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lunes, 1 de enero de 2024

De señoro y señorona, mierda y oro hasta la corona


 No soy escatológico ni por eso mezclo oro y porquería en el título.

La riqueza y la pordiosería pueden ser ... como la extrema de acá y la del otro lado sin mejor modo de diferenciarlas que cuando apestan.

A veces apesta la riqueza tanto o más que la pobreza y, curioso, siempre preferiremos la primera. Porque siendo ricos podemos comprar las personas, el trato que recibimos y los mejores alimentos. Pero, aún bueno y caro lo comido, aún oliendo exquisito, siempre termina atufando al salir por el tubo excretor.

Si la boca comienza por delicados labios finos o de carnosa voluptuosidad, ocultando ambos su sangre azulada y su paladar fino, educado desde la cuna, sensible como para degustar lo único y selecto ... del lado oculto encontramos otro agujero arrugado, feo y habituado al tufo, circundado de granos, de almorranas lacerantes cuando no de pelos pringosos, pulsante en su vomitiva obligación ante el empuje de la masa compacta, con suerte ausente de tonos ... qué decir del paupérrimo ano: de su silencioso hacer, su placer sombrío y necesario.

Eso no es escatología. Es franqueza. La misma que tratándose de un señoro o señorona no hallarás ya seas don nadie o  Amancio Ortega, Bill Gates o don marqués de la X, incluso siendo el mismísimo rey de España. Para todos tienen dispuesta su mentira, eso si, decorada con falsedad y buenos modos si la suerte acompaña.

Don Señoro mira por encima del hombro y de un vistazo sabe quién es nadie para instantáneo volverlo transparente.

Doña Señorona, sin necesidad casi de posar su autocomplaciente mirada, dotada por su rancio abolengo,  sabe de soslayo que puede hablarte para tener después una anécdota y amenizar esas reuniones de amigos poderosos y pudrientes.

Mi esposa dejó de trabajar en la casa de las bendiciones cristianas ultra católicas y mega conservadoras para trabajar con dos personas muy mayores, bien ricas de antiguo.

Así no es de extrañar que unos padres de corte adinerado conservador se crean magnánimos por validar algo tan natural como el lesbianismo de su hija y que respondan aceptando con falsedad  "de todo tiene que haber en este mundo" si otra señorona pudiente o señoro de similar estirpe les asedia con ese tema, de seguro a sabiendas.

Ni es para admirarse que opinen sobre las mascotas como propio de gente pulgosa y comenten "si puedes permitírtelo ...". Olé. Ahí queda eso. Que ... "yo iba a cacerías con el atuendo propio: teníamos escopetas las mejores, perros de caza especializados (te regalo uno) y cotos de caza como ninguno".

Sus regalos. Su manga ancha. "Vete a casa, te doy libre" (media hora después de tu jornada). Su dinero a espuertas "Te pago por venir en fiesta" (pero no te pago el mes cuando corresponde sino cuando me dé la gana).

De tan curado, pasado. Rancio antiguo. De tan otrora el pensamiento que da gusto no escucharlo. Pero bien se encargan de compartir sus diarreas mentales: "Este Sánchez nos lleva a la ruina. Una cosa es la homosexualidad y otra el desbarre que estamos viendo. La fractura de las regiones. Golpe al poder judicial y golpe a la constitución". La misma que jamás tuvieron interés en leer. El mismo poder que siempre les dará la razón. Regiones que vieron con sus ojos y fueron incapaces de conocer detrás de sus pupilas. La libertad de decir lo que está bien o está mal porque su estatus, per se, demuestra su acierto.

El servicio. Qué mal está el servicio: "Cualquiera puede limpiar, mejor o peor, pero cualquiera no vale para trabajar con personas mayores". Desde luego, la otra hija suya tenías que ser. La señorita no solo tiene estudios: es profesora universitaria. "Pobrecita, gana tan poco ...". Pobres sus moscosos, sus merecidas vacaciones y escasas pagas extras y sus mermadas extras adicionales. Qué justos sus limitados derechos, su triste posibilidad de excedencia. Sus traslados a pulso. Esos trienios y quinquenios. Su complejísima improbable opción de hacer cátedra. Sus maratonianas horas de trabajo mental y vocal. Sábados, Domingos y fiestas de guardar. Veranos prolongados de sudorosos conocimientos.

"¿  Y qué opina tu hija de que vengas a servir a mi casa ?" 

Nuestra hija ha visto a su madre limpiar en casa de mucho cerdo y gorrina con dinero y sin él para ver que no existe relación directa entre patrimonio y calidad humana. Sin relación entre bondad y poder. Sin relación entre conocimiento y justicia. Sin la capacidad de reconocer los errores. Sin dar espacio a nuevas experiencias. Sin esperar más bien que el de entregarse a cambio de que quizá jamás haya respuesta en cuanto a lo recibido. Pequeñas lecciones que lleva su tiempo aprender. Asignaturas no impartidas en las facultades sino bajo el techo que habitas. Eso opino. Mi hija no opina más sobre gente como tú. Te deja ir víctima de tus mareas. Nadie es perfecto.

¿ Qué opina usted tras haberlo tenido todo sin preocuparse por nada ?
Déjelo. Eso es cosa del servicio.

Tenemos que adelantar el dinero de su comida, señoros. Tenemos que llevarles a casa el alimento. Sacarles de paseo. Lavarles la cabeza. Andar de la mano, pasito a pasito, siendo invisibles ante sus ociosos amigorros. 

Somos diferentes en el oro siendo esa nuestra mejor diferencia.
Estamos tan distantes del poder como unidos os superamos en fuerza.

Pero somos iguales en aquello que nos mata y, terminados, nadie sabría separar nuestros despojos.

Y, para terminar, somos idénticos en el color, la consistencia, la forma, el tamaño e incluso el olor de nuestra mierda.

Tan iguales en nuestras respectivas miserias, ignorancias, demencias, intolerancias, faltas de respeto y de consideración como idénticas nuestras bondades, templanzas, muestras de caridad, amor y cariño ... mientras no permitamos al poder ni al oro pudrir de mierda nuestros caminos.



jueves, 30 de noviembre de 2023

La fábrica de Elorriaga


Es extraño.

Se supone que viajar es alimento p'al espíritu y la mente. 

Entre los borrones de mis viajes, con 8 ó 10 años, no lo sé, mientras íbamos a Irún, están las gotas en el vidrio del coche, el gris del lluvioso atardecer o la maneta de la ventanilla del 124.

Me pedía el lado de la puerta. Podía pasarme horas viendo en un punto indeterminado cómo bajaba, por efecto de la gravedad, el cable de Telefónica para luego subír rápido ante la llegada de otro poste. Tan hipnótico como el pisar del tren entre las vías. Siempre fui obsesivo, tan hipersensible fuera de lo común como impávido más aún, repetitivo, complicado, sombrío, testarudo, intra iracundo, extra silencioso, capaz de resistirlo todo o la nada y capaz de colmar la paciencia de cualquiera cuyos nervios no estuvieran a prueba de bombas.

Tratando de que nadie lo notase cogía entre el índice y el pulgar el saliente de la maneta. Si el coche giraba a la derecha, yo giraba la maneta hacia mi. Si a la izquierda en sentido opuesto. No creo necesario explicarlo pero, para quien no lo entienda, igual que si cogías el volante y lo ponías en la puerta. Eso cuando desaparecía el cable telefónico. No me extrañaría haber perdido baba en aquellos telares. Casi me meo ahora mismo del nostálgico abandono que siento con tan solo recordarlo.

El motor del 124 se escuchaba sin esfuerzo pero yo lo imitaba acompañando mi conducción y eso resultaba insoportable para los demás a pesar de mis esfuerzos por hacerlo bajito. Las vibraciones me masajeaban el cerebro. Tras balancear su paupérrima naturaleza fónica y sónica contra las evidentes ventajas del murmullo proveniente de tan armoniosa como infante garganta supuse que no podrían percibirlo.

Viajar hubiera sido solo tristeza o penuria de no ser mis soluciones magistrales. No entendía porqué mi padre movía a derecha e izquierda el volante circulando por una recta. El día que me subieron a un cochecito de mi tamaño, con volante real y pedales, mi padre no necesitó ir detrás mío como hacían los demás papis. Pedaleé a toda pastilla moviendo convulsivo el volante a derecha e izquierda. Mi padre voceaba "haz esto o lo otro", gritaba desesperao ... pero ni caso. El circuito era bajar,  vuelta de 180 grados y subir. Fin. Lo completé el primero en una exhalación. Mi padre se disgustó porque eso no era disfrutar. No pude montar una segunda vez. No me ofrecieron. "¿Porque movías el volante así?" Le miré a la cabeza y no contesté. Bufó un "¡ BAH !" con sabor a porquería humana, a culo cagao.

¿ En serio ? ¿ Estás de putabroma ? ¡ ¡ ES LO QUE HACÍAS TUUUUUUUUUUUUU , joder ! ! Te hubieras reído conmigo, me hubieras hecho un elogio por llegar el primero ... lo complicado era arruinarme el mejor día de mi corta estúpida vida. Y ... ¿ tampoco notaron cuánto disfruté ?

Pero íbamos pa' Irún. Mi padre tenía facilidad para cabrearse rayando lo neurasténico (eso le llamó mi hermana) pero además, en los años de los asesinatos de ETA, proponía soluciones estrambóticas: pedía encerrarlos en el país vasco rodeándolos con un muro (visionario), llevar allí al ejército y poner tanques por doquier o si rascabas un poco ... masacrarlos a todos. ¿ Ne-tan-ya-hu ?

Aunque muchas voces lo aseguraban y/o auguraban, no salí maricón. Pero quién sabe. Me encantaban las pinturas de uñas; envidio las pinturas de uñas todavía. Me iban los juegos de niñas igual que los demás juegos ¿No es normal querer jugar a lo que sea? Pero cogí miedo, respeto ... ¿asco? a los penes y los seres que los ostentaban en el mundo o sus culos con olor a mierda. De esa guisa quedó el camino no solo bloqueado sino alterado para siempre. Esto ya lo saben, perdón.

"¡ Mirad, la fábrica de Elgorriaga !" decía mi father.  Ese paisaje de naves industriales siempre cubiertas de nubes lloronas me deprimía. Comentaban con emoción la de industria que había y tal. No entendía su asombro.

"Rain, rain, go awayThis is mother's washing dayCome again another day"
Fue lo primero que aprendí en el colegio, ya en 5º de E.G.B. y sucedió por primera vez  con ilusión y ganas de aprender. No por el profe, Miguel, contador profesional de historias personales, sino por los símbolos preciosos de la pronunciación figurada y el nuevo extraño idioma que sin embargo sonaba tan familiar. 

Quizá fuese lo único bueno que aprendí, algo de inglés. Nunca me gustó el francés ni el sentido de hacerlo. Creo que es mejor un buen helado de leche merengada ... oggg que asco de comparación.

A veces creo con arrebatada sinceridad haber nacido en Maine. Por decir un sitio. O en West Virginia por decir otro mientras escucho a Olivia Newton John cantando "Country Roads". Soñando entre árboles separados por asfalto con raya amarilla al medio. Tan de los EE.UU. era ella como yo.


Volviendo al viaje, a estas alturas ya en Irún, las cosas no cambiaron demasiado. En Mendelu el olor era también asqueroso a yo no sé qué, abundaban insectos  asesinos dotados de infectas jeringuillas, camas de altura descomunal, sobrenatural, inconcebible. Desbordamientos de la regata de Zubimuxu que inundaban la casa de mi abuela ... negrura en todas las paredes ... los techos todos como cumbres alejadas de suelos en madera. Escaleras de madera, portal, descansillo común con barandilla y todo de madera. Excepto la cocina. La cocina de cocinar era de hierro pero ... se calentaba quemando  madera. Noooo ... carbón vegetal o mineral supongo.

Mis abuelos no tenían bañera. Dedúzcase pues que mi madre se lavaba en un barreño. Sin calor. En cambio tenían retrete propio y no necesitaban ir corriendo al exterior con la voluble y común necesidad de vaciar la vejiga o los intestinos.

Pero Mendelu, barrio ahora tan nombrado en Hondarribia, tenía una cosa buena. Si te asomabas a la ventana veías la calle y, cuando hacía sol, el verde que traía tanta agua de lluvia era hermoso. Salías por la puerta de casa y estabas en la calle pisando tierra, sintiendo nuevas sensaciones. Un placer que me cuesta mucho aceptar de antemano ya desde chiquito. Me niego a todo viaje, a todo cambio o novedad pero ... luego reconozco en ocasiones alguna de sus ventajas.



sábado, 4 de noviembre de 2023

Cuando caí de la montaña

"Deberíamos vivir tantas veces como los árboles, que pasado un año malo echan nuevas hojas y vuelven a empezar" José Luis Sampedro

 No me gusta escalar. Eso creía.

Mientras veía a otras personas subir y subir incansables ... eso no iba conmigo.

Nunca me vi en la cima. No sabía cómo sería estar allá. Eso creía.

A más altura imaginaba no poder respirar pero respiraba.

Nunca estuve en lo alto de ninguna montaña, cima ni monte pelao. 

Hasta que caí.

También estaba equivocado con los métodos, fórmulas y otros estudios sobre maneras de caer.

Solo pensaba en la caída al vacío pero muchas veces bajas rodando por la montaña. Ni siquiera existe una velocidad constante para hacerlo ni hay matemática prediciéndolo.

No sabía que había subido tan alto, día tras día, hora a hora y con los minutos contando. Tampoco el ascenso sigue una fórmula y lo más constante es el baile de la aguja o los dígitos en el altímetro. 

Suponía que a más cumbre, menos presión. Que cuando uno está bien arriba se libera de tanto ... pero no es la presión buena guía para el conocimiento sobre la situación vivida. Hay que saber leer, poder sentir, ver y oir. Pero tengo ojos, oídos, siento y sé leer ... o eso creía.

Así que caí y mi manera fue a cámara lenta de modo que podía comprar el periódico y saludar a las personas:

- ¡ Adiós Fermín ! ¡ Ten cuidado no vayas a golpearte en la cabeza y quedar tonto !

Y les saludo con la mano sonriendo mientras intento saber si hubo otro sentido en sus palabras.

- ¡ Hola Fermín ! ¿ Ya te ve vas ? ¿ Tanta prisa tienes ? 

Y respondo "No" mientras me pregunto si de veras les importa lo que me sucede. ¿ No ven que estoy cayendo sin remedio ?

A ratos como matojo rodante, como dominó saltarín, como croqueta de metro setenta o contenido de saco terrero.

También, mientras transcendía hacia abajo, conocí una mujer que me susurró al oído palabras tiernas que aún siento pero nunca recuerdo porque de pronto grita:

- ¡ Fermín, deja de hacer el bobo y pasa la mopa !

Y paso la mopa que por cierto es una maravilla puesta al lado de la aspiradora. No tiene cable, recoge el polvo mejor, se desliza, no pesa, no ocupa sitio ... ojalá toda la mierda del mundo pudiera quitarse sin ruidos, de forma sencilla, suave y discretamente.

Un doctor experto en huesos me visitó durante el descenso y dijo "Para los problemas de su piel no existe cura" y otro, especialista en cabezas, añadió "Como sus tripas no admiten el gluten debe comer todo el pan de trigo posible, pues así aprende" y la única doctora que se aproximó con ganas de ayudar dijo "Usted debe tomarse estas pastillas para el dolor de sus heridas" cuando yo solo deseaba una mano para ayudarme a parar.

Mientras dormía seguía montaña abajo. Es increíble lo alto que puede estar uno sin saberlo. Y en mis sueños me veía feliz entre mucha gente buena ayudando de corazón. Pensé "¿ Y si me quedo en este mundo de ensueño a vivir para siempre ?" pero entonces me golpeé con una piedra en la rabadilla, lugar donde antes de antes estuvo un rabo y antes, pero menos antes, otro de otro y de minúsculas dimensiones quiso estar. Y desperté ... oliendo a tabaco.

Una mano me sujetó mientras con la otra fumaba su tabaco y dijo "Ven, yo te ayudo" y fui. Me quitó la ropa y curó mis rasguños con un método extraño: un herida más profunda. Y dijo "Ahora sentirás solo esta herida. ¿ Te gusta ?" y dije "No. Cerdo." y me soltó y pude caer libre, triste y asustado por conocer que lo peor resulta de lo bien que hacen el mal los mejores.

Alguna mano amiga fue ignorada, debo reconocer, dentro de mi habitual zopenca desconfianza.

Cuando por fin se acababa la montaña caí dentro de un caldero de agua caliente y por momentos me sentí muy cómodo y acurrucado permanecí bien sumergido. Eso debía ser lo que llaman "gloria bendita". A pesar de escuchar insultos y lamentos amortiguados en aquel balde caliente.

Y ese fue el fin.

O eso creía.

Nota: Si te quedaste con ganas de más, ráscate el ombligo y verás.

miércoles, 1 de noviembre de 2023

Loco Mundo

 


A mi alrededor hay caras conocidas.

Lugares gastados, caras gastadas.

Radiante y temprano para las carreras diarias

para ir a ninguna parte, a ninguna parte.


Sus lágrimas llenan sus vasos.

Sin expresión, ninguna expresión.

Escondo mi cabeza, quiero ahogar mi pena.

No hay mañana, no hay futuro.


Y lo encuentro como algo divertido.

Me parece un poco triste que

los sueños en que muero han sido los mejores que he tenido nunca.

Encuentro difícil decírtelo.

Me resulta difícil de entender

la gente que corre en circulos.

Es un mundo muy, muy loco.

Un mundo loco, un mundo delirante.


Niños esperando que llegue el día de sentirse bien.

Feliz cumpleaños, feliz cumpleaños.

Y siento que todos los niños deberían

sentarse y escuchar, sentarse y escuchar.


Fui a la escuela y estaba muy nervioso.

Nadie me conocía, nadie sabía de mí.

Hola maestro dime, ¿cuál es mi lección?

Pero él mira a través de mí, a través de mí.


Y lo encuentro como cosa divertida.

Me parece un poco triste que

los sueños en que muero han sido los mejores que he tenido nunca.

Encuentro difícil decírtelo.

Me resulta difícil de entender

la gente que corre en círculos.

Es un mundo muy, muy loco.

Un mundo loco, un mundo triste.

Un chico loco, un mundo loco.

domingo, 8 de octubre de 2023

Prohibido estar triste

"Infeliz es quien piensa en su infancia y solo evoca recuerdos de miedo y tristeza." (H. P. Lovecraft)


Ayer salí a pasear al perro.

Para según quién las 9:00 será pronto un sábado por la mañana. Llevé los auriculares tapón para sobrellevar el paso lento de mi amigo. Le gusta caminar sus 1800 metros. Casi 2 kilómetros oliendo y haciendo como que mea por todas partes. Si, es mucho territorio. Así de fuertes tiene los musletes.

El caso es que decidí recordar la música de Triana. "Hijos del agobio y del dolor". Pensé lo triste que sonaba esa voz y mucha de su música. Repasaba por entonces con 12 ó 14 años cada uno de los seres que poblaban toda aquella portada tan oscura y deprimente. Quizá solo era mi estado mental, la forma de interpretar aquello.

Hay personas que parecen arrastrar toda su vida un halo de tristeza hasta consumir su último aliento. 

Recordé a "Los Secretos" y ese  "Ojos de gata". Artistas que imagino dando escape, desde la profundidad de su dolor, a canciones como estas.

Puede que sentir una profunda tristeza nos permita conocer mejor la alegría. Quizá haya otras personas capaces de pasar la mayor parte del tiempo disfrutando una energía más vital y escapen de inmediato frente a la más mínima vibración triste. 

En cuanto oigo, veo, presiento esa llama azul me transformo en polilla hasta arder desde el tuétano.

"The eagle will rise again", de "The Alan Parsons Project" me acompaño en muchos momentos solo y retirado de todos: familia o amigos. Nadie podía servir de ayuda para lo incomprensible. Nada dentro me animaba a solicitarla, a hablar. Sumergía todo el cuerpo en cada nota, su triste desarrollo ... "let me see the light", déjame ver la luz. 

Estúpido pretender que la música hablara por mi.

Uno sigue adelante porque el instinto está en los genes pero no es lo mismo vivir la vida que sobrellevarla. 

Continuar en base a los instintos me ha convertido en menos animal a pesar de todo. Porque muchos no han sido instintos animales. Si hay diferencias entre las demás especies y esta nuestra, autoproclamada inteligente, son los instintos aprendidos ...

Ya que está mal vista la locura de la tristeza, ¿ podríamos mezclar los términos ?

sábado, 12 de agosto de 2023

Embarazo no deseado

“Sometimes you don’t let yourself know what you know.”
― Emil Ferris, My Favorite Thing Is Monsters, Vol. 1


En una pareja convencional, con relaciones sexuales sin anticonceptivos, las criaturas vienen una tras otra en cantidades no siempre deseadas, desafiando los límites establecidos por la naturaleza y el tiempo.

Esto les pasó a mis padres.

Si mi madre hubiera podido decidirlo, no estaría escribiendo esto. Nada se perdería en este sentido por otra parte a la vista de la porquería literaria que ofrezco, por suerte, en escasa cantidad a una mucho más escasa cantidad de personas lectoras.

Pero vivo para contarlo y "I do it my way". Suerte de Sinatra que no le pusieron peros.

Sin embargo quiero comentar algo de reciente descubrimiento personal.

Leo "Lo que más me gusta son los monstruos" de Emil Ferris. Mi memoria funciona peor cada día. A pesar de los días transcurridos desde retirar de la biblioteca esta novela gráfica, aún debo mirar para recordar su nombre.

Elegí esta entre las cuatro máx. permitidas por ser tochuda y de bonitos dibujos. El socorrido método para equivocarse pero valiente desde lo gratuito.

Nota a Luciérnaga: tengo empezado tu "historias del arte" de  aldo urbano y va muy bien, gracias

Y dice algo así en castellano:

"Las personas que han sido amadas por sus madres no entenderán lo que voy a decir.

Hay palabras secretas y no pronunciadas que fluyen de una madre a su hijo. Comienzan cuando el niño está dentro de ella. Gracias a esas palabras secretas, el niño sentirá que la puerta del mundo está cerrada para él o que es bienvenido.

Para el niño que no es bienvenido siempre existe el impulso de complacer a la madre... y marcharse. Esta tentación les susurra toda la vida. Desequilibra su buen juicio. Les hace ignorar su intuición, bailar al borde del abismo..."

Tampoco me veo capaz de explicarlo mejor.

En este libro que seleccioné de manera intuitiva aparecen de nuevo los abusos sexuales en la infancia. Alguien opinará "tu vas buscándolos", pero no. No lo creo o más bien ... no soy consciente.

El libro habla de una mujer asesinada y se pone más interesante cuando su marido pone en marcha la cinta donde esta mujer cuenta su vida. De niña la envía su madre a hacer un "recado" llevando unos productos a un local. La niña nunca escuchó las secretas palabras de amor e, ignorando su buen juicio "Deja el paquete en la puerta, llama y huye" llamó y esperó.

Esta sensación de ignorar mi intuición y "bailar al borde del abismo" me ha acompañado siempre.

Jamás podré tener mejor juicio a pesar de mis intuiciones. Esperaré siempre lo peor y decidiré en función de eso. O elegiré la peor opción, la más dolorosa, la más extraña, perjudicial para mi salud o la de otras.

La ausencia de estas palabras secretas por parte de mi madre valdrá en mierda mi vida entera. 

Cuando lleve consigo para siempre ese mensaje de amor,
cuando ya no sea bueno para nadie
y todo pierda importancia en su tumba,
yo, madre, te llevaré entre flores mi tristeza,
mi rencor,
para que vayas tranquila donde quiera o
donde te quieran.




viernes, 21 de julio de 2023

Mi NOCHENTERA




Era 1983. Hice una fiesta en mi casa.

Mientras el resto de mi supuesta familia elegía vacaciones yo -no sé si elegía o obedecía mis instintos- me quedaba en casa. Digo supuesta rememorando el día que busqué por todos los rincones de posibles escondites los papeles de mi adopción. Tan extraño me sentía. Pero de una pedrá' la psicóloga, muy sabia, me dijo a toro pasado ( y tan pasado que a saber 'ande andarán sus huesos) : "... y para qué iban a adoptar tus padres si tú eres el cuarto". Razón que convence, pero jamás calculé esa cuenta y es que cuando me obsesiono no atiendo razones.

Diría que esta fue la mejor época de relaciones sociales de toda mi vida. 

En otras entradas he hablado de tener 2 amigos a la vez. No eran buenos conmigo ni yo con ellos (aunque equivocado, siempre me creí mejor persona que ellos). Ansiosos de tener novia y sin saber en realidad qué era una amiga porque los curas no lo permitían.

Pero sucedió que los tres tuvimos oportunidad de sumarnos a una bonita pandilla numerosa y ... era maravilloso ser percibido pasando desapercibido. En aquella pandilla había chicas y chicos ¡ Qué fantasía !  Ahí estaban el salao y nerviosísimo José Antonio RB, el graciosísimo Card-y-Ona, Maite, Asunción, Clara y algunos otros y otras que iban y venían. Todo un caos de lo más -según recuerdo- estresante e interesante teniendo en cuenta nuestro trío de cortas y fracasadas miras.

Alguien disponía de una cochera sin vehículo con un sótano debajo. Ahí solían celebrar esa gente sus fiestuquis. Y una vez fuimos invitados. 

Me pareció todo mal. El garaje era un cajón desastre. Para acceder al zulo, pues otro nombre no merecía, había una trampilla en el suelo. Bajabas por una escalera de hierro que sobresalía del agujero. Acojonao ( en la medida de los mis chiquitucos, entre 1 y 2 baremos menos que lo normal según el lado) bajé. ¿ No es asombroso la de cosas que pasan por la cabeza mientras relatamos ?

La segunda cosa inmediata desagradable era el sonido. La música provenía de unas cajas de plástico duro. Sonaba distorsionada. Eso sucede en todos los aparatos cuando subes el volumen por encima de sus capacidades. Y si es al revés, que los altavoces no pueden soportar la potencia de la corriente que reciben, por muy bien que esté, se revientan y / o se queman sus bobinas.

La tercera chapuza era la iluminación. No se veía un carajo. Ahora que lo pienso, más de 40 años después, lo mismo era a propósito pues ... ¿ qué sentido tiene hacer una fiesta ? Estar con las amigas y amigos, escuchar tonterías de unos y otros, reírse juntas, aprender las unas de los otros y conocernos, comentar lo que podríamos hacer en el futuro, cosas que nos han sucedido, contarnos cunetos, enternecernos juntos, apreciarnos por lo que éramos, plantear y planear nuevas ideas, hablar de animales y sus costumbres, escuchar al pirao de turno cómo se hace un programa de ordenador después de explicarles lo que es ... pues no. Folletear y manosear solo para probar y disfrutar. El amor no está invitado a según qué fiestas.

La cuarta pesadilla del tugurio era la falta de ventilación y la absurda necesidad de fumar para ser mayores. Sumada a la escasa luz pronto no hubo quien pudiera ver ni respirar. Quiero decir, solo me pasaba a mi. El tufo del lugar sumado al olor del tabaco y la humanidad pronto fue insoportable. Para mi, claro. Pero ahí aguanté todavía 5 minutos más.

El quinto horror era ver los cables de la bombilla, del tocadiscos, de no sé qué más, todo en condiciones precarias y presto al incendio y la electrocución. ¿ Se habría salvado el que estuviera más cerca de la escalera ? El resto ni sabría dónde quedaba. Procuré no perderla de vista.

Sexto. Alcohol. Descontrol. Nunca entenderé que para ser felices sea preciso ponerse trompas.

Séptimo. Ser identificado como el clásico aguafiestas. Esta fue la excusa perfecta para marcharme de allí, volver a casita y tan a gusto. Ahí quedaron mis socios.

Pero esto no iba de su fiesta sino de la mía. Yo preparé tres espacios: Uno con música para bailar, otro con música lenta que sería gobernado uno de mis íntimos y el último, una habitación para estar con mi novia. Yo Fanta de naranja y para ella coca cola. 3 pares de altavoces, diferentes niveles de volumen, sonido perfecto e iluminación con luces de colores para el baile al ritmo de la música y una luz más suave pero bastante en la zona de lentos. Yo con la luz normal para estar con Clara.

Hice tan solo una prohibición: no se podría beber alcohol. Quería que disfrutasen de manera normal. 

Debí hacer más prohibiciones. Aparecieron personas que no estaban invitadas a la fiesta. Gente de clase que no me agradaba ni tenía remota idea de cómo habían sabido de la fiesta. Quise investigarlo pero no se me permitió y lo dejé para más adelante. No quería aguar mi propia fiesta.

Al poco de haber empezado, de haber puesto una cinta que había preparado para el baile, sin haber podido casi hablar con Clara, empecé a escuchar tremendos ruidos, gritos ensordecedores, risotadas brutales, golpes y madre mía. Clara pedía que los dejara pero no pude.

Estaban borrachas y beodos perdidos. Uno incluso había vomitado. Habían colado botellas de alcohol. Había de todo desde ginebra a Vodka pasando por otras mierdas parecidas. Mis cositas para comer seguían esperando turno en sus platos. Un completo desastre. 

Quité la música. Subí las persianas. En la habitación de música lenta estaban a oscuras. Encendí la lámpara del techo y ahí estaban mis socios uno a cada lado de Maribel, borracha. Les eché en cara su actitud de abuso. 

Ordené a todos que se largaran a sus casas. La fiesta había terminado sin haber casi empezado. Mi vaso de Fanta no llegó a beberse. No recuerdo qué pasó con Clara. 

A pesar de todo, algunos se quedaron para ayudar a recoger y Maribel estaba fresca como una lechuga. El pobre Carm-ona perdió una de sus lentillas e iba más pedo que Alfredo pero con ayuda de Maribel potó su contenido nocivo. Cuánto me extrañó lo de esa chica.

Mis "amigos" me echarían luego en cara impedirles gozar, para una vez en la vida que lo tenían fácil.
Siempre insistieron que ella quería pero nunca admití sus explicaciones.

"Noche ochentera,
toda la noche entera.
Hay una cola que tela
pero ven con quien quieras."

Lo que es por mi, esperen sentados si me invitan a su fiesta, gracias.