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lunes, 10 de noviembre de 2025

Un médico con sentimientos



Que sea una persona.
Solo eso.
Que sienta, de alguna forma, mi angustia.
Que sepa escucharme de principio a fin.
Que no juzgue y tenga tiempo.

Quiero un psiquiatra que no se burle de mí,
que su recetario dispense píldoras de amor,
y, aunque sea un hombre,
me trate con la paciencia y el cariño
que, sin pudor,
se dedica a cualquier niño.

Y una psicóloga que sepa leer,
con interés por conocer lo sucedido.
Que no dibuje en círculos las veces que me repito,
sino que averigüe por qué lo hago,
si para remover el dolor habrá un motivo.
No quiero sus pañuelos de papel,
sino que tome mis sueños en él,
pues mis lágrimas necesitan ser libres
para mojar estas manos y mi rostro:
acostumbradas ellas a cobijar y él,
a ser su amigo.

No quiero que la enfermera diga “desnúdate”,
llegando allí tal como soy, transparente tras los cristales
y en medio del frío.
No quiero subir de espaldas a una báscula
que ignora el peso de tantos años.
Prefiero desafiarla consciente:
de una vez, en público, de frente.
Y que escuchen al corazón sin herramientas,
pues lo que dice no atraviesa el frío de la campana
ni, de la manguera, llegarán a los oídos sus tormentas.

No quiero sentir cómo las demás personas dudan
ni ser acusado de inventar mundos alternativos.

Sobre todo, no quiero esto.
Por favor.
La duda,
no.

Dudar lo que viví me arrastra a la locura, al vacío y a su fondo más negro.
No creer en mis palabras es separar en trozos esta alma ya abatida.

Quiero médicos con sentimientos
y medicina para mis lamentos,
pero una que sea menos amarga,
y me permita contar
cuanto sea preciso escuchar.
Sin juicios, aceptando mis errores,
para que comprenda yo los suyos,
pues, entendiendo mi hipocondría,
su desidia yo entendería.

Que observen la piel enferma con quien la porta,
que la alumbren con conocimientos
y le hagan fotos delatoras,
y sepan ponerle nombre
a esto tan rojo,
a aquello tan blanco.
Que aparten castillos de fibromas
y sanen, de los eccemas, toda desazón.

No pongan en duda el liquen, la anorexia o el autismo.
Ni duden de la celiaquía, la psoriasis o el hipotiroidismo.
Mi cuerpo lo grita y tú
no puedes taparle la boca
si tienes sentimientos, si tú
también eres persona.

Mis lágrimas hace tiempo que migraron
entre las penas por los años,
siendo cada vez menos y
cada día más lejanos.

Faltan partes en mi cuerpo
bajo las señales de un vientre abierto,
pero en mi mente, cubierta de calcio,
las cicatrices dicen:
golpe seco,
y la sangre...
la sangre siempre mintiendo.

Y dicen:
bofetadas de odio,
pero la sangre
aún sigue corriendo.

Y dicen:
martillos de puños,
con la sangre retenida,
entre insultos,
sangre siempre,
y de su propia sangre,
con sabor a muerte o escondiendo
la eterna costra
de enorme herida.

No les pido que se contagien.
No busco infectarles sin control.
No les pido sentir mi dolor.

Solo quiero que te permitas ser persona,
sin blindar tus sentimientos,
pues llegará un día en que será otra
quien interprete tus sentidos, y,
ocultos en un caparazón
correoso, rudo,
allí mohínos, ahí marchitos,
serán imposibles de percibir
con esta claridad que hoy
comparto yo contigo.


NOTA:
En agradecimiento a Alicia
y a su amada hija Vega, que,
sin maravillarse, sin malicia,
hoy me escuchó comprendiendo,
en ningún momento dudando,
las pequeñas cosas que nos suceden.
Compartiendo
su espacio, su valioso tiempo y su experiencia
con este ser que
tan pronto duda de sí mismo como,
de un encuentro, de una conversación,
tan pronto se anima y sigue viviendo.

sábado, 8 de noviembre de 2025

Parcialmente despejado


 Hola. Buenos días.

Después de unas cuantas jornadas marcadas por la inestabilidad, el tiempo hoy se presenta distinto. Poco a poco se va imponiendo el anticiclón, así que tendremos un día tranquilo, sin riesgo de lluvias. Cielo parcialmente nublado por la mañana, y luego, ya por la tarde, el sol. Temperaturas suaves, rondando los veinte grados. Viento del oeste y suroeste, flojo, con alguna racha moderada en las alturas.

Enfermera. Eso decía cuando me preguntaban qué quería ser de mayor.
Y lo conseguí.
Aunque hace muchos años que no ejerzo.
Ahora soy meteoróloga.

Sí. Manu necesita saber qué tiempo hará cada día. Entra en la cocina, se sienta, y me mira. Yo ya tengo mi rutina: miro por la ventana, después abro una aplicación en el móvil —bastante fiable, por cierto— y le cuento. Parezco Mario Picazo dando el tiempo.

Manu tiene doce años. Es la persona que más quiero en el mundo. Y, aunque no lo diga, yo sé que también soy la persona que él más quiere. Pero su cariño es tan sutil, tan suyo, que a veces parece invisible.

Nunca me había planteado tener un hijo. Fue Carlos quien quiso.
Aunque esa decisión siempre se toma entre dos, ¿no?
Yo creo que, en el fondo, tener un hijo es algo inconsciente, un salto al vacío. No sabes lo que se te viene encima.
Total, que nos pusimos a ello. Yo con más ganas que él.

Y, mira, al final la tortilla se dio la vuelta: él era el que quería tenerlo y fui yo la que se empeñó. Tras varios abortos me diagnosticaron útero bicorne, un útero en forma de corazón. Cuando lo escuché, me pareció tan romántico.
Un útero en forma de corazón.
Pensé: no puede haber lugar mejor para albergar el fruto de nuestro amor.
Pero no.
Todo lo contrario: abortos, ingresos, pérdidas.

Y al final, después de tantos intentos, el embarazo llegó a término.
Siempre pienso que Manu nació cinco semanas antes por las ganas que yo tenía de tenerlo conmigo. Bueno, conmigo… y con su padre.
Me moría por ver la cara de Carlos cuando lo tuviera en brazos.

Recuerdo el alivio que sentí cuando me lo pusieron encima.
Porque, por muchas cosas que digan sobre el embarazo y el parto, lo que sientes es eso: alivio.
Alivio, y una felicidad que te deja temblando.

De Carlos no recuerdo nada.
No recuerdo si me tocó la mano, si me acarició, si dijo algo.
Nada. Curioso, ¿no?
Mi hombre, el amor de mi vida, mi gran apoyo… y al final, mi gran decepción.

El diagnóstico de Manu lo cambió todo. Se cargó, de un plumazo, el amor, la comprensión, la complicidad de tantos años.
Tener un hijo con autismo no es fácil.
Habrá quien piense que es una desgracia.
Yo misma lo pensé.
¿Por qué a nosotros? ¿Por qué se nos tiene que complicar así la vida?
¿Qué hice mal?
¿Y si fue culpa mía por empeñarme tanto?

Se te cae el mundo encima.
Luego aprendes, te acostumbras, incluso llegas a disfrutarlo.
Yo ahora lo disfruto.
Carlos nunca pudo.
Él siempre necesitó buscar culpables: mi útero, yo, lo que fuera, por no haberle dado un hijo “normal”.

Al final nos separamos.
Cada uno siguió por su lado.
Y no solo dejamos de ser amigos: ahora somos enemigos.
Nunca más se preocupó de su hijo.

Por eso digo que las madres estamos hechas de otra pasta.
No nos resignamos, porque resignarse es rendirse.
Nosotras asumimos, naturalizamos y seguimos luchando para que nuestros hijos sean felices… y nosotras con ellos.

No quiero decir que no haya padres así también, pero son los menos.
Somos nosotras las que dejamos el trabajo para dedicarnos a la crianza, las que vamos al neurólogo, las que discutimos con los profesores, las que aprendemos a traducir el lenguaje de nuestros hijos.

Somos nosotras.

Carambolatea.
Tea.
T-E-A.

Cuando me dijeron que mi hijo tenía TEA, me quedé paralizada.
No por miedo, ni por pensar que esa etiqueta iba a cambiar mi vida, sino porque simplemente no podía creerlo.

—Su hijo tiene TEA —me dijo el médico, con esa voz sin matices.
Y yo me quedé callada, sin saber ni qué responder.
Trastorno del espectro autista.

Pero con el tiempo encontré otro significado para esas tres letras.
TEA: tienes especiales aptitudes.
Porque creo que estos niños están tocados por un don.

Manu, con tres años, era capaz de girar un libro como un malabarista.
Y ahora observa los objetos, los sube, los baja, los mira de lado, los examina sin que nunca se le caigan.
Tiene su ritmo, su forma de mirar el mundo.

Recuerdo otro niño, de la asociación a la que vamos.
El primer día que nos vio —o que yo pensé que nos vio, porque no cruzaba la mirada con nadie— me dijo:
—Los martes a las seis nunca estáis aquí.
Yo le respondí:
—Nos cambiaron la hora.
Y enseguida preguntó:
—¿Cuál es tu fecha de nacimiento?
—Quince de agosto —le dije.
—Completa —me pidió.
—Quince de agosto de 1976.
Él se quedó un segundo callado y murmuró:
—Domingo.

Domingo.
Yo me quedé helada. Miré a su madre, y ella sonrió.
¿Cómo podía estar tan tranquila con semejante Einstein al lado?

Por eso digo: TEA, tienes especiales aptitudes.
Me gusta fijarme en eso. En el don.
A Manu siempre le digo:
“Mira, tú tienes un superpoder. Un secreto. Puede que haya muchas cosas que se te den mal, pero si los niños del cole supieran lo que sabes hacer, creerían que eres un superhéroe.”

Ahora lo veo así.
En positivo.
Lo que un día me pareció una tragedia, hoy ya no lo es.
Mi escala de valores cambió por completo.

Sé que nunca lo recogeré de un partido de fútbol ni de una clase de inglés.
Pero también sé que hace cosas que otros niños no pueden.
Y aplaudo sus pequeños logros.

Recuerdo el día que señaló el armario y dijo:
—Colate.
Yo: —¿Chocolate?
Asentó.
Le dejé media tableta. Y la otra media me la comí yo. Había que celebrarlo.

Pero no, no es fácil.
Es duro.
Muy duro.
A veces tienes que soportar las miradas de los demás:
esas que te juzgan, que preguntan qué le pasa, por qué chilla, por qué se mueve así.
Y tú… tú te preguntas: ¿qué quieren que haga?
Si muchas veces ni yo misma sé qué hacer.

Entonces te sientes sola.
Sola.
Cuando descubres que lo que era un proyecto de dos terminó siendo un proyecto de una.
Sola cuando tus amigos dejan de invitarte.
Sola cuando las abuelas no se atreven a cuidarlo.
Sola cuando a tu hijo no lo llaman a los cumpleaños.

Y piensas:
¿Cuándo dejé de pensar en mí?
¿Cuándo cambié los tacones por zapatos planos?
¿Cuándo dejé de preocuparme por las canas, por el pelo que se me cae?

Y piensas también: podría volver a enamorarme, ¿no?
Podría.
Conocer a alguien que me hiciera sentir deseada otra vez.

Pero no.
No ahora.

Vuelvo a la realidad.
Y me digo: ahora tengo que pensar en Manu.
En él.
Porque él me necesita.

Y aunque esté cansada, agotada, harta de pelear contra todo, pienso en él, respiro hondo… y encuentro fuerzas para seguir.

Solo hay una palabra que me ronda la cabeza todo el tiempo: mañana.
Mañana, el futuro.
¿Qué va a pasar mañana?

No lo sé.
Pero hoy, hoy al mediodía, va a salir el sol.

Nota: 
Este texto es una transcripción adaptada del video que lo encabeza. 

domingo, 2 de noviembre de 2025

Te dirán que eres problemática

Te dirán que eres una persona problemática,
que deberías esforzarte más por encajar.

Pronto te darás cuenta de que no puedes confiar en nadie,
porque te pedirán que hagas cosas que te destrozan.

Aprenderás lo que es tener miedo y seguir respirando.
Aprenderás a usar el miedo para sobrevivir.

Verás a los demás y pensarás que te falta algo,
y no sabrás por qué.

Aprenderás que la gente puede ser cruel por gusto,
y las cicatrices de sus palabras se grabarán en tu cerebro.

Tus piernas cederán, olvidarás cómo permanecer de pie.
Te dirán que lo haces a propósito… y te lo creerás.

Aprenderás a odiarte igual que te odian ellos.

Tomarás pastillas diseñadas para calmarte,
pero ni así encontrarás calma.
Acariciarás la superficie plateada del blíster
y darás gracias a todos los dioses por esas maravillas
que te dan espacio para pensar y existir
sin el martilleo constante de la ansiedad.

Aprenderás que esas pastillas son lo único capaz de salvarte.
Te preguntarás por qué nadie se molestó en dar un paso atrás
para verte de verdad.
Creerás que eres una carga.
Aprenderás que tu vida vale menos que la de otra gente.
Pero vivirás a pesar de todo.

Mantendrás cerca a quienes no te abandonaron.
Te esforzarás más de lo que creías posible
y sobrevivirás.

Has roto y curado las micro fisuras de tu alma
cada vez que lloraste,
cada vez que las palabras de alguien te rompieron,
cada vez que deseaste la muerte
pero sobreviviste a la noche.

Carl Sagan dijo que estamos hechos de materia estelar,
que cuando el universo estalló por primera vez
creó los átomos que al final se convirtieron en nosotros.

Sobrevivirás porque hace 13.772 millones de años que te crearon,
y eres un ser cósmico.
Has brillado en el cielo nocturno
antes de que existieran el día y la noche.

La gente corriente nunca lo comprenderá,
porque dan por sentado lo que viven,
y tú has tenido que luchar por tu existencia a cada paso del camino.
Así que lo sabes, conoces el precio de la supervivencia.

Un día saludarás a la muerte sin temor,
porque el miedo no te es desconocido.
Pero tu miedo te otorga poder,
y quizá por eso te temen:
porque conocen tu potencial,
porque sabían que eras más,
y por eso intentaron arrebatártelo a palos.

Pero fracasaron.

Y sobrevivirás.

 (How to be autistic, Charlotte Amelia Poe) 

@poeisokay 

sábado, 1 de noviembre de 2025

Autismo y Anorexia: entrevista con Gema García

Versión editada para lectura a partir del episodio 252 de Psicoflix

Entrevistan: Je y Darío (Psicoflix)
Entrevistada: Gema García, psicóloga experta en Trastornos de la Conducta Alimentaria; docente universitaria y co-creadora de Un lugar seguro.


Contenido


Introducción

Je. Gema, bienvenida. ¿Cómo estás y cómo te organizas entre clínica, formación y vida personal?

Gema García. Muy bien y en equilibrio. En Un lugar seguro cuidamos mucho los límites y la estructura: horarios razonables, descansos y autocuidado. Si el terapeuta no está bien, lo nota la asistencia.

Darío. ¿Qué te llevó a especializarte en TCA?

Gema. Los TCA condensan muchas piezas de la clínica (estado de ánimo, autoestima, familia, trauma, estilo de personalidad). El hospital de día —con trabajo individual, grupos, comedor y familias— me atrapó. Adapté el ritmo por conciliación, pero sigo centrada en TCA.


El “clic” autismo–anorexia

Je. ¿Cómo te encontraste con el cruce autismo–anorexia?

Gema. Por clínica. Teníamos procesos atascados; una colega del ámbito del autismo nos habló de la comorbilidad con anorexia. Derivamos a evaluación y se confirmaron diagnósticos. Con ajustes, los tratamientos se desbloquearon y hoy están de alta. Es un vínculo que se investiga desde hace poco y aún no se enseñaba en los posgrados cuando yo me formé.

“Cuando entendimos el perfil autista subyacente y adaptamos el contexto, los tratamientos empezaron a avanzar.”

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Diagnóstico tardío en mujeres

Darío. ¿Por qué hay tanto diagnóstico tardío en mujeres?

Gema. Varias razones:

  • Intereses y focos obsesivos más aceptados socialmente (deporte, calorías, comida, cuerpo).
  • Mayor enmascaramiento: sostienen la apariencia de “alto funcionamiento”, a costa de mucha ansiedad y agotamiento.
  • Herramientas y criterios validados sobre todo en varones; se habla de un posible fenotipo femenino menos visible.

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Señales de alerta en TCA

Je. ¿Qué señales clínicas pueden alertarnos en TCA de un perfil autista subyacente?

Gema. Rigidez extrema, preferencia por lo conocido, hipersensibilidad sensorial (ruidos, olores, texturas, colores), historia de dificultades sociales y puertas de entrada atípicas al TCA (no siempre empieza por el ideal de delgadez). Recomiendo red de colaboradores expertos (especialmente en mujeres) y cribado sistemático en primera visita.

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Magnitud del problema

Darío. Hablabas de porcentajes llamativos. ¿De qué magnitud?

Gema. Las cifras que se manejan son altas: entre ~20% y ~35% de mujeres con anorexia nerviosa pueden cumplir criterios de autismo. Esto nos obliga a screening desde el inicio y a diagnóstico diferencial.

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De la sensibilidad alimentaria al TCA

Je. ¿Cómo se encadenan las alteraciones alimentarias en autismo hasta llegar a un TCA?

Gema. Suele haber:

  1. Neofobia y sensibilidad sensorial desde la infancia.
  2. Déficit interoceptivo: cuesta detectar hambre y saciedad.
  3. Evolución a ARFID/TERIA (impacto nutricional y psicosocial, sin foco inicial en el peso).
  4. En algunos casos, paso a anorexia nerviosa: la restricción anestesia la sobrecarga y da predictibilidad.

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Diferencial con la inanición

Darío. ¿Cómo diferencias rasgos autistas de efectos de la inanición?

Gema. La inanición por sí sola genera rigidez, obsesividad, depresión y aislamiento; puede parecer autismo. Tres claves: revisar historia del desarrollo, renutrir antes de concluir si hay infrapeso y evaluar conjuntamente TCA + autismo.

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Evaluación y cribado

Je. ¿Qué pruebas o estrategias de evaluación recomiendas cuando hay sospecha?

Gema. Trabajo en equipo: especialista en TCA y especialista en autismo. Cribados específicos como el Swedish Eating Assessment for Autism Spectrum Disorders ayudan. El peso de cada rol cambia según la fase: en restricción severa lidera TCA; con clínica estabilizada, gana peso la psicoeducación y la adaptación a la vida diaria tras el diagnóstico. Y un mensaje clave: diferente no es peor.

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Por qué fallan los protocolos estándar

Darío. ¿Por qué los protocolos estándar (p. ej., hospitales de día) fallan más aquí?

Gema. Porque pueden ser una tormenta perfecta sensorial y social: cambios de terapeuta, ruidos, luces, grupos, exigencia conversacional en el comedor. Si no ajustamos, duplicamos la ansiedad y se desploma la adherencia.

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Adaptaciones terapéuticas

Je. Vamos a lo práctico: ¿cómo adaptar el tratamiento?

Gema. Con pequeñas grandes diferencias:

  • Referente estable: minimizar cambios de terapeuta.
  • Predictibilidad alta: anticipar menús, horarios, dinámica; evitar “sorpresas”.
  • Ajustes sensoriales en comedor: presentar alimentos por separado si lo necesitan; reducir luces, olores y ruidos.
  • Sin dobles demandas: evitar obligar a comer y conversar simultáneamente si satura.
  • Consulta low-stimulus: revisar luz, olores y ruidos (hasta un tic-tac distrae); ofrecer sentarse en paralelo si mirar de frente abruma.

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Usar los rasgos a favor

Darío. ¿Cómo usas los rasgos a favor en terapia?

Gema. Reencuadrando la “rigidez” como necesidad de estructura. Planes muy estructurados y predecibles, metas concretas y anticipadas. Cuando aparece el clic motivacional, suelen ser pacientes muy adherentes.

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Comedor terapéutico y entorno

Je. En comedor terapéutico, ¿qué conviene cuidar?

Gema. Evitar dobles demandas; la conversación puede ser carga extra. No imponer mezclas o texturas nuevas sin plan gradual. No atribuir la ansiedad solo a “miedo a engordar” si hay problema sensorial. En hospital de día, aprovechar la estructura férrea anticipando y modulando estímulos.

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Intervenciones complementarias

Darío. ¿Qué intervenciones complementarias te funcionan?

Gema. La remediación cognitiva (trabaja estilo de pensamiento: coherencia central, set-shifting) y su generalización a la vida diaria. Y RO-DBT (Radically Open-DBT), orientada al exceso de control; incluye mindfulness, regulación emocional y conexión social. Hay manual en castellano (Tres Olas).

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Motivación y objetivos

Je. Volviendo a la evaluación, ¿cuándo priorizarías el trabajo sensorial?

Gema. Cuando la sobrecarga sensorial domina el día a día: empezamos por estabilizar entorno, rutinas y señales corporales. La expansión alimentaria se hace con exposiciones graduadas y con control del estímulo.

Darío. ¿Cómo abordas la motivación cuando la rigidez domina?

Gema. Con objetivos muy concretos y anticipados (qué, cómo, cuándo), usando los intereses especiales como palanca y con exposiciones graduadas que respeten el umbral sensorial. Cuando se produce el clic, suelen ser muy adherentes.

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Errores frecuentes

Je. ¿Errores frecuentes que conviene evitar?

Gema. Tratar la rigidez solo como “resistencia”; imponer mezclas de texturas sin plan; forzar comer y conversar a la vez; ignorar la sobrecarga sensorial. Mejor estructura previsora, anticipación y menor estímulo.

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Recursos recomendados

  • Supporting Autistic People with Eating Disorders (referencia clave).
  • Artículo de Gema García “Invisibles frente al espejo”.
  • Manual de RO-DBT en castellano (Tres Olas).

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Dónde encontrar a la entrevistada



Instagram @gemico. Cursos online en la Escuela El Faro. Se valora un webinar sobre autismo y anorexia (sin fecha confirmada).

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Ideas clave

  • Hasta 1 de cada 3–5 mujeres con anorexia podría estar en el espectro autista: cribar desde el inicio.
  • La inanición imita rasgos autistas: renutrir antes de concluir.
  • Estructura, anticipación y control sensorial son palancas de adherencia.
  • Reencuadrar rasgos: de “rigidez” a búsqueda de estructura.
  • No imponer comer + conversar si satura; ajustar entorno y presentación de alimentos.

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