
No me junten las palabras “guerra” y “civil”. Los civiles mueren con sus manos blancas.
Los pueblos no se matan en guerras de hermanos. No con tanques. Ni con balas que apuntan al corazón de un vecino.
No se muere de civismo sino del pesimismo. El mismo que no encuentra soluciones fuera de la muerte.
La suerte del contrario debe entenderse como punto fuerte de un nuevo amigo.
El enemigo abandonado a la cuneta, al escondite de tierra, primero suplica y necesita. Luego debe, tiene que pedir a gritos salir fuera. Decir su culpa, decir su nombre debe.
Deben volver las pieles abrasadas, los pulmones asfixiados, las mujeres violadas, los cadáveres hacinados como deben volver todas y cada una de las almas solas, perdidas, olvidadas.
Deben recordarse los ojos por encima de sus cuencas igual que corrieron las lágrimas haciendo surcos por sus seres queridos.
Debemos admitir las derrotas y ser por igual derrotados ante la humildad de los vencidos.
Debemos vencer nuestros demonios para alcanzar a vernos, quizá algún día, como siempre debimos.
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Perros que pasean haciendo ejercicio.
Ejército de tierra, desembarcos de mar.
Mareados salen entre zumbidos de balas.
Lavan su sangre en playas saladas.
Soldados que ayer en su arena jugaban.
Bajaron a ver morir el mañana.
La nana era sueño y hoy queda nada.
¡Hada madrina ayuda a este crio!
Te creo - ¡BANG! - ahora descansas.
Mansas palomas contra colinas armadas.
Rameras del Führer vacían la esperma.
Enferman sus hijos mamando metrallas.
¿Me traerás tu cariño si mato judíos?
¿Dios haría del Reich un reino divino?
No vi distintas opciones matando mil niños,
mil mujeres, mil hombres, mil niños.
Niños tan solo, gaseados vivos.
Vos dijiste menos germanos, menos nórdicos.
Sórdidos motivos para crímenes sin castigo.
Contigo, conmigo, una pira de odio bárbaro
atiborrado, feroz y cruel de ojos bien claros.
Raros, rasgados, irreductibles sus aliados,
alejados en tierras de tsunamis y olas.
Enola en tu nombre también quemados vivos,
los niños.
Y vos y tu hijo Paul masacrando mujeres
júrenme “Lo hago por mi patria, Dios mío”.
Ni dioses ni perros caminan tu destino.
No tildes a la bomba por robar inocentes
centenas o miles de vidas al adversario.
Rio de sal, playa dulce, todos distintos.
Instintos hermanos en este pequeño
noqueado mundo de guerras sin tino.
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En el parque rebosaban sugerentes luces verdes adornadas con sabrosos contrastes amarillos al atardecer. Ver respirar con la gafa nueva tanta minucia resultó intenso como éxtasis sobre dolor. El suelo era papel de lija color azafrán que vigilar para no untar el molde del pie con dulce de caca.
Los tréboles acurrucados de a tres pasan ya frío por octubre. Las ramitas rotas por el viento crujen secas porque las piso.
Algunos y algotros con sus perrillos sueltos me conocieron, miraron y saludaron. Como el parque se bifurca en abajo y arriba dejé que marcharan por lo bajo mientras observaba desde lo alto. Allí debajo, un crio de 7 años tiró su bici sobre un can de algodón que le asustó sin propósito. Aquí encima, unos gamberros acecharon y aguardaron apartados los efectos de un fuego, ¿su fuego? provocado en el pasto seco de un campo cercano.
Un perro mediano nos mostró todos los dientes, tirando de la correa, ladrando amenazador.
Empecé a jugar con las palabras guiado -medio zombie- por mi chiquituco entre padres y niños.
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Dogs strolling, exercising their might.
Army on land, sea landings in sight.
Dizzy they emerge, bullets buzzing around,
Washing their blood on salty beach ground.
Soldiers who once played in the sand,
Descend to watch tomorrow disband.
The lullaby was a dream; now nothing remains.
Fairy godmother, help this child’s pains!
I believe you—BANG!—now you rest.
Gentle doves against armed crests.
The Führer’s harlots drain their seed,
Their children sick, on bullets they feed.
Will you love me if I kill the Jews?
Would God make the Reich divine in hues?
No choices I saw, killing a thousand boys,
A thousand women, a thousand joys.
Children alone, gassed alive,
You said fewer Germans, fewer Nordics thrive.
Sordid motives for crimes untried,
With you, with me, a pyre of barbaric pride.
Stuffed, fierce, cruel, with clear-eyed hate,
Rare, slanted, irreducible allies await.
Far away in lands of tsunamis and waves,
Enola, in your name, burned children in graves.
And you and your son Paul massacring wives,
Swear to me,
“For my country, my God, it thrives.”
No gods, no dogs walk your fate.
Don’t blame the bomb for stealing innocents,
Hundreds or thousands of adversary’s scents.
Salt river, sweet beach, all distinct,
Brotherly instincts in this small,
Knocked-out world of wars unthinked.
Don't lump the words "war" and "civilian" together. Civilians die with their white hands.
People do not kill each other in brotherly wars. Don't with tanks. No with bullets aimed at a neighbour's heart.
You don't die of civility but of pessimism. The same pessimism that does not find solutions out of death.
The fate of the opponent must be understood as the strength of a new friend.
The enemy abandoned to the gutter, to the earth hiding place, first begs and needs. Then he must, he has to cry out to get away. Speak his guilt, speak his name he must.
The scorched skins, the suffocated lungs, the raped women, the overcrowded corpses must return as each and every lonely, lost, forgotten soul must return.
Eyes must be remembered above their sockets just as tears ran in furrows for their loved ones.
We must admit defeat and be equally defeated before the humility of the vanquished.
We must overcome our demons to see ourselves, perhaps one day, as we always should.