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domingo, 8 de noviembre de 2009

Las cosas simples


 Mi hija bajó de la furgoneta, como tantos días, cerca de su instituto. Aquel día de octubre, como tantos días diferentes por el cambio climático, seguí mi camino rodeando la ciudad en dirección al lugar donde trabajo. Imaginaba la vieja furgoneta luciendo, y cada día más, su maquillaje blanco como esas mujeres mayores que extienden su carmín fuera del breve y agrietado beso de sus labios. Llegaba a la rotonda que hay antes del puente y distraje un momento la mirada hacia el cielo. Como puñados de arroz el día de bodas, desde un decorativo y nítido fondo de nubes claras, caían diferentes bandadas de pájaros sobre la catedral. Pensé en un día de bodas.

Como estar dentro de un numeroso grupo de personas supone para mi un ejercicio físico y mental tan desagradable como extenuante, empecé a elucubrar: “Son bandadas de pájaros que, como cada año, marchan buscando lugares más cálidos…” Hasta ahí el lado racional, del que pronto me cansé: “A saber dónde van en bandada ¿A comer gratis? ¿A manifestarse por un nido digno? ¿Por el deterioro del medio ambiente? ¿Forman parte de bandas callejeras enemigas? Qué te importa. Bah! Pájaros de acá para allá.”

Hace días que pienso en el significado de las cosas simples de la vida, cuáles son, si son lo más importante o nada más un juguete con el que distraerse.

Ejemplos de cosas sencillas: escribir (“escribir bien” es otra cosa), darse un paseo o una ducha, cantar, salir de viaje o excursión, escuchar música, oler una flor, hacer una foto, comerte unas mini tostas untadas con queso de cabra precalentado en rodajas al microondas y cubiertas con mermelada de pétalos de violeta, tener sexo (todos tenemos uno… ¿no?), leer un libro o un tebeo…

¿Tú no sabes hacer nada de esto? Eso sería otra cuestión. Si digo que todo eso es sencillo, es por que estoy hablando del mismo sexo, el mismo comer, olisquear, jugar, limpiarse, cantar, pasear –solos o acompañados- y atender visual o auditivamente, de la misma forma, decía, que lo haría cualquier otro animal no humano. Escribir y leer no pueden todos, pero incluso algunos.

Temo que mis mejores momentos de cordura llegarán cuando logre hacer las mismas cosas que esos animales, con su misma sencillez, porque siento que todo en torno a mí es complicado. Mucho más complicado cuanto más pienso en ello. También si miro más o escucho y hablo más. Relacionarse con el entorno debería ser algo positivo y sencillo, pero si no lo es ni siquiera en soledad, ¿cómo puede serlo con los demás?

¡Ah!, ¡perdón! Es que NADIE dijo que la vida fuera sencilla, sino que tiene cosas sencillas -estas y otras- para disfrutar de ella. Vale.

Estoy leyendo “La barrera del tiempo” sentado en el regazo de esta anciana furgoneta, pero en casa leo “El origen perdido” de Matilde Asensi. Quería reproducir aquí, como idea mundialmente novedosa, un párrafo que leí en el libro de Matilde. Al menos en 1350 sitios de Internet se hace referencia a él. Esta es la 1351:

«En ocasiones, cuando más ajeno estás a todo, cuando menos esperas que ocurra algo que altere tu vida, el destino te juega una mala pasada y te golpea en la cara con guante de hierro. Entonces miras a tu alrededor, desconcertado, y te preguntas por dónde vino el golpe y qué ha pasado exactamente para que el suelo se esté hundiendo bajo tus pies. Darías lo que fuera por borrar lo que ha sucedido, añoras tu normalidad, tus viejas costumbres, quisieras que todo volviera a ser como antes… Pero ese antes es otra vida, una vida a la que, incomprensiblemente, ya no puedes regresar.»


































1 comentario:

  1. Y quién ha dicho que la vida sea sencilla......
    Hay quien se agarra a esas sencillas cosas para esbozar una sonrizs , y hay a quien todas esas sencillas cosas les saca de quicio.
    No sé si las cosas sencillas son lo mejor, pero si sé que nos complicamos mucho la existencia dándole demasiadas vueltas a todo.

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