“Las mujeres han servido a lo largo de estos siglos como espejos con el poder de reflejar la figura del hombre al doble de su tamaño natural.” Virginia Woolf
Hasivi, hada que atiende a Rolando no es partidaria de conceder deseos. Prefiere animar, dar fuerzas para la lucha nuestra de cada día. Apareció esta vez con su varita:-¡Hola! – Rolando no responde y la mira de reojo pero ella insiste:
-Hoooola.
-Hola.
-¿No te alegras de verme?
-Si. Siempre me alegrará verte. – Su tono es plano pero ella siente el revolucionado cotoclop, cotoclop corazón de su amigo.- Y bueno, ¿qué te parece mi varita nueva?
-Me gustabas más sin artilugios. – Hasivi se moja la punta de los dedos y ¡Chssss! apaga su varita.
-Ya está ¿contento?
Mira el hombre para abajo. Cuando se siente mal no es capaz de decir las cosas. Espera que los demás le lean el pensamiento y está de suerte porque Hasivi, además de conocer el humano interior, lee sobre la piel, el balanceo y el silencio.
-¿Te hace pedir un deseo?
-¿Así de rápida vas? ¿Directa a la parte de los deseos? Pues no. No me apetece.
-Mira que eres modorro. Te lo digo para que hables y me cuentes.
-No hay nada que contar. – Por dentro se muere por desahogarse, explicarle todo … pero no puede.
-No sé, yo … tú me llamaste.
-Me acordé de ti. Solo fue eso. – Y sin palabras grita pidiendo ayuda. Su cuerpo se retuerce y se encoge. Sentado hunde la cabeza entre las piernas. Ella aguarda unos minutos y decide:-Vale. Me marcho. – Le mira, hace HOP con su estrella encendida y desparece diciendo: “Te quiero mucho, Rolando”
Y él arranca a llorar en silencio. Muchas veces es todo lo que necesitamos. Se desahoga y va sintiendo mejor sabiéndose acompañado y protegido por alguien que le aprecia. Como con la compañía de otro ser vivo que no necesita charla. Con el afectuoso calor de esa manta que te echan en duermevela y según para quién es mejor si pesa y aprieta como un largo abrazo mudo.
Se pone en marcha y la piel se tensa por las lágrimas secas. No lleva mucho como caminante nocturno cuando de pronto el pálido rostro lunar se acerca para avisar “Dónde_Vayas_Ten_Cuidado” a un desafiante Rolando que nadie puede parar.
¿Nadie?
Siempre hay algo o alguien como “tante cose da fare”. Y si el bien descansa, aún teniendo trabajo sin acabar, al mal no agota el esfuerzo de aguardar.
Se encuentra con tres hombres de tez oscura envueltos en túnicas rojas; amables, risueños y santos por su modo de rezar. Esa oración encoje a la luna que vuelve su cara para no mirar. Los tres miran con asombro el cuerpo desnudo de Rolando, tan diferente y cubierto de un tono blanco polar.Le arrebatan su capa, apartan su compañía y ven un hombre sin vello que no siente el deber de ocultar sus vergüenzas mostrando un sexo raro y culpable que ellos no solo pueden sino que también saben y deben corregir y curar. Y dicen a toda voz en trío:
-Si tu ojo te es ocasión de pecar, arráncatelo y échalo de ti. Te es mejor entrar en la vida con un solo ojo, que teniendo dos ojos, ser echado en el infierno de fuego. Y esto vale para tu mano.
-Pero mis ojos solo me ofrecen el reflejo de lo que hay delante mío ¿Qué culpa pueden tener?
-Es tu alma la que tendrá ocasión de pecar por aquello que ve a través de tus ojos. Y de tu mano.
-Pero así solo conseguiría perder la visión en tres dimensiones. Seguirá pasando lo mismo.
-No, porque la mortificación te recordará constantemente tu culpa y tu pecado.
-Mirad. Yo os agradezco vuestras turbias intenciones pero resulta que no creo en infiernos ni en pecados ni en santos que se ocultan en batas rojas, adoran muñecos y que para ser mejores necesitan arrancarse los ojos. Si tanto os molesta mi cuerpo, ahorraos los ojos y no lo miréis.
-Queremos. Debemos salvar tu alma porque, “La ciencia de los santos es la voluntad de Dios.”
-Yo de momento estoy a salvo. Salvaos vosotros que habláis por propia experiencia. Además, dice el refrán “Ciegos y mancos, todos somos santos.”
-No hay manera contigo.
-Si que la hay, pero para vosotros está en una dimensión desconocida.
-Adiós pecador, temerás y pronto serás juzgado.
-Al dios pescador no temo sino a sus lacayos.
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#Inktober Sole Otero, asado |
Los colorados tiraron por un lado y por otro Rolando, aburrido de sermones, encontró hueco donde descansar. Al calor de la hoguera hace su pausa y prepara algo para cenar.
Mientras tuesta y ve las llamas correr en busca de oxígeno para quemar piensa cómo hay siempre quien se cree en posesión de la verdad al punto de ir dando lecciones fundamentales.
Observa la leña amontonada dispuesta hacia el centro donde el corazón del calor es tan abrasador que sosegado convierte todo en cenizas.
La rama más seca será ceniza y la más retorcida junto al palo más tieso serán ceniza. Y la leña más gruesa contra la más chica protestarán al lado de la más fresca de todas con sus crujidos humeantes y calladas o crepitantes para ser cenizas sobre polvo de cenizas que descansarán finalmente frías como muertes, incoloras como una sola masa gris sin vida.
Todas serán igual. Eso es lo que comprende Rolando cuando sus párpados doblegan su voluntad en un sueño convulso.
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#Inktober Sole Otero, baba. |
Baba Yagá merodea el bosque y se lleva los niños que duermen poco y no desdeña hacerse un caldo de adulto entrometido. En su sueño Rolando es niño y trata sin éxito de escapar del veloz mortero de esta bruja y su agudo olfato para el miedo.
Se lo lleva a su horrible casa móvil que avanza sobre dos patas de gallina. Sus criados, espectros desdentados sin voluntad propia, siguen a rajatabla las órdenes de su ama.
-A este niño desnudo y mojigato me lo como en un rato. Limpiad esa mugre que le cubre. Vestidlo con ropa de niño.
-¡No! de niño no, señora piruja que me asaré mejor por dentro si me visten de niña.
-¡Chitón malandrín amanerado! ¡Te voy a comer con calzón y calzado!
-Si lo digo para estar más rico y sabroso.
-¡JA! Triquiñuelas a mi ¡Mi dentadura es obra del diablo! y mi paladar no distinguiría entre la carne tierna e inocente de una niña y la tuya tan dura y sobada por vicios ajenos.
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#Inktober Sole Otero, angular |
Ahí despertó Rol con su cuerpo abatido a media noche. Cuando los fantasmas del pasado vuelven una y otra vez dando espacio al agujero negro de su memoria.
“Un día se levantó ingenuo y lozano pero al anochecer empezó a apagar la luz extrañado y lleno de dudas, sin saberse aún avergonzado, por haberse dejado llevar de la mano de un chico que quería descubrir el sexo por adelantado.”
-Virginia. Te tengo en mis manos. Flor. Margarita de campo. Sobre esta piedra, este pecho que es un canto, te busco hace días, hace tanto. Dime dónde estás, quien soy. Dime suave ladera, amamanta mi soledad con tu calor. Porqué no puedo olvidar mi negro pasado y nunca encuentro el futuro llano. Si el futuro se presenta momento a momento y este momento es siempre presente y cercano.
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#Inktober Sole Otero, trueno |
Yo como narrador no puedo ayudar a Rol. A casi nadie. Pero puedo enviarle agua y truenos y la compañía de un can. El parece fatigado y el perro desanimado.Refugiados así en una cueva aguardan el paso de esta tormenta canicular hasta que de nuevo el sueño vence.
Y continúa su fantasía con Baba Yagá. Vestido como chico conoce a Marinka, hija de aquella bruja pero que difiere en pensamiento como suelen las generaciones nuevas.
-Me gusta tu vestido y tus manoletinas, Marinka. Tu madre me obligó a ponerme estos pantalones marrones de pana tan feos y estas botas tan tiesas que encima están rotas.
-No me digas.
-Te lo juro. Ni un último deseo.
-Mi madre es una antigua. Tampoco le gusta mi pelo corto.
-Pues te queda divino. Me encantan las niñas con pelo corto.
-Nada. Vamos a cambiarnos de ropa
-¿De veras?
Dicho y hecho. Cambiaron su ropa. Al poco gritaba la malvada: “¡Id metiendo a ese mocoso en el horno!” Y así se hizo. Metieron al muchacho de los pantalones al horno mientras gritaba “¡Nooooo! ¡Estúpidos! ¡Yo soy la hija de Baba Yagá! ¡Soltadme!” y como aquellos entes eran muy bien mandados además de torpes, metieron a Marinka al horno mientras una chiquilla huía con su vestido remangado entre despavorida y sonriente.
De nuevo despertó Rolando, ahora más feliz que antes.
De nuevo las mujeres del aquelarre se reunieron en torno al fuego.
Pero esta vez llamaban al fénix en auxilio de un Rolando que ya había pagado con creces los delirios de su conciencia, de su infancia y suicida adolescencia hasta ser quien hoy, más que nunca, sabía por fin lo que quería.
Por fin.
( CcOoNnTtIiNnUuAaRrÁá )
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#Inktober Sole Otero, sacudida |