El psiquiatra tamborilea con sus dedos sobre la mesa.
—Fermin, lo primero que te voy a pedir es que siempre digas la verdad. ... Es muy importante. ... Si no eres capaz de hacerlo ... ... ... no podremos ayudarte. ...
—Vale—le miro los dedos y no tiene uñas a la vista. Están cubiertas de esparadrapos. Habla haciendo pausas entre las frases. Sé que me mira. Lo confirmo pero no sé qué espera.
—No, vale no. ... Me lo tienes que asegurar. ... Porque si mientes lo vamos a saber. ... y esto no es un juego ... Si no te lo vas a tomar en serio tendrás que irte ¿de acuerdo?
Sigo mirando con detalle esas vendas y pienso si este hombre sabrá hacer o no su trabajo cuando no se controla al punto de comerse los dedos y llegar quizá al hueso. Retira la mano y luego respondo
—No voy a mentir.—la U.T.C.A. está formada por un equipo multi disciplinar que cubre los aspectos psiquiátricos, psicológicos, endocrinos y nutricionales además de tener enfermería y terapeutas ocupacionales.
—Bien. Y debes tomar la medicación que te voy a recetar. ... Es muy importante también.
—Bueno.
—Y recuerda que podemos saber si de verdad los tomas.
—(pues bueno, lo que tú digas, deja de observarme)
David G.P., coordinador de la unidad de trastornos de la conducta alimentaria, es psiquiatra. Poco a poco allanaría mi conducta ayudado por su Zarelis (venlafaxina ) y su Rexer Flash (mirtazapina).
Cada semana al principio, cada dos más tarde, las visitas a la unidad. Desnudarse conservando el calzoncillo (o la braga) con los ventanales abiertos (la luz es hermosa) y de espaldas a la puñetera báscula para anotar el peso, medir la grasa corporal bajo el antebrazo con el plicómetro, tomar la tensión, escuchar el corazón ...
Me ofrecen ir a mear porque es un truco de subir peso. Bebes agua, pesas más. Hay quien mete cosas en la ropa interior para engañar a la báscula ... yo no haría nada de eso.
David aumentó la medicación de Zarelis dos veces quizá porque mis respuestas eran, además de honestas, desafortunadas y preocupantes. Mi esposa, convencida de que algo (desconocido por ella) le debía contar para que subiera la dosis, me asediaba luego a preguntas. Con los fármacos empezaron ataques de bostezos y bruscas sacudidas al comienzo de la noche en las que me mordía lengua, labios, carrillos y creí romper los dientes. Pateaba involuntariamente durante esas sacudidas a mi esposa, la asustaba y cabreaba. Se sumaron unos increíbles sueños conscientes que difícilmente se pueden explicar. Divertidos al principio y jodidos cuando su pleno recuerdo hacía que no pudiera distinguir lo vivido de lo soñado.
La endocrinóloga me recetó batidos "Ensure TwoCal" que me sacaron de los cincuenta y dos kilos ayudados por don Rexer Flash, que estaba muy rico.
—Ya verás qué contentos se ponen en la farmacia al encargar estos batidos.
—¿Ellos? ¿Porqué?
—Porque son caros y ganan mucho dinero. De momento te receto dos packs de treinta unidades. ¿Qué sabor prefieres? ¿Vainilla o fresa? ¿O uno de cada? - Ana Isabel, con su voz de pajarillo, siempre fue y es conmigo de trato amable.
—Uno de cada.
Los batidos fueron un sufrimiento. Es justo lo que no quieres tomar: calorías. Encima son espesos, asquerosos y ... maaah, poderosos. Hacerlos subir por la pajita cuesta un triunfo. Me daba hojas para análisis y otras donde poner lo que desayunaba, comía, merendaba, cenaba, bebía cada día con su cantidad. Ella reía leyendo mis minuciosas explicaciones y menús: "¡¡ Eres un gourmet !!".
Lidia B.A. dice que hablo como un chaval de quince y no debe ser cosa buena. Es la nueva psicóloga del centro y eso si que es bueno para ambos.
Una de las sesiones coge un bolígrafo y un papel y empieza a dibujar en círculo sobre el mismo sitio hasta dejar un feo borrón de líneas superpuestas. Por momentos parece que va a salir de ahí la chica de la película "The Ring". Dice "... esto es lo que haces todo el tiempo... dar vueltas y vueltas al mismo asunto ... ".
Tenían decorado el centro con carteles de recortes y frases que los/las adolescentes realizaban en sus sesiones de terapia. Una vez dije:
—Estoy cansado de venir aquí y ver tanta tontería.—en referencia a los carteles.
—Oye, Fermin. Lo que tratamos aquí es algo muy serio.
—Perdón, perdón ...
—No es ninguna tontería. Hablamos de muchas jóvenes que mueren por esto.
—Es verdad, perdón, no quería decir eso ...—a pesar de que la interrumpía reconociendo mi error se enfadó con razón.
Cuando me ofreció terminar las citas con ella acepté. Creo que sigue enfadada.
"Mantener el consumo de guisantes a siete por día, impidiendo que el tenedor toque mis labios, simplemente, no me encaja. [...] al final, esos anoréxicos te obligarán a cuidarlos fingiendo que nunca quisieron ayuda, como que nunca te odiaron ni quisieron entristecerte: 'Oh no, eso solo era violencia dirigida a mi interior.' ¡Pero qué me estás contando! Odio jodidamente ese comportamiento pasivo-agresivo.[...] El sufrimiento autocomplaciente y silencioso de la anorexia, en el gran esquema de la vida, es algo realmente inútil."
Hoy la gente considera grave este desorden mental pero de su interior se desprende que opinan igual que Lisa Crystal Carver hace veinte años.
En el transcurso de mi trastorno me he dedicado a subir y bajar por todas las escaleras yendo o sin ir concretamente a ninguna parte. Desde la cuarta planta de la facultad miro hacia abajo del patio interior imaginando mi cuerpo caer contra la rejilla de la primera planta. Así desde cualquier hueco y otras escaleras. He controlado mi peso entre tres y cinco veces diarias. He hecho ejercicio a escondidas sin parar. He restringido la comida y la he vomitado ( no hay cosa más asquerosa ). El deseo de morir que siempre me ha atormentado es ahora especialmente intenso y doloroso cada mañana. Mientras dormía solo ( por mi facilidad para desvelarme y el colecho de 8 años ) despierto un día recordando que se puede distraer a la mente con dolor: me auto lesiono imaginativamente durante un tiempo.
Anorexia es más mentirosa que nerviosa. Una caja rebosante de mentiras útiles y penosos trucos de mago obstinado en ocultar su obsesión a un pequeño grupo de espectadores tristes y hastiados. En mi caso no recuerdo engaños sino confesiones cristalinas para conseguir ayuda.
—Tienes trabajo, ¿no?—David y su rueda de reconocimiento.
—Si
—Y qué tal te va. ... —soberanamente estos diálogos obligados me aburren.
—Mmmm... bien—no sé muy bien a que se refiere pero sé que las respuestas positivas sirven para evitar que quiera hurgar.
—¿Eres respetado en tu trabajo?
—Ssssi. —¿qué es ser respetado? ¿Que no se rían de uno? ¿No sería estúpido pagar un sueldo a alguien a quien no se respeta? En aquella época -aunque visto como raro- era respetado.
—Y tienes familia ... una esposa ... una hija ...
—Ssssiii.—oye, es evidente. Lo sabe. Continúa sus preguntas y llega el momento de la conclusión:
—Disfrutas de todo lo que se puede desear. Tienes trabajo y familia. Eres respetado y querido. Aparte de esto no tienes problemas físicos ni de salud. No hay nada más y ... a pesar de que tienes éxito en la vida, te empeñas en adelgazar sin motivo y echar a perder la salud y todo lo demás.
—(éxito en la vida) —no sé qué contestar. ¿Alguien sabe qué es eso?
—Claro. Estar delgado... ser perfecto... es super-mega-guay, ¿no te parece?—me trata como si fuera un completo idiota.
—No. No me parece nada. Yo lo que busco es evaporarme y desaparecer.
—Pero eso no sucederá así, y lo sabes.
—( no estoy tan seguro de saberlo )—es curioso cómo uno piensa respuestas que no pronuncia.
La anorexia no se conforma con tu grasa. También se lleva tu músculo, hueso, pelo y tu cerebro. A cambio te entregará para empezar el físico, si lo buscabas. El reconocimiento social, si lo deseabas. Incluso finalmente la muerte sin pretenderla. Pero de guapos nada. Quedamos horribles. No hay visión más espeluznante que un cuerpo de cadáver vivo cubierto de venas y piel fina con lanugo.
Si. Si tienes o tuviste esta enfermedad estarás pensando en estos momentos como yo que más horribles son los gordos y más aún cuanto más sebo bamboleante portan. Pienso eso porque se aprende desde pequeño. Pero no quiero ser así. ( Así de asqueroso debo aclarar, después de leer a Rufalia ) Los quiero y respeto como a cualquiera y ojalá a mi me puedan querer y respetar por igual sin repetirme pública y privadamente lo flaco, feo y repelente que estoy continuamente. Y no me agarren del brazo para tantearme. ¿Qué les parecería si yo cogiera sus michelines y los sacudiera para comentar a continuación "¡... y a ver si dejas de adelgazaaaar!" ? Esto me lo acaban de hacer (en formato inverso) unos días después de escribir todo este texto. Un hombre con síndrome de algo, que habla raro y está todo el rato haciendo ruidos y muecas al que yo seguiré tratando con corrección.
Topicazo: la hermosura de las personas, su valor, está dentro. Dentro, de verdad. Tampoco su cara o su gesto. Esperad a conocer a vuestros semejantes y después sabréis si lo que llevan en su corazón (o cabeza) merece la pena.
Pregunto a mi primo por su hermana (según mis padres también con A.N.) y zanja la conversación limitándose a etiquetarla de loca. Casi todo el mundo opina verdaderas burradas y juzga muy duramente a quienes la padecen.
Fueron tres años difíciles para mi esposa y mi hija. Las personas que tienes a tu lado sufren viéndote empeorar a diario. Es habitual que la familia se vea sometida a un desgaste continuado de largos años en los que cambian la confianza hacia uno por permanente inseguridad. Empiezan a dudar si te conocen de verdad y el agotamiento y la frustración llevan a un diálogo sin vuelta atrás:
—Te vas tú o me voy yo.
—( estás muerto ) —no hay respuesta por mi parte. Ninguna novedad.
—Puedes ir a casa de tu madre ...
—No voy a ir a casa de mi madre. ( estás muerto, ya estás muerto ).
Sólo pienso en morir. Inmediatamente. Inútilmente. Tan brusca como estúpidamente.
La vida de un individuo es una suma de hechos y recuerdos, acertados o equivocados. En la de mi esposa y su asombrosa memoria caben los hechos vividos por ella junto con los de quienes cerca o lejos han tenido algo que ver con ella, las fechas casi exactas, así como las relaciones entre unos y otros con datos extra. Algo inconcebible para mi. Y no está dispuesta a pasar otra vez por esto en el futuro.
Por desgracia siempre seré una persona poco fiable. Un embustero y no solo en lo relativo al alimento. Mis palabras, mis hechos ... serán siempre una fuente de incertidumbre. Crees que dejas la anorexia pero te persigue. ¿Que aumentas dos kilos? Nadie lo creerá ni deseará acompañarte a la báscula. Están hartos. Seguirán viendo que te aprietas el cinturón. ¿Que comiste cuatro trozos? Una voz que no es siquiera de tu familia dirá: "No. Solo le vi comer uno." ¿Que subiste en ascensor? No, no he oído la puerta. Todos saben lo mentirosos que son estos anorexics de mierda. Para colmo el cuerpo pide pantalones de la treinta y seis. Y llega el punto donde no tienes ganas de discutir y les dejas decir y hacer. Que os den. Iros a esparragar y dejadme en paz.
Sólo sé una cosa. Anorexia nerviosa no: Anorexia mentirosa.NOTA:
Al final veo que Lidia tenía razón. Vueltas y vueltas a lo mismo.
Y David también con su "Zarelis de por vida" que no respeté.
NOTA-dos: 12/04/2019
Ayer vi "Millenium: Lo que no te mata te hace más fuerte" y el niño protagonista comenta:
“Mi padre siempre me decía, el pasado es como un agujero negro, si te asomas a él caes y desapareces, y yo no quiero desaparecer”.
NOTA-tres: 05/05/2019
No han pasado tres meses desde que escribiera esto. A la hora del desayuno preparo a mi esposa su taza con la leche dejando un espacio para añada el café que desee. También preparo la mía y lo dejo todo listo para después de lavarme y afeitarme. Mi esposa se ha acercado a mi y me ha preguntado:
-¿Esa es toda la leche que tomas? ¿Un dedo de leche?
No sé cómo he podido estar haciéndolo sabiendo que algo así puede ser el final de todo. Sé que al principio solo quería suavizar el sabor de la leche con los polvos del descafeinado. Algo tan estúpido como llenar el vaso con agua teñida con leche para evitar el alimento cuando por otro lado me atiborro con chucherías saladas.
El peor día de la madre. Otro disgusto más. Y luego no quiero que desconfíen.
Qué asco.