«Pues hasta ahora no perdura en nosotros la infancia, sino un defecto mayor, la mentalidad infantil. Y es esto aún peor, por cuando poseemos el ascendiente de los viejos, pero los vicios de los muchachos, y no tanto de los muchachos, cuanto de los niños: aquéllos temen las cosas insignificantes, éstos las imaginarias; nosotros las unas y las otras» Séneca me define
No hay que ser un genio para saber de la importancia de los insectos en el equilibrio natural así que no necesito explicarlo.
Cuántos de esos insectos son prescindibles es otra cuestión. De la misma forma que una variedad equilibrada es beneficiosa una plaga de cualquiera será un problema grande.
¿Cuántas abejas son necesarias para garantizar su población futura? Ni idea pero es seguro que a partir de una determinada cantidad todas las especies se dirigen a su extinción. Y da lo mismo hablar de insectos que de gaviotas, ballenas, pinos o vacas. A partir de la muerte de uno cualquiera de sus individuos la especie se inclina hacia su extinción.
Odio los insectos. No en el sentido puro del odio. Me dan igual siempre que no estén demasiado arrimados a mi cuerpo o mente demente (me gustan las rimas tontas y los bombones pero no ser tonto aunque si tontos son los que hacen tonterías seré uno de primera).
En mi anterior pantalla de ordenador hay un mosquito pequeño. Para siempre jamás de lo eterno y misterioso. Está ahí por un defecto de visión. A partir de cierta hora los diminutos mosquitos ...
Quizá odie los insectos pero no quiera reconocerlo. Es que acabo de buscarlos en inter-google para ponerles un nombre y casi me pongo más enfermo de lo habitual viendo la cantidad de ellos que hay y los tamaños de sus larvas, sus actividades chupópteras y envenenadoras o putrefactoras.
Decía que cuando empieza a oscurecer las ventanas dejan de resultarles atractivas y empiezan a merodear mi pantalla luminosa. A más de uno lo aplasto suave contra ella para no romperla. Aplaudir a lo bestia sobre ellos no sirve siempre, espacan de alguna manera.
El caso es que sobre mi antigua pantalla de 17" con relación de aspecto 4:3 y marca LG había uno de esos mínimos seres paseando. Y le comprendo . . . (¿es LO?, yo suspendía también en lengua y literatura) . . . comprendo que la luz para ellos sea como una peonza u objeto similar girando, manteniendo el equilibrio. Pues no habré convertido cosas en objetos que giran: quitando una rueda del eje de un choquecito y haciéndolo sobresalir por la otra rueda, clavando un bolígrafo en medio de un disco de vinilo ...
Decidí que su vida no valía nada y lo aplasté suave contra la pantalla. ¿Criminal? Psché, pues quizá. Pero no estaba sobre la pantalla sino que se había colado por las ranuras de ventilación y buscó la forma de llegar al origen de esa luz.
¿Sabías que los monitores de ordenador de antes tienen unos mini tubos fluorescentes (de cátodo frío) que funcionan a 1140 voltios (p.ej.)? Son asombrosos ... los tubos, digo. Da una cosa tener uno en la manoooo ... uf. Parece que se va a quebrar en cualquier momento. Dan una luz increíble. Dos milímetros DE DIÁMETRO. Fue desmontar mi primera pantalla plana y no parar de desmontarlas para sacar sus piezas. Tienen también unas láminas polarizadas asombrosas que orientan la imagen, una capa de plástico difusora para extender por igual la luz que recoge de los lados ... bueno, callo.
Entonces el mosquito estaba entre la lámina exterior transparente (no es transparente en realidad pero a distancia cero lo parece) y otra lámina que hay debajo. Y lo dejé ahí para siempre aplastao. No iba a desmontar la pantalla que luego no es nada fácil volverla a cerrar perfecta.
Ahí se quedó para recordarme mis crímenes.
Si.
Su vida me pareció insignificante, baladí, fútil, desestimable, desdeñable, exigua, ínfima, reducida, insustancial, inapreciable, chica, mínima, pequeña. Una completa nimiedad, una menudencia sin objeto, tanto como una chuchería, una nadería innombrable, la trivialidad más inopinable, la zarandaja menos consecuente, la bagatela de cualquier baratillo, una fruslería sin fortuna.
Es por eso que odio, sin odiar, a los insectos.
No por el escaso significado de la vida de uno de ellos sino por sentirme como un insecto unitario, sin valor, ignorable e ignorado, aplastable sin repercusión en el mañana.
Eso es lo que odio de los bichos: sentirme como un insecto insignificante.
Me ha contado Paco una pequeña historia de la guerra civil española.
Emi va a una casa un par de horas por semana para ayudar a una pareja de personas mayores que agradecen su trabajo y lo recompensan de forma generosa. Tienen una mujer "de toda la vida" que les hace las tareas pero también es algo mayor y necesita una ayuda extra. Por eso va Emi. Plancha, limpia, se sube a las escaleras para quitar y lavar unas cortinas que se lavaron hace poco pero relimpiar gusta más que acumular suciedad. Ha sido su primer día y viene super-contenta.
—Lo que en la vida me ha pasado, Paco. Por fin alguien que me trata con respeto.
—¿Pues?
—Mira. No me lo puedo creer. Además de pagarme por hora más no ha querido el euro de cambio y su marido se ha ofrecido para comprarme una caja de fresas. Claro, le he dicho que no. Cómo voy a cargar con la caja, la bosa de la ropa, la compra y meterme en el autobús hasta arriba a esas horas.
—Claro. Bueno. Ya te iba tocando tener algo de suerte.
—Pues si hijo, porque se dice bien. Y además no veas tú qué risas. Ella me recuerda un poco mi tía Araceli. Tiene unos golpes ...
—¿Qué ... ? —Emi interrumpe. A Paco no le da tiempo a componer la pregunta:
—¿Sabías que en estas fechas los periódicos siemprepublican una antigua historia?
—¿Y qué fechas son estas?
—Pues nada, un 21 de enero, cuando la guerra civil, los republicanos bombardearon la ciudad y justo había venido la madre de esta mujer desde el pueblo, embarazada de ella, para dar a luz. Una de la las bombas destruyó su casa y otras pero entre los escombros la recuperaron a ella con vida. Tres días podía tener.
—Ah, qué suerte tuvo.—aquél día murieron 8 personas en el acto y otras 4 en días siguientes.
—Pero lo mejor es que en el periódico se ponen a inventar cuentos y ella se pone negra porque publican por ejemplo que un cura la bautizó "Milagros" (cuando se llama Milagro) y en realidad la bautizaron de vuelta al pueblo.
—Bueh. Y publican del churrero "que prefería morirse en casa" bajo las bombas, "ya ves tú" me dice la mujerita "que le cayó la bomba encima y no pudo elegir. Se inventan cada cosa ..."
—Ja. Ya te digo. Vaya idiotez.
—Bueno. Como lo de que un exaltado les pidió que salieran a la calle gritando y manifestándose a favor de los franquistas. Como nada más natural les mandaron a cagar. Para tonterías estaban después de que los otros destruyeran la casa. Y además hubo pillaje. Tenían muchas cosas de valor y les robaron todo. Y bueno, que su padre era republicano y estuvo incluso en la cárcel ...
—Si es que ...
—Pues como no quisieron ir les increparon y les dijeron que eran unos monstruos.
—El nivel de raciocinio no ha mejorado demasiado desde entonces entre esa gente.
—Y otra cosa que se inventan es que la entonces niña rescatada con vida, se casó con un tal Angoso, médico ¡ Pero la casada con Angoso es su hermana tres años menor, que ni siquiera había nacido cuando la bomba ! Y dice riéndose de mala gana: "Será porque como él es médico famoso ..."
La iglesia de mi colegio salesiano tenía tres puertas de acceso. La primera, de carácter mundano, la encontraba cuando iba desde mi casa. Sin embargo, cuando tenía alguna peseta para gastar en el kiosko, accedía al colegio por la puerta principal, la de los domingos y festivos con la enorme ventaja de no tener que circular entre culos adultos.
A mucha gente le desagrada estar entre mucha otra gente pero se obligan a tragarlo como jarabe medicinal por si logran la curación en esa terapia de choque.
La puerta principal está en la calle que lleva el nombre de su virgen, Auxiliadora. Esa es otra de las cosas que jamás he podido comprender. Si solo hubo una virgen y se llamaba María, porqué se rinde culto a la del Pilar o la de las Nieves.
Siempre me ha parecido que cuando los hombres inventaban su coronilla era iluminada por la santidad pero cuando lo hacían las mujeres eran alumbradas por brasas a sus pies.
Tan importantes son los nombres para los devotos que, muchos años después de lo que voy a contar, el Corte Inglés exigió como premisa para abrir su negocio prolongar el nombre de Auxiliadora cientos de metros hasta su futuro solar, obligando a miles de ciudadanos a cambiar de dirección y número de piso. Desde luego estos ideólogos debieron quedar calvos por completo mientras eran iluminados.
Si. Mi relato comienza con una peseta caliente en la mano camino del gigantesco kiosko de hierro pintado de azul. Ahora sé que era un calabozo diminuto, un horno en verano y un frigorífico en invierno, pero entonces admiraba la vida de kioskero. Siempre rodeado de apetitosas golosinas gritando "¡ cómeme ! !¡ cómeme a mi también ! ¡ no, nooo, a mi primeroooo !".
El hombre llevaba siempre gorra y me planté delante de su ventanilla. Tenía la misma forma ojival que la puerta principal de la iglesia y ambos lugares estaban rellenos de cosas buenas. Abrió y, cuando parte de aquel aroma empezó a salir, surgieron mil dudas. Había otro kiosko unos metros más allá pero prefería este porque el hombre no me regañaba nunca mientras deliraba para elegir dulce: "El bazokaaaa, son tres pisos. No me llega con una peseta. Compraré los caramelos snipe de nata, que me dan 8."
Crucé la calle de santo nombre para entrar al colegio atravesando la iglesia. La tercera puerta comunica con un pasillo del colegio y nada más entrar en él dispone de escaleras a la izquierda que conducen a aulas y patio. Esa era mi ruta de atajo.
Como tantas iglesias, esta tiene dos bancadas, pasillos laterales y el glorioso pasillo central. Siempre he tenido mucho respeto por este pasillo. Me parecía que ahí cruzaba un torrente divino dotado con la gracia de Dios (¿gracia?) porque todas las personas se arrodillaban y agachaban la cabeza de cara al altar si se atrevían a atravesarlo.
No sé qué suerte de felicidad me invadía aquel día con los caramelos en la mano que me apeteció jugar a la orilla del torrente. Hice amagos de cruzar con una suerte de baile primigenio a lo Michael Jackson, con saltitos que simulaban pasos al borde mismo de aquellas baldosa divinas del pasillo central que por otra parte eran idénticas a las demás.
De pronto recibí un fuerte gaznatazo en la nuca que me hundió de bruces en aquel mi sacrosanto arroyo. Mis caramelos de Nata Adams esparcidos rio abajo.
Salido de algún rincón oscuro sin ser visto, un sacerdote dentro de un pobre jersey incapaz de abarcar tripas del octavo mes de embarazo, esperaba como guardia civil bajo un puente para pillarme en medio de ese acto perverso y delincuente, tan propio de vagos, que era aquel atajo mío. La mala suerte me encomendó interpretar aquella danza diabólica y lo que iba a ser una pequeña reprimenda se convirtió en otra cosa.
—Fermín. Es usted un majadero. Aquí se viene a rezar, no a hacer tonterías. Como vuelva a verlo atravesar la iglesia para entrar al colegio se va a enterar de lo que es bueno.
Miré su boca. Labios finos, apretados. Don Felipe. Un piel-roja ataviado en negros con el alzacuello blanco y adalid de frases célebres: "Te va a pillar el toro" o "Se recoge lo que se siembra". Frases anodinas, insulsas para rumiar en boca de jóvenes y críos. Un claro bolo a vomitar.
Los curas deberían vestir túnica blanca. Tonos que aclarasen sus mentes, colores que hicieran llevaderas esas vida tan privadas de placeres, tan tristes como para transfigurar sus padecimientos en goces que ofrecer a Cristo. Y Cristo, que nunca se puso ropa carbón, dijo:
—Ya me disteis suficiente padecimiento siendo carne. Os agradecería en adelante algo más de bondad, paciencia, lógica y esperanza. Respeto. Cariño ahora que soy alma.
Yo era un chico inteligente y sabía que rodeado de la pureza, ante el altar, gozaba de protección divina así que respondí con el ánimo contusionado mientras me volvía a repescar mis pequeños pecados de nata:
—Aquí se viene a rezar, no a pegarme.
Y no cabe duda que aquel era un lugar especial, privilegiado en medio del templo de Dios, porque comencé a elevarme en el aire alejándome de mis caramelitos plateados de dulce aroma a la vez que sentía un intenso dolor y tirantez en la oreja derecha.
El malvado Felipe tacatún, más rojo que un salmón noruego, poseedor de prismáticos potentes con los que en otro lance nuestro dijo observarme, farfullaba o ... más bien adivinaba mi futuro mientras me arrastraba hacia la puerta principal. Allí soltó su presa y me volví para ver en su boca el mismo gesto de dientes apretados que mostraba mi padre cuando me pegaba y llamaba loco del demonio.
Mi pequeña oreja seguía allí, acalorada, quizá igual de roja que aquellas caras furiosas que provocaba con mis fabulosas ideas rápidas. Aprendí a responder con lentitud. Bueno. En realidad he disfrutado y disfruto de una lentitud innata fuera de la cual cometo grandes errores como puede constatarse.
Todos los cristianos compartimos la protección infalible de un Padre omnipotente. Algunos, los de más suerte, disfrutamos la educación sucedánea de padres sacerdote y madres monja. Algunos incluso conservamos padres naturales hasta la edad adulta que nos ayudan a sentir bien (jodidos o no) el resto de la vida.
Todavía me pregunto si Don Felipe cosechó y comió mis galgadas aderezadas con sus inconsistentes perlas de sabiduría. Si recibió premio o castigo por desatar su justicia con violencia en presencia de Dios. Si había equilibrio entre la carne que comía delante del altar y la sangre que bebía detrás.
Me gusta trabajar en Urgencias, por lo menos ahí se conocen hombres. Hombres de verdad, héroes. Bomberos y jockeys. Siempre vienen a las salas de urgencias. Las radiografías de los jinetes son alucinantes. Se rompen huesos constantemente, pero se vendan y corren la siguiente carrera. Sus esqueletos parecen árboles, parecen brontosaurios reconstruidos. Radiografías de San Sebastián.
Suelo atenderlos yo, porque hablo español y la mayoría son mexicanos. Mi primer jockey fue Muñoz. Dios. Me paso el día desvistiendo a la gente y no es para tanto, apenas tardo unos segundos. Muñoz estaba allí tumbado, inconsciente, un dios azteca en miniatura, pero con aquella ropa tan complicada fue como ejecutar un elaborado ritual. Exasperante, porque no se acababa nunca, como cuando Mishima tarda tres páginas en quitarle el kimono a la dama. La camisa de raso morada tenía muchos botones a lo largo del hombro y en los puños que rodeaban sus finas muñecas; los pantalones estaban sujetos con intrincados lazos, nudos precolombinos. Sus botas olían a estiércol y sudor, pero eran tan blandas y delicadas como las de Cenicienta. Entretanto él dormía, un príncipe encantado.
Empezó a llamar a su madre incluso antes de despertarse. No solo me agarró de la mano como algunos pacientes hacen, sino que se colgó de mi cuello, sollozanzo "¡Mamacita, mamacita!". La única forma de que consintiera que el doctor Johnson lo examinara fue acunándolo en mis brazos como a un bebé. Era pequeño como un niño, pero fuerte, musculoso. Un hombre en mi regazo. ¿Un hombre de ensueño? ¿Un bebé de ensueño?
El doctor Johnson me pasaba una toalla húmeda por la frente mientras yo traducía. La clavícula estaba fracturada, había al menos tres costillas rotas, probablemente una conmoción cerebral. No, dijo Muñoz. Debía correr en las carreras del día siguiente. Llévelo a Rayos X, dijo el doctor Johnson. Puesto que no quiso tumbarse en la camilla, lo llevé en brazos por el pasillo, estilo King Kong. Muñoz sollozaba, aterrorizado; sus lágrimas me mojaban el pecho.
Esperamos en la sala oscura al técnico de Rayos X. Lo tranquilicé igual que habría hecho con un caballo. "Cálmate, lindo, cálmate. Despacio... despacio." Se aquietó en mis brazos, resoplaba y roncaba suavemente. Acaricié su espalda tersa. Se estremeció, lustrosa como el lomo de un potro soberbio. Fue maravilloso.
Relato original de Lucía Berlín. ---------------------------------------------------------
Cuántas personas intercambian los papeles del género establecido. A diario. Sin más.
Y cuánto sería de agradecer que suceda siempre entre personas inteligentes, racionales, sin miradas inquisidoras, sin reproches, sin burlas. Por el trabajo bien hecho, por una actitud que no necesita elogios.
Mi anterior libro fue "Instrumental", de James Rhodes. Regalo de esta compañera de blog. Una luciérnaga curiosa.
No conocía a Lucía Berlín hasta estas navidades. Mi hija en esta ocasión portaba el libro "Manual para mujeres de la limpieza", una recopilación de relatos suyos.
Tallada sobre una piedra en la portada se lee:
"En la profunda noche oscura del alma las licorerías y los bares están cerrados."
Los del grupo zueco alubia, o Abba, han resultado ser amantes de la perfección y han renderizado algunos de sus videos con un programa que analiza y mejora sensiblemente la calidad de aquellas sus joyas del pasado.
Ayer he visto un vídeo suyo, una nueva canción de ABBA dedicada por primera vez a la fiesta de la navidad. Por suerte no me pareció la clásica sonata apestosa de cascabeles repicando aunque algo de eso tenga.
La música en si misma no me agitó. Lo que si me llegó fue el video. Dos chavales sentados frente al televisor miran aburridos sus móviles. De pronto ven en la pantalla que ABBA va a virtualizarse y se les ocurre la idea de montar una actuación con canciones del grupo y recaudar de paso fondos con fines caritativos. Forman un buen grupo de 15 o más con otras chavalas y niños.
Quería encontrar mi sitio en ese grupo. Con quién identificarme y quién de ellas preferiría ser en lugar de ser yo. O de ellos.
Pronto supe que me encantaría encarnar la niña que lleva la pelliza con un bolsito rosa, utiliza la máquina de coser, hace lo arreglos en la ropa pero muy sobre todo esto porque parece tener vida propia al margen del guion.
Si me pagan para ser sincero más bien sería el nene que tuvo la idea de hacer el show pero no me veo en medio de todas las demás criaturas trabajando en grupo. Me bastaría con dar la idea y participar poniendo pegas a todos los detalles.
Si me pagan una cantidad indecente de dinero para una sinceridad total me gustaría estar entre ellos revoloteando, mirando, observando y desapareciendo de pronto sin que nadie se diera cuenta.
Abba ha incluido en este vídeo ojos con lentes y sin lentes, diversas razas, diversas edades, diversidad de formas ... y se olvidaron de los seres diversos.
Anoche, mientras me acostaba, no sé cómo, recordé el día que rompí el corazón de mi hermano mayor. Al instante vi la imagen de un corazón haciendo crack en el pecho de un príncipe que antes era feliz.
Una estatua en honor a un príncipe en la que, según la historia de Oscar Wilde, responde a una golondrina que pregunta porqué llora:
—[...] era yo feliz, si es que el placer es la felicidad. Así viví y así morí y ahora que estoy muerto me han elevado tanto, que puedo ver todas las fealdades y todas las miserias de mi ciudad, y aunque mi corazón sea de plomo, no me queda más recurso que llorar.
Como soy persona de imágenes, sonidos y palabras escritas (peor o mejor), también puse una banda sonora que me despistó por completo de ese recuerdo. "Little prince", esta canción:
Pequeño príncipe: vives en un mundo de ensueño teniendo a todos a tu disposición. Podrías tenerlo todo si supieras quién eres en realidad.
Pequeño príncipe: vives una fantasía. Estás solo aunque la ilusión te hace compañía.
Mira a tu alrededor: ¿existe tu pequeña ciudad o quizá está demasiado lejos de esa realidad tuya?
Sé que no debe ser muy fácil que te traten como a un rey. Tener supuestos amigos a tu alrededor que te atienden con lealtad
¿No te hace dudar cuando escuchas los truenos?
Principito, aunque lo niegues, hay algo en el silencio más profundo de tu alma: es un hueco vacío.
Aunque sé que no quieres escucharlo, nunca encontrarás tu espíritu hasta que veas y seas quien eres en realidad.
Principito, oh, principito, tú sabes quién eres.
Puede que alguien opine que su voz suena como el estropajo arrastrando costra quemada y pegada a una bandeja de paella. No me apetece discutirlo pero, tener la voz de Adele o la perfección de soprano que lucía Callas no significa que el resto de artistas deban callar su voz.
Mi príncipe particular no soportaba escuchar a Carole King cantando "Tapestry" o "(You Make Me Feel Like) A Natural Woman" y al ver que había comprado un segundo disco tuvo a bien mostrar su desagrado, lo mala que le parecía no solo como cantante sino que sus temas se le hacían pesados y horribles. Con un sablazo insultó a la artista que me ilusionaba y alegraba la vida, aborreciendo mis gustos, haciendo daño gratuito.
Quizá el hecho de no entender sus preciosas letras, sin desperdicio, le llevara a tal comentario. O quizá no.
Mi corazón no se partió en casi ninguna de las múltiples ocasiones que premeditado buscó molestar a lo largo de los años. Mostrando su desprecio por algunos de mis regalos en las ocasiones que obliga la vida, callándose como un muerto cuando me llovieron hostias y cosas peores por su culpa ... si. Si tienes un hermano años más pequeño, un crio, no puedes manejar cosas peligrosas delante de él como si tal cosa porque ese niño aprenderá y no tendrá conocimiento si las repite a solas.
Otra cosa no pero solo ... he estado muchísimo tiempo solo en mi casa sin nadie que pudiera controlarme en las edades más conflictivas. Claro, trabajo de padres y madres, no de hermanos. No fue culpa solo suya.
Así que crack. El corazón de plomo se partió.
En el cuento se rompe la estatua en el instante que muere golondrina besando sus principescos labios. Como monumento decadente de aspecto pordiosero, ya despojado de oro y rubíes, deciden fundirlo pero el corazón permanece de una pieza. No se deshace en el horno. No entiendo que a los fundidores les pareciera normal encontrar un corazón que no se derritió dentro de una estatua y lo tirasen sin más a la basura, de casual junto a la golondrina muerta. Si murió en la plaza para qué iban a colocar su cuerpo junto a los desperdicios de la fundición. Es bueno que nenas y nenes no acostumbren a preguntar estas cosas a cuentacuentos.
Pero mi príncipe sintió un dolor en el pecho. Había ido a visitarme ante la inminente operación quirúrgica que debían hacerme.
Llevaba casi 20 días ingresado mientras me estudiaban. No lo tenían claro. El diagnóstico estaba entre dos enfermedades: por un lado sospechar que el paciente tiene anorexia y se pincha insulina a escondidas, buscando la muerte con glucemias de 22 y por otro lado un insulinoma, caso de uno entre un millón cuyos pacientes suelen ir con sobrepeso pues comer evita las hipoglucemias. Ser anoréxico de 54 kilos sin diagnosticar y tener un insulinoma a la vez no ayudaba a aclarar nada. Tampoco fue todo culpa suya.
Los primeros días los llevé bien. Libro de "Mil soles espléndidos", "Los hombres que no amaban a las mujeres" y otro en inglés para practicar de cara a nuestro viaje prepagado dirección Londres.
Los días pasaban. En la habitación había tres camas y un cuarto de baño junto a la ventana con vistas que ahora mismo me hielan el alma de solo evocarlas. Diversos compañeros llegaron y se fueron antes que yo. Un chico peruano que cagaba sangre, un hombre ciego (sin compañar) que meaba fuera del bote de muestras dejándome el goce de recoger su orina, otro con neumotorax ... sus familiares.
Pretendían en el hospital que comiera a todas horas. Yo creía que querían engordarme pero era para evitar las hipoglucemias, según me han explicado mucho después. Dejaba mucha comida de hospital y los bocadillos que preparaban solo para mi en exclusiva sobre la bandeja, muchas veces tal cual los traían. Hacía ejercicio a escondidas en la sala de televisión. Mi salud no mejoraba y mi mente iba de mal en peor.
La apatía se apoderó de mi. Me tiraba en la cama a llorar de cara a la ventana para que no me vieran. Eché visitas con cajas destempladas y en medio de esas condiciones apareció mi hermanito mayor.
Yo estaba contra la pared en el pasillo observando cuanto sucedía cuando le vi aproximarse. Quiso darme un beso pero no se lo permití. No es una reacción muy mía: en general procuro dejar que hagan en contra de lo que deseo.
Cuando se marchó, me tumbé de nuevo. Al poco tiempo me llamó mi madre.
—¿Qué le has hecho a tu hermano?
—¿Qué ... ?
—Me ha llamado llorando porque no le has querido dar un beso ¿Porqué no has querido besarle?
—No ... —no sabía qué decir. Me sentí mal, culpable, mala persona, insensible, asqueroso, dañino ... no lo sé. Ella también estaba gimoteando.
—Eso no se le hace a un hermano. El solo quería hacerte compañía y ver cómo estabas.
—Yo ... no sé ...
No puedo recordar más de la conversación con mi madre pero en cuanto colgó añadí a la montaña de confusión un sentimiento que definía mi ser como la despreciable esencia de la miseria más insignificante. Arranqué a llorar tan silencioso y con un dolor tan inmenso que mis piernas dejaron de sostenerme en pie y caí al suelo deseando, rogando una muerte inmediata, inaplazable y beneficiosa que terminara con aquella vida mía tan estéril como insoportable.
Así que su corazón de plomo hizo "crack" y les agradezco que me lo dijeran en las peores circunstancias, comprensivos como siempre lo fueron conmigo y con mis manías, según ellos mis locuras. Las locuras de aquel chaval tan atolondrado que solo daba disgustos de locura.
También eché a perder el viaje a Londres con cargo a mi recuperación y se convirtió en un regalo, cómo no, también despreciado.
Solo yo soy responsable de cuantas cosas buenas o malas hayan podido suceder a mi familia o a mi y, al menos las culpas, mías son.
Si algún día buscan en la basura no encontrarán corazones de metal ... quizá alguna golondrina sin vida que no pudo o no quiso volar a tiempo con las demás a tierras templadas, lejos de la frialdad y la malicia insaciable que nos rodea.
Allá en torno a la adolescencia sucedió que Paco fue consciente de una capacidad nueva. La de estar en un grupo de gente e introducir un tema que provocase debate entre los presentes. Aquello le procuraba la tranquilizadora satisfacción de poder permanecer callado y observar cómo se alborotaba el gallinero. Más de una vez se detuvieron los congregados preguntándose cómo habían llegado a tal punto en la discusión y qué hacían hablando de aquello. Un dedo o dos terminaban apuntando en dirección a un Paco que sonreía por dentro divertido.
El creía que el motor de arranque en los vehículos se llamaba Starter y así denominó su nueva diversión grupal. Ahora trataría de hacerlo con Emi nada más. Metió la llave una vez más en su maquinita para que ella desembuchara una retahila de historias que habría escuchado un par de veces con anterioridad, ahora con la idea de documentarse, grabarlo con su móvil y remitirlo a mi whatsapp en formato MP3.
Y esta es la historia. Una en la que Araceli, tía de Emi por hermandad con su padre, relataba entre otras cosas el nacimiento de uno de sus muchos hermanos:
—Oye Emi, ¿ entonces tu padre no sabía lo del bebé que nació muerto ?
—¿ No te acuerdas que mi padre también se quedó alucinado cuando lo contó ?—Paco procura disimular que oculta un teléfono grabando pero su voz le delata. Ella entorna los ojos mientras le mira y, como se sabe escrutado y nervioso, antes de que ella pregunte qué está tramando y se vea en la necesidad de confesar una "fechoría" que no sabría cómo embutir en una longaniza de mentiras, agita una espina clavada:
—Ah, si ... por eso dijo que tu padre era un "desmemoriado" y se reía de él a carcajadas ... ancianas carcajadas desdentadas.
—Mira, no me lo repitas más veces que me chisco. Y además no fue así. Tú sí que no te acuerdas de nada.
—Pues ... —de alguna forma siempre sale a relucir su memoria, más anoréxica que flaca.
—Lo de desmemoriado fue porque ella tenía que llevar a mi padre en brazos y él no lo recordaba. Y si ella era una niña y le tocaba cargar con él, como podrás comprender, siendo mi padre más pequeño, no podía acordarse. Y ya me estaba poniendo negra con tanto "desmemoriado" que cuando sabe que todos la atienden se pone muy bobita y se pasa tres pueblos.
—Entonces lo del bebé se enteró ...
—Lo del bebé lo contó después, pero tú lo has mezclado todo, como siempre. Como nunca estás atento ... —Paco calla. Manejar cosas que cortan o pinchan tiene sus consecuencias. En su cabeza bailan las cuatro palabras que más le dedica Emi: "Siempre-todo, nunca-nada". Llueven chuzos de punta pero quiere obtener el relato y aguarda bajo un paraguas de paciencia, otra de sus herramientas. Hay quien llama a eso falta de carácter.
Emi prosigue:
—Ella se enteró de todo porque estaba escondida.
—¿ Cómo que estaba escondida ?
—Sabía que algo pasaba y se escondió para enterarse. Quita de ahí.— está fregando y él se pasma en medio de la cocina. La mecha se apaga. Prende otra vez:
—Entonces se enteró que nació muerto porque no fueron al hospital ni nada.
—¡ Qué hospital ni qué ! Naaaada hombre, nada ... ¡¡ Cuidadoooo, que acabo de dar el detergenteee !! —parece que Emi no se anima a explicar. Bastante tiene con fregar el suelo de la cocina. Paco, a cubierto ya en la puerta, "trata de arrancarlo"
—¡ Hala ! y ni cortos ni perezosos, en el suelo de la cocina lo enterraron. Pues para eso lo podían haber enterrado en la calle ... ¿no?
—Eran otros tiempos, hombre ...
—¡ Toma ! y estando embarazada ... de repente ... nadie se preguntó ¿ donde está el niño ?
—¡ Bueno majo, de verdad ... ! cómo se nota que no has vivido en un pueblo ... si mi abuela —pone un ejemplo no relacionado con el bebé muerto— pasó como si hubiera estado embarazada cuando el bebé era de mi tía Geli ... imagínate. Ahí se iba a enterar la gente. Suficiente tenía cada uno con sus propios embarazos y sus historias como para preocuparse de si la otra estuvo embarazada ni dónde estaría el bebé. —Paco compone las imágenes como si estuviera viendo una telenovela y aún no le cuadra:
—Pero ... ¿ no se supone que en los pueblos la gente cotillea ?
—Pues ... se coti... lle-a-rá-ahora, pero ...—a Emi le cuesta montar o juntar algunas palabras— ... pero entonces nadie se preocupaba de nadie. Lo mismo se cotillea más en la ciudad. Si mi abuela pasó por estar embarazada con 47 años ... —suena el cubo saltando de un lado a otro del suelo de la cocina— ... imagínate.—se hace una pausa. Paco ya no sabe qué más echar para avivar la llama. Por suerte, Emi continúa:
—Y con los faldumentos aquellos que llevaban ... yo de hecho, a mi madre, cuando mi hermana —la pequeña, con la que se lleva 6 años— no recuerdo haberla visto embarazada. Y ... a la madre de Carmen —su amiga— ... nada de nada. Yo a mi madre ... cuando vi que le médico venía a casa porque iba a nacer ... igual que me acuerdo del médico me acordaría que estaba embarazada, digo yo.
Paco y Emi se preparan para tomar el café de mediodía. Ella pregunta:
—¿ Tú te acuerdas de ver a tu madre embarazada ?—también Paco se lleva 6 años con su hermana.
—No. Yo no me acuerdo. De todas formas ... tampoco me acuerdo de que tu tía Araceli dijera que se le pusieron los brazos largos por cargar con tu padre ...
—Es que eso tú no estabas delante. Nos lo contó a mi hermana —la mayor de todos— y a mi. Ya ves, una bobada. Los tendría largos por lo que fuera.
—De todas formas tu tía ... vaya historias.
—Es que mi tía era ... una garza.
—¿ Que se metía en todo ?
—A ver. Hay personas que se fijan en todo desde pequeñas. Que observan y no se les escapa nada. Y mi tía eso lo ha tenido desde pequeña. A mi también me pasa.—Paco está centrado ya en su metodológico hábito de sacar las galletas y procesarlas. Todo a su al rededor pierde consistencia. De no ser por la grabación aquí terminaría el relato y lo anterior se convertiría en macedonia de medios recuerdos. Emi continúa:
—A mi me pasa desde pequeña. Desde pequeña me acuerdo de muchísimas cosas.—pasa un tiempo hasta que Paco trata de dar cuerda:
—¿ Por ejemplo ? —suena la cuchara de ella contra la taza mientras Paco hace barquitos con las galletas. Las parte en dos o cuatro trozos lo más idénticos posibles. Le gusta rescatarlas antes de su definitivo hundimiento, bien empapadas. No se da cuenta de lo extraño que resulta verle en esa actitud, habitual cuando conoce a los presentes.
—Por ejemplo ... me acuerdo de la casa de la señora Vicenta, no sé si te das cuenta que hemos pasado por allí el otro día.La casa que está caída.—por cómo saborea Paco sus dulces supervivientes tiene dudas de que su silencio signifique tan solo "no"— Entonces yo me acuerdo de la señora Vicenta, de la hija y el hijo que tenía. La hija era guapísima y mi hermano dijo "Sí. Es verdad que era muy guapa"—Emi se apoya en alguno de sus hermanos para señalar la diferencia con Paco que es incapaz de recordar a la mayoría de sus vecinos y él no será consciente de la lectura entre líneas hasta haber escuchado el audio. Pero sigue:
—Sin embargo mi hermana —la mayor— no se acuerda de nada. Ni siquiera que hubieran vivido allí. Pero es que yo podía tener ... cuántos años ¿ cuatro ? ... ¿ cinco ? de la gente me puedes preguntar por quien sea. Incluso por los que se marcharon en seguida que me acuerdo de todos.—y lo más probable es que Paco se enredase buscando la respuesta a "me puedes preguntar por quien sea" entre un rebaño de gente que ni siquiera conoció, pero calla y lo deja pasar como tantas cosas— Me acuerdo de la argentinaaaa ... de los hijos de la argentina que vivía donde vivíamos nosotros antes ... de las cosas que dejaron en el desván: libros, cuadernos escritos que yo me he dedicado a mirar ... de la señora Otilia y los seis o siete hijos que tenía ... que eran todos chicos ... de los que vivían en el pueblo de al lado que me llevaban a veces, de sus nombres ... de todo, todo.
—Dudo que te acuerdes de sus siete nombres.
—No. Solo me acuerdo de dos. De Manuel y Justino, que era de mi edad y siempre decían que era mi novio. Madre mía, qué castigo con Justino. Más feo que picio, por cierto. —Cuesta distinguir las palabras con el crispante ruido del envoltorio trasparente que mantiene las galletas firmes en una torre que a él fascina mientras la desmonta pieza a pieza como parte de su rutina.
—Por eso te lo dirían.
—Bah, qué años podía tener, cinco o seis ... ya ves tú. Que con 6 años ya me enviaron a la ciudad con mis hermanas mayores.—él también se recuerda siendo chiquito acompañando a su madre a la pelu y coincidir con Auxi, hija de otra clienta. "¿ Es tu novia Auxi ?, jajaja." le decían, pero Paco no entendía. Cuántas cosas idiotas se les dice a las criaturas. Cuánto se divierten algunas personas en la supuesta adultez fastidiando a menores que no están capacitados para interpretar sus intenciones.
Un día subía mi esposa con nuestra hija en el ascensor acompañada por una vecina y su nieto. Pues no se le ocurrió mejor cosa a la abuela que preguntar: "¡ A que te gusta mi nieto para novio, que es muy guapo !" y mi hija contestó molesta: "¿Con esas orejas tan grandes? No, está horroroso." etc, ya saben, sonrojos y bla, bla.
En mis altavoces suena la cuchara de Emi removiendo a la vez el azúcar y sus pensamientos con ese cerebro que a su pareja le parece tan complejo:
— Y me acuerdo de todo aquello que pasó con Modesto, hermano del torero, que quiso aprovecharse de Maribel, hija del tractorista. Si es que me acuerdo de todo. De tooodo, de todo, de todo. De haberlo vivido.
—Eso ... qué pasó.
—Que la quiso violar. Y lo de Feli ... es que no me he atrevido ni a contárselo a estos. Lo sé porque ella —Araceli— me lo contó un día en la residencia. Y yo jamás se lo he contado a nadie.
—¿ Qué Feli ?—en la mente de su interlocutor las primeras neuronas se afanan en una "cadena humana" que trata de almacenar nombres y relaciones. Las del medio no saben para qué tanto trabajo y las últimas tiran los datos en cualquier sitio.
—Feli era la sobrina de Lisardo. —sabe que Paco necesita todas las explicaciones—Lisardo era un pastor, soltero, que vivía pa'llí detrás de la fragua con su madre, que se llamaba Luisa, que claro, el otro día cuando estuvimos juntos por ahí mis hermanos y yo la recordé perfectamente. Hasta las gafas que llevaba con uno de los cristales ahumados. Mis hermanos se quedaron también alucinados.—Emi debe estar muy emocionada porque lleva tanto rato dando vueltas al azúcar en la taza como para convertirlo en sirope. Paco ha conseguido "arrancarla" y ya no para:
—Iba vestida de negro siempre. Entonces vivía con su hijo Lisardo y yo iba mucho a jugar con Feli que era como 4 años mayor que yo. Ella compró ese papel que se estira y las alambres y me enseñó a hacer flores de papel. A mi me gustaba mucho estar con ella, hablábamos, sobre todo ella, y me entretenía. Entonces yo si veía que, para ir a casa de su tío —regala datos extra bajando el tono en la voz:ella se iba en el verano siempre a acompañar a su tío y su abuela que vivían en otro pueblo YYyyy ... yyy para ir a casa de la señora Luisa, Feli tenía que pasar por delante de la fragua. La fragua era donde se reunían todos los hombres y cuando pasaba ella la criticaban y cuchicheaban y hacían risitas ji-ji-ji. —toma un sorbo y remueve otra vez el azúcar, ya nube de algodón, antes de continuar:
—Bueno, total, que los martes siempre iban de la aldea al pueblo principal, los hombres sobre todo, a comprar porque había mercado. Y Feli fue. Y para regresar se debió de encontrar con Javier (que ya se ha muerto) que era el padre de los de la zapatería, y se ofreció para llevarla en el coche pero, a medio camino, pues quiso también ... —aparece el tabú y las palabras no se nombran por elegancia—y ella se bajó del coche y se vino andando.
Me incomodo como narrador pensando la de cerdos inmundos que hay por todas partes ... ¡ Oy ! Eso es especismo. Los cerdos no tienen culpa ¡ Cuánto se aprende con una hija feminista y vegana ! Es una maravilla.
"Feminism saved my life"
Vuelve Paco al ataque:
—Entonces intentó violar a las dos chicas.
—Nooo. A ver. Lo de Maribel y Modesto no tiene que ver con Feli y Javier.
—Qué raro que con tus hermanas no lo intentase.
—Es que a mi casa no venía. Un día iría a casa del tractorista por lo que fuera y se encontró allí a su hija sola, que era de la edad de mis hermanas. De hecho eran amigas y se fueron juntas a trabajar al hotel en Gerona. Y lo contaron todo muy en secreto, pero yo las oí.
—Vamos, como tu tía mientras enterraban al bebé.
—No me escondí pero las oí y lo de Feli no lo sabe nadie más que yo. Luego no quería pasar por delante de la fragua la pobre.
Cuántos estigmas. Injusto que la víctima sea señalada, camine con miedo y el agresor campe a sus anchas. Injusto que la otra chica y sus amigas hablen en secreto de algo que debía contarse a voz en grito. Ser mujer, ser hombre. Está claro: no hay diferencia de género ni la hubo nunca.
—¿ Y está vivo ese tiparraco ?
—Pero si te acabo de contar que está muerto. Y era el padre de María, de la zapatería, ¡ quién lo iba a pensar ! —toma sorbos de café a medias con su bollo. Tira de memoria para ofrecer más datos aún vivos— ... y a la hermana de Juanita escaparse para ir con el hijo de la señora Edelmira. Pues no la vi veces ... por eso te digo que soy observadora. —se hace una pausa y cuenta— por eso cuando tu madre hace señitas pa'cá, señitas pa'llá digo "madre mía" ... digo: si antes de que empieces a hacer señas ya me he dado cuenta que me estás haciendo burla. O cuando tu hermano le señalaba a su amigo con la mirada el escote de nuestra hija. Son mil cosas que ... vamos ... no se me escapan a mi ...
Paco se ha quedado mudo. El no tiene ese don para conocer y observar a las personas. Por eso pregunta:
—¿ Y puedes estar fijándote en las personas y estar al hilo de la conversación ?—responde de inmediato detrás de la letra n:
—Perfectamente.—sigue tomando el café y tras una pausa, añade— ... y si estoy hablando por teléfono, sin ver a la otra persona sé si me está escuchando o no. Sin embargo con Socorro —su compañera de trabajo— no me pasa. Es tan evidente que no hace falta ser observador para ver que no te está escuchando nunca. —Mira a su compañero que vuelve la vista a su vaso.
Ella le ha mostrado malestar varias ocasiones por la forma en que la mira. Algunas personas se molestan por no mirarlas a los ojos y otras por mirarlas sin pestañear. La gente es antojadiza incluso con la duración de un simple contacto visual. Por curiosidad he cronometrado el tiempo transcurrido desde que ella dejó de hablar y son 40 segundos cuando le pregunta:
—Qué. Qué piensas. —16 más— ... si es que piensas algo— 15 más hasta que Paco espeta fuera de tono:
—¡ QUE VAYA MEMORIA ! Dices luego que de nada te sirve pero como poco vale para saber lo que te han dicho, lo que no y quién ...
—Bah ... no creas, otras veces no es tan bueno. Que te acuerdes de todo ... al final puede hacerte hasta daño.
—Tu hermana ... ¿ vivirá mejor sin acordarse de las cosas malas ... quieres decir ?
—Creo que las cosas malas que puedan haberte pasado durante la infancia y tal ... creo que hay que aprender a vivir con ellas ... a aceptar a los padres tal y como han sido, con sus defectos y sus virtudes, porque si no ... el problema es no querer ver las cosas como han sido. Pretender cambiarlas diciendo lo buena que fue tu madrecuando en realidad no lo ha sido. Creo que eso, a nivel mental, no hace ningún bien. No porque a mi me lo haya dicho nadie, simplemente porque lo he comprobado día a día, no de la noche a la mañana. Querer cambiar las cosas de como han sido a ponerlas de color de rosa ... eso no ayuda demasiado. Y es lo que le pasa a mi hermana, no quiere ver las cosas nunca. Como la gente que se inventa una vida paralela cuando muere un ser querido. Porqué vas a decir que era maravilloso si no lo era. Tenía muchos defectos.
—Eso es cambiar el guion
—Cuando no hay porqué cambiarlo. Eso también lo aprendí de mi tía Araceli. Su madre estaba como una auténtica cabra y siempre decía lo mala que había sido con ella. Como mi otra hermana antes decía "padre y madre" y ahora que están muertos los llama "papá y mamá". Eso no te hace ningún bien.
—A lo mejor se creen que son mejores personas si les blanquean el recuerdo.
—¡ Ellas mejores personas ! ¡ Que luego desfilan camino del cementerio pero no se acuerdan de cuándo ni cómo murieron exactamente ! Y que mi madre tenía cosas buenas si ... pero había que rebuscar mucho ¿eh?. Por lo que haya sido, por su infancia, por su vida ... ahí no voy a entrar, pero vamos ... estaba cargada de defectos. Y lo que es peor, luego por detrás ... la de cosas que me he enterado posteriormente por mi tía Araceli, pero bueno. Era mi madre, ya está.
—También tu hermano se inventó que tu madre quería mucho a José
—Bueno, es que ese día casi me abro en canal. Me pasa como a mi tía Araceli, que le parecía como si hubiera vivido una realidad diferente en un mundo paralelo.
—Sí porque tu madre despotricaba cuando ibais a limpiar la ropa, también la de él y encima a mano ...
—Y lo ha llamado vago, lo ha llamado guarrrro, ¡ lo ha llamado de todo ! ¡ pero de todo ! ¡ mi madre no lo soportaba ! ni que bebiera de más ... ¿ mi madre le quería ...? ¿ porque luego después de muerto fue al cementerio ? ¿ y porque cuando entraron las otras en el velatorio se le cayeron las lágrimas que ya le costó ? Pues otro que tal baila. Menudo tío plasta, ¡ pero plasta ! —vuelve a tirar de memoria sin esfuerzo y añade— que les sacaba el dinero de la hucha a los muchachos para irse a beber. Y el dinero que malgastó, que no tenían ni dónde caerse muertos después de todo lo que había ganado. Y eso lo sabía mi madre ... por eso te digo que ... me parece que nací en la familia equivocada. Porque sé que son mis hermanos pero ... por otra cosa ...
—Y lo que te quedará por ver.
—Pues tú no hables mucho que os queda tu madre y ... tal como sois todos los hermanitos ... que no ande dando mucha guerra porque tal como anda ella de la cabeza ...
La grabación continúa algunos minutos más entre los ruidos habituales de recoger la mesa, terminar con la cocina y una conversación incómoda sobre la familia de Paco que me ha pedido que no transcriba.