle a relajarse (posible trastorno esquizotípico)

   Se disculpa, se arrepiente, digo cansada que no pasa nada y continúa:

-Lo que mi amiga Beatriz recomendaba para las dolencias a la gente de aquel foro virtual eran verdades tangibles cierta y realmente auténticas. - Y asiente con la cabeza convencido o tratando de convencerme. Me mira un momento y luego añade:
-¿Sabes? Creo que eres el “alter ego” de mi comprensiva y forera Beatriz. - Mira el contorno de la mesa y se agarra a ella con ambas manos como si fuera una barandilla -  La perdí voluntariamente. Como a los otros amigos. También te perderé a tí como amiga. Pero tu no eres virtual y ...
-Nosotros no somos amigos, Oscar. Somos paciente y médico tratando de realizar progresos. Deberías buscar amistades fuera de esos espacios tóxicos, los foros. A los foros acude la gente a contar su vida, desahogarse y contaminarse tratando de ayudarse sin conocimientos profesionales ni lógica. 


No sé si me escucha. Da la impresión de encontrarse mejor fuera de la realidad, como si abordarla fuera un tabú. Se rasca la cabeza y mira para un lado.

-Señora mékida, ¿puedo irme a mi casa? - La broma disléxica que tanto le agrada repetir.
-Puedes marchar a tu habitación por hoy, Oscar.
-Mierda. Já. Había que intentarlo. Chao

También me explicó para qué cree que sirven las piedras: “La blanca y más ligera, que es única en su género, ayuda a aliviar el dolor de cabeza. Las de tono verde oliva con marrón ayudan en temas digestivos. Sin embargo, las amarillo verdoso, es ver esta piedra y vuelvo a tener gana de comer, cosa que odio. Y las que incluyen el color azul, mi favorito, me relajan cuando estoy nervioso, también sin embargo.”

Dice que todo su dolor se curará de una vez y para siempre si reúne las suficientes. Y por extraño que parezca así ha sucedido. Imagino cómo las puso junto a su corazón esa noche. Cómo lloró tumbado en su cama. Cómo mezcló un amor insoportablemente intenso y su pena por las palabras que dejó de escribir,  por las imágenes y voces del recuerdo y por las caricias de piel nueva en sus dedos. Por una extenuante pasión libre de errores y miedos.

Una quisiera ser poeta para describir cómo los nervios de Oscar se relajaron mientras la luna se lavó  la cara. Ambos rostros debieron reflejar la luz de una paz de ensueño:
El aparta el flequillo, con sus dedos.
La luna, nubes de terciopelo.
El extiende sobre la cama,
sus manos hacia el cielo.
Ella le borda con luz blanca,
latidos de seda junto al cuello.
Su cuerpo desconecta y se recoge, poco a poco, como recogen suavemente algunas plantas, sus hojas hacia dentro. En su nuevo estado, enamorado de una luna encarcelada, pobrecita, tras los barrotes de una habitación más grande que la suya, se siente conforme, se siente contento. Un amor imposible el suyo y perdido el de ella, entre los sueños de tantas almas dementes, tan lunáticas y gemelas que creyeron y nunca llegaron a pisar el suelo. No le veo sentido volver a recetar Rexer de 30 a personas como Oscar que padeció unos sueños más vívidos que su propia existencia. Lamento haber incrementado su Zarelis a 300 porque maté su imaginación y su sensibilidad.

Cuando las enfermeras fueron a despertarlo, no pudieron hacer nada por él; la bolsa de galletas con píldoras de colores, vacía, sobre el pecho inmóvil. En medio de la agitación entré a verle. He cogido su mano, pero ya no sé si era suya o perteneció siempre sin embargo a la mismísima muerte. Estaba obsesionado entre muchas otras cosas con su cobardía. Su padre se lo dijo claramente: "En lugar de enfrentarte a los problemas, huyes, como los cobardes". Quise explicarle que el niño que huye de los golpes de su padre tiene determinación e inteligencia, pero en lugar de creerme, me sonreía con afecto. También he cogido su último dibujo, el que le pedí que hiciera ayer para que expresar su dolor:


Y hoy, al mirar su dibujo de nuevo, las lágrimas de mis ojos me engañaron y dijeron, muy en silencio, que mi pesado y entrañable paciente amigo Oscar; el niño hombre, el hombre asustado, escapó de sí mismo en aquél dibujo negro que pintó para mí con todo su amor, con todo el calor que fue capaz de entregarme con sus propias manos, delgadísimas y siempre frías, como ausentes de vida, de callar sus propios gritos y como sólo saben pedir unas manos para que curen su herida.



¿Para qué? para nada
¿para qué? ¿para qué? para nada

¿Para qué andar descalza sin rumbo?
¿para qué izar las velas del mundo?
¿Para qué? para nada

¿Para qué rebajar la condena?
¿para qué si te mata la pena?
¿Para qué? ¿para qué? para nada

¿Para qué echar perfume a la vida?
¿para qué si te escuece la herida?
¿Para qué? para nada

¿Para qué continuar viviendo deprisa
buscando la suerte en la mierda que pisas?
te vas a volver a quedar sin volar ¿para qué?
Para nada, para nada

¿Para qué? ¿para qué? para nada

¿Para qué fusilar el olvido?
¿para qué si te pones a tiro?
¿para qué? para nada

¿Para qué una tregua de abrazos?
ni matar ni morir a balazos
¿para qué? ¿para qué? para nada

¿Para qué continuar viviendo deprisa
buscando la suerte en la mierda que pisas?
Te vas a volver a quedar sin soñar ¿para qué?
para nada, para nada
¿para qué? ¿para qué? para nada
para nada, para nada
¿para qué? ¿para qué?
Para nada te vale una vida varada
Hoy te toca romper la baraja
porque anclado ni subes ni bajas
para ser, para estar, para echar a volar
hoy te toca soltar las amarras
¿Para qué emborracharte de olvido
si te vas a beber lo vivido?
¿Cómo que para qué? porque puedes
y sé que si quieres te sobran la alas

¿Cómo qué para nada? ¿Cómo qué para nada?
¿Cómo qué para nada? ¿Cómo qué para nada?

2021-08-05 
Nota: Hoy me ha dicho Google que la letra es demasiado pequeña para el móvil. Que tengo demasiado juntos los enlaces para hacer tic con el dedo.
He releído este texto y cuando encontré "sin embargos" que no estaban iguales que los demás me puse a corregir y localizarlos en el busca del navegador.
Allí decía que cero sobre 0 no encontraba ni uno. 
Había escrito "sin emgarbo". Ja. Pero esto del embargo me produce una extraña sensación. Como si fuera un Abracadabra que fuera a desatar los infiernos, las muertes vivas, qué se yo ...