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miércoles, 14 de enero de 2009

Si pudiera explicarte ...



 Hay un muchacho que mira ilusionado fundirse al ocaso el alumbre del cielo para abrir paso a las estrellas. El asombro de sus ojos al anochecer da alas a otros que ya van cansados a esas horas. Todos podemos aprender de personas así que perciben maravillas en lo común: la caótica belleza de una mota de polvo, un balón rojo, gotas de lluvia ...

[...] sus sentidos se serenan y puede por fin observar sin ver demasiado… escuchar sin oír demasiado… sentir sin sentir demasiado?

Pasaron 10 años. Casi fue ayer y resulta que no hay explicación para muchas cosas. Incluso comprendiendo las limitaciones que yo traía de serie "Hay cosas en la vida que no se pueden cambiar, intentos de ordenar a la naturaleza. Pero yo prefiero estar en un lugar donde se da un ritmo natural, caótica belleza ... "

[14-01-2009] 
Si pudiera explicarte cómo es mi tristeza, 
te diría que no se comparte, 
que huye de desconocidos tanto 
como del abrazo o el beso amigo, 
que cuando me visita lluevo 
sobre mi traje de soledad sin duelo. 

Es mi tristeza como una brizna de hierba, 
perdida en el extenso mar con que Mayo 
fabrica mantos de sol y lluvia fresca, 
mientras mi joven y fina hoja de campo, 
mi particular brizna de hierba, 
no recibe perlas de agua en su mano, 
ni bebe reflejos de luz bajo la selva, 
donde se apagan brotes que solo duermen 
y sueñan entre deshechos de quimeras.  

Si pudiera explicarte dónde vive mi tristeza, 
te hablaría de un lugar varado en el tiempo, 
donde el frío y la noche demuestran su fuerza, 
donde la vida se escapa mientras pienso en olvidar 
la sinrazón de lo aprendido, 
en arreglar el corazón a mi reloj de niño. 

No siempre duele mi tristeza y descansa; 
entonces abandono en silencio mi senda 
y encuentro personas con luz en su mirada, 
y escucho su paso seguro, su voz serena, 
su satisfacción y su estima tan claras, 
y me ofrecen ayuda y con cariño 
esperan mientras dejo en el suelo mi vida pasada, 
y es cuando vuelvo asustado la espalda, 
para volver en silencio a mi senda. 

Si yo pudiera explicarte por qué vivo con mi tristeza, 
te diría que juega conmigo cada anochecer, 
que me habla al oído y consigue que estremezca, 
que mis recuerdos con ella pudieron crecer 
como cuida una madre al hijo que no medra, 
y sigue conmigo, me quiere y me respeta. 

Al lado de mi tristeza anida mi alegría; 
imagino que vuelo sin parar sobre la tierra, 
y sonrío de nuevo con mi sonrisa plena, 
porque escapo del mundo en que sufría 
y me aguardan pacientes tras las estrellas 
personas que me comprenden y aman sin reservas, 
personas sin prisa, sin gesto de malicia, sin insultos, 
sin sexo anormal y con caricias sobre mis alas, 
sobre mi alma sola y perdida. 

Y si pudiera explicarlo no tendría más esta tristeza, 
y solo entonces comprenderías que no comparta mi joven 
y escondida brizna de hierba, 
varada en el pináculo de la inocencia, 
que no aceptará agua, ni luz ni cosecha, 
porque solo yo conozco aquí sus vivencias 
y puede que alguien más de algún lejano planeta, 
tras su cristal azul y limpio de impurezas.

lunes, 29 de diciembre de 2008

Es importante ...











La educación debe comenzar y continuar en casa. Si los padres dejamos sin hacer nuestra parte, la más importante, poco o nada se podrá hacer en la escuela.

ODIO - REVOLVER


Odio la ensalada de verano y las luces amarillas que alumbran el extrarradio.
No soporto las tulipas de las lámparas que anidan en las mesitas de noche cada cuarto.
Odio las neveras donde nunca hay nada aparte agua del grifo en botellas de cocacola.
No soporto a la gentuza que tiene perro en invierno y en verano va a la calle porque sobra.

Odio a los violentos que golpean encubiertos por la ley a sus familias en sus casas.
No soporto los mosquitos ni las ratas y el olor a sucio del que no se lava.
Odio al que se juega sin escrúpulo ninguno su sueldo en una máquina de bar.
No soporto a los que acuden los domingos a la iglesia y luego el lunes son peor que Satanás.

No me gustan las cadenas ni los lazos. No me gustan las fronteras ni visados.
No me gustan los anzuelos ni las balas, ni la ley sin la justicia en el que manda.
Qué le voy a hacer si con razón o sin razón,
aunque tú me des la vuelta tengo el mismo corazón .
Qué le voy a hacer si con razón o sin razón,
y aunque tú me des la vuelta, tengo el mismo corazón.

No soporto a los que dicen la letra con sangre entra,
con la sangre yo no pienso negociar.
Odio a los torturadores pistoleros y asesinos les deseo cien años de soledad
No soporto a los que hablan siempre a gritos por el móvil nada más aterrizar el avión.
Odio a los gallitos de gimnasio porque siempre desprecian mi sudor.

No me gusta que me obliguen sin brindarme explicaciones de porqué si o porqué no.
No me gusta ni que humillen a los toros ni la caza con hurón...
Qué le voy a hacer si con razón o sin razón,
aunque tú me des la vuelta tengo el mismo corazón.
Qué le voy a hacer si con razón o sin razón,
y aunque tú me des la vuelta, tengo el mismo corazón.

No soporto a los ases del volante que a volar a dos cuarenta
le llaman su factor riesgo.
Me parecen reprimidos y egoístas porque exponen mi pellejo, TU pellejo.
No soporto a los perros de la guerra porque se corren disparando su cañón.
Odio a los discjockeys asesinos porque siempre me joden la canción.

No me gustan las cadenas ni los lazos.
No me gustan las fronteras y visados.
No me gustan los anzuelos ni las balas, ni la ley sin la justicia en el que manda.

Qué le voy a hacer si con razón o sin razón,
aunque tú me des la vuelta tengo el mismo corazón.
Qué le voy a hacer si con razón o sin razón,
y aunque tú me des la vuelta, tengo el mismo corazón.

sábado, 6 de diciembre de 2008

La humanidad y Dios



Lo mismo me da quién fue el primero en pasar por la línea de meta, si fueron los mayas, si los seguidores de Buda o los extraordinarios egipcios. Me da lo mismo quién inventó primero a Dios.

Infinidad de barbaridades en nombre de un dios que nadie conoce para salvar nuestras almas, que son eternas al parecer. Desde la nada al infinito (y más allá), así de sencillo y duradero porque así lo escribieron unos hombres mucho más civilizados y sabios que las gentes de hoy, cuando el sacrificio humano era habitual y la carne a la brasa -humana- también. Desde que adquirimos un poco de inteligencia y la capacidad de manipular, fabricamos deidades con poder sobre el espíritu, y por si eso no era suficiente, con castigos que ejecutarían los sicarios de la tremenda invención.

Mientras los seres humanos se acribillan a balazos, se atraviesan con puñales y aplastan a puñetazos, se desintegran con bombas antiecológicas que "nada más" destruyen todo lo vivo y salvaguardan lo muerto, las piedras y los edificios, mientras padres creyentes o ateos, tíos y/o amigos abusan de sus hijos, sexual, física o psicológicamente, o lo ignoran por impura ignorancia o desdén y en ocasiones hasta consienten sus madres, cuando estas no son maltratadas además, la religión nos dice cómo, en nombre de dios, debemos comportarnos. Dioses que crearon la tierra, que nos dieron lo que somos, aunque esté demostrado que nuestro origen no es tal. Dioses que con semejante poder, nos permiten todo tipo de excesos y egoísmos, de lujos innecesarios construidos sobre la destrucción, el hambre y la enfermedad en nombre del libre albedrío, otro don de su bondad divina.

He encontrado esta estupenda fotografía de Mónica Rodríguez. Tiene también este mismo encuadre en una foto similar, con otra chica y dentro de la habitación, pero me quedo con esta. Prefiero que los niños del futuro puedan mirar estas cosas desde fuera, con una sonrisa y un libro de matemáticas, porque no dudarán en ayudar a otras personas, no tendrán miedo de ser castigados por un dios o miedo a contaminar sus almas con los hechos cotidianos.

Ser educado con miedo al pecado, al comportamiento inapropiado, temerosos del futuro de nuestras almas por siempre jamás en el otro mundo (cuánto tiempo), o ser educado con respeto y amor por los demás seres humanos. No es malo creer en un dios, dicen algunos religiosos, no hace daño, beneficia a la persona, hace que sea mejor, más buena. Pero la idea de base no es la correcta. No es por un dios, da lo mismo cual sea el nombre que le pongamos, es por nosotros mismos por lo que tenemos que aprender a comportarnos.



Reconozco cierta belleza en esta escena de "Un violinista en el tejado" (Fiddler on the roof). Me encanta esta película de mentalidades añejas de otra época. Será como dice mi esposa, que de tan antiguo que soy, voy a llegar a Adán y Eva. La esposa de Tevie, ese lechero que sueña si yo fuera rico, quiere casar a su hija mayor, Tzeitel, con el próspero carnicero del pueblo, que se ha fijado en ella con ojos golositos, a pesar de ser mucho mayor que ella, puesto que murió su esposa. Pero Tzeitel desea casarse con el aún pobre sastre, a quien conoce desde pequeña. Ha invitado también a un recién llegado al pueblo, a un extraño que comienza a gustar a la hija siguiente. Esto sucede poco antes de la noche del Sabbath, en que se reunen en la mesa a cenar, rogando al Señor por su familia.

Quién me puede decir si todos esos sentimiento de amor y deseos bondadosos, no deberían ser los que nos unieran con el resto de seres humanos, apartando con fuerza el motivo divino, alejando de verdad su sombra "que todo lo ve" y apostando por una educación más práctica sobre los valores humanos.




sábado, 15 de noviembre de 2008

Que no se sepa



Que nadie sepa nada aunque estés roto por dentro porque a nadie le interesas nada para nada y menos el dolor que clavado mana del fondo de tus entrañas.

A nadie le digas nada sobre tu vida secreta, sobre tu ausencia callada ni de tu muerte tan anunciada.

Que nadie sepa nada, por que nadie sabe nada de cuánto te interesa y amas la verdad.

Y silencia siempre tu llanto. Que parezca infantil como tantos. Que se ahogue en la almohada negra de la noche hostil y se pierda en la alborada sangrienta de cada día: otro día reiterado.

Que nadie sepa de tu hermano. De lo que sucedió bajo la sábana sucia que escondió su mano. De la madre ciega que te vio sudando mientras tu joven cuerpo era robado: cuando la culpa no era un sentido y sentir ni siquiera era pecado.

Y aunque tu madre abra los ojos y vea, que no sepa nada del hijo que fue cambiando de vivo a inanimado. De sonriente a ensimismado, de tranquilo a violento, desde lo normal a lo raro.
Siempre raro y receloso, complicado, el hijo que nació viendo a los demás con sus ojos cerrados.
La hija que murió siendo sobre todo un estorbo de huesos por hambre antiguo y atrasado.
Una hija que comía entre ciegos: unos ciegos llenos de manos.

Que nadie escuche lo que oíste demasiado cerca. Tan cerca que tus oídos se abrasaron porque nadie quiere oírte con la verdad personal, tan sincera y directa.
Porque nadie podrá creer el remoto sueño de la persona mínima que fuiste ni querrán cambiar un padre devoto por esa alimaña de la pesadilla que viviste.

Que nadie sepa nada de porqué en tu sangre corren diablos que destruyen y acarician tu mente.
Es que no puedes contarles de sus terribles aullidos y dientes ensartados en llagas mientras sus cuchillos en sierra lamen tu piel oxidados. Desde tu sien fluye el dolor en silencio hasta unos dedos temblorosos y ofuscados.

¿Cómo vas a explicarles que te asustan las gentes, que te asquean los baños, que te den la mano
o te cojan del brazo, que odias un color o un olor y no soportas ese sabor o que toquen tu ropa
o esa fibra secreta y sensible del corazón de tus heridas?

Que nadie sepa nada aunque estés roto por dentro porque a nadie le interesas nada para nada y menos el dolor que clavado mana del fondo de tus entrañas.









Don't let it show - Alan Parsons Project (I Robot)



Si se está haciendo difícil afrontar cada día,

.............................If it's getting harder to face every day,

no lo demuestres, no lo demuestres.

.............................Don't let it show, don't let it show.

Aunque sea duro aceptar lo que dicen,

.............................Though it's getting harder to take what they say,

déjalo pasar, déjalo pasar...

.............................Just let it go, just let it go...

Y si te duele cuando dicen mi nombre

.............................And if it hurts when they mention my name,

dí que no me conoces...

.............................Say you don't know me...

Y si te ayuda cuando dicen que tengo la culpa

.............................And if it helps when they say I'm to blame,

dí que no te pertenezco

.............................Say you don't own me...

Incluso si es la salida más fácil

.............................Even if it's taking the easy way out,

guárdalo dentro de tí.

.............................Keep it inside of you.

No te rindas

.............................Don't give in.

No les digas nada.

.............................Don't tell them anything.

No dejes que,

.............................Don't let it,

No dejes que se sepa.

.............................Don't let it show.

Incluso aunque sepas que es incorrecto decirlo,

.............................Even though you know it's the wrong thing to say,

di que no te importa, di que no te importa.

.............................Say you don't care, say you don't care.

Incluso si quieres creer que hay una solución,

.............................Even if you want to believe there's a way,

No estaré allí... No estaré allí...

.............................I won't be there...I won't be there...

Pero si sonries cuando dicen mi nombre,

.............................But if you smile when they mention my name,

Nunca te conocerán

.............................They'll never know you.

Y si te ries cuando dicen que tengo la culpa,

.............................And if you laugh when they say I'm to blame,

Nunca les pertenecerás

.............................They'll never own you.

Incluso si sientes que no tienes nada que esconder,

.............................Even if you feel you've got nothing to hide,

guardalo dentro de tí.

.............................Keep it inside of you.

No te rindas

.............................Don't give in,

No les digas nada.

.............................Don't tell them anything.

No dejes que,

.............................Don't let it-

no dejes que se sepa.

.............................Don't let it show.

viernes, 31 de octubre de 2008

Tierra muerta


Imagen encontrada en "El perro morao"
Mi tierra está seca, muerta.

Solo ve luz en las sombras del viento.
Es mi terreno reseco de olvido,
inhóspito de caminos, de faros ciego,
sin vecinos ni cercados, añorante de patria,
de perfil inexistente, secreto y quedo.

Mi tierra seca y huérfana de amor,
mi tierra huérfana y seca de dolor
¡Cómo pude yo renunciar a tu cuidado!
¡Cómo pude apartarte de mi!
¡Cómo te extravié!

Si fuiste mi primer sentido,
consintiendo en abrir tus carnes,
por allanar su camino
al "amor" fraterno
de venenosa piel y lengua de acero,
de áspero olor a fango y estiércol,
como su pozo negro
de inmundicia en celo.

Si yo solo te manché por entero,
yo te infecté de ponzoña,
te hundí yo en aquel cieno
y ya muerto fui yo
quien descubrió tu vello tierno,
aún crudo,
aún tembloroso de miedo.

¡Cómo pude dejarte sola, tierra mía!
¡Cómo!
¡Si hasta sordo escuchaba tus palabras!

En mi tierra helada solo asoma
el rojo intenso 
de estériles surcos en el vacío
como restos ajados
de impávido sufrimiento,
como tenues bosquejos 
de un plan muy antiguo.

Llanura mía, crepitante nube de polvo,
entre tus negros postes calcinados y torcidos
labraré nuevos cauces 
como heridas de hirviente lava 
sobre la palidez mortal
de tu tristeza callada.

Cultivaré el profundo dolor
de tus huellas con mi sangre, 
con caricias delicadas y mimo,
con las infinitas gotas, 
infantiles y dulces
que deposité para ti en el embalse afligido
de las noches rotas y solitarias
en memoria de aquellos días,
cuando aún estaba vivo.



jueves, 10 de julio de 2008

Hasivi (Capítulo 1)


Hace unos días, mis padres salieron de viaje y me encargaron el cuidado de sus plantas, carentes de salud. Cuando entré en mi antigua casa, todo era silencio y el pasillo recibió la visita mostrando su rechazo habitual con una escasa claridad. Tomé la regadera pensando las veces que mi padre confundió su nombre con el mío y guardé en un bolsillo la idea de crear arte moderno fundiéndola con la pantalla de plasma. En la cocina, los aromas inconfundibles del ayer, tan ayer que estaban rancios, me disuadieron de huronear en los armarios en busca de algo para picar. Me centré en la tarea, dejé marchar el agua con óxido por el desagüe y llené la regadera, mientras disfrutaba de ese tufillo a cañerías que algunas casas antiguas destilan con los años. Siempre que me toca este trabajito, que es siempre, procuro tardar el mínimo tiempo necesario. Me dirigí al salón, donde una de las cuatro plantas -que por ser tan pocas deberían tener nombre propio- esperaba ansiosa su ración. La casa entera, como siempre abarrotada de cosas, mostraba orgullosa un micrófono junto a una foto, como si la gente del retrato tuviera algo rimbombante que decir. Tampoco era extraño encontrar su negativo en el cajón de abajo, junto a una pila gastada. O un mando a distancia muerto, debajo de un frasco de ambientador cerrado y también gastado. Todo ello estaba pulverizado superficialmente, con la más fina capa de polvo añejo. Era y es, una de esas casas donde colocar algo en su sitio, la basura, supondría un acto tildado de genocida, y con grave riesgo para la integridad del autor.

Una vez terminé mi obra de caridad con los escasos tiestos que encontré, me dispuse a salir de la casa de sueño y pesadilla, soledad y llanto. Pero en una columna del salón, una fotografía de mi infancia, me dio el alto. Me vi allí, como el niño de corta edad y sonrisa inocente que fui. Sobre mi cabeza estaban las de mis hermanos mayores con gestos que iban desde lo tímido a lo autosuficiente, pasando por lo travieso.

Entonces se me ocurrió mirar otras fotos para buscarme en ellas. Para encontrarme y ver mi cara de niño con ojos nuevos, ya que aunque nunca me ha gustado ni ser fotografiado, ni reconocerme en fotos, pensé que podrían resolver alguna duda sobre mi niñez, difícil de explicar. ¿Masoquismo o añoranza?. Todavía no sé qué me movió a escrutar mi gesto entre las viejas fotografías del cajón. Encontré una donde soplaba las velas sobre una tarta de cumpleaños, cuando todavía no lloraba en el momento de la canción. Claro que entonces tenía esa edad en que la cabeza produce un desequilibrio, peligroso en aquel instante para la tarta. También me encontré escondido detrás de mis hermanos en fila, ellos sonrientes, y yo con un gesto vacío que me encogió el ombligo. Después de comprobar que no había respuesta válida entre aquellas imágenes, ponga usted que ya no quería encontrarla, mientras cerraba el álbum, una foto cayó al suelo. No me había fijado en ella porque aparecía tan solo mi hermano, mostrando su poderío de karateka aficionado a películas de Bruce Lee. Pero al recogerla, me llamó la atención una de las posesiones de mi hermano al fondo de la imagen: su caja fuerte privada de seguridad asegurada. Cuando se casó y, algún tiempo después, marchó de casa y heredé todo el espacio de la habitación que compartíamos, dejó tras de sí algunos objetos, que poco a poco recuperó o dejó olvidados. Uno de ellos era ese fortín de acero o caja de los secretos fuertes, en que él confiara antaño. Decidí internarme en aquella mi antigua celda, para comprobar si finalmente, se había llevado su caja de seguridad o por el contrario seguía en su oscuro rincón.

La caja seguía en su sitio. Sabía que al marcharse mi hermano, la caja quedó custodiando un llavero, una pluma oxidada marca Montblanc de imitación, una moneda portuguesa de un escudo y un encendedor de plástico gentileza de Winston. Sentí un extraño deseo de volver a abrir la caja, esta vez sin usar alambres ni otros trucos, porque las llaves quedaron en su cajón particular. Con un corto chirrido y un vistazo, supe que las joyitas seguían a buen recaudo, pero había un objeto nuevo que no recordaba: una canica azul. Cuando la cogí y miré a través de ella hacia la luz del sol, descubrí una esfera de azul intenso, con una curiosa forma estriada que se dirigía hacia el centro desde todos los puntos. En el centro, una segunda esfera de color negro fue lo que más me asombró, porque el negro interior no reflejaba la luz, sino que parecía absorberla. Embobado como estaba examinándola, de pronto tuve la sensación de entrever una joven mirándome justo frente a mí. Imaginaciones. Decidí quedarme aquella bola perfecta de cristal y tras colocar todo en su lugar, me marché decididamente, procurando esquivar los recuerdos que me asediaban sin descanso en cada rincón. Tenía la certeza de que nadie iba a preguntar por la canica de la misma forma que comencé a creer, quizá por un ataque de fantasía pueril, que contenía algún misterio aún sin descubrir. Además, parecía llevar tiempo esperando aquel preciso momento y que solo yo sabría distinguir su categoría entre semejantes compañeros de cuarto.

De regreso a mi casa, la desvanecida imagen instantánea del insólito ente que me contemplaba desde el otro lado de la pequeña burbuja azul, quería tomar forma en mi cabeza. Después de recibir una sonora pitada de un coche que hubo de frenar en seco para no llevarme por delante, y tras escuchar las lindezas que su conductor me dedicó, mientras se atornillaba la sien con un dedo, dejé las elucubraciones y suposiciones para otra ocasión con menos riesgo. Cuando llegué, puse la canica dentro de un anillo que había en mi mesilla de noche para evitar que rodara hasta el suelo. Me dediqué a preparar la cena, trabajo harto complicado: pan de molde, york con queso y agua. No hay nada como hacer bien las cosas simples de la vida. Pensar en esta idea dibujó en mi cara una sonrisa condescendiente. Reconocer tus debilidades, admitirlas y dejarte llevar por ellas perezosamente, supone tan solo un pequeño descuento de tus créditos personales. Siempre habrá tiempo para mejorar.

Aquel día de abril, no daba para más. La noche extendía silenciosamente su capa negra sobre la ciudad, que ofrecía una frágil resistencia prendiendo sus farolas incandescentes y formando esa bruma luminosa que invita al sueño.

lunes, 7 de julio de 2008

Hasivi (Capítulo 2)


Gran parte de nuestra vida transcurre en la cama, con momentos felices, divertidos, de placer y descanso, y por supuesto con momentos no tan buenos. Hay incluso vendedores de colchones que garantizan la felicidad, como si el único obstáculo que impidiera conseguirla estuviera al alcance de todos. Yo, sin embargo, había orientado mi mecanismo de esperanza hacia la pequeña canica azul, que esperaba junto a mi cama. El cuarto bostezo de la noche, se mezcló con la sonrisa que me provocaba el seguir comprobando que mi imaginación funcionaba de nuevo con las cosas simples. Dispuse la persiana para sellar el paso de toda luz, me puse mi pijama amplio de hipopótamos regordetes y sonrosados, contrapunto a mi esquelética figura y tapé las irritantes luces del reloj digital de mesilla con la tarjeta de crédito visa que jamás iba a activar. El teléfono móvil apagado, el reloj Casio de pulsera a su lado, la sábana hasta el cuello, piernas encogidas, manos bajo la almohada… y todo el ritual listo para la cita con Morfeo.

Sin camas transformadas en naves espaciales, sin recuerdos tristes a cuestas, sin héroes noveles buscando la fama, sin ensoñaciones alucinadas sobre amores pasionales de naturaleza mundana, sin riquezas de la isla del tesoro y sin herencias llegadas de familiares y países a cual más lejano, sin éxitos empresariales de ámbito multinacional para combatir el hambre y la enfermedad en el mundo, sin percepciones extrasensoriales para frustrar los peores planes terroristas y en definitiva, sin pensamientos claros en ningún sentido, cerré los ojos y esperé. Frecuentemente y sin ser plenamente consciente, abro los ojos para comprobar que no hay luz, pero en la mesilla localicé un objetivo luminoso. Sin inmutarme lo más mínimo, empecé mi habitual análisis científico detectivesco de la situación. Empecé culpando a la fluorescencia del declado del móvil, pero estaba boca abajo y había que mirar de reojo para distinguir su paupérrima claridad verdosa. Continué con el reloj digital, cuyos días estaban contados, porque entre perder la hora con cada corte de corriente y esos números avanzando impasibles, inundando de claridad la habitación, había colmado la escasa paciencia que le concedí. Pero la visa era una entidad sólida y se pretendía firme candidata a ganarse mis atenciones.

Iba escaso de argumentos, y miré sin parpadear la bola de cristal. Poco a poco, comprobé que la luz azul brotaba de ella, tomando forma frente a mí. El tono azul quedó limitado a la pequeña bola, y el resto de aquel velo luminiscente adquirió color mientras perfilaba el rostro infantil de una niña con un encanto ingenuo y natural. Sus ojos concentraban una hermosura sin igual, pero miraban a ninguna parte. Poco a poco su cuerpo se iba revelando semejante al de un ángel, cubierto con un atuendo blanco y delicado. Era un ser del tamaño de un duende y estaba de pie sobre mi mesilla. Cuando mi gesto comenzaba a mostrar extrañeza, e hice amago de tender la mano hacia ella, escuche su voz:

-Buenas noches, ¿ya era hora que me atendieras no? -su voz, suave como un susurro, con simpatía fresca y casi desvergonzada, hacía menos chocante la visión que tenía delante. Me preocupaba aquella situación porque no podía ubicarla en ninguna página de mi extenso, aunque viejo y olvidado, catálogo de brillantes puertas y puentes de fantasía hacia sueños felices.

-¿No vas a contestar? Vale. Tú tranquilo, tómate el tiempo que quieras porque llevo esperando este momento muchos años, ¿sabes? –pensé que a fin de cuentas, mi imaginación era magnífica y tenía que estar atento para recordar el diálogo con idea de escribirlo. Sólo se me ocurrió preguntar

-¿Eres una alucinación?

-Pues no, ni soy lo que ves, ni puedes ver lo que soy, pero eso no importa. Lo principal es que tú comienzas a ver y a ser.

-¿Eres un espíritu? –qué otra cosa sino. Esto casi prefería que no fuera cierto.

-No escuchas. Te digo que no importa lo que soy. –se sentó cansada sobre el reloj de la mesilla y puso morritos, mostrando preocupación y tristeza. Cierto era que había oído pero no había escuchado.

-Perdona, es que no tengo costumbre de hablar con “entes” luminosos. ¿Tienes nombre?-pregunté a la vez que me incorporaba. Entonces giró la cabeza, hacia mí, pero sus ojos no hablaban con los míos.

-Me llamo Hasivi.

-Ya. Suena como árabe. Yo me llamo…

-Sé cómo te llamas. Te conozco desde hace años. –interrumpió

-¿Si?, pues no te recuerdo, ¿de cuántos años hablas?

-De cuando tenías imaginación. De cuando eras un niño de 8 años.

-Sigo teniendo imaginación. –repliqué.

-No como cuando te conocí. Me acerqué a ti porque tenías sueños vivos, porque tus ojos limpios brillaban de día y tu corazón desbordaba de ilusiones. –Hizo una pausa por ver si contestaba y volvió a ponerse de pie. Esperaba que yo dijera algo, pero sus palabras me dejaron mudo. Continuó hablando.

-No lo recuerdas, pero juntos construimos una nave espacial con la que tú me llevaste a lugares increíbles. Con ella muchas noches pasabas de soñar a estar soñando sin darte cuenta. Te empeñaste en pintar los mandos en una hoja, ¿te acuerdas de esa hoja?

-Si, me pareció muy simple y acabé por romperla.

-No, dejaste de tener ilusión, y toda aquella maquinaria, que era auténtica, se transformó ante tus ojos en un papel con dibujos sencillos que no comprendías. –otra vez me quedé mudo. Tenía razón, yo lo sabía perfectamente, pero no quería reconocerlo. Añadió

-Y no fue culpa tuya. Yo quise ayudarte, pero ya no querías verme. Estuve observando tus sueños nuevos, pero eran... terriblemente oscuros. Aquellas cosas que imaginabas, nos hicieron tanto daño que en tu corazón se fueron marchitando las ilusiones y cuando quise limpiar tus ojos turbios, los míos perdieron la vida. –bajé la cabeza y vagamente miraba mis manos cruzadas sobre mis piernas. Las imágenes del pasado acudieron rápidamente, con fuerza demoledora me golpearon en el pecho los dolorosos recuerdos que procuraba disfrazar de nimiedad, la angustia estrangulando mi garganta, las lágrimas abriéndose camino por mis mejillas...

Estaba solo, en mi cama solitaria. Una canica azul robada, dentro de un anillo abandonado. Unas lágrimas borradas sobre la espalda de una mano temblorosa. Un cuerpo abatido dejándose caer sobre una fría almohada con olor a ausencia. Una mente torturada por un pasado sin sentido, un loco abrazándose a una noche eterna, en espera de la aurora.