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miércoles, 25 de diciembre de 2019

La sabiduría del percebe


El día 24, en la previa a la llegada del Hijo de Dios, me tocó —por suerte— trabajar. La ciudad estaba circulable y tranquila. Se percibía ese ambiente de fiesta y relajación por todas partes.

Cargué mis 50 cajas, 650 kilos en total de mercancía, y salí a entregarlas. No es que me guste precisamente cuando pesan tanto, y menos si debo subir algunas por escaleras, tres pisos. Sé que otros lo hacen a diario con incluso más tonelaje. Al menos recibí una propina de tres euros, cosa que ya nadie hace, pero que yo agradezco.

Me acerqué a una rotonda y, delante, llevaba desde hacía un rato a un conductor tranquilo. En la radio explicaban que, debido a los continuos temporales en la costa gallega —nuestra mejor fuente de excelente marisco—, el percebe se cotizaba en la lonja a 300 euros y a 400 en la plaza. Vale, hasta ahí.

Lo que me puso muy alterado fue escuchar la respuesta al periodista cuando preguntó si la gente lo pagaba a pesar de todo:

—Pues sí, porque dicen los clientes que no les importa pagar un poco más con tal de que sus familias sean felices.

Tardé unos segundos en procesar, en tomar por cierta la información, pero la tensión debió subirme por las nubes y el cabreo, por encima de la bóveda del cielo.

¿Que no pueden ser felices sin los percebes en el plato?

¿Qué clase de tontería es esa?

¿En qué mundo vivo?

¡¡Me cago en todo lo que se menea!!

¡¡Joder, que muchas personas se conformarán con comer cualquier cosa, con estar juntos y sanos!!

¿Ahora depende la felicidad de lo que haya en un puñetero plato para cenar?

Maldita sea.

Bueno, al tranquilo conductor que hizo STOP a la entrada de la gran rotonda, viniendo coches a diez por hora desde el lado opuesto, le hice escuchar el claxon y luego lo adelanté, un poco airado.

Tuve que hacer un esfuerzo para serenarme y dejar de gritar improperios dentro del vehículo contra aquella respuesta al periodista.

Si algún día los estudios científicos demuestran que de lo que se come se cría, no me extrañaría que afirmasen que comer percebe te vuelve un tonto del culo.

Ya. Mi reacción al volante también merece una crítica.

«Que a mi hija/o no le falte de nada», frase que dicen muchos pater a sus filiis, servirá para que, por obra del Spiritus Sancti, se conviertan en auténticos cafres del consumo y adquieran una filosofía vital de zulúes, con perdón de aquella raza.

Como vendrán San Nicolás, el Esteru con su burru, la Toza, el tió de Nadal o tronco de Navidad, Papucho Noel, el pandingueiro o el Olentzero, y todos los demás personajes del mundo, a casa de algunas criaturas y a las casas de sus tíos y abuelos con regalos, no les faltará de ná. Se harán expertos en desempaquetar y sacar cosas de sus embalajes, y puede que alguno elija las cajas para jugar. Los adultos, por su parte, quizá compitan por el premio a «mi regalo fue el que más le gustó».

Vendrán luego los Reyes Majos de Oriente con más regalos, y todos quedaremos locos por ver el fin de otras Navidades con la vuelta al cole y la monótona rutina del día a día.

Mi compañero peludo nos acompañó ayer en la cena de Nochebuena. Ese cambio en su rutina diaria —estar en otra casa, sin su cuna para descansar y sentirse seguro—, ese baile de piernas que sin querer le patearon… El pobre iba de acá para allá, tratando de anticipar cada paso nuestro. Después, ya sentados y cenando, no paraba de circular entre el salón y la cocina, nervioso, agitado, pidiendo algo que escapaba a nuestro egoísta esquema mental, para el que «tan fácil» resulta adaptarse a las cosas nuevas.

Al fin mi esposa dijo:

—Ay… ya sé lo que quiere. No le hemos puesto un cuenco con agua.

En efecto, bebió como si aquello fuese lo último en agua dentro del desierto. Nosotros seguimos con lo nuestro y, al poco rato, se sentó en la puerta del salón mirando a mi esposa, con las orejas agachadas y una extraña expresión. La siguiente ocasión que fuimos a la cocina lo comprendimos: había vomitado una plasta marrón de pienso.

Cuánto estrés para él por una celebración.

Pienso en cómo los animales sufren por los cambios en su rutina, en su medio ambiente.

Al día siguiente tuve diarrea anticipada por terribles dolores de tripa.

Nosotros también somos animales. ¿Unos más que otros? Pues yo, bastante.

Nunca podré comprender a quienes disfrutan estrenando ropa o zapatos. Qué difícil y desagradable me resulta probar nuevas comidas poniendo a prueba mi refinada maquinaria digestiva.

Acabo de realizar la sexta visita al retrete. Entre los vapores característicos del ácido intestinal me suben escalofríos, sofocados por el dolor de la corrosión en la compuerta automática de evacuación.

¿Serán las doce almejas? ¿Será la escasa harina que espesa el caldo marinero? ¿Habrán sido los trozos de queso que avisan de alguna nueva intolerancia? ¿Los nervios?

Hoy me he quedado con mi amigo, el perrito. Todos los demás se han vuelto a reunir para seguir disfrutando de la familia y de un postre compartido que hicimos ayer: vasitos de mandarina gelatinada, cubierta con crema de chocolate, coronados a su vez por un botón de nata.

Dos animales, dos amigos. Tapado y enrollado en mi manta, acude poco a poco el calor y disfruto de algunas cabezadas en el sofá de casa. Ni pienso por más momentos en la familia reunida en su dudosa zona de confort.

Ay Pollicipes pollicipes, dos veces pollicipes.

No tengo tu sabor, pero admiro tu sabiduría.

Sabes cuánto necesitas.

Tú sí que sabes, percebe.

8 comentarios:

  1. Que bueno y cuánta razón en ciertos párrafos en los que creo que más de uno nos vemos reflejados......te escribo con calma pues el ajetreo de estas fechas me tiene muy absorbida.
    Un abrazo enorme

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  2. Tienes razón, creo que algunos de estos hechos y pensamientos recorren los vientres y cabezas de muchas en estas fechas. A ver si sales de la absorción un rato- Besos.

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  3. Juraría que había puesto un comentario...., La Navidad ha debido matar mi unineurona. Un abrazo

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  4. Acabo de ver que si lo había puesto, jajajaja que mal estoy y eso que no he comido percebes, jajajaja, amigo mío ya no tengo solución, jajajaja jajajaja jajajaja

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  5. Pues como soy un borrego de la semántica y la lingüística entre otras áreas del conocimiento, ( como tantas asignaturas siempre suspensas en el colegio ) he estado buscando la respuesta. Que conste que no trataba de corregir con mi comentario.
    Ambas palabras pertenecen al mismo verbo en distintos tiempos y creo que es correcto.
    Por si acaso he buscado en el diccionario "ABSORTA":
    absorto, -a

    p. p. irreg. de absorber. || adj. Admirado, pasmado, ensimismado: se quedó absorto ante su belleza. || Muy concentrado en un pensamiento o en una actividad, sin prestar atención a nada más. Ø Se construye con la prep. en: está absorta en la lectura de esa novela y no me hace ni caso.
    © Espasa Calpe, S.A.

    ¡Ah! Y por favor, no me digas que no soy un cafre del conocimiento. Lo soy. Soy bastante ignorante en muchísimos temas aunque quieras siempre animarme. Gracias.

    Veinte veinte nuevos abrazos.

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  6. Lo que más me gusta de tí, es que no te rindes, siempre sigues buscando. No has dicho mira la pesada esta, que busque ella el significado, para que me voy a molestar.....
    Lo que más me gusta de tí es que en esta continuidad de comunicación que tenemos sin ataduras, y en dónde a veces no hace falta ni que hablemos, siempre estás pendiente....
    Lo que más me gusta de tí, eres tú en todos tus conceptos con los buenos y no tan buenos, más por tristeza que por otra cosa...un abrazo grande

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    Respuestas
    1. Siempre gracias y muchas gracias.
      También es bonito gustar, con lo malo y lo que no es tan malo.👍

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