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martes, 7 de mayo de 2024

Pesamientos contagiosos


De la consulta de psiquiatría acaba de salir paciente, uno, una que une y aprovecha el descanso de turno para escribir en su diario personal. No es ético sacar del hospital historias,  relatar opiniones particulares, producirlas al margen del ámbito profesional para uso privado. Esta psiquiatra lo hace, de todo a pesar.

Se figura otro empleo. ¿Profesora? Sea. 

"Al salir del aula he esperado a un alumno, Oscar ( su nombre es otro) y le he pedido que acuda a mi despacho en horario de tutorías. Quiero conocerle. Puede ser de interés para mis casos  en estudio. 

Se ha demorado en responder. Ha abierto mucho los ojos  y ha seguido su camino con un 'vale' haciéndome sentir como una presencia fantasmal en el pasillo del instituto, solo perceptible a su mirada sorpresiva pero de habitual ausente.

Ha llegado demasiado puntual, ha entrado y cerrado tras de sí para quedarse quieto como una estatua. Esta rigidez confirma mi buena elección.

—Buenas tardes, Oscar. Aguarda un momento que enseguida estoy contigo—segunda reacción inesperada: sin más se ha vuelto hacia un cuadro especial que  yo misma coloqué tras la puerta a salvo de ojos curiosos. Quería que el cuadro estuviera solo presente para mi: no visto al entrar y como un objeto decorativo cualquiera al salir. ¿ Habrá adivinado él ... ? pero no. Tan solo estaba haciendo un reconocimiento. Voy fingiendo distracción mientras aseguro la grabadora bajo la mesa y extraigo de la cajonera un cuaderno de anotaciones— Ya está. Siéntate,  por favor—no me hace caso y cuando termina de mirar se acerca al cuadro. Un estremecimiento de aprensión- ¡ Oscar !, por favor, siéntate... no seas tan cotilla.

—Perdón, no quería molestar—y se sienta en una silla lateral contra la pared en lugar de ponerse frente a mi.

—Mejor aquí, en esta silla, que ahí se hace raro ... como si estuviéramos reservándola a alguien ¿no te parece?—sonrío

—Claro—se le ve incómodo girando a todas partes la cabeza, con la mirada recorriéndolo todo de nuevo. Como si me ignorase de nuevo, un espectro frente a él. Baja la mirada. Se sienta con las manos bajo las piernas, las palmas hacia la silla.

—A ver. Te he pedido que vinieras porque en clase he notado que pasas mucho tiempo mirando por la ventana sin prestar atención—le doy tiempo esperando unas palabras que no llegan ... quizá pretende ser quien da tiempo para que continúe explicando— ¿ te has enterado de algo en clase ?—pregunta directa, le doy más tiempo esta vez.

—No—gesto neutro, monosílabo seco. Por algo se empieza.

—¿ No ?

—Eso he dicho—ahora me mira inquisitivo. Mi pelo, mi gafa, mi boca y se detiene en mis dedos volteando el bolígrafo. Mierda de pregunta, de utensilio para inseguridades, que estupidez la mía. ¿ Quiere saber si soy inteligente ?

—Perdona, no esperaba esa respuesta y ... —interrumpe con una pregunta orientada a la afirmación, lindante a la grosería, átona, pesada y contundente:

—¿ Esperaba otra mejor para su grabadora ?—el rubor sube como fuego imparable colina arriba. Palpitaciones en la sien como amonestaciones, contradicción y sin tiempo para explorar una mentira creíble. Pongo la grabadora en la mesa.

—Vale, te pido mil disculpas. Esto no lo hago ... no es para ... —niego con la cabeza—lo hago para aprender, para mejorar en mi tutoría ... lo siento, debí preguntarteme señalo reconociendo la culpa

—No se preocupe. Puede grabar. No pasa nada. Estoy acostumbrado a la observación, al comentario y a que no traigan nada bueno en general, pero no pasa nada. Yo también grababa en mi casa las conversaciones telefónicas. Construí un aparato que las detectaba y activaba una grabadora. Tampoco me trajo nada bueno además de la grabadora con sus componentes desperdigados por la habitación ... rota quiero decir.

—Ah, que curioso ¿ y lo hiciste tú ?—primero niega haberla roto él, entiende lo que le parece. Después se reconoce estúpido y habla en extenso y aburrido monólogo sobre la construcción del cacharro. Espero en medio de su monólogo mientras me pregunto cómo supo que tenía escondida una grabadora tan pequeña. Lanzo una mirada rápida hacia la cajonera bajo la mesa. Contrariado, deja de hablar. Le miro.

—Se reflejaba el piloto rojo de grabación en la ventana—no puedo creerlo, me vuelvo, imposiblela tienes abierta en modo oscilobatiente vertical y la inclinación ayuda. Una casualidad.

—Bueno Oscar, nos desviamos del asunto. Que te pasas casi todas las clases mirando por la ventana y suspendes también otras asignaturas. Quisiera saber si necesitas ayuda, si yo ...—vuelve a interrumpir

—¿ Y quién no necesita ayuda ?—se remueve sobre la silla, se yergue, vuelve la mirada al cuadro. No puede ser.

—Pero estoy contigo y tus problemas, los demás son tema aparte—niega

—Lo apartado de los demás ... la exclusión, es el tema.

—Es el tema porque ... —mis manos abiertas hacia los lados, esperando su explicación pero él concibe que seré yo quien lo aclare. No entiende mis gestos de nuevo—A ver. Ese grupo con quienes tomas el descanso ... no son ... ¿ sientes que te excluyen ?

—Con alguien tengo que estar. No quiero parecer el raro número uno. Y finjo. Trato de hacer gracia. Rio bromas que entiendo a medias, tarde o que me desagradan. Pongo sonrisa y me dicen "serio" o hacen frases incomprensibles como "parece que hubiera matado al Manolete".

—¿ Y mirar por la ventana cómo te favorece en esta situación ?

—Allí con suerte están las nubes. Quizá el viento meciendo los árboles. Puede que pájaros. La luz, el azul, el gris. Allí está lo más sencillo. Lo que se explica por sí mismo sin rodeos. Lo que transcurre a una velocidad admisible. Estoy tras la ventana pero del lado que no quiero. Oigo los ecos de vuestras voces moduladas sobre renglones dobles siendo fuera los silencios, si acaso modulados entre los murmullos del viento.

—Uh, suenan bonitas esas palabras. Escondes en ellas ... ¿ rencor ? ¿ deseo ? —pausa— ¿ odio ?

—Escondo lo mismo que usted, que tú en ese cuadro junto a la puerta a la vez que quieres ocultar el cuadro entero.

—¿ Como ? Es un simple dibujo, nada más.

—Tu rubor dice lo contrario

—No es ... yo soy así, es mi piel ...

—En efecto. También yo soy como tu piel, transparente aunque no quisiera.

—A ver, Oscar te he ...—interrumpe

—A ver y a escuchar, a sentir al otro, a comprender ...

—No me líes con palabras revueltas. Solo quería ayudarte pero veo que no estás por la labor asi que ...—me encojo de hombros. Se levanta.

—Ya—va hacia el cuadro.

—Aquí abajo, muy pequeñitas, entre esta hierba que simula garabatos, está tus iniciales. Un patrón  de dibujo las delata. Esta barca en medio de un mar en calma, casi perdida en el horizonte. La bruma. Dime cómo se encuentra la chica que se adivina en ella. Dime cómo puede estar en calma la mar, no un lago sino el mar. El ancho mar. Tanto que te hace inalcanzable. Cuéntame quién es ese hombre que observa en lo alto del acantilado. Y explícame qué hacen esas dos criaturas en una playa tan enorme sin compañía de adultos. Mejor aún, no me lo cuentes. Cuéntatelo tú.—y sale del despacho."

Ahora la psiquiatra se levanta. Se acerca al ventanal y, con aire triste, mira por la ventana.

domingo, 8 de octubre de 2023

Prohibido estar triste

"Infeliz es quien piensa en su infancia y solo evoca recuerdos de miedo y tristeza." (H. P. Lovecraft)


Ayer salí a pasear al perro.

Para según quién las 9:00 será pronto un sábado por la mañana. Llevé los auriculares tapón para sobrellevar el paso lento de mi amigo. Le gusta caminar sus 1800 metros. Casi 2 kilómetros oliendo y haciendo como que mea por todas partes. Si, es mucho territorio. Así de fuertes tiene los musletes.

El caso es que decidí recordar la música de Triana. "Hijos del agobio y del dolor". Pensé lo triste que sonaba esa voz y mucha de su música. Repasaba por entonces con 12 ó 14 años cada uno de los seres que poblaban toda aquella portada tan oscura y deprimente. Quizá solo era mi estado mental, la forma de interpretar aquello.

Hay personas que parecen arrastrar toda su vida un halo de tristeza hasta consumir su último aliento. 

Recordé a "Los Secretos" y ese  "Ojos de gata". Artistas que imagino dando escape, desde la profundidad de su dolor, a canciones como estas.

Puede que sentir una profunda tristeza nos permita conocer mejor la alegría. Quizá haya otras personas capaces de pasar la mayor parte del tiempo disfrutando una energía más vital y escapen de inmediato frente a la más mínima vibración triste. 

En cuanto oigo, veo, presiento esa llama azul me transformo en polilla hasta arder desde el tuétano.

"The eagle will rise again", de "The Alan Parsons Project" me acompaño en muchos momentos solo y retirado de todos: familia o amigos. Nadie podía servir de ayuda para lo incomprensible. Nada dentro me animaba a solicitarla, a hablar. Sumergía todo el cuerpo en cada nota, su triste desarrollo ... "let me see the light", déjame ver la luz. 

Estúpido pretender que la música hablara por mi.

Uno sigue adelante porque el instinto está en los genes pero no es lo mismo vivir la vida que sobrellevarla. 

Continuar en base a los instintos me ha convertido en menos animal a pesar de todo. Porque muchos no han sido instintos animales. Si hay diferencias entre las demás especies y esta nuestra, autoproclamada inteligente, son los instintos aprendidos ...

Ya que está mal vista la locura de la tristeza, ¿ podríamos mezclar los términos ?

martes, 4 de julio de 2023

Depresión adolescente

"El arte de verdad es capaz de dar voz a las partes mudas de nuestras vidas" Shaun Tan

Mel Tregonning - Pequeñas cosas


No conozco la nomenclatura ni tengo los conceptos de una profesional en psicología.

No pido ayuda porque no es posible pedir ayuda.

Solo estoy ... loco.

Siempre, desde siempre. Eso dijo Él.

El otro él, viéndome crecer desde pequeño. Rarito primero. Chiflado después.

Gracias a Él, ahora sí, tuvo un hijo normal y de hijas más en cantidad y más normales si cabe. Yo, solo yo, nací con este cerebro tormentoso. Adalid iniciático del orgullo loco.

Oigo hablar de deprimidos adolescentes y he recordado.

Dicen son difíciles de diagnosticar y uno de sus síntomas puede ser el aislamiento. El silencio. El llanto. No querer salir ni relacionarse con sus iguales. 

Todo mentiras. Lo que quieres no es en general lo que consigues ni sabes cómo alcanzarlo.

¿ Intentarlo ? Sería fijar metas lejanas. Imaginas llegar a verlas y son borrones, zonas oscuras o llenas de dudas. Es lo que trae la necesidad de anticipar, planear para evitar sorpresas. Eso si tienes la suerte de conocer tus deseos internos. Incluso  con esa fortuna no coinciden con lo que necesitas o más te conviene.

De garantía es lo que tienes en tu mano. Un yo sin objetivos rodeado de objetos. Las cosas no mienten. La sociedad en cambio tergiversa los caminos y, cuando no puedes ver, caes de bruces sobre las babas de tu propio llanto. Un llanto inaudible pero bien profundo donde implosiona el cerebro empujándote a ...

A los 15, los 16 años debería llegarse a la cima de la felicidad. Con hormonas que nos ponen a tope en esa edad, todo vívido,  al 500 por cien. Esos periodos en los que ni siquiera somos capaces de poner en valor nuestras vidas, arriesgando todo por o para nada, probando lo negado, lo que esté más a mano sin consideraciones ni reflexiones filosóficas de mierda. 

Por igual exacerbada, la depresión puede convertirse en un infierno insufrible, extenso y sin fin aparente. No se piensa en llegar a mayor, en el porvenir ni el sembrar aunque nos taladren con esos consejos paternalistas. 

Pregúntate qué falló si esa criatura se quitó la vida en su mejor-peor momento. O si continuó viviendo, de dónde provino la sombra en torno a sus ojos. Cómo resultó que su sonrisa era tan cara de hallar. O qué hacía en su tiempo libre para fracasar en la escuela año, tras año, tras año desde los 6 años a pesar de casi no salir de su habitación.

Muchos días encontraba qué hacer en casa. El agua infinita corriendo en el lavabo por mis manos. Un coche detrás de otro, detrás de otro, detrás de otro. Qué interesante alineación. Qué preciosidad matemática. Cuánta paciencia. El tiempo marchando a contar sus segundos a la frontera exterior. 

El niño es así. Pero por raro que pueda ser, crece como crece su entorno y este chico coge temor, odio a los otros chicos.  Iguales o mayores. Miedo a quitarse la ropa ante otros y asco por su propia sexualidad. También querrán jugar y reír con sus genitales. Terror. No saber qué hacer, cómo responder. Y quién sabe si existe motivo.

¿ Se desnuda el loco fruto de su locura ?
¿ Se suicida en un momento de lucidez o de horror ?
¿ Se autolesiona cuando no es capaz de hacerlo ? 

Mi adolescencia fue incolora. Con tufo a muerte. Cogí papel y  costumbre por escribir. Sobre el vacío, sobre la nada. La melancolía, el desencanto y el disgusto. El desagrado por no comprender. Las personas, mi diferencia. Buscándola a oscuras con un cerebro normal hasta reconocer ese órgano de incuestionable anormalidad.

Me desagrada remover entre aquellos años. Quizá la adolescencia se retrasó y nunca llegó la adultez.

Pregunten a sus adolescencias dormidas. Cuenten aquí, a esa nada. Nada les será respondido.

El mundo social es una continua celebración. Una fiesta de las mentiras que disfrutan en mayor medida sus principales invitados. Parece que  en su mayoría mis disfraces para la fiesta siguen siendo equivocados.

Creo en la habitación apartada, en la columna, la esquina.
Elijo faltar a las verbenas, hacer hueco para  la muchedumbre.
Ausentarme de relaciones, de familias.
Traté de ser amigo pero ya no recuerdo qué supone.

Ni quiero.

Lego mi asiento en el cine. Cedo mi turno en el bus.
Callo hasta la ruina mi aumento de sueldo.
Busco la cola sin cola, la puerta abierta y la ventana no.
El eclipse en el centro de luces cegadoras.

Se ríen de mi. Sé que ríen como brutos. Como hienas. Blandiendo lenguas tan bífidas como el sentido de sus palabras. Amenazando con garras tras clavar tan hondo sus dientes como el último predador que conocerás.

Así pues ... 

... seco mi cerebro de afecto y los ojos también secan.

Saco mi ropa en la ducha y solo el agua, nada más que el agua, se convierte en mi pasión final. Transparente, cálida, purificante. Ajustada a mi forma. Acude acariciando la piel y se retira de inmediato. Calma esta sed sin pedir nada a cambio.

Cuántas veces, fuera, hecho de menos morir dentro de aquella adolescencia tan capaz.

lunes, 6 de enero de 2020

Repita, por favor

"Algunos aman las flores y los animales porque son incapaces de entenderse con sus semejantes." Sigrid Undset

No quejarse ni lamentarse puede manifestar la ausencia de dolor y sufrimiento, la reserva de palabras, más que el mutismo absoluto. Un rostro que no cambia ni se baña de lágrimas hace suponer un bienestar llano, formas de ser o una simple etapa favorable. 

A veces la realidad más descarnada y lacerante se viste de silencio, favoreciendo esa completa ceguera que facilita la vida a su entorno.

¿Es la violación suficiente motivo para el dolor? ¿Lo es el abuso sexual en la infancia siendo lejano y hasta confuso? ¿O lo será quizá una infancia o juventud de aislamiento y persecución, golpes e insultos? ¿Son asuntos para enterrar hondo y olvidarse?

Algunos animales entierran el alimento para después, cuando la necesidad estruje el estómago agudizando los sentidos. Muchas personas tratan de sepultar sus heridas en la memoria ignorando que es un todo, que nada separa del resto cuanto allí está fielmente grabado. Cada nueva imagen, olor, sonido, sabor, roce o palabras serán bien capaces de desvanecer en segundos el refugio de cualquier recuerdo oculto. Cuando menos nos obligará a volver allí, reconstruirlo, echar más tierra, más alcohol, más mierda.

La tía de mi esposa, pasados los 100 años y consciente de que su cuerpo era incapaz de continuar, dijo un día: "La vida se me ha hecho corta."

¿Cómo puede ser que la vida resulte insoportable siendo joven aún, cuando faltan tantas experiencias ... o que las sucedidas basten para desbordar cada recoveco de la mente hasta asfixiarla?

Puede ser. Porque el engaño es capaz de fracturar la inocencia tanto como el desengaño triturar una nueva esperanza mientras tratas de recuperarte. Puede ser porque lo único que no te decepciona es la soledad cuando necesitas tanta ayuda. Porque todos los palos que continuarás recibiendo con puntualidad caerán sobre un hematoma invisible. Para dirigirte hacia tu esquina de ring y que no te levantes otra vez con ganas de pelear. Para amordazar tu voz cuando por fin la encuentras y no hay nadie que quiera escuchar. Porque nadie quiere escuchar.

No quejarse y callar. A veces la falta de actitud, su cambio, la permanencia en zona negativa, los mil errores y silencios sin fin, los llantos inexplicables, las pésimas notas en los exámenes, la apatía por todo incluidas las ilusiones de antes, los despidos en el trabajo, las largas estancias en babia ... no son suficientes señales. Tener ojos no acompaña de manera intrínseca la facultad de apreciar el paisaje. Distinguir el sufrimiento de alguien puede ser motivo de huida, de ceguera. Incluso de mofa. Saberlo es como poner otra grapa más en la boca. Suponerlo es sellarla para siempre.

Te preguntas: ¿ Quién va a creerme ? ¡ A mí ! ¡ A ese ser que vaga por la casa como un espíritu perdido y que de pronto encuentras observándote inexpresivo desde la puerta  ! ¡ A alguien que no se preocupa por sus escasas amistades ! ¿ Quién puede creer a alguien que no se comporta como las personas normales, como los chicos y chicas de su edad sino como desde esa detestable adultez viciada de amargura ?

Ahí están los ancianos en la residencia. Mientras espero para entregar su pedido los veo dispersos por toda la planta baja, enorme, rodeada por televisores silenciados de 52", entre maceteros de 1x1 metro y algún sofá, asiento múltiple. Una mujer trata de abrirse paso con el andador empujando a los que están en silla de ruedas. La mayoría solos y algunos rodeados de familiares aburridos mientras una enfermera lee su glucómetro como una abeja sobrevuela entre malvas y amapolas. Ahí todos sumando milenios de experiencias exhaustas en fila india hacia el secreto y hermoso almacén de los libros olvidados. Me digo convencido: "Cuantos más dientes nos faltan, más años de vida nos sobran." y a continuación me pregunto: "¿ Dónde quedaron todas esas criaturas que un día fuimos ? Tan hermosas e inocentes, tan humanas, sanas, frescas ...

La rutina sirve para anticiparlo todo. Una de aquellas noches infantiles de verano en casa de mi tía, compartía habitación con un primo cercano a sus 18. En medio de la oscuridad, mientras escuchaba la remota señal de radio estadounidense de turno, me explicó al tiempo que trataba de secar su abundante acné con alcohol cuán duro resultaba su trabajo en una fábrica de zapatillas. Coger las alpargatas y sujetarlas con una goma elástica. Meterlas en una caja. Esa era toda su tarea. Para él un duro trabajo repetir la misma secuencia hasta el infinito. Para mí, por entonces, una delicia convertirse en máquina. Siempre me fascinó ser una máquina. Hacer perfectamente la misma tarea. Ahora sé que está bien, pero no todos los días de tu vida.

Necesito mi rutina, aunque sea la peor del mundo, porque no se cómo hacer funcionar otra. Todas las noches vuelvo a ella antes de dormir. Imagino sucesos tremendos con otras personas, ficciones imposibles en el marco de lo cotidiano. El día entero escapando de todas las personas me lleva a relacionarme con ellas sobre una inconcebible balsa de acechantes amenazas por la noche. Y me duermo pronto. Quizá por lo soporífero que resulta ser el perpetuo protagonista de tus propias películas. Acaso por la tranquilidad que me suscita fantasear pesadillas de la misma forma desde hace tantos años sin que sucedan peores cosas. Por que nada en la vida real podrá superar esa maldad que supongo de las personas. Y porque nada ha cambiado desde que ... siendo niño dejé de ser héroe, tripulante de naves espaciales y hermosas historias para transformarme en un ser abyecto, un cáncer maligno que devora su propio ser.

Así, cuando llega la mañana algunos días, la dedicatoria de mi primer pensamiento sigue siendo para la muerte. Pero tampoco es tan extraño.

Aún así amo casi todos los animales y las plantas, las rocas, los cielos despejados de la noche y el calor del sol por la mañana, al agua más que a mi sangre y aprecio una pizca de cariño en las poquitas personas que de alguna manera me importan.

Feliz día de Reyes Magos. Que ustedes lo hayan disfrutado.

Cuéntalo - Laurie Halse Anderson (guión) & Emily Carrol (dibujos)
 



"You'd be socket at how many adults are already dead inside, walking around with no clue, waiting for a heart attack or a cancer to finish the job. When people don't express themselves, they die one piece at a time. It's the saddest thing I know."

domingo, 19 de abril de 2015

Tristeza en la espina dorsal

Sadness in the spine.
"Me gusta la gente que me hace reir. Honestamente creo que es lo que más me gusta, reir. Cura infinidad de dolencias. Probablemente sea esto lo más importante en una persona." Audrey Hepburn


De "El libro triste". Escrito por Quentin Blake y dibujado por Michael Rosen


Este soy yo cuando estoy triste.Quizá pueda parecer que estoy contento en esta foto.En realidad estoy triste pero finjo que estoy contento.Lo hago porque creo que no le gusto a los demás cuando tengo aspecto triste.



viernes, 26 de abril de 2013

EXILIADOS - Un cuento de Neil Gaiman (de The Sandman Vol.7)


Cuando era niño vivía entre bosquecillos de moreras.
En verano, las moreras manchaban la hierba verde de púrpura carmesí.
Pájaros de mil colores bailaban en el cielo cuando era un muchacho.
Alegraban el día con sus intrincadas canciones.
"Somos quien elegimos ser", cantaba el jilguero cuando el sol estaba en lo más alto. "Tengo sueños, sobre sueños, sobre sueños", cantaba el ruiseñor bajo la luna pálida.
[Los textos entre corchetes, para suplir la carencia de los imprescindibles dibujos, no pertenecen al guión original]

Las muchachas de mi pueblo tenían los labios como ciruelas
y eran mucho más guapas que las muchachas de los otros pueblos
en los días de mi juventud.

Ahora que soy más viejo, respeto la voluntad de los dioses.
Hace mucho tiempo, aprobé los exámenes
y me nombraron prefecto de toda una provincia.
He estado al mando de ejércitos y he aconsejado a dos emperadores.
Puse a su disposición toda mi sabiduría y a sus órdenes todos mis conocimientos.
He tenido riquezas en abundancia, una esposa, un hijo y muchas concubinas.
Solo el fénix se eleva
y ya no desciende.
Así pues, en el crepúsculo de mi vida, me envían al exilio,
lejos de la corte, de la familia y de todo lo que conozco.

En mi viaje he visto muchas cosas extrañas.

Al atravesar las montañas Nan Shan nos atacaron los lobos,
animados por una criatura raquítica a la que consideraban su rey.
Cuando lo matamos, los demás se desanimaron.
He soñado con las responsabilidades de los emperadores.

Hace muchas leguas que no oigo al ruiseñor.
Pero he tenido sueños, sobre sueños, sobre sueños.

Viejo amigo, esta carta solo te la escribo mentalmente, pero
es una carta magnífica con un perfecto manejo del pincel.
Las manos viejas no tiemblan ni duelen
cuando la carta se escribe en el aire.

Cuando nació mi hijo, el emperador encargó unos fuegos artificiales.
Estallaron en el cielo nocturno como girasoles de luz.
Ahora mi hijo está muerto y yo estoy exiliado.

El desierto es gris: arena gris bajo cielos grises,
y le digo a mi guía: "Este desierto es gris", y él me da la razón.
Es un hombre de un pueblo de los alrededores.
Le pregunto cómo se llama el desierto, pero mi guía no responde.
El desierto tiene un nombre de mal agüero, y
el mal agüero se ha convertido en mi vida.

Mi hijo se alió con el pueblo del Loto Blanco.
"Tienes suerte de que no te haya cortado la cabeza",
me dijo el emperador.
Y aquí estoy, con arena en la barba, los ojos y las orejas,
con los pensamientos bañados por el gris y la arena.
Los sueños, como la espuma de mar, lo bañan todo.

En el pueblo donde contraté a mi guía me encontré una gatita,
blanca como la flor del cerezo.
Me llevó hasta unas rocas a las afueras del pueblo y
me mostró a sus gatitos.
"Si encontramos gatitos, los matamos", dijo el posadero.
"En el pueblo apenas hay comida para los hombres."
Esa noche volví sigilosamente hasta las rocas, aunque hacía frío, y
me guardé en la manga al más pequeño de los gatitos.
En esta travesía del desierto apenas tenemos agua para nosotros.
Solo un necio se traería un gatito.



Hoy me ha clavado tres veces las uñas.
Sus ojitos aún son de un color azúl turbio.
Cuando paramos para orinar, el gatito hace lo mismo.
Espero que viva hasta que lleguemos a la ciudad de Wei,
al otro lado del desierto.
En Wei viviré los años que me quedan.
Suave, suave silba el desierto, como
el chapoteo del mar contra los guijarros de la playa.

-¿Has dicho algo, maestro?
-No he dicho nada.
-Disculpa, maestro, me ha parecido oírte hablar.
-Estoy redactando cartas que quizá ponga por escrito cuando termine este viaje y estemos a salvo. Así ocupo la mente mientras viajamos. ¿Tú haces algo para mantener la mente ocupada?
-Rezo, maestro, para que el todopoderoso y todos los dioses menores nos hagan cruzar el desierto sanos y salvos. También tengo esperanza.
-He oído que en este desierto florecen los espejismos. Que lo recorren fantasmas y espíritus de zorro que roban a los viajeros y los desvían de su camino.
-Así es, maestro.
-¿Cuánto falta para que se haga de noche?
-Varias horas, maestro.
-¿Y hasta que crucemos el desierto?
-Al menos un día más, maestro.

Mi guía lleva campanitas de plata cosidas a las mangas
y a la brida de su caballo.
En el desierto, el viento a veces se levanta de repente.
Suele pasar que los que entran no vuelven a salir.


El emperador no ordenó que me matasen pero tampoco
le apenaría demasiado si le informaran de mi muerte.
Le aconsejé sabiamente, a él y a su padre antes que a él.

Aquello que se sueña no puede considerarse que no se ha soñado.
Llevo muchos meses de viaje.

Presa de una honda pesadumbre, sueño con una taza de vino.
Me imagino una taza de porcelana.
Vierto el vino caliente y sorbo, exquisitamente.
Pero no tenemos vino, y escaso es el vino del recuerdo.
Calor y frío, anocheceres y amaneceres.
Esta es mi suerte.

A veces pienso que mi viaje no terminará nunca.

La arena del desierto me azota la cara.
Siento como si me azotaran la cara con látigos de alambre.
Mi esposa torturó una vez a una sirvienta con látigos de alambre:
Faltaba un anillo de oro y la muchacha era la única sospechosa.
Mi esposa la mató antes de que pudiese confesar.
Muchos años después encontramos el anillo
entre dos tablas del suelo.

Las riendas se relajan entre mis manos
y esta noche me pesan los años.
Le digo al mozo que voy a desmontar y él sujeta al caballo.
La arena que trae el viento me ciega...
... y no veo nada.
Y cuando recupero la vista, estoy solo.

Los sabios dicen que todo lo enterrado quedará algún día al descubierto.
Si esperase un rato, oiría el tintineo de las campanas de plata.
Y reanudaríamos nuestro viaje hacia la ciudad de Wei.

No es la primera vez que tengo espejismos,
los he tenido en otros desiertos.
Una vez, en el lejano sur, vi el Palacio Imperial
con cada baldosa y cada grabado, aunque se desvaneció al acercarnos.
He visto el oleaje del mar en lugares donde no había agua.
Ahora ondean orgullosas banderas carmesíes, 
aunque el viento ha amainado, y
el aroma de la resina ámbar de pino llena el aire.
Oigo la canción de los ruiseñores y huelo a moras aplastadas.
Y caminando hacia mí, veo a mi hijo.
"Estás muerto", le digo. Y él agacha la cabeza.
"Estoy muerto, padre", me dice.
"Me cortaron la cabeza y las manos. 
Arrojaron mi cadáver a una fosa y ni toda 
la magia del Loto Blanco pudo salvarme."
La arena se mueve bajo mis pies. 
No logro encontrar el equilibrio.
"¿Dónde estamos?".
Le pregunto a mi hijo, que está muerto. 
"¿Me he unido a ti en las terrazas oscuras?"
"¿Esa tienda es la morada del Prefecto de los Muertos?"
"Mi padre sigue entre los vivos." Responde mi hijo.
La ira se apodera de mí y se lo reprocho.
"Si te hubieras contentado con la superficie de
la vida, todos habríamos sido más felices. Nada 
bueno surgió de tu estudio de las artes mágicas."
Mi hijo agacha la cabeza. 
El gatito bufa, asustado, y huye. Corro tras él.
-¿Padre? Soy tu hijo. ESE no es más que un gatito. ¿Porqué me abandonas para perseguirlo?
-En vida eras toda mi alegría. Ahora que estás muerto, sólo te veo en sueños. Y al despertar, mi almohada está húmeda por culpa de las lágrimas. El gatito está vivo y necesita mi ayuda.
-¡NO vayas ALLÍ!
-Cuando estabas vivo, no hacías caso de mis consejos. Yo estoy vivo, y tú, muerto. Tomaré mis propias decisiones.

Qué raro es este desierto: me rodean los mástiles de barcos destrozados. Subo hasta una duna y llamo al gatito con palabras de consuelo.

[El hombre entra en la tienda que hay en lo alto de la duna. Dentro se encuentra Morfeo, rey de los sueños y el hombre se dirige a él sin conocer su identidad]

-¡HEY! ¿Qué haces aquí, en este antro de demonios? ¿Te has perdido, o eres tú también un demonio?
[Morfeo, de espaldas él, está sentado sobre el suelo con las piernas cruzadas. Antes de obtener respuesta, advierte:]
-Disculpa mi franqueza, pero soy viejo y seguramente mi carne sea demasiado fibrosa y poco sabrosa. No creo que le gustase ni a un demonio.
-No soy un demonio, honorable maestro Li.
-¿Sabes mi nombre? Ahora estoy seguro de que eres un demonio.
-Conozco muchos nombres, maestro Li. ¿Porqué has entrado en mi tienda?
-El emperador me ha enviado al exilio. Y he entrado en tu tienda, señor, buscando a mi compañero de viaje, un gatito.
-Ah, vienes con Camina Sólo de Noche. Aquí está. ¿Mrrr?
[El gato maúlla tras la llamada de Morfeo y, misteriosamente, este añade:]
-Estás a miles de leguas y a cientos de años de tu casa.
-¿Cientos de años?
-En cierto modo. Estás en uno de los lugares blandos en las fronteras del Sueño. Vengo aquí de vez en cuando a pensar y a recordar.
-Mi señor, nadie sabe qué nos depara el futuro, y es posible que mañana ya esté con mis antepasados.[El hombre recoge sus manos sobre el vientre y explica tranquilamente:] Hoy ya he visto a mi hijo, a quien mató el emperador, y lo interpreto como una señal de muy mal agüero. No sé qué eres, pero creo que no quieres hacerme daño. [inclina la cabeza] Tengo algo que pedirte: una plegaria de alguien que sabe que, aunque los dioses escuchan y atienden todas las plegarias, no es imposible que la respuesta sea "NO".
-Sigue.
-Llevo muchas leguas soñando con una taza de vino. No con un pellejo entero de vino, pues me pondría achispado y me volvería insensato. Sólo una taza de vino para entrar en calor.
[Morfeo se lleva la mano izquierda a la boca en actitud pensativa y contesta:]
-Dentro de un tiempo, o hace un tiempo, un joven me dio agua en este desierto, aunque no tenía gran cosa que ofrecerme. Sería descortés por mi parte darte menos de lo que él me dio. Toma.
[Le sirve vino en una taza. El hombre, ahora sentado, lo toma cerrando los ojos con exquisitez y dice:]
-Estaba rico. Rico como en mis sueños. Toma, por favor. Debo pagarte.
-Guárdate la moneda, maestro Li. Dásela a quien la necesite. 
[El hombre mira la moneda contestando:]
-Se la daré al primer mendigo que vea, señor.
[Morfeo, ahora en pié, con los brazos cruzados cuenta, refiriéndose a su propia experiencia:]
-Erase una vez un sabio que quería a su hijo tanto como querías tú al tuyo. Un día, el hijo murió, pero su padre no derramó una sola lágrima por él. Cuando le preguntaron porqué, respondió: "No lloré por él antes de que naciera y no lloraré por él ahora que ha muerto". ¿Qué opinas?


-Me parece una estupidez. Lloras, porque lo que toca es llorar. Pero tu dolor no es inútil: no te conviertes en esclavo del dolor, sino que te despides de los muertos y sigues adelante.
-Así es. [Se agacha y acaricia al gato, que maúlla] ¿Mrrr? De acuerdo. Si tienes que irte... Adiós, Camina Solo de Noche. Parece que ya te vas, maestro Li.
-¿Señor? ¿Hay algún modo de salir de este desierto?

[El hombre vuelve los ojos hacia su interlocutor, pero se encuentra solo, sobre la arena en lo alto de la duna, con el gatito a su lado. Ambos caminan sin rumbo, mientras la invisible y gigantesca mano de Morfeo toma y deja escapar entre sus dedos la fina tierra del desierto.]

Sigo al gatito por las arenas movedizas. Mis viejas piernas tropiezan.
Me siento más viejo que P'eng. Y entonces oigo el murmullo de voces.
Y al otro lado de la llanura, oigo el sonido de la locura.
HA! HA! HA! HA! HA! HA! HA! HA! HA! HA! HA! HA!

[El hombre se acerca al origen del sonido y encuentra una vitrina sobre un pedestal, con un muñeco de marinero que ríe alocadamente. Junto a esta, se abre un abismo que no puede cruzar para alcanzar el otro lado. Se vuelve a mirar la vitrina, que ahora es una máquina de extraer regalos dirigiendo con un mando la pequeña grúa. Elige un puente.]

Cruzo el puente y me digo 
que estoy soñando.
A medida que crece el crepúsculo
amarillento, mis pensamientos se
vuelven agitados e inquietos.
Una vez cruzado el puente, me entra la duda:
¿He cruzado el puente?
¿He experimentado lo que ya he 
experimentado?
No sabría decir, no lo sé a ciencia cierta.
Mis pies me llevan ante una tienda por
segunda vez.
Oigo voces graves, jinetes lejanos, 
un trueno remoto.

[De nuevo, Morfeo, reencarnado en sí mismo tiempo atrás a través de una gran esmeralda, lleva una túnica blanca y a modo de colgante sobre el pecho, esa esmeralda. Está quieto en pié con los brazos cruzados, entre el hombre y la tienda, y habla:]

-Hola, maestro Li.
-Lo mismo digo, maestro. Disculpa la confusión de un viejo, pero ¿No nos conocemos de antes?
-Nos conocemos, maestro Li.
-Al otro lado del abismo había un hombre que podría haber sido tu hermano.
-Me conociste, maestro Li, hace mucho tiempo.
-Entiendo.
-Eres sabio. [Morfeo se agacha para acariciar al gatito -maúlla- y le dice:] Tú también, valiente. ¿Quieres caminar junto a mí, maestro Li?
-Haré lo que me pida mi señor. [Los tres marchan, Morfeo, el maestro Li y Camina Solo de Noche]

Cabalgaron los jinetes hacia nosotros, envueltos en una nube de polvo. Se oía el tintineo de jaeces y bocados, el sonido de lanzas contra escudos, de fustas de plata contra los ijares de los caballos, y el ruido de cascos resonaba como el trueno por la arena.

-¿Eres el señor de este reino? [preguntó uno entre los jinetes]
-Si. [unos pasos detrás de Morfeo, el maestro Li aguarda junto al gatito]
-Mi señor, llevamos mucho tiempo cabalgando.
-Por eso estoy aquí. Ha llegado la hora de que abandonéis este lugar.
-Pero mi señor... ¿Qué será de nosotros? ¿Nos devolverás a las épocas y lugares de los que procedemos? ¿o nos desharemos en polvo y, olvidados, seremos uno con el desierto? ¿Omnia mutantur, nihil interit...?

[y Morfeo contesta:]
-Quizá

Las llamas bailan en la blancura de su túnica.
Niega lentamente con la cabeza.
No sé si está sonriendo.
Quizá sonríe.
Y luego se da media vuelta.
Se oye el sonido de un trueno en verano, suave y lejano.
Estamos solos en medio del silencio.
Solo se oye el silbido del viento en la arena.

-No me gustan las cárceles maestro Li. A veces sospecho que construimos nuestras propias trampas y que caemos en ellas fingiendo sorpresa. Que la vida es así para todos, desde el Altísimo hasta la criatura más despreciable de la creación... Pero sea o no este el caso, sigue valiendo la pena abrir jaulas. Liberar al prisionero sigue siendo un acto virtuoso.
-Eso dicen los sabios.
-Las herramientas, claro está, pueden ser la más sutil de las trampas. Sé que algún día tendré que destruir la esmeralda. [Pero el hombre no comprende el mencionado significado y utilidad de la esmeralda]
-¿Mi señor? [Morfeo cree innecesario explicarse y cambia de tema]
-Pero ese día puede esperar. ¿A dónde te diriges, maestro Li?
-Al exilio, señor, el emperador ya no necesita mis consejos.
-Entiendo. Lo siento. ¿Querría el venerable maestro Li hacernos el honor a mi modesto reino y a mí de actuar como consejero? ¿Y quedarse en mi humilde castillo todo el tiempo que desee?
[El hombre inclina la cabeza mientras piensa. Recoge las manos a su espalda y levantando la cabeza contesta:]
-Eres tú quien me honra al ofrecérmelo, señor. [ahora se lleva las manos atrás, sobre sus caderas y reflexiona mirando al suelo para decir:] Parto al exilio: me han condenado a ser prefecto en el puesto más lejano del imperio. Soy viejo y el emperador aún es joven. No espero recibir jamás un mensaje que me diga que puedo volver a casa. No viviré para volver a ver a mi esposa, ni el pueblo donde nací. Pero me he pasado la vida obedeciendo la voluntad del emperador, y el emperador me ha enviado a la ciudad de Wei. Haré lo que me ha ordenado mi emperador.
-Entiendo. Si cambias de idea, díselo al gatito. El me lo dirá a mí.
-Como desees, señor. 
[desea resolver una duda y pregunta:]
-Señor...  ¿Qué es lo que ha dicho el portavoz de los jinetes cuando se ha desvanecido con ellos?
-Omnia mutantur, nihil interit. "Todo cambia, pero nada se pierde." Buen viaje, maestro Li.

[La esmeralda brilla. Morfeo se desvanece entre ondulaciones y dunas por las que a lo lejos reaparece el guía con los caballos. El maestro, que ahora está tendido, dormido, chilla y se incorpora ante el mordisco del gatito]

Mi guía había pensado que se me había tragado el desierto, que me habían secuestrado los ogros y los espíritus de zorro, los demonios o los fantasmas.
El gatito me salvó la vida al hacerme gritar.
Pienso en el grito de un recién nacido al llegar al mundo.
Tengo la barba y la ropa llenas de arena y el cuerpo dolorido.
¿Fue un sueño? ¿Solo un sueño? ¿O simple locura?
Fuese o no real, me comporté correctamente, y
la corrección en el comportamiento es una de las virtudes cardinales.
Vuelvo a meterme el gatito en la manga.
Le he salvado la vida y él me la ha salvado a mí.
Es responsabilidad mía.
No podemos eludir las responsabilidades.
Aquello que se sueña no puede perderse,
ni considerarse que no se ha soñado.

Tomaré pincel y papel en cuanto llegue a la ciudad de Wei, viejo amigo.
Pienso en ti, y en mi esposa, sola y deshonrada en la capital.
Y en mi hijo.

Estoy exiliado en la inmensidad gris
del fin del mundo,
pero ya no me lamento;
agradezco el dolor de la mano.
Imagino el sabor de las moras 
en el crepúsculo violáceo.
Y mañana llegaré a la ciudad de Wei.

Solo el fénix se eleva
y ya no desciende.

Y todo cambia. 
Pero nada se pierde.


FIN.----------------------------------------------------------------------------------------------------

He transcrito y robado este guión de Neil Gaiman,
para mi amiga, el hada Hasivi.

domingo, 31 de marzo de 2013

Castigar a un niño

Punishing a child.
"Las circunstancias nos definen. Nos obligan a tomar un camino u otro, y después nos castigan por ello" Ivan Turgenev

Yo tenía unos .. ¿8 o quizá 10 años? No lo sé. Mis padres me habían enviado junto con mi hermana, un año mayor que yo, a casa de mi tía a pasar parte del verano. Si, todo estaba previsto y un buen día, mi madre nos subió al tren, y pidió al revisor que por favor vigilara nuestra llegada a Zarautz, donde algún familiar de allí nos estaría esperando. Esto parecerá extraño hoy en día, pero entonces no debía serlo. No podía acompañarnos porque debía quedarse en Avila, atendiendo el negocio familiar. Nosotros esperábamos y preparábamos con emoción estos viajes. Comprábamos chuches, leche condensada en tubo, etc, pero el viaje se hacía demasiado largo y había que racionar. Bueno, el caso es que llegamos con suerte y buena ayuda (supongo) y nos recogió algún familiar. Todos vivían allí; mis primos, mis tíos y dos abuelos. En esa tierra tan bella, con el verde pintado en sus campos a diferencia del ocre de mi tierra en verano,  ¡ y con playa  !.

A casa de mis tíos venía con frecuencia un niño más pequeño que yo, quizá de cuatro años, y a su lado yo me sentía "un mayor" como el que más. Este niño lo tenía por vecino, cruzando la calle, a escasos 100 metros. Sus padres decían que tenía problemas para dormir y me ofrecí para ir a su casa a contarle un cuento. A todos les pareció bien. Mi hermana estaba aquel día en casa de otra tía, en otro pueblo cerca de allí.

Le conté de memoria, inventando un poco por aquí y otro poco por allá, una historia de la colección de cuentos de hadas que teníamos en casa de mis padres. Recuerdo perfectamente cómo el niño atendía aunque no soy capaz de decir su nombre. Sé que puse mucho cariño y, sentado a sus pies en la cama, veía la puerta abierta sin que nadie me vigilara, y muy tranquilamente hablaba y explicaba mi historia para él. No sé cómo sucedió, pero debían acostar al niño demasiado pronto, porque había luz en la calle cuando empecé y se fue marchando sin avisar, suavemente, sin darme cuenta de ello. El niño cerró los ojitos en algún momento y cuando terminé, estaba dormido.

Me sentí muy contento e importante por haber conseguido llevar los sueños al nene. Sus padres me sonreían y dieron las gracias. Se despidieron a la puerta de su casa y de allí fui directamente a la de mi tía. Estaba ansioso por explicarles mi hazaña. Cuando ella abrió la puerta, me dijo serenamente lo disgustados que estaban conmigo. Mi tío se había ido a la cama del disgusto. Me dijo que era muy tarde y estaban preocupados. A pesar de que me preguntaba una y otra vez la misma cosa. "¿Cómo has podido hacernos esto?" No supe explicar nada ni conseguí abrir siquiera la boca. Ahora estaba castigado. En solo unos pasos crucé dos mundos. Y también tenía que irme a la cama sin cenar. Eso no me había pasado nunca.

Y me fui a la cama. Me acosté tal como me dijeron. Me quité la ropa, me puse el pijama y metí en la cama. Mi cabeza no podía reaccionar. Entonces llegó mi tía, agarró la manilla de la puerta y dijo: "...y encima no pides perdón. No me esperaba esto de tí." Cerró la puerta y yo me quedé allí, con un tremendo dolor en la garganta hasta que arranqué a llorar en silencio, como siempre he hecho. Y desde la cama, que estaba pegada al ventanuco abierto, de madera oscura, miraba cómo las estrellas bailaban sobre mis ojos llenos de pena y lágrimas. Mis padres gritaban y/o pegaban. Recibías tu palo y tus voces acompañadas de caras furiosas y llorabas, pero esto... Aquí eran ellos los que lloraban... por mi culpa. Yo había hecho un daño tremendo... ¿yo? si yo era de esos niños que no hacen ruido...

Y después de un buen rato, cuando sintieron mi llanto imperceptible y sofocado tras la puerta, después de demasiado llanto desesperado, entró mi tio y me dijo que fuera a pedir perdón y a darle un beso a mi tía, que estaba en su cama también llorando. Y fui a pedir perdón, a dar el beso antes de volver a mi cama.

Cuando mi hermana y yo regresamos a casa, llevaba conmigo un acento vasco peculiar. También un recuerdo escondido. Ayer volví a recordar esta historia y el final que yo había ocultado muchos años. Entonces no me di cuenta (bastante problema tenía). Pero ahora puedo ver a mi tía de nuevo cuando me acerqué a besarla: ella no estaba llorando.