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Mostrando entradas con la etiqueta Infancia. Mostrar todas las entradas
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jueves, 20 de julio de 2023

¿ Está bien o está mal ?

"¿Porqué no se caerán padentro las lágrima?
¿Porqué no se caerán en un baldesito atrá de los ojo así uno despué las tira en otra parte pa'que nadie lo vea?"



A veces no lo uno. Ni lo otro.

Era verano. No era ni siquiera adolescente.

Plantado en el sillón con mi pantalón corto. 

El ambiente, cerca del mar, es más salado cuanto más cerca.

A veces pareciese escapar el salitre al agua.

El viento fresco entre lloviznas por Hondarribia agridulces, en gotas de esa mar, de nubes a gris ligero.

Pero el sofá y, aunque fuera no llueve, la humedad se posa en la piel.

Mi cuerpo no conoce los sofocos de la pasión aún.

En la tele siempre contando lo de siempre.

Mi prima tiene calor. Ella es mayor. Lo bastante para "saberlo todo". Discute en inglés con su familia "You ... !" "Nou, nou ... !"

Awachiperri tasunblonde neverender. No entiendo ni papa.

Todos aprendieron inglés americano excepto el primo pequeño. El nació norteamericano.

El americano se ríe de su hermana pues se volvió euskalduna de pura cepa. Mix de apellidos castellanos y vascos. No tan de raza, quizá.

Pero sofá, tele y cálido ambiente de verano familiar. Un niño extraño en la casona de madera por la plaza del vicario que ya no lo es.

Mi prima lleva un vestido, ahora supongo que ligero, ahora imagino justo para sudar lo justo. Se sienta al otro lado teléfono fijo en mano. El móvil no se inventó.

En su lado del sofá, sobre el reposabrazos derecho el codo derecho. Coloca las piernas para su comodidad. Observo. Veo entre una y otra algo desconocido.

Siempre observo fijo cuando observo. Es una costumbre que incomoda. Aún hoy no lo aprendí. No lo controlo muchas ocasiones.

Es la pita de mi prima. Igual que su mano, su pelo. Todo es bonito, imberbe, simple e incoloro a ciertas edades.

Jaja sin gracia. Sin más. ¿ Porqué ? ¿ No se da cuenta ? ¿ Importa ? Me da lo mismo.

Vuelvo a la tele. Me pregunto. Vuelvo de reojo ¿ Cómo es ?  Luego vuelvo la mirada fija. Son pliegues de piel sin más. Lo mismo que hay entre dos dedos juntos.

Nada.

La información puede estar en su cara pero no la encuentro. Habla y nada más. Tonos de voz que no conecto con nada aprendido. Algo de gestos huecos donde apoya su sentido.

Todo está bien o ... ¿ algo está mal ? 

Cuelga por fin. Me dice no sé cual cosa. No contesto lo que no comprendo. 

Aún hoy. Espero y ya.

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Leí una pequeña historia de "El Tomi" titulada "La ventana".
Trata del amor a los perros.
Del obligado "los chicos no lloran".
Del despertar a la sexualidad. 








domingo, 5 de marzo de 2023

Titulo de hombre



"¡ Hijo, enseña tu título de hombre !"

Durante un tiempo estuve llamando título a mi pene. Dídulo. Dildo. Quizá no estaba tan lejos.

De ser acertado. El nombre, quiero decir.

Hace un tiempo que rompí mis cosas. Las que creía que me gustaban de alguna forma.

Porque me comían el tiempo y no me dejaban ser ... ¿me absorbían todo el tiempo? 

Quizá no estaba tan ...  ¿ equivocado ? 

¿De verdad necesito meter un espacio antes o después de cada interrogación? 

(voy a corregir esto?)

Extraño cuantas extrañuras tengo en la cabeza. Todas a la vez y trabajando a su bola.

He dicho tiempo 4 veces. Va siendo momento de no repetirlo, al menos durante un.

Tenía cosas y las rompí. Las borré en un arrebato. 

Guardé esta web blog y la restauré en otro sitio muy parecido. Pero ya no tengo los vídeos.

Ya no tiene un historial con miles de visitas. Ni falta.

Nadie visita historias estúpidas. Ni las necesita pa' levantar el ánimo.

Al final ha sido un triste acierto borrar mis bobadas.

Un bobo es menos bobo si no hace, dice, escribe o representa por otros medios sus tonterías.

¿ Seré un psicópata ?

A los demás parece-les que no siento emociones.

Hubo una chica a quien gustaba yo y ella no me imaginaba fuera del mundo de los ordenadores.

Y quienes dicen que para hablarme es mejor con ceros y unos. O que no se entiende lo que digo cuando lo escribo por mensajería instantánea.

Hubo quien creía que yo era inteligente. Y que era un cobarde. 

Hasta quien me temió antes de conocerme opinó luego que era un puto mierda.

Y viejo me dicen. Y maricón. O anticuado. Y cabezón por  solo  ser más-menos rígido. 

Leal. Un tipo legal con las chicas. ¡ Claro  he estado con tantas ... !

Sigue habiendo personas como aquellas pero por suerte no necesito encontrar pareja así que puedo pasar de todo el mundo. O no.

Todos me dan igual. O quizá no.

Menos quienes son mi familia y la luciérnaga, la Carmen de Ibiza.

Puede haber alguien más aparte de este perro. O podría ser que no.

(tengo que salir, dejar esto, porque no hace frío y ella quiere que vayamos de paseo con perrete)

Ahora es domingo. El día siguiente.

Ja he tornat al combat però no he guanyat ni guanyaré mai.

Si esto es estar vivo no será "que venga Dios y lo vea" sino que vino y lo resucitó.

martes, 1 de febrero de 2022

El torrente sagrado

Torrente en medio de una iglesia

La iglesia de mi colegio salesiano tenía tres puertas de acceso. La primera, de carácter mundano, la encontraba cuando iba desde mi casa. Sin embargo, cuando tenía alguna peseta para gastar en el kiosko, accedía al colegio por la puerta principal, la de los domingos y festivos con la enorme ventaja de no tener que circular entre culos adultos. 

A mucha gente le desagrada estar entre mucha otra gente pero se obligan a tragarlo como jarabe medicinal por si logran la curación en esa terapia de choque.

La puerta principal está en la calle que lleva el nombre de su virgen, Auxiliadora. Esa es otra de las cosas que jamás he podido comprender. Si solo hubo una virgen y se llamaba María, porqué se rinde culto a la del Pilar o la de las Nieves. 

Siempre me ha parecido que cuando los hombres inventaban  su coronilla era iluminada por la santidad pero cuando lo hacían las mujeres eran alumbradas por brasas a sus pies.

Tan importantes son los nombres para los devotos que, muchos años después de lo que voy a contar, el Corte Inglés exigió como premisa para abrir su negocio prolongar el nombre de Auxiliadora cientos de metros hasta su futuro solar, obligando a miles de ciudadanos a cambiar de dirección y número de piso. Desde luego estos ideólogos debieron quedar calvos por completo mientras eran iluminados.

Si. Mi relato comienza con una peseta caliente en la mano camino del gigantesco kiosko de hierro pintado de azul. Ahora sé que era un calabozo diminuto, un horno en verano y un frigorífico en invierno, pero entonces admiraba la vida de kioskero. Siempre rodeado de apetitosas golosinas gritando "¡ cómeme ! !¡ cómeme a mi también ! ¡ no, nooo, a mi primeroooo !".

El hombre llevaba siempre gorra y me planté delante de su ventanilla. Tenía la misma forma ojival que la puerta principal de la iglesia y ambos lugares estaban rellenos de cosas buenas. Abrió y, cuando parte de aquel aroma empezó a salir, surgieron mil dudas. Había otro kiosko unos metros más allá pero prefería este porque el hombre no me regañaba nunca mientras deliraba para elegir dulce: "El bazokaaaa, son tres pisos. No me llega con una peseta. Compraré los caramelos snipe de nata, que me dan 8."


Crucé la calle de santo nombre para entrar al colegio atravesando la iglesia. La tercera puerta comunica con un pasillo del colegio y nada más entrar en él dispone de escaleras a la izquierda que conducen a aulas y patio. Esa era mi ruta de atajo.

Como tantas iglesias, esta tiene dos bancadas, pasillos laterales y el glorioso pasillo central. Siempre he tenido mucho respeto por este pasillo. Me parecía que ahí cruzaba un torrente divino dotado con la gracia de Dios (¿gracia?) porque todas las personas se arrodillaban y agachaban la cabeza de cara al altar si se atrevían a atravesarlo.

No sé qué suerte de felicidad me invadía aquel día con los caramelos en la mano que me apeteció jugar a la orilla del torrente. Hice amagos de cruzar con una suerte de baile primigenio a lo Michael Jackson, con saltitos que simulaban pasos al borde mismo de aquellas baldosa divinas del pasillo central que por otra parte eran idénticas a las demás.

De pronto recibí un fuerte gaznatazo en la nuca que me hundió de bruces en aquel mi sacrosanto arroyo. Mis caramelos de Nata Adams esparcidos rio abajo. 

Salido de algún rincón oscuro sin ser visto, un sacerdote dentro de un pobre jersey incapaz de abarcar tripas del octavo mes de embarazo, esperaba como guardia civil bajo un puente para pillarme en medio de ese acto perverso y delincuente, tan propio de vagos, que era aquel atajo mío. La mala suerte me encomendó interpretar aquella danza diabólica y lo que iba a ser una pequeña reprimenda se convirtió en otra cosa.

—Fermín. Es usted un majadero. Aquí se viene a rezar, no a hacer tonterías. Como vuelva a verlo atravesar la iglesia para entrar al colegio se va a enterar de lo que es bueno.

Miré su boca. Labios finos, apretados. Don Felipe. Un piel-roja ataviado en negros con el alzacuello blanco y adalid de frases  célebres: "Te va a pillar el toro" o "Se recoge lo que se siembra". Frases anodinas, insulsas para rumiar en boca de jóvenes y críos. Un claro bolo a vomitar.

Los curas deberían vestir túnica blanca. Tonos que aclarasen sus mentes, colores que hicieran llevaderas esas vida tan privadas de placeres, tan tristes como para transfigurar sus padecimientos en goces que ofrecer a Cristo. Y Cristo, que nunca se puso ropa carbón, dijo:

—Ya me disteis suficiente padecimiento siendo carne. Os agradecería en adelante algo más de bondad, paciencia, lógica y esperanza. Respeto. Cariño ahora que soy alma.

Yo era un chico inteligente y sabía que rodeado de la pureza, ante el altar, gozaba de protección divina así que respondí con el ánimo contusionado mientras me volvía a repescar mis pequeños pecados de nata:

Aquí se viene a rezar, no a pegarme.

Y no cabe duda que aquel era un lugar especial, privilegiado en medio del templo de Dios, porque comencé a elevarme en el aire alejándome de mis caramelitos plateados de dulce aroma a la vez que sentía un intenso dolor y tirantez en la oreja derecha. 

El malvado Felipe tacatún, más rojo que un salmón noruego,  poseedor de prismáticos potentes con los que en otro lance nuestro dijo observarme, farfullaba o ... más bien adivinaba mi futuro mientras me arrastraba hacia la puerta principal. Allí soltó su presa y me volví para ver en su boca el mismo gesto de dientes apretados que mostraba mi padre cuando me pegaba y llamaba loco del demonio.

Mi pequeña oreja seguía allí, acalorada, quizá igual de roja que aquellas caras furiosas que provocaba con mis fabulosas ideas rápidas. Aprendí a responder con lentitud. Bueno. En realidad he disfrutado y disfruto de una lentitud innata fuera de la cual cometo grandes errores como puede constatarse.

Todos los cristianos compartimos la protección infalible de un Padre omnipotente. Algunos, los de más suerte, disfrutamos la educación sucedánea de padres sacerdote y madres monja. Algunos incluso conservamos padres naturales hasta la edad adulta que nos ayudan a sentir bien (jodidos o no) el resto de la vida.

Todavía me pregunto si Don Felipe cosechó y comió mis galgadas aderezadas con sus inconsistentes perlas de sabiduría. Si recibió premio o castigo por desatar su justicia con violencia en presencia de Dios.  Si había equilibrio entre la carne que comía delante del altar y la sangre que bebía detrás.

miércoles, 22 de septiembre de 2021

Un pedazo de cielo



1984

Cornelia se alojaba como estudiante en una habitación del ático que había sobre la casa de mis padres. También coincidía con las otras "pupilas" de nuestra vecina en el ascensor pero era evidente que Cornelia no era nacional y me apetecía conocer de primera mano una persona de otro país y hablar de sus costumbres.

Por entonces tenía dos amigos. Los únicos con quienes he tenido vida social. Todos éramos célibes sin votos y disfrutábamos el suplicio de una castidad fingida  educados en colegio de curas, segregados por alguno de los dos sexos reconocidos. Si me hubieran dado a elegir sin tiempo para pensar, hubiera elegido ir a un colegio de chicas. Más tarde alguien me aplicaría la expresión "mariquita entre ellas" de manera equivocada e ignorante respecto de su verdadero significado.

El caso es que mis amigos, Alonso y Luis Carlos, estaban más salidos que la antena de un 600 y, viendo que hablaba con ella, creyeron que podrían o podríamos estrenarnos con ella y un día me abordaron así:

—Anda, tío, a ti que no te da corte ... queda con ella. Hacemos una fiesta y tal, la emborrachamos un poco y nos lo  montamosdijo Alonso.

Joder, mira que sois guarros. Solo pensáis en eso. Si queréis quedamos con ella para dar una vuelta, ir a algún pub y hablar.

—¡ Bueh ! ¡ Venga tío ! ¡ Ahora no te hagas el culto que tienes tantas ganas como nosotros !

—Si ... yo tengo las mismas ganas ... pero no a cualquier precio y esa idea no me parece buena. A saber qué pensaría ella si ...

—¡ Pero qué va a pensar ni qué ! ¡ Si a las extranjeras les encanta tener sexo ! ¡ No son como las de aquí idiota ... !

—¡ Sabrás tú de tanto que has estado con gente de fuera !

Se turnaban para "atacarme":

Venga tío, no te enfades. Anda, no seas aguafiestas, no seas así.—añadió Luis Carlos y con su tiki-taka siguió Alonso

Siempre estás igual. Nosotros al menos vamos de cara mientras tú vas de legal  y puritano, pero no eres mejor que nosotros. 

—Yo nunca he dicho que lo sea. 

—No lo dices pero lo demuestras: sales más tarde y te vas el primero a casa, como si no fuésemos suficiente para tí ... 

—Y nunca quieres ir al cine con nosotros, ni quieres salir a beber ... quieres hacernos sentir mal.

Si os gusta ir a ver porno al cine es cosa vuestra. A mi no me apetece. Ya he ido un par de veces y me basta. 

—Claro, porque tu padre tiene porno en casa y ahí te la cascas como una bestia enjaulada—rieron a mandíbula rota.

Qué brutos sois. Si no salgo a las 4 de la tarde es porque luego me aburro como una ostra.

—¿ Lo ves ? Ya te estás poniendo por encima con que te aburrimos y somos brutos. Luego nos regalas chicles haciéndote el majete pero solo lo haces porque te da asco nuestro aliento.

—Tíos, es muy desagradable salir de casa y encontraros ya medio borrachos a vinos a las siete y además aguantaros ese tufo en medio de las tonterías que hacéis.

—¿ Y te has parado a pensar cómo nos sentimos o porqué nos emborrachamos ?

—No. ¿ Es que tengo yo la culpa ?

—Bah, con tal de llamar la atención hasta te haces la víctima. No todo tiene que ver contigo.—Alonso se dio la vuelta y atizó una patada a una piedra. Luis Carlos acudió al relevo

Venga hombre, hazlo por nosotros, solo esta vez y ya no te volvemos a pedir nada.

—No tenéis escrúpulos ¿ No os dais asco ? ¿ Os acordáis cuando queríais hacéroslo con mi hermana mayor ?

—¡ Hala !, ahora no saques eso, joder, que teníamos quince años.

—Tú dieciséis y él quince, pero para mí que habéis sido siempre dos viejos verdes. No pienso hacerle eso a Cornelia. Voy a quedar con ella yo solo mientras esté aquí y listo.

—¡ AHHH ! ¡ AHORA LO ENTIENDO ! ¡ Qué egoísta eres ! ¡ La quieres solo para ti ! Te la llevarás a tu casa y así disfrutas tú solo con ella.—me llevé las manos a la cabeza. Estaba a punto de reventarme pero antes añadió Alonso esta amenaza:

—Pues si quedas con ella solo, lo mismo cuando se vaya no volvemos a salir contigo.

Correré ese "riesgo". Adiós.

Aquel día me volví todavía más pronto a casa. Estaba harto de sus majaderías, siempre con la misma historia.

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Hacía algunos días que salía con ella por la ciudad. Íbamos a algún pub y hablábamos de su país y muchas cosas más.

Yo decía "mira cuántos árboles hay en nuestra ciudad, ¿no es bonita?" y a ella eso le parecía una broma: en su país había muchísimas más zonas verdes.  

Yo me pedía un mosto o una clara de cerveza. Ella ... no recuerdo, pero le chocaba un montón verme comer las pipas que nos ponían en un platito: "Es que eso en mi país se lo damos a los loros." 

También le hacía mucha gracia que tuviéramos un Rey. Le parecía un atraso de antiguas épocas.

Un día, antes de salir, la pedí que pasara dentro de mi casa y que tomara asiento en el sofá del salón y lo hizo sin dudar. Quizá puedan imaginar para qué, aunque lo dudo. Lo que hice a continuación se me había ocurrido un minuto antes de que bajara del ático y llamase a mi puerta.

Encendí el mezclador: por un canal el micrófono estéreo de condensador y por otro el tocadiscos de plato extraíble con cabezal magnético, ambos de la marca Aiwa.

Puse la aguja sobre el vinilo en la última canción "A piece of sky" de la banda sonora original de la película Yentl. Cornelia Köhler me observaba supongo que algo extrañada por todo aquello. Cogí el micrófono y comencé a cantar sobre la voz de Barbra Streisand. Mezcladas nuestras voces en aquella especie de karaoke "made in home" mis errores vocales se podían ocultar mejor.

Canté.

Canté hasta el final sin mirar a mi obligada espectadora pero no estaba entrenado para prolongar mi chorro de voz hasta los 19 segundos de Barbra en ese final apoteósico.

Quise disculparme en la comprensión de que no me era posible igualar aquella fuerza arrolladora y encontré que ella estaba encantada. Plis, plas, aplausos.

Visto desde la distancia de los años me parece un hecho propio de narcisistas viciosos, ¿no creen?.

¿Tendrían razón Alonso y Luis Carlos? He aquí un suceso alternativo:

Cuando éramos pequeños nuestros padres nos llevaban al campo. Máximo de 60 kilómetros. Iban dos familias más, amigas de mis padres. Un día me enviaron al Renault 4L de otra familia. De mala gana fui pero en el viaje de pronto me puse a cantar, vaya usted a saber porqué "Son tus perjúmenes mujer", de Carlos Mejía Godoy y Los de Palacagüina. Al amigo de mi padre le encantó aquello y cuando aparcaron corrió a festejarlo:

—¡ Venid todos un momento ! ¡ Venid ! ¡ Veréis qué bien canta Fermi !—horror de los horrores.  Yo deseaba hacer andar mi jeep de madelman por terreno agreste despacio y con todo el cuidado pero aquel hombre me cogió por los brazos y me puso sobre un peñasco cual lagartija a la solana. Solo por eso  le hubiera puesto el jeep de sombrero pero ante tanta gente me quedé bloqueado. Yo llevaba un niqui  (palabra viejuna) marrón de rayas anchas y manga corta baja y algo ajustada. Estiré mis mangas.

—¡ Venga ! ¡ Canta como antes en el coche ! Son tus perjúmenes mujer ... 🎵🎶—solo hacía falta fijarse en mi cara de morrongo. El buen hombre no entendía mi enorme disgusto. Su hijo por el contrario pasaba de super animado a pendenciero en un flash. Mientras me convertía en un personaje mohíno a la vista de todos su hijo Tito enganchó mi jeep y se puso a correr con él sobre el suelo areno-pedregoso y poco propicio para la velocidad. Al momento había volcado, pero él seguía arrastrándolo de todas formas. Estaba a punto de llorar cuando se me acercó su esposa:

—¡ Déjale en paz, atontado ! ¡ No ves que no quiere ! Anda ven, baja de ahí. ¡ TITOOOO, DEJA EL COCHE Y VEN AQUÍ !—que amor de mujer. Qué risas los unos, qué comentarios los otros entre la impaciencia y la impotencia, el aburrimiento y la compasión.

—¡ Bah, qué muchacho más soso ! Es que teníais que haberle visto cantando: "Tus pechos cántaros de miel ..."

Eran 13 años los que tenía pero no crecí ni me adapté ni maduré como era de esperar. Y moriré sin haberlo hecho jamás, me parece.

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Cuando Cornelia finalizó su curso de idioma español, tocaba regresar a su país, Austria. Era de una región muy autonomista. Su preciosa Vorarlberg ...  

Creo que no fui capaz de darle un abrazo o al menos un beso de despedida. Siempre se me han dado mal esas cosas.

En el último momento antes de darse la vuelta me dijo que le picaban los ojos. Ninguna de las imágenes que pasé por la mente encajaba aquel comentario de ella: humo de coches, pestañas ... 

Se marchó y aún tardé tiempo en comprender aquel picor en sus ojos. No soy bobo pero para determinadas cuestiones soy  muy lento o ni siquiera alcanzo.

Fue una corta pero bonita amistad en cualquier caso.

Saludos, Cornelia. Espero que hayas sido muy feliz.

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Los amigos volvieron. Aunque sin rencores, aprendieron a pasar de mi cuando querían divertirse. Durante un tiempo creí sus engaños y me venía bien para dedicarme a mis asuntos pero una cosa era pasar del cine y otra pasar de otras chicas y chicos. Cuando lo descubrí no se lo perdoné y no volví a salir con ellos hasta que vinieron a disculparse después de rodar por las calles como perros abandonados.

Por mi parte quise encontrar mi camino sin ellos y un par de ocasiones estorbé en un grupo compuesto por seis viejas amigas. Ahí se puede deducir que no hubiera sido buena elección el colegio de chicas. También llevé mis lágrimas a correr en lo oscuro de algunos salones de cine que pasaban películas antiguas a precio económico. Eran en blanco y negro y en un idioma que tampoco era el mío.

Es importante conocerse para saber qué necesitamos, lo que más nos conviene o cómo podemos ser un poco más felices. 

Así es la vida. 

Ellos encontraron pareja a pesar de sus dificultades para iniciar una conversación pero yo no era capaz de encontrar  cómo, qué o quién y rechacé las amistades que me propusieron Alonso y Luis Carlos. La soledad es una compañera muy triste pero ni en esas condiciones era capaz de empezar una amistad cualquiera fuera de determinados parámetros.

A veces, ser más rígido que una tabla de planchar es peor que estar más salido que el pico de su plancha.

En todo caso recordaré aquellos dos chicos que una vez fuisteis: Alonso con su Ennio Morricone y aquel puñado de dólares, fascinado con Clint Eastwood. Luis Carlos escuchando Das boot en las profundidades de su U-boot alemán, apasionado de la historia y los soldaditos.

Ya es tarde para ser otra persona. Tarde para cambiar las decisiones de toda una vida. Tarde para modificar el rumbo al futuro. 

Ya va siendo hora de descansar. No estaría mal.

sábado, 21 de agosto de 2021

La historia de Matías

 “Cada persona brilla con luz propia entre todas las demás. No hay dos fuegos iguales. Hay fuegos grandes y fuegos chicos y fuegos de todos los colores. Hay gente de fuego sereno que ni se entera del viento y gente de fuego loco que llena el aire de chispas. Algunos fuegos, fuegos bobos, no alumbran ni queman pero otros arden la vida con tantas ganas que no se puede mirarlos sin parpadear y quien se acerca, se enciende” Eduardo Galeano



Hola Ale, pasé a sextoEn ese momento, al escuchar la voz de Matías por teléfono, supe que había llegado el momento de compartir su historia.

Podría empezar a contarla como un cuento “había una vez …” porque como en todo cuento hay un héroe: valiente, bueno, que recorre caminos difíciles llenos de obstáculos. Donde se encuentra a veces con villanos y otras con personas que lo ayudan para que nuestro protagonista triunfe y la historia tenga un final feliz. Y el cuento termina como nos gustaría que terminen todos los cuentos: “fueron felices para siempre”.

Pero la historia de Matías no es un cuento, es una historia de verdad, de un nene de 11 años que llegó junto a su mamá para realizar una consulta psicopedagógica. 

Motivo de la consulta: dificultades en el área pedagógica y en el área social.

La mamá lo presenta como inseguro, con baja autoestima y poca concentración en sus tareas. Comienza así un largo camino para Matías y su familia para saber:

¿ Qué le pasa ? ¿ Qué tiene ? ¿ Cómo lo ayudamos ?

Un camino de visitas a médicos, especialistas, estudios, análisis, observaciones, y todo lo que se puede hacer para poder arribar a un diagnóstico.

Y sus dificultades tuvieron un nombre: [ la autora lo especifica ]

Entonces pensamos, ya sabemos qué tiene. Ya está el diagnóstico. Ahora sigue el tratamiento y problema solucionado. Pero no es tan sencillo como se puede pensar o imaginar.

Pero ... ¿ por qué ? 

La respuesta es muy sencilla. Por nosotros mismos y la incapacidad que tenemos para poder ver al otro tal cuál es. [ ¿es eso la empatía? Perdón. Callo. ]

La incomprensión de algunos adultos asusta, preocupa. Sobre todo si son profesionales, gente capacitada para el trabajo con niños/as.

Fue un largo camino, la familia muchas veces pudo ser escuchada, contenida, respetada y otras veces ( por suerte menos ) estuvieron solos, desamparados, sin que los escucharan con respeto. Siendo subestimados y siendo criticados.

Pero ... ¿ Y Matías ? 

Ahí presente escuchando, viendo, sintiendo la comprensión y la indiferencia: la contención y el desamparo siendo solamente un niño.

Si pensamos en la infancia como un espacio delimitado separado de la edad adulta, el cual debería ser seguro para crecer, jugar, aprender y desarrollarse ... ¿ por qué a veces los adultos no somos capaces de asegurar, de garantizar este espacio ? ¿ Por qué un lugar que debería dar seguridad sólo pone obstáculos y lo que menos genera es confianza ?

Cuando estamos frente a los niños/as ... ¿ qué nos pasa a los adultos que no somos capaces ( en algunas ocasiones ) de ver más allá de nuestros ojos ? 

¿ Qué nos pasa que sólo ponemos el acento en lo que falta, en lo que no lograron, en los errores ? 

¿ Por qué no somos capaces de sostener, ayudar, acompañar, comprender ? 

¿ Por qué siempre tendemos a etiquetar y es tan importante ponerle nombre a las dificultades ?

Me parece importante como adultos ser capaces de reconocer nuestras propias limitaciones, nuestros propios temores, incapacidades, ignorancia, nuestros prejuicios y por sobre todo, necesitamos poder descentrarnos, salir de nuestras ideas y lograr ver los problemas no sólo con nuestra mirada. ¿ Es muy difícil ?

Matías nació en la familia indicada, sin duda. El papá o la mamá nunca hicieron caso al “no puede”, “no lo logra”, “se deteriora” que escucharon durante mucho tiempo.

Confiaron en las posibilidades de Matías sabiendo que sus tiempos eran diferentes a los de otros niños/as y sobre el amor construyeron el respeto hacia su hijo, exigiendo que todos vieran que había un niño con derechos.

A veces, a los adultos nos cuesta toda la vida o no aprendemos nunca lo que a Matías le hicieron saber siempre: “sin esfuerzo no se logra nada”.

Y lo aprendió, no cabe duda. Cada logro se lo ganó con su esfuerzo y su sacrificio. Nadie le regala nada: ninguna nota, ninguna tarea, ningún deber, ningún cuestionario. Nada. Demostró que se puede, que todos los obstáculos se sortean y que nada es imposible.

¿Qué se necesita? Es muy simple. No hay recetas ni tratamientos mágicos. Se necesita amor, comprensión, escucha atenta, mirada respetuosa, confianza, tiempo. 

Nos llevará tiempo, nos demandará esfuerzo, nos exigirá trabajo en conjunto. 

¡ Qué difícil parece a veces lograr esto !

Nuestra mirada será individual ¿Existe otra mirada?

Deberemos transmitir “vos podés” como la única verdad posible porque todos pueden. “Vos sos capáz” porque todos son capaces. "Matías, sos único", como lo es cada niño/a. Si esto como adultos lo comprendemos, nuestra intervención será exitosa sin lugar a dudas. 

Gracias Matías por permitirme acompañarte, por enseñarme a mirarte y a escucharte. 

Y gracias a la familia por mostrar que nuestros hijos/as son lo más importante en nuestra vida y que cuando sufren, sufrimos con ellos. Si los lastiman, nos lastiman. Si los discriminan, nos están discriminando. Si no respetan sus posibilidades tampoco a nosotros. Veamos el fuego que cada uno de nosotros tiene para brindar. 

Alejandra, Psicopedagoga.



Nota: Alejandra. Escribiste una historia hermosa. Solo quiero aclarar que Matías no te enseñó a mirarle y escucharle sino algo aún más importante:

Te enseñó a mirar y escuchar.

Es una historia perfecta para aplicar en otros muchos casos. Por eso oculté el nombre del diagnóstico "síndrome de Klinefelter" para tratar de ampliar esas miradas y cambiar las maneras de escuchar. 

Enlace a la web argentina con la guía completa:

www.fundacioncromos.org

Copia del documento original:

La historia de Matías contada por Alejandra.

sábado, 3 de octubre de 2020

Tenían las manos blancas


No me junten las palabras “guerra” y “civil”. Los civiles mueren con sus manos blancas.

Los pueblos no se matan en guerras de hermanos. No con tanques. Ni con balas que apuntan al corazón de un vecino. 

No se muere de civismo sino del pesimismo. El mismo que no encuentra soluciones fuera de la muerte. 

La suerte del contrario debe entenderse como punto fuerte de un nuevo amigo.

El enemigo abandonado a la cuneta, al escondite de tierra, primero suplica y necesita. Luego debe, tiene que pedir a gritos salir fuera. Decir su culpa, decir su nombre debe.

Deben volver las pieles abrasadas, los pulmones asfixiados, las mujeres violadas, los cadáveres hacinados como deben volver todas y cada una de las almas solas, perdidas, olvidadas.

Deben recordarse los ojos por encima de sus cuencas igual que corrieron las lágrimas haciendo surcos por sus seres queridos.

Debemos admitir las derrotas y ser por igual derrotados ante la humildad de los vencidos.

Debemos vencer nuestros demonios para alcanzar a vernos, quizá algún día, como siempre debimos.


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Perros que pasean haciendo ejercicio.

Ejército de tierra, desembarcos de mar.

Mareados salen entre zumbidos de balas.

Lavan su sangre en playas saladas.

Soldados que ayer en su arena jugaban.

Bajaron a ver morir el mañana. 

La nana era sueño y hoy queda nada.

¡Hada madrina ayuda a este crio! 

Te creo - ¡BANG! - ahora descansas.

Mansas palomas contra colinas armadas.

Rameras del Führer vacían la esperma.

Enferman sus hijos mamando metrallas.

¿Me traerás tu cariño si mato judíos? 

¿Dios haría del Reich un reino divino?

No vi distintas opciones matando mil niños,

mil mujeres, mil hombres, mil niños.

Niños tan solo, gaseados vivos.

Vos dijiste menos germanos, menos nórdicos.

Sórdidos motivos para crímenes sin castigo.

Contigo, conmigo, una pira de odio bárbaro

atiborrado, feroz y cruel de ojos bien claros.

Raros, rasgados, irreductibles sus aliados,

alejados en tierras de tsunamis y olas.

Enola en tu nombre también quemados vivos,

los niños.

Y vos y tu hijo Paul masacrando mujeres

júrenme “Lo hago por mi patria, Dios mío”.

Ni dioses ni perros caminan tu destino.

No tildes a la bomba por robar inocentes

centenas o miles de vidas al adversario.

Rio de sal, playa dulce, todos distintos.

Instintos hermanos en este pequeño

noqueado mundo de guerras sin tino.

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En el parque rebosaban sugerentes luces verdes adornadas con sabrosos contrastes amarillos al atardecer. Ver respirar con la gafa nueva tanta minucia resultó intenso como éxtasis sobre dolor. El suelo era papel de lija color azafrán que vigilar para no untar el molde del pie con dulce de caca. 

Los tréboles acurrucados de a tres pasan ya frío por octubre. Las ramitas rotas por el viento crujen secas porque las piso.

Algunos y algotros con sus perrillos sueltos me conocieron, miraron y saludaron. Como el parque se bifurca en abajo y arriba dejé que marcharan por lo bajo mientras observaba desde lo alto. Allí debajo, un crio de 7 años tiró su bici sobre un can de algodón que le asustó sin propósito. Aquí encima, unos gamberros acecharon y aguardaron apartados los efectos de un fuego, ¿su fuego?  provocado en el pasto seco de un campo cercano. 

Un perro mediano nos mostró todos los dientes, tirando de la correa, ladrando amenazador.

Empecé a jugar con las palabras guiado -medio zombie- por mi chiquituco entre padres y niños.


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Don't lump the words "war" and "civilian" together. Civilians die with their white hands.

People do not kill each other in brotherly wars. Don't with tanks. No with bullets aimed at a neighbour's heart. 

You don't die of civility but of pessimism. The same pessimism that does not find solutions out of  death. 

The fate of the opponent must be understood as the strength of a new friend.

The enemy abandoned to the gutter, to the earth hiding place, first begs and needs. Then he must, he has to cry out to get away. Speak his guilt, speak his name he must.

The scorched skins, the suffocated lungs, the raped women, the overcrowded corpses must return as each and every lonely, lost, forgotten soul must return.

Eyes must be remembered above their sockets just as tears ran in furrows for their loved ones.

We must admit defeat and be equally defeated before the humility of the vanquished.

We must overcome our demons to see ourselves, perhaps one day, as we always should.

jueves, 30 de abril de 2020

Paco&Emi. El muradal.


Para Paco, su compañera es un enigma. La mira cuando comen, una frente al otro y no puede dejar de mirarla. Ella lo sabe pero espera. Hasta que se cansa.

—¿Qué me miras tanto?

—Es que ... estaba pensando lo poco aprovechada que estás
—dice desviando la mirada a los fideos mientras retira charcos de grasa por el contorno del plato.

¿Queeeé?

—Que tuviste mala suerte, si hubieras podido tener un trabajo donde tus capacidades se hubieran podido hacer valer ...

—A qué te refieres.

—A tu memoria.

—Bah, eso no vale para nada.

—No es verdad. Que tú sepas mejor que yo los nombres y las caras de los vecinos del edificio donde mis padres o por ej

—Eso es porque en vuestra casa nunca ponéis atención cuando hablan los demás. Solo estáis a vuestro tema y nunca escuchando
—antes de responder, retira la banderilla que acaban de clavarle.

—No, no. Es ... algo más. Es que te acuerdas desde pequeña de todas las personas de tu pueblo ... de todo lo que hacía cada uno, de cómo se comportaban, sus nombres, las relaciones entre unos y otros ...

—Hijo, cómo no me voy a acordar, si no éramos más que unos cuantinines. Tú es que eres un desmemoriado
Paco se queda pensando. "Sí, tengo memoria para algunas cosas. Para otras no."

Las cucharadas de la sopa de cocido le saben a gloria pero una falta de habilidad o un exceso de ganas le hacen sentir maleducado, torpe y más basto que un cordón de esparto. Se limpia la escurrindanga de la barbilla y en la siguiente cucharada tira alguna gota en el mantel. No tiene remedio, piensa también.

Le gusta escuchar a "su chica" rememorando cosas del pasado. Vuelve a preguntarle por la época de niña, cuando jugaba en el vertedero.

—Muradal, no vertedero. Nos llamaban guarras, ¡ja, ja, ja! ... En el pueblo había varios sitios de estos donde la gente tiraba las cosas, basuras. Había incluso una, la Eloína, que cogía el cubo y lo volcaba al otro lado de una valla de su parcela, tal cual.

—Pues vaya cerda. Se le acumularía ahí una peste ...

—Hombre, antes no se generaba tanta basura como ahora. Era diferente. Nosotros por ejemplo la llevábamos a la alameda.

—Menudo sitio también, al lado del arroyo.

—No era en la parte que tú conoces. A ver, y no íbamos allí a jugar. Ya te lo he explicado otras veces. Solo íbamos a coger cosas para nuestra casita. Imagínate unas niñas todo el verano. Con algo nos teníamos que entretener. Hacíamos una casita y cada una nos poníamos en un lado. Una en el salón otra en la cocina ... y ahí lo poníamos todo. Hablábamos, hacíamos como que fumábamos, todas tontitas ... ya ves tú.

—Mis hermanas también lo hacían.

—Luego, cuando venía el hijo de Eutimio, Fernandito, nos tiraba todo al suelo. Era chiquitajo y gordo y se reía como un loco. Pero sus padres le reían las gracias. Y sus tíos, Miguel y Manuel. Cuando alguna gritaba "¡Que viene Fernanditooooo!" ya sabíamos que la casita iba toda al suelo. Vaya muchacho más idiota. Sólo hacía que gamberradas por todas partes. Fíjate que ningún chico del pueblo nos hizo nunca algo así.

—Pero eso de coger cosas de la basuraaaa ...

—Bah, pues igual que lo de cagar en las tenás. Como no has vivido en un pueblo no tienes ni idea.


Tenada en Villa Veses, Segovia. 

A Paco le resulta difícil acertar imaginando la supuesta "tená". Dibuja en su mente  tres paredes de piedra en torno a un cuadrado de un metro por un metro, le coloca un techo de uralita y una puerta hecha de tablas. Lo más parecido a un retrete antiguo de tasca inmunda. Y le surgen dudas con la puerta.

—¿Cómo era la puerta? ¿Tendría cerrojo, no?

—Ni puerta ni nada, si te he dicho que era una tená.

—¿Y qué es una tená?

—Pues un cacho caseta con una miaja de techo.

—¡¡ Entonces cualquiera te podría ver cagando !!.

—Si, claro, esas ganas teníamos de ver cargar a nadie. Menudo plato de gusto. Cuando el que fuera sentía acercarse a alguien decía "QUE ESTOY YOOO" y listo
—hace una pausa y ríeJe, je. Ya te conté cómo iba mi hermano a tirarle piedras al tejadillo cuando iba a cagar Remigia, la profesora. Y luego le castigaba. Sabía que era él.

—Así no le saldría el chorizo a la pobre. Pero habría un agujero donde echarlo ¿no?

—Buéh, qué dices. Ni agujero ni na. Y de pobre nada, que menuda cabrona era. Tenía muy mala idea y bastaba que yo no quisiera leer en voz alta para que me obligara. Pronunciaba T en vez de Q
—pone cara de asco y tono irónico y malicioso de burla mientras repite: "A ver como lee Emi con su lengua de trapo."

—Pero si no había agujero entonces ... ¿lo hacíais uno encima de otro?

—No hombre, no. Cada vez te buscabas un lado. La tenás no son tan pequeñas. - Paco ahora ya imagina una portería de fútbol hecha con tres paredes y un techo. Luego se enterará que la palabra correcta es tenada. "Reminiscencia de las antiguas cabañas prehistóricas donde se cobijaban los carros y algunas bestias y que solían emplazarse a la salida del pueblo". Emi aprovecha el espacio en blanco de Paco para salir del asunto de la mierda que parece interesarle tanto y volver sobre los juegos con sus amigas.


Gitanilla - Pelargonium Petatum

—Me acuerdo que en la casita pusimos un esqueje en un tiesto y nos creció una gitanilla muy mona.  Estábamos todas ilusionadas con ella pero un día desapareció. Al poco supimos quién fue porque Juanita, (una de sus amigas de la casita) que iba invitada a la piscina del señorito,  vio en la casa de la guardesa nuestra maceta con la gitanilla. Ya ves. Una tiparraca que tenía un montón de tiestos y se lo roba a unas niñas.

—Habérsela quitado. O le hubierais roto con piedras los cristales.

—Qué bobadas dices. No. No podíamos entrar allí. Menudos perros lobos negros con los ojos amarillos tenían. Además esa señora, la Filomena, era tan imbécil que le parecía mal que tuviéramos la casa  cerca del corral de sus gallinas. Ya me dirás unas simples piedras colocadas por el suelo. Mi madre fue la única en enfrentarse con ella. "¿Pero a tí qué te molestan ahí las cosas de las niñas?" le dijo.

—¿Y qué cosas cogíais de la basura?

—Pues ... los botes de laca de la madre de Carmen 
otra de las amigas o los frascos de perfume de la madre de Juanita—de pronto hace un gesto como de echar aguale tiraba el perfume poco a poco para coger el frasco cuando se terminara y llevarlo cuanto antes a la casita. Si se llega a enterar su madre ...

—Pero todo esto ... porque erais pobres, ¿no? Nosotros también éramos pobres al principio.

—Tú no sabes lo que es ser pobre.

—Bueno, mujer ... no te creas. Nosotros éramos pobres de ciudad que, si lo miras bien, teníamos menos que los de campo.

—Te recuerdo que tu madre siempre tuvo quien la ayudara en casa.

—Bueno, siempre no. Te hablo de al principio.

—Además, lo de pobre suena triste y yo lo recuerdo como una época muy feliz, hasta los 6 años. Lo que no sé es cómo no nos matamos alguna.

—¿Por?

—Pues porque hacíamos muchas burradas. Íbamos por la carretera haciendo la cabra. En invierno patinábamos en las charcas, vamos, para romperse el hielo y ... luego en verano íbamos con una cámara de neumático como flotador. Y aquello no era agua con cloro como la vuestra de la piscina, desde luego, parecía negra. Se removía el lodo y no se veía el fondo. Tenía que haber una de bichos ... en fin.



Emi fue una niña feliz. Al menos hasta los 6, cuando las cosas empezaron a torcerse y llegaron las primeras tareas impuestas. A sus hermanas las enviaron a servir con 12 años y aunque la necesidad no obligara a sus padres a hacer lo mismo con ella, no se libraría de realizar muchas otras tareas.

Cuando salía de casa iba con sus amigas y estaba mucho tiempo, no en la calle como hubiera podido hacer Paco si hubiera querido, sino en el campo. No rodeada de edificios y más edificios sino de enormes extensiones de campo y árboles que pretendían colonizar el cielo y pintarlo con los tonos verdes y amarillos secos, clásicos de los veranos en Castilla. Con enormes rocas redondeadas de incomprensible naturaleza formando atalaya en medio de ningún lugar para ser motivo de juegos infantiles inventados hasta el atardecer.

Crías rodeadas de insectos a los que conocer y respetar sin sentir un miedo innecesario. Chavalas que aprendieron  los nombres de todas las flores que vieron alguna vez por allí. Que recibían sorprendidas el regalo de una doronsilla dejándose ver para desaparecer un instante después. Así llama ella a las simpáticas y nerviosas comadrejas. Porque "su" Emi tiene un juego de nombres alternativos y una segunda mirada donde él se pierde y no la puede alcanzar.  Y una vara recta, flexible y dura para hacer espabilar tantas ocasiones a un Paco despistado que conoció una realidad tan diferente en el barro de las calles sin asfaltar de su ciudad. En los juegos sociales violentos y físicos de tal cantidad de niños que ninguno serviría como verdadera amistad.



lunes, 21 de octubre de 2019

Peces en la bañera

"El crecimiento es dolor. El cambio es dolor. Pero nada es tan doloroso como permanecer atascado donde no perteneces." N. R. Narayana Murthy

Hasta donde soy capaz de recordar, la estupidez masculina obliga (¿obligaba?) a, por lo menos, gustar de alguna cosa de estas:
-Pescar, cazar y manejar los aparatos correspondientes. Ser aventurero.
-Guerras, soldados y manejar sus armas. Ser valiente.
-Deportes, fútbol y gimnasios. Ser fuerte e independiente.
-Coches, motos, barcos o aviones y manejarlos. Ser un manitas.

De pequeño no había en mi vida otra cosa más importante que los coches. Coches en fila india, coches por tamaño, por belleza, por nuevos o viejos, por amortiguadores saltarines o duros, por capacidad de correr más distancia o volcar a los otros en un choque. Pero no se espera este tipo de gusto por los coches. Yo deseaba ser mecánico como quiere ser biólogo el amante de los animales pero en cuanto acompañé a mi padre y conocí mi primer mecánico de manos ennegrecidas en un garaje subterráneo oscuro con fuertes olores ( no muy agradables ) me cambié a los animales.

Me repito como el ajo y no me gusta nada el ajo.

Pescar. Este es el motivo de la "entrada".
Los fines de semana teníamos la suerte de salir al campo y en algunas ocasiones íbamos cerca del río. En la orilla había piedras grises y algunas, las más lisas y planas, lanzadas con pericia podían rebotar contra el agua. Como había caña de pescar en casa, me invitaron a probar con una. De entrada no me apetecía. Empezar ensartando un gusano en el anzuelo es un comienzo realmente repugnante. Sale un líquido que ... asquito.

Yo estas cosas entiendo que quieran probarlas en uno. Como el día que acudí siendo nene con mi padre a un campo de fútbol compuesto por unos señores muy mayores con su pelota y muchos otros sentados en unos escalones que yo decía "de piedra", helados como témpanos. Mi padre chupaba un puro y gritaba, vaya usted a saber por qué. Algo así como el aburrimiento empedernido. No os hago esperar más: no se volvió a ver mi careto en aquél antro de cavernícolas recalcitrantes. Ambos grupos quedamos a gusto: el que formamos yo y mis circunstancias y el que aglutina a los futboleros de la piedra, porque jugarlo es diferente.

Y uno es inocente pero no tonto. Si no consiguen encaminar a su hijo hacia hombre o "machote" con el balompié ni los coches, prueban otra cosa. Lo entiendo porque igual que a mi no me gustan los cambios supongo que hay cosas que nunca cambian. Eso no quiere decir que no deban. Volvamos al tajo, que pierdo el hilo de pescar.

Cuando el pez de turno quiso, pobrecito, saciar su hambre, tragó cebo en gancho. Dicen de las salchichas que "carne en calceta, que la coma el que la meta" pero debían probar  bocata de tortilla con anzuelo muchos pescadores. Debo decir que los anzuelos los carga el diablo, porque gracias a mi torpeza disfruté de uno clavado. Y lo que no quieras para tiiii ... El caso es que la caña se dobló. Qué agobio dios mio. Apretaba esa barra con hilos lo mejor que podía. Nadie podía creerse que el niño hubiera pescado en su primera vez tan rápido. Qué algarabía. Qué cúmulo de emociones incomprensibles. La caña haciendo forma de U invertida. Mis manos fundidas a la barra. ¿¡Qué era lo que había pescado que no podía con ello la caña!?

Mi hermano se ofreció para sacar el pez del agua en vista de que yo solo sujetaba aquel palo de plástico, desmontable por cierto en dos partes.
Sí que me gustaba lo del carrete. Podía pasar buen rato haciéndolo sonar mientras algún mecanismo hacía subir y bajar la parte central. En casa jugaba con el carrete y lo observaba subiendo y bajando. Clic, clic, clic ...

Me dijeron que en lugar de ir hacia el agua fuera en dirección contraria porque ya mis zapatillas empezaban a mojarse. No sé, una locura. Cuando por fin apareció el pez saltando sobre las piedras, dijeron que no valía para comerlo (un alivio) y no recuerdo más porque inmediatamente pasé de la pesca y fui en busca de otro entretenimiento más acorde con mis gustos. Digamos que construir una presa. Pequeña. Muy pequeña.

Lo que sucedió después en torno a la pesca no lo entiendo demasiado bien. El caso es que llegamos a casa con los peces. Eran del tamaño de como sardinas gordas y algo oscuros. ¿Sería la Boga del Duero?
Como cualquier ser vivo eran preciosos. Yo no podía dejarlos solos en sus últimos momentos agonizando y cuando nadie se enteraba me los llevé y eché agua en la bañera. Los metí allí y poco a poco se recuperaron.

Aquello me hizo mucha ilusión. Devolver la vida a otro ser, salvarlo de una muerte segura nos hace
más humanos, ¿a que sí?. ¡Qué bonitos mis peces!

Ya. Claro. Aquello pronto se convertiría en un problema. Todos sabían de mi amor por los animales y no querían hacerme cabrear. La bañera hacía falta para lavarse, pero sobre mi tumba habría de ser.
¡Qué poderoso fui yo! Leches, ya no me acordaba cuánto luché ese día por aquellos peces. Nadie pudo bañarse aquel domingo. Así me llamaban "cabezón". No había forma de hacerme cambiar de opinión.

Cuando el lunes siguiente volvía del colegio a mediodía, fui a ver mis queridos pececillos.
No estaban. Corrí asustado a preguntarle a mi madre qué había pasado.
Me contó que tratando de cambiarles el agua por otra más limpia se escaparon por el desagüe y fueron de nuevo al río.

¿He dicho que no soy tonto? Pues eso. Además desconfiado. Conocía a la perfección el tamaño, la redondez, la hondez y la hediondez del sumidero y su rejilla estrellada. Imposible que hubieran escapado por ahí.
¡MENTIRA! ¡NO CABEN!
Pasados los nervios del momento llegó la siguiente explicación, más creíble. Había cambiado los peces al fregadero de la cocina mientras limpiaba la bañera. Y el fregadero no lo controlaba. Me fui solo a mi habitación tratando de comprender, entre consulta y consulta al gran fichero del mundo animal, el insólito viaje de regreso al río. No me terminaba de convencer el asunto y me sentía mal, entre estafado e idiota, diría ahora. Todas las fichas me sabían a poco. A fotos de animales preciosos que no podían consolarme. Los clasificamos según su hábitat, su modo de reproducirse, su alimentación, su sangre, su esqueleto ... pero no sabemos clasificar las emociones, los afectos y sus efectos, las mentiras y sus engaños, los dolores más discretos ni los que provocan más daños.

Basta de rimas gilipollas.

Llegó el momento de comer aquel lunes de estiércol.
Acudí a la llamada de la madre que alimenta a sus polluelos.
Me senté en mi sitio de la mesa rodeado de seres que parecían como yo, de genética y edad equivalente, a los que la vida de mis peces les importaba un bledo.

Mi madre puso lentejas sobre la mesa. De segundo, puso una bandeja de peces fritos.
¡SON MIS PECES! ---- ¡Que nooooo! ---- ¡ASESINAAAAA!

Más explicación no quise escuchar. Que no eran aquellos sino otros, que la mentirijilla no tiene importancia y para finalizar, que los pescamos para comer.
Que la vida es una farsa total, vamos.
Me volví a la habitación y lloré con lágrimas infantiles la muerte, el alimento cruel, mi tontería supina que hacía fracasar en clase, mi locura única, mis fichas estáticas de animales, mis remotos coches abandonados, los años perdidos entre objetos, entre vidas sin objeto, entre sujetos y mentiras, entre risas y cariños de mi hermana por el duelo.

Nunca llenéis de peces vuestra bañera si vais a comer pescado. Al menos hacedme ese favor.