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sábado, 14 de febrero de 2009

Extraordinaria oferta en el super



Llegaba al portal de mi casa y, colgando del brazo, la piedra de 10 kilos que mi hija suele llevar en su mochila. La dejé a mis pies para sacar la llave y abrir la puerta. Dentro, junto al ascensor, vi a mi vecino de la letra "D", hacerse el Despistado volviéndose de lado y aprovechó mi demora en abrir para meterse en el ascensor y subir él solito, tan a gusto. Aproveché el rato que tarda el ascensor en regresar para sacar del buzón mi cuota de publicidad y la que corresponde a mi vecino del segundo "A", Aficionado también a promocionar la suciedad en el portal "...para que no se queden sin trabajo los que limpian, JAJAJAJA" (textual).

Durante la comida, mi esposa comenta una escena de autobús. Cuenta que un chico, con algún problema psic, está sentado junto al conductor en el primer asiento. Entonces entra un hombre mayor que camina despacio y con mucho esfuerzo y le pide a este joven si puede dejarle el asiento, y aunque le explica el motivo, el otro replica: "Hay mucho autobús, busca otro sitio". La puerta del bus se cierra y, una mujer desmanganillada, con un brazo por pierna, el bolso arrastrado como si fuera un juguete infantil y el abrigo cayendo por debajo de los hombros, suplica al conductor que abra la puerta alzando el brazo que aún permanece en su sitio. El conductor no duda, los dos metros que ha avanzado no son el problema; el semáforo se ha puesto naranja y está junto a la parada. Y va mal de tiempo. La mujer desespera, quieta por un momento y cada vez más pequeña, mientras se aleja el bus, empieza a arreglarse el abrigo, su bolso y se resigna a la espera del próximo de la línea 10, que son 20 minutos.

Al marchar al trabajo por la tarde, encontré otra vez colillas sobre mi coche. Mis vecinos del segundo "B", salen a fumar a la galería para que su hija no respire humo. Eso es correcto, pero han tapado el enrejado de la galería con un gran plástico como el que traía mi colchón y le han hecho un agujero. Meten allí la mano y tienen a Bien tirar las colillas sobre cualquier coche que esté en la zona donde caen. Y no entiendo como en un espacio cerrado que es algo mayor que un metro cuadrado se puede fumar. (Pero si muchos lo hacen en el ascensor...) ¿Será tan complicado sacarse un cenicero?

De camino en coche a la empresa hay un paso de cebra junto a la zona monumental y un joven esperaba que alguna de las personas de los vehículos le permitiéramos cruzar. Había mucho tráfico. Yo tampoco me detuve y al instante me sentí mal por ser otro borrego que conduce en fila india. Al llegar aparqué junto a la farmacia en zona de carga y descarga y la vecina farmacéutica, con su bata blanca, estaba colocando la nota informativa para los turnos de guardia. Me adelanté como siempre al decirle "Buenas tardes" y me contestó incluso de buena gana, pero aún recuerdo lo tonto que me sentí al principio, las veces que no me respondía.

Al salir del trabajo me acerqué al supermercado para reponer algunos alimentos de nuestra despensa (y de paso coger alguna chuchería ¿o es al revés?). Había muy poca gente. Desde que abrieron cerca otro Mercadona el Eroski se ha quedado algo desierto. Me pasé por el pasillo de las conservas a coger una lata de mejillones en salsa vieira y me encontré una oferta realmente extraña:

................"AMABILIDAD EN CONSERVA" 1 x 2

Y el precio era 1.25 euros. Pensé que se trataría de algún producto nuevo bajo una de esas campañas publicitarias extrañas donde buscan captar la atención del público dejándolo extrañado y con ganas de entender, de preguntar y finalmente probar. Cogí una de las latas (no sin antes mirar al rededor buscando espejos con cámaras ocultas) y me puse a leer. Lo que me intrigó primero fue su ligereza. Parecía estar vacía. Sobre el fabricante decía: "Conservas del M.A.", Parcela 8 del Polígono Industrial "Los olivos", Getafe, Madrid. ¿Del M.A.R. mal impreso? ¿Del Mar Atlántico confundido por océano? A saber.

Coloqué dos latas junto a la bolsa de fritos sobre el chocolate, que a su vez estaban sobre un brik de leche y a su vez estaba sobre una caja de cereales (si, soy de los que no necesitan cestas y prefieren hacer equilibrios). La joven cajera (Isabel Pérez "colaboradora", según se leía en su identificación) dijo "buenaaas" al hombre que estaba antes que yo, pero él buscaba en su cartera la tarjeta Travel y no contestó. Al terminar Isabel le dió las gracias pero tampoco contestó y como si todo fuera normal me saludó, respondí (me miró brevemente) y empezó a pasar mis productos. A continuación me mostró una de las latas de "amabilidad en conserva" y dijo:

-Estas latas son oferta 1x2 ¿se ha fijado?.

-Sí, ya lo he visto, por eso he cogido dos. -dije al tiempo que me empezaron a subir los vapores, ese calorcillo en la cara cuando creo que algo se me escapa.

-No, señor, creo que no lo ha entendido. - ¿Señor? ¿Ya soy un señor-mayor? ¡Dita sea! ¿Se habrá fijado en mi calvilla de fraile?

-¿Qué pasa, no son dos por una? -¿Será visible mi docena de canas entre veteadas? ¡Si son como una señal que indican "jamón del bueno"!

-No, mire, la oferta es que paga dos y se lleva una, por eso le informo. Es que nos está pasando que la gente entiende mal el cartel.- y me miraba condescendientemente mientras detrás una señora resoplaba y hablaba por lo bajo con su amiga, hermana o lo que demonios fuera.

-Ah, bueno, pues... -Esto desconcierta a cualquiera, ¿no? Y al ver que me quedé cloquis, añadió

-Si le parece, puede usted llevar una y le sale a 1.25x2, 2.50 euros. Como usted lo vea. -Vi que movía adelante su cabeza estirando el cuello mientras abría más los ojos tratando de succionar una respuesta de mí.

-Pues me llevo una, entonces.-"Qué cosas, he caído como un lelo" pensé.

Isabel me dio las gracias junto con la vuelta y tampoco respondí como el tarugo que estaba antes que yo, pero conste que me distrajo la señora de atrás al decir "Anda que...".

Llegué a casa con la compra pero antes guardé la lata especial en un bolsillo para que no la viera mi esposa. Después de colocar cada cosa en su armario me puse a abrir la latita. Quité el abrefácil y vi que estaba vacía. (¿Qué esperabas, el genio de la lámpara por dos cincuenta?) No olía a nada pero al fijarme mejor, vi que sí que había algo. En el fondo habían pegado un espejo en el que pude ver mi gesto desconcertado. Luego me entró la risa y la vi allí reflejada pero decidí que al día siguiente llamaría a la fábrica para pedir explicaciones.

Y al día siguiente llamé. Una voz de señorita contestó la llamada:

-Conservas del Más Allá, buenos días, dígame. -¿del más allá? me quedé mudo- ¿Hola, dígame?

-Hola, verá usted, ayer compré una de sus latas de "amabilidad en conserva" y me preguntaba qué clase de broma es esta.

-Bueno, yo le explico. ¿Cómo se llama usted?

-Me llamo Fernando -mentira, no me daba la gana decir mi nombre.

-Mire, Fernando, yo me llamo Belisa Crepusculario y soy la propietaria.

-Mucho gusto

-El gusto es mío y no se trata de ninguna broma. Lo que usted ha adquirido es nuestro primer producto: una idea única y exclusiva ¿No está conforme con el resultado?

-A ver, es que la lata estaba vacía, había solo un espejo.

-Bueno, entonces todo está correcto.

-¿Quiere decir entonces que la amabilidad es un espejismo?

-Le explico. Escuche atentamente: la gente se guarda su amabilidad, la reservan para mejores ocasiones, siempre para un día que nunca llega y para una persona que se la merezca. Toda esa amabilidad que no utilizan les acompaña hasta que dejan de existir y nosotros nos limitamos a digamos... "pescarla" al paso de todas esas personas que muestran malos modos. Como se podrá imaginar, abunda la materia prima. Pero nosotros solo sabemos que la lata contiene amabilidad y si usted encontró un espejo eso no quiere decir que dentro hubiera un espejo: es su forma de entender la amabilidad. Probablemente, usted quiere tratar a los demás de la misma forma que le gusta que hagan con usted.

-Ya, bueno. Mmmm, tengo que pensarlo (esto es surrealista)

-Tenga en cuenta que lo del espejo era solo un ejemplo, usted sabrá, no sé si me entiende.

-Más o menos, más o menos.

-Bien, ¿se le ofrece algo más, Fernando?

-No, no, nada más. Gracias Belisa.

-De nada

-Hasta otra.

-Adiós, señor Fernando, que a usted le vaya bien. -Dios, ¡qué manía de llamarme señor!

Volví a coger la lata y, aunque al mirar dentro no había ningún espejo, pude sentir mi sonrisa y creo que mereció la pena comprar aquella lata de conservas y mi corta conversación con la señorita Crepusculario. Todavía no sé de qué me suena este nombre.... En fin.

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