"Alguien me dijo una vez, que en el momento que te detienes a pensar si quieres a alguien, ya has dejado de quererle para siempre" Carlos Ruiz Zafón, La sombra del viento.
Bueno. Pues lo mismo no eran malos consejos. Quién sabe si su vida hubiera sido más feliz. Reconozco que yo sin ella me habría estancado en los 21 y después me habría costado mucho salir adelante por mi cuenta. El texto que sigue es de esta amiga de blog, siempre escasa de tiempo que prefiere publique por ella este texto suyo aquí:
Demasiado amor para contenerlo - Lisa Dubois |
Soy tan visceral que no puedo fingir sobre lo que no siento. Hasta prefiero romper relaciones a vivir un “cuento”. Pero fíjate por donde que por distintas circunstancias me estoy convirtiendo en la reina de la sutileza, que siempre será mejor que reina de la mentira.
Todo el mundo me decía "No te cases con un minusválido que ya verás" pero ahí se equivocaban. No es la minusvalía física la que mata o cansa, es la forma de ser. El egoísmo, ser posesivo ( entender mal el amor ), la dignidad a destiempo, la soberbia o pensar que sigo a su lado con el deber de "servir" sin derecho a opinar. Ni siquiera puede entender que ayudarle no me cuesta pero cualquier persona con esa actitud me cae mal. Y viniendo de él me duele porque le quiero.
A lo largo de la vida he creado un mundo feliz donde nos íbamos adaptando y disfrutando de la vida pero el tiempo, ese que dicen que todo lo cura o que todo te enseña o te pone en tu lugar, ese tiempo me ha demostrado que todo era ficticio. Lo único que se iba adaptando eran mis esfuerzos y mi amor. Al menos yo me siento así.
No digo que él no me haya querido, pero a su manera, igual que su hermana: primero están ellos y luego los demás. Juzgan de antemano, desprecian y si no se está de acuerdo en algo, aunque sea en tragar ruedas de molino, ya estás contra ellos.
Tengo que medir cada palabra que digo porque si no le hago enfadar.
Todo el mundo me decía "No te cases con un minusválido que ya verás" pero ahí se equivocaban. No es la minusvalía física la que mata o cansa, es la forma de ser. El egoísmo, ser posesivo ( entender mal el amor ), la dignidad a destiempo, la soberbia o pensar que sigo a su lado con el deber de "servir" sin derecho a opinar. Ni siquiera puede entender que ayudarle no me cuesta pero cualquier persona con esa actitud me cae mal. Y viniendo de él me duele porque le quiero.
A lo largo de la vida he creado un mundo feliz donde nos íbamos adaptando y disfrutando de la vida pero el tiempo, ese que dicen que todo lo cura o que todo te enseña o te pone en tu lugar, ese tiempo me ha demostrado que todo era ficticio. Lo único que se iba adaptando eran mis esfuerzos y mi amor. Al menos yo me siento así.
No digo que él no me haya querido, pero a su manera, igual que su hermana: primero están ellos y luego los demás. Juzgan de antemano, desprecian y si no se está de acuerdo en algo, aunque sea en tragar ruedas de molino, ya estás contra ellos.
Tengo que medir cada palabra que digo porque si no le hago enfadar.
Tengo que medir cada gesto. Tengo que medir todo y ni las medidas son ciencia exacta, ni yo quiero ser una máquina de calibrar.
Y después de enfadarse por lo que sea -aunque no lleve razón- cuando ya se le ha pasado la rabieta, sin olvidarse de incluir el jodido mensaje "Me quitas las ganas de vivir", pues eso, cuando se le pasa y ya se encuentra bien, abre su mano con magnificencia y dice "Ven, anda. Dame un beso." perdonándome la vida.
Estoy cansada y sin otra solución que volverme la reina de la sutileza para pisar fuerte en mi mundo mientras paso de puntillas por el de él con sus intrincados mundos anidados.
Estoy cansada y sin otra solución que volverme la reina de la sutileza para pisar fuerte en mi mundo mientras paso de puntillas por el de él con sus intrincados mundos anidados.