"Nadie debería escapar de la Universidad sin saber lo poco que sabe." J. Robert Oppenheimer
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viernes, 31 de julio de 2020
Estudios Universitarios
martes, 14 de julio de 2020
Ladrando con perros
domingo, 5 de julio de 2020
400 Miércoles y 80 grados
"Cualquiera que vaya a un psiquiatra debería hacerse examinar la cabeza." Samuel Goldwin
Las amigas de Briana: Sol, 7 y la inigualabre Izzy |
—¿Quién es 400, Jani?
—Una gata. No me llames Jani, soy "Arcoiris"—si solo tú ves una gata que además habla ... ¿Cómo te sentirías si además te pide que hagas daño a tu hermano, padre y a ti misma?
—Si juego.
—¿Si? ¿Con quién juegas?
—Con 24horas. A veces también con 80horas.
La niña mezcla lo que le dicen con lo que conoce:
Puede parecer imposible hacer amistad con alguien así, pero todo es cuestión de aprendizaje. La diversidad nunca será un piñón más del engranaje social si no nos molestamos por convivir, aprender, compartir y aceptar con naturalidad a los demás. Y si falla un solo piñón del engranaje la sociedad entera se termina resintiendo porque el porcentaje total de la diversidad es mucho mayor que uno entre 50.000.
En su clase de música, coge el micrófono y, antes de cantar, se presenta:
"Jani sabe que es diferente de otras niñas", dice la doctora Karen Lim de UCLA. “Manifiesta cierto grado de perspicacia cuando dice: 'Si mis padres no me aman, iré a vivir con mis ratas'. "
viernes, 5 de junio de 2020
Seguir al sol
"Las personas son como ventanas de vidrieras. Relucen y brillan cuando sale el sol pero cuando vuelve la oscuridad, su auténtica belleza solo se muestra si llevan la luz en su interior." Elisabeth Kübler-Ross
Nadie espera que mañana nos falte la luz y el calor del sol.
Mi querida Olivia Newton-John cantaba en Xanadu "Tienes que creer que somos magia, nada se puede interponer en nuestro camino". Me da igual si por esto, o por tener casi todos los vinilos de Barbra Streisand o por otras muchas cosas me dicen mariposa o gay. Es música y me gusta. Con todo, preferiría ser Lily Collins en Mirror Mirror antes que dudar: “Espejo, espejito, dime si parezco normal o, dibuja quizá con espuma de mar, un hermano de Afrodita en tu reflejo”.
Hace tiempo - no recuerdo cuanto ni cómo – sucedió que mi compañera Locura enfermó y abandonó su habitación en nuestro precioso ático compartido. A veces hace una visita. Juega por momentos a quedarse. Enseña sus cartas de póquer con “escalera real” de trébol negro y le muestro mi mano perdedora, “color de corazones”. Miro el reloj para que pare de parir los segundos pares e impares a la par que triste sé, no se quedará tampoco esta vez. La veo alejarse, tan guapa ella, tan joven y fresca, su contagiosa risa sin fundamento y su cara de sorpresa cuando miro el reloj y digo que se marcha. Pero soy yo, el timorato conejo blanco, quien corre y se aleja llegando tarde a la cita con mi reina.
Hace tiempo no encuentro camino al mundo donde las cosas estaban todas vivas, todas seres inteligentes, todo encerrado en mi mundo feliz. Cuando volaba contra la voluntad carcelaria de seis paredes ineptas porque las mariposas desertaron entre sus costillas al esqueleto sensible que vertebraba mi sustancia.
Conociendo el pecado y su carne inflamada alimenté el hueso con EVA, pero las manzanas que venden hoy obligan, por su enormidad adulterada, a dejar media para otro rato forrada en film plástico de 10 micras a base de spinifex. Comer siguiendo el sexto mandamiento del decálogo promueve un amor siempre fecundo; yuxtapuesto al de Moisés en número y contrapuesto su sentido por la lujuria.
No comprendo las muescas de culata que desde el regodeo cuentan experiencias sexuales con parejas que sólo se conocieron íntimamente. Y “sólo íntimamente” suena al triste frío de la uróloga mano que palpó aburrida mis testículos. Suena al plas, plas de un cuerpo contra otro o al compulsivo automatismo instintivo de animales en celo envueltos a veces, eso sí, con glamour pijo o encanto choni.
Ya hace tiempo que todo sucede a ritmo de cohete. Antes éramos escribientes de punzón sobre hojas de caña en las pagodas. Luego vinimos a derramar nuestras criaturas sobre papel desde gráciles plumas alcoholizadas en estanques oscuros. Éramos cien mil los contables de manguito y visera. Eran más tarde, ya solo centenares, las secretarias con una máquina de escribir Remington nº 1. Después empezaron los electrones a esculpir letras mecánicas perfectas. Y vimos con emoción el brazo del robot ensamblando incansable la secuencia de los adelantos modernos sin pensar por un momento en tantísimos trabajos perdidos. Solo importan las cifras: las que suman beneficio. Qué paradoja tan grande. Empresas que prefieren a las máquinas pero sin personas serían nada.
He visto a dos hombres distintos emplear más de un sueldo para pagar su teléfono móvil y luego acunarlo en capas de terciopelo para protegerlo soñando con el modelo del año siguiente. También a un hombre mimar su coche con cariño y a una mujer ponerle incluso nombre. Y hablarle ambos como se habla con un hijo. He visto bailar feliz al migrante Hope por pagar su ayuda con la compra al salir del super. También he recibido un "cabronazo" del desahuciado, sucio y sin dientes, que sentado en el suelo me veía pasar de largo para dejar la compra. Y su sorpresa bajo un cálido “gracias” al entregarle monedas después. He visto sangrar, en una avenida con abundante tráfico, a una mujer inconsciente tras romperse la cara contra el suelo. Y acudir solo un joven con rastas: tirar su patinete, quitarse el fular para limpiar la sangre, reposar su cabeza en él y recibir a cambio insultos por detener la circulación.
Cargo recluido en el cráneo un dolor de cabeza que arresta palabras y embute frases en un bloque apelmazado de confusión, moho y carcoma. ¡ Ven, ibuprofeno, ven ! ¡ Deserta en las filas del botiquín y fundámonos venlafaxina, mirtazapina y sus secuaces todos en uno contra la serotonina y la norepinefrina ! ¡ Repleta ibupro mis entretelas y dame alas antipiréticas nada inflamatorias ! ¡ Cúbreme de analgesia plácida para los ventriculazos aórticos que lanza este corazón inmisericorde !
Con todo lo que llevo visto y sólo soy como esa fina hoja de lata prendida con fuerza al corazón de una Dorothy que disimula su dolor por unos zapatos gastados sobre cemento y grava; perdida y sola en un camino de Oz sin magos pero colmado de brujas que desprecian su esfuerzo y lo pagan con dinero en brea. ¿Falta valor para salir de esta senda o hace falta para seguir en ella?
Y otra vez me pregunto: ¿soy este que veo? ¿Este mi cuerpo?
Incontestables eternas preguntas.
Nuestra estrella saldrá mañana para todos y habrá una nueva oportunidad para arrancar las páginas más pesadas del tomo que cargamos al lomo. Para ver nunca lo que podemos no comprender desde el otro lado de una vidriera contra la antigua luz de siempre.
Aprendamos de aquella otra Lily Collins siguiendo al sol en “To the bone”:
Follow the sun - Caroline Pennell - To the bone
Sigue, sigue al sol y la dirección en que sople el viento,
cuando este día termine.
Respira, respira el aire. Márcate un propósito.
Sueña con cuidado.
Mañana es un nuevo día para todos.
Una luna nueva y un nuevo sol.
Así que sigue, sigue al sol, la dirección de los pájaros,
la dirección del amor.
Respira, respira el aire. Aprecia este momento.
Aprecia este aliento.
Mañana es un nuevo día para todos.
Una luna nueva, un nuevo sol.
Cuando sientas que la vida se te viene encima
como una pesada carga.
Cuando sientas que esta sociedad loca
solo añade más tensión, date un paseo hasta la orilla
más cercana del agua, recuerda cuál es tu sitio.
Demasiadas lunas han salido
y se han puesto mucho antes de que vinieras.
Entonces, ¿hacia dónde sopla el viento?
¿Qué dice tu corazón?
Así que sigue, sigue al sol y
la dirección en que sople el viento,
cuando este día termine ...
sábado, 16 de mayo de 2020
Dr. Jekyll e Mr. Hide
Relato de un suceso en septiembre, 11 añitos atrás:
3 de septiembre de 2.009
Se me queda mirando.
Yo no estoy en la consulta, suelo marcharme adentro, donde no tengo cuarenta y tantos años.
Mi cuerpo está nervioso y suda, pero espero que no se note.
El señor endocrino me pide que me quite el jersey, de cuello alto. Le he dicho a mi cuerpo que tenía que quitarse toda la ropa pero, aturdido, no acierta a sacarse la camiseta que lleva debajo.
La mujer que me acompaña (confío en ella ciegamente) me ha dicho algo.
Entiendo, desde aquí dentro (donde me siento seguro, aunque apartado y algo asustado) por sus gestos que algo estoy haciendo mal.
Como en ecos rebobino y escucho de nuevo la voz del médico cuando pidió que me quitara el jersey así que me quedo allí de pie a la espera.
Se acerca a mi cuerpo.
Es un hombre alto y serio (dejo que haga lo que sea, no hay otra opción).
N. del A: Mientras he estado escribiendo esto, han comenzado algunos temblores. Es Mr.Hide, que quiere decir algo, pero no es su turno. Prosigo.
Me ha puesto las manos en el cuello:
-¿Ese hombre va a estrangular mi cuerpo de hombre?
-(¿has dicho hombre? Eso no es un cuello masculino)
-Que no, que va a palpar el tiroides.
-“Trague usted saliva” .- Aprieta el muy cerdo
- (duele poco, es así, no quejarse)
-“Vuelva a tragar”
-(duele, no quejarse, los hombres no se quejan)
-“Otra vez … quizá le duela un poco”
- (no digas nada, mira que te pones tonto)
- “Bien, ya se puede vestir”
Eso está mejor, ahí estoy rápido, a la primera he entendido y mi cuerpo obedece.
Ha vuelto a su silla. En su consulta sólo hay una mesa, tres sillas, un armario, una estrecha cama de esas negras cubierta con papel higiénico, una báscula antediluviana y papel y bolígrafo Pilot negro de tinta líquida.
Escribe (se escribe suave). Tiene una letra pulcra y perfectamente legible. Es un hombre tranquilo.
-“Usted tiene hipotiroidismo. Deberá tomar una pastilla para compensar su déficit tiroideo el resto de su vida.” .- Se me queda mirando.
Yo no estoy en la consulta, otra vez me he marchado adentro.
La mujer también me mira por un momento. El doctor decide pasar de mí y habla con ella, que ha preguntado algo. Hay que regular la dosis. No tiene mucha importancia, mucha gente tiene esto del Hashimoto. (tantos japoneses, tantas personas, no pasa nada)
Se me queda mirando otra vez. Creo que dijo algo que debía causar una reacción en mí. Ahora el que se aturde es él, que habla con la bella e inteligente mujer que me acompaña.
Ya me puedo ir. Sonrío y digo adiós educadamente
-(hay que ser educado, pregúntale si cierras la puerta al salir) ¿Cierro?
-“No, déjela usted abierta, gracias”
-(eso es, he quedado bien).
Mi esposa espera para estar en el pasillo antes de decir:
-“¿Qué te pasa hijo? Me pone negra que te quedes ahí callado cuando te preguntan… ¿No ves que pareces tonto?”
No entiendo a qué viene esto… si me he comportado correctísimamente
-(mentira, sí que lo sabes).
Mi esposa se disgusta.
Tiene razón, no me he enterado de nada. Yo no quiero que me acompañe, pero se empeña porque sabe que no me entero de nada. Que me pongo “catatónico” como ella dice.
Notas 28 sept. 2020:
Qué torpe soy hasta para eso. Desangrar un cerdo, matar una vaca, despellejar un conejo, desplumar una gallina deben ser la versión ligera del mismo crimen ... sería vegetariano si tuvieran que ser mis manos. Bueno, algo de asesino si llevo. Aunque con mucho asco, extermino moscas. Debo corregir todo esto.
jueves, 30 de abril de 2020
Paco&Emi. El muradal.
Para Paco, su compañera es un enigma. La mira cuando comen, una frente al otro y no puede dejar de mirarla. Ella lo sabe pero espera. Hasta que se cansa.
—¿Qué me miras tanto?
—Es que ... estaba pensando lo poco aprovechada que estás—dice desviando la mirada a los fideos mientras retira charcos de grasa por el contorno del plato.
—¿Queeeé?
—Que tuviste mala suerte, si hubieras podido tener un trabajo donde tus capacidades se hubieran podido hacer valer ...
—A qué te refieres.
—A tu memoria.
—Bah, eso no vale para nada.
—No es verdad. Que tú sepas mejor que yo los nombres y las caras de los vecinos del edificio donde mis padres o por ej
—Eso es porque en vuestra casa nunca ponéis atención cuando hablan los demás. Solo estáis a vuestro tema y nunca escuchando—antes de responder, retira la banderilla que acaban de clavarle.
—No, no. Es ... algo más. Es que te acuerdas desde pequeña de todas las personas de tu pueblo ... de todo lo que hacía cada uno, de cómo se comportaban, sus nombres, las relaciones entre unos y otros ...
—Hijo, cómo no me voy a acordar, si no éramos más que unos cuantinines. Tú es que eres un desmemoriado—Paco se queda pensando. "Sí, tengo memoria para algunas cosas. Para otras no."
Las cucharadas de la sopa de cocido le saben a gloria pero una falta de habilidad o un exceso de ganas le hacen sentir maleducado, torpe y más basto que un cordón de esparto. Se limpia la escurrindanga de la barbilla y en la siguiente cucharada tira alguna gota en el mantel. No tiene remedio, piensa también.
Le gusta escuchar a "su chica" rememorando cosas del pasado. Vuelve a preguntarle por la época de niña, cuando jugaba en el vertedero.
—Muradal, no vertedero. Nos llamaban guarras, ¡ja, ja, ja! ... En el pueblo había varios sitios de estos donde la gente tiraba las cosas, basuras. Había incluso una, la Eloína, que cogía el cubo y lo volcaba al otro lado de una valla de su parcela, tal cual.
—Pues vaya cerda. Se le acumularía ahí una peste ...
—Hombre, antes no se generaba tanta basura como ahora. Era diferente. Nosotros por ejemplo la llevábamos a la alameda.
—Menudo sitio también, al lado del arroyo.
—No era en la parte que tú conoces. A ver, y no íbamos allí a jugar. Ya te lo he explicado otras veces. Solo íbamos a coger cosas para nuestra casita. Imagínate unas niñas todo el verano. Con algo nos teníamos que entretener. Hacíamos una casita y cada una nos poníamos en un lado. Una en el salón otra en la cocina ... y ahí lo poníamos todo. Hablábamos, hacíamos como que fumábamos, todas tontitas ... ya ves tú.
—Mis hermanas también lo hacían.
—Luego, cuando venía el hijo de Eutimio, Fernandito, nos tiraba todo al suelo. Era chiquitajo y gordo y se reía como un loco. Pero sus padres le reían las gracias. Y sus tíos, Miguel y Manuel. Cuando alguna gritaba "¡Que viene Fernanditooooo!" ya sabíamos que la casita iba toda al suelo. Vaya muchacho más idiota. Sólo hacía que gamberradas por todas partes. Fíjate que ningún chico del pueblo nos hizo nunca algo así.
—Pero eso de coger cosas de la basuraaaa ...
—Bah, pues igual que lo de cagar en las tenás. Como no has vivido en un pueblo no tienes ni idea.
Tenada en Villa Veses, Segovia. |
—¿Cómo era la puerta? ¿Tendría cerrojo, no?
—Ni puerta ni nada, si te he dicho que era una tená.
—¿Y qué es una tená?
—Pues un cacho caseta con una miaja de techo.
—¡¡ Entonces cualquiera te podría ver cagando !!.
—Si, claro, esas ganas teníamos de ver cargar a nadie. Menudo plato de gusto. Cuando el que fuera sentía acercarse a alguien decía "QUE ESTOY YOOO" y listo—hace una pausa y ríe—Je, je. Ya te conté cómo iba mi hermano a tirarle piedras al tejadillo cuando iba a cagar Remigia, la profesora. Y luego le castigaba. Sabía que era él.
—Así no le saldría el chorizo a la pobre. Pero habría un agujero donde echarlo ¿no?
—Buéh, qué dices. Ni agujero ni na. Y de pobre nada, que menuda cabrona era. Tenía muy mala idea y bastaba que yo no quisiera leer en voz alta para que me obligara. Pronunciaba T en vez de Q—pone cara de asco y tono irónico y malicioso de burla mientras repite: "A ver como lee Emi con su lengua de trapo."
—Pero si no había agujero entonces ... ¿lo hacíais uno encima de otro?
—No hombre, no. Cada vez te buscabas un lado. La tenás no son tan pequeñas. - Paco ahora ya imagina una portería de fútbol hecha con tres paredes y un techo. Luego se enterará que la palabra correcta es tenada. "Reminiscencia de las antiguas cabañas prehistóricas donde se cobijaban los carros y algunas bestias y que solían emplazarse a la salida del pueblo". Emi aprovecha el espacio en blanco de Paco para salir del asunto de la mierda que parece interesarle tanto y volver sobre los juegos con sus amigas.
Gitanilla - Pelargonium Petatum |
—Me acuerdo que en la casita pusimos un esqueje en un tiesto y nos creció una gitanilla muy mona. Estábamos todas ilusionadas con ella pero un día desapareció. Al poco supimos quién fue porque Juanita, (una de sus amigas de la casita) que iba invitada a la piscina del señorito, vio en la casa de la guardesa nuestra maceta con la gitanilla. Ya ves. Una tiparraca que tenía un montón de tiestos y se lo roba a unas niñas.
—Habérsela quitado. O le hubierais roto con piedras los cristales.
—Qué bobadas dices. No. No podíamos entrar allí. Menudos perros lobos negros con los ojos amarillos tenían. Además esa señora, la Filomena, era tan imbécil que le parecía mal que tuviéramos la casa cerca del corral de sus gallinas. Ya me dirás unas simples piedras colocadas por el suelo. Mi madre fue la única en enfrentarse con ella. "¿Pero a tí qué te molestan ahí las cosas de las niñas?" le dijo.
—¿Y qué cosas cogíais de la basura?
—Pues ... los botes de laca de la madre de Carmen —otra de las amigas— o los frascos de perfume de la madre de Juanita—de pronto hace un gesto como de echar agua—le tiraba el perfume poco a poco para coger el frasco cuando se terminara y llevarlo cuanto antes a la casita. Si se llega a enterar su madre ...
—Pero todo esto ... porque erais pobres, ¿no? Nosotros también éramos pobres al principio.
—Tú no sabes lo que es ser pobre.
—Bueno, mujer ... no te creas. Nosotros éramos pobres de ciudad que, si lo miras bien, teníamos menos que los de campo.
—Te recuerdo que tu madre siempre tuvo quien la ayudara en casa.
—Bueno, siempre no. Te hablo de al principio.
—Además, lo de pobre suena triste y yo lo recuerdo como una época muy feliz, hasta los 6 años. Lo que no sé es cómo no nos matamos alguna.
—¿Por?
—Pues porque hacíamos muchas burradas. Íbamos por la carretera haciendo la cabra. En invierno patinábamos en las charcas, vamos, para romperse el hielo y ... luego en verano íbamos con una cámara de neumático como flotador. Y aquello no era agua con cloro como la vuestra de la piscina, desde luego, parecía negra. Se removía el lodo y no se veía el fondo. Tenía que haber una de bichos ... en fin.
Emi fue una niña feliz. Al menos hasta los 6, cuando las cosas empezaron a torcerse y llegaron las primeras tareas impuestas. A sus hermanas las enviaron a servir con 12 años y aunque la necesidad no obligara a sus padres a hacer lo mismo con ella, no se libraría de realizar muchas otras tareas.
Cuando salía de casa iba con sus amigas y estaba mucho tiempo, no en la calle como hubiera podido hacer Paco si hubiera querido, sino en el campo. No rodeada de edificios y más edificios sino de enormes extensiones de campo y árboles que pretendían colonizar el cielo y pintarlo con los tonos verdes y amarillos secos, clásicos de los veranos en Castilla. Con enormes rocas redondeadas de incomprensible naturaleza formando atalaya en medio de ningún lugar para ser motivo de juegos infantiles inventados hasta el atardecer.
Crías rodeadas de insectos a los que conocer y respetar sin sentir un miedo innecesario. Chavalas que aprendieron los nombres de todas las flores que vieron alguna vez por allí. Que recibían sorprendidas el regalo de una doronsilla dejándose ver para desaparecer un instante después. Así llama ella a las simpáticas y nerviosas comadrejas. Porque "su" Emi tiene un juego de nombres alternativos y una segunda mirada donde él se pierde y no la puede alcanzar. Y una vara recta, flexible y dura para hacer espabilar tantas ocasiones a un Paco despistado que conoció una realidad tan diferente en el barro de las calles sin asfaltar de su ciudad. En los juegos sociales violentos y físicos de tal cantidad de niños que ninguno serviría como verdadera amistad.