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sábado, 12 de septiembre de 2020

Amas romper y escoger



Era una noche oscura. Estábamos ya en la cama y sonó el teléfono. Mi esposa se levantó rápida, agitada. Yo no tenía ni idea de su presentimiento. No me moví de la cama.

 Comenzaron los sollozos y ya supe lo que pasaba. Mi hija se levantó en seguida para acompañarla. Había venido para estar en casa durante los últimos días de vida de su tan querido abuelo. Para poder decirle hola, cogerle la mano y darle un beso.

 Pero yo no me moví de la cama. Sí oía y entendía, pero me quedé en blanco con mis instintos, sin pensar. No me levanté.

Como si pudiera evitar el vertido de emociones. Como si permaneciendo inmóvil todo aquello fuera a terminar sin más. No era sueño ni pereza. No tengo explicación ni excusa que pueda cubrir tanta mierda para algo que parece tan sencillo.

Porque solo se romper. Partir en pedazos los momentos de ternura.

“Era el padre de mi esposa” y al tomar conciencia de ello siento abrirse un pozo vacío y profundo en mi cabeza. Necesito dejar un espacio en blanco después de esa frase antes de volver a decir nada. Y debo repetirla: “Era el padre de mi esposa”. Ellas en el salón … ni si quiera recuerdo nada más.

Suegro es como lo llaman, pero no me gusta. Aparte de padre, madre, tíos, primos y hermanos, lo demás se me volvió imposible de asimilar. No importa la edad. Cuando no quiero aprender, se me hace casi imposible aprender.

Después de leer el párrafo anterior seis veces, modificarlo, releer todo 12 veces más en diferentes días y volver a cambiar unas y otras frases, hoy me doy cuenta de porqué me cuesta tanto: quiero desviarme del asunto. Quiero escapar. Huir.

Lo decía mi padre: “Eres un cobarde, siempre estás huyendo.” Una y otra vez. Cuando iba a pegarme huía. Ante los problemas también huía. O callaba. Hablaba cuando no debía. Callaba cuando no debía. Hago lo que nadie espera u omito lo que era de esperar. 

Y ya he vuelto a salir del tema. Debería precipitarme con mi ombligo en aquel pozo y no salir jamás de él.

A lo largo de la vida se presentan ocasiones con una sola posibilidad de acertar. Cuando te equivocas ya no hay vuelta atrás. Has perdido tu oportunidad. Has fallado y te pueden perdonar el error, pero es un error atrapado en el tiempo que no puedes corregir. Que se hará más fuerte sumado a los demás errores.

La falta de acierto puede perseguirte el resto de tu vida. En ocasiones solo puedes reconocer el disparate cometido y bajar la cabeza porque, habiendo una sola opción, una sola decisión que tomar, elegiste no hacer nada. Y saberlo no te permite levantar la cabeza.

Porque no soy capaz de escoger. No con acierto.

A pesar de toda la vergüenza -una vez más- me reconozco convertido en un desecho que escupe palabras baldías. Un ser sin respuesta para las preguntas importantes. Un trozo de carne anónima, tóxica. De una especie desconocida que vive con menos sentido y sentimientos que cualquier otro animal normal de este planeta. Me considero así escuchando a mi esposa al teléfono: " ... murió papá un 18 de septiembre y ... " sin recordar la fecha de fallecimiento del mío.

A pesar de todo quiero gritar que le amaba. Quería a aquel hombre con un cariño especial. Siempre en la esquina de la cocina, en su butaca, con la temible Beretta muy a mano sobre la cabeza. Me gustaban su forma de ser y de hacer. Sus bromas amables y directas. Su enfadarse y esconderme el rostro en cada foto. La admirable resistencia al dolor extremo de los últimos meses delatado por un sudor frío que solo su hija y yo anticipamos. Tan digno, cómo no, con sus pantalones subidos hasta los sobacos. Con su bigote blanco y sus ideas de antaño. Con su mirada en el reojo, molesto porque su …

… su yerno le observa con tal intensidad mientras come que desagrada y quita el hambre a cualquiera. Entonces deja la cuchara, se limpia el bigote con servilleta, forzosa de tela. Se yergue, me mira y dice cerrando los ojos sobre estas palabras:

- ¡Se puede saber qué demonios me estás mirando todo el rato! – y yo desnudo, siempre lento, sorprendido otra vez con la misma manía, no sé qué responder. Mi mujer añade:

- Si es que es verdad. Mira que eres pesado. – y mi … cuñado, mi cuñado, divertido, disiente a mi favor desde mi codo derecho hasta el codo de mi … suegro:

- ¿Y a ti qué te molesta tanto? Si no hace nada el hombre. – y se pone a observarle de cerca.

- ¡¡ Quita de encima !! – reniega extendiendo el brazo y apartándole con el codo se queja: ¡Deja de hacer el tonto tú también!

Echo mucho de menos sus pequeños cabreos. Le quiero. Quiero a tu padre con el alma, cariño mío. Yo quisiera saber estar siempre a vuestro lado, en vuestros abrazos.

Porque no soy capaz de amar. No entregándome a tu cuidado.

Perdóname por favor por ser tan torpe. Por echar siempre a perder todos tus afectos constantes, nada merecidos.

Es del todo injusto que después de tanto soportar, ayudar y entenderme mejor que yo mismo te pague siempre con la misma moneda. Espero que ese Dios de tus oraciones se digne en escucharte un día, me lleve donde crea mejor y tu camino sea por fin ancho, firme, llano y despejado de complicaciones.

Como todas las ocasiones, incapaz de cambiar o aprender, buscando la huida por asquerosa debilidad, por nada bueno o sano, con razón algún día me dirás: 

"Tú solo amas romper y escoger, según tu conveniencia."