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domingo, 10 de mayo de 2009

Sentry (último capítulo)


Todas las secuencias de control siguieron su curso. Todas las tediosas comprobaciones sobre circuitos que a su vez comprobaban miles de subcircuitos, sensores y subsensores dentro de máquinas pequeñas imbuidas en otras más grandes, a su vez dentro de otras mayores, repetidas casi fractalmente hasta el aburrimiento, se llevaron a cabo –de nuevo- en el tiempo programado y con los resultados esperados: “No Errors, Ready To Start”.

La prueba empezó y ahora las miradas cruzadas entre Sentry y Martha eran como un invisible nexo nervioso que anticipaba las respuestas a las preguntas, validando el trabajo conjunto, preparando el instante en que todo quedaría controlado por el programa ejecutado con inteligencia artificial. El experimento consumió como cabía esperar, en un tiempo brevísimo, una cantidad de energía magnífica. Ya estaba hecho.

Y el gran momento llegó junto con un inesperado final. Coincidiendo con la conclusión del experimento comenzó un tremendo temblor que disparó la respuesta automática programada contra un evento sísmico. El suministro general de energía en las instalaciones se cortó por sectores rápidamente y quedó reemplazado por la fuente de energía autónoma secundaria para el sistema básico de iluminación, computación y seguridad. El electroimán quedó operando a la décima parte de su energía normal. En la sala de control algunas mujeres habían caído al suelo y trataban de incorporarse. Otras se aferraban a sus sillas, a columnas o mesas -cuando no se cobijaban bajo ellas- y así esperaron a que pasara el extraño temblor. Reduciéndose como si se tratara de un inmenso motor que se detiene a golpes, asíncrono, brusco y atragantado: con estertores violentos. También múltiples objetos terminaron en el suelo y muchas láminas ligeras del falso techo  cayeron. Los panvisores generales allí situados se descolgaron y, sujetos por cables de seguridad acerados, oscilaban y entrechocaban vertiendo al romperse una insidiosa lluvia de microcristales de imagen. Cuando finalmente terminó el temblor y la sala comenzaba a recuperar alguna presencia de normalidad, todas sintieron un molesto y persistente zumbido de muy baja frecuencia.

De inmediato Sentry se puso a sujetar, comparar y confrontar los distintos paneles de estado en sus pantallas, incapaz de parpadear. Su hiperactividad se contagió y entre las demás compañeras se cruzaban comentarios gritados por encima del incesante ruido de aquella vibración que cosía un ahogado nerviosismo a sus palabras, buscando respuestas contra la confusión de sentirse atrapadas dentro de un motor rugiente, pidiendo pruebas de control y estado a los dispositivos críticos.

Martha verificó que aquel zumbido provenía de la sala de escape y ninguno de los sistemas de vigilancia mostraba en su monitor lo que sucedía en el interior de la máquina; se habían averiado todos menos el más antiguo: un sistema de espejos con cámaras analógicas. Sin mediar palabra, Martha salió hacia allí. Solo cuando Sentry pudo confirmar que unas pocas mujeres de las instalaciones exteriores a la sala de control habían sufrido heridas de diversa consideración se dio cuenta de que Martha se había marchado y nadie sabía dónde. Entre tanto, en la ciudad habían sentido también los temblores producidos por aquella maquinaria anclada a la roca madre y que, tan solo en la sala de escape, concentraba un peso de 36.663 toneladas. « ¿Qué…? ¿Qué ha podido suceder? » Se preguntaba Sentry. Y era una pregunta que arrasaba, que quemaba, bloqueaba y asustaba. Entonces vio escapar indirectamente durante un momento la imagen analógica inclinada que giraba y oscilaba en un monitor mostrando la sala de escape. Su cerebro le dijo que allí había alguien pero cuando fijo la mirada sólo se veía la parte posterior del monitor. Saltó a la mesa situada inmediatamente debajo, lo paró y volvió hacia ella. Retiró su cabeza y allí estaba: Martha había accedido a la parte superior de la máquina y accionaba los engranajes mecánicos de apertura mientras el sol, a través del tragaluz y el polvo en suspensión producto el temblor, incidía espléndido directamente sobre aquél lugar haciendo parecer que Martha iba a ser abducida. Sentry fundió en un flash el antiquísimo experimento del “gato de Schröndinger” y los planteamientos negativos de Martha sobre su experimento. De pronto sintió erizarse el vello de su piel y, abriendo los ojos, llena de horror gritó un “NO ABRAAAS” que heló la sangre de las demás mujeres. Acababa de comprender lo que había sucedido. Algo maravilloso y terrible sobre el origen y el fin del universo. Salió corriendo para impedir que Martha abriera el estrecho conducto de acceso. Corriendo presa del miedo, de la ilusión por el descubrimiento, de amor y conocimiento, de un llanto que corría también en tristes gotas por sus mejillas llegó hasta la puerta. Se abrieron ambas, la de acceso a la sala y al aparato, a un mismo tiempo. Martha impedía con su cuerpo el paso del sol al interior, pero se volvió al sentir la puerta.

Y el sol cayó dentro.

La última mirada entre Sentry y Martha hablaba de despedidas y de cosas que algunas personas temen decir por miedo al rechazo. El mundo dejó de existir con tal rapidez que probablemente nadie sufrió dolor. Más tarde el sistema solar seguiría sus pasos y sucesivamente, poco a poco a lo largo de un tiempo inconcebible, casi eterno, el resto de elementos cósmicos dejaron de expandirse y el universo comenzó su camino hacia el Big Crunch. Otras vidas inteligentes de planetas infinitamente lejanos se unirían a este descubrimiento con el tiempo, destruyendo o no sus planetas. Lo mismo daba.
Dibujo de Elena María Ospina

Angustia en el vientre fue lo primero que sintió Sentry al salir del sueño confuso sobre un profundo mar de lágrimas. Sus ojos encontraron en la penumbra del dormitorio el amodorrado e inconfundible rostro del vigilante de seguridad por quien interrumpió sus estudios universitarios. El olor de axilas sucias que él llamaba “olor a hombre” y ella “olor a cerdo” fue su segundo regalo de vuelta a la realidad aquel mayo de 2009. Aún quedaban otros muchos regalos por abrir. Muchos días encontraba incluso sorpresas nuevas: ropa interior usada y tirada en cualquier parte, pelos que parecían crecer con más ganas de las que ponía ella en quitarlos, indirectas directas y sin sentido que dejaban en números rojos el saldo de aquella cuenta que abrió su corazón.

Se levantó y subió la persiana. Los cristales perfectamente limpios. La luz gris del edificio de enfrente se hizo paso en el salón reflejándose sobre la madera brillante de la mesa. Retiró el cepillo de dientes que él había dejado en el lavabo y se despejó con agua fresca y su jabón de Clinique. Preparó el desayuno y, al olor de café con croissant tostado, salió el tigre de la cama:

-Joder tía, no has parao de dar guerra toda la puta noche. Que ahora me río, que luego bs-bs-bs hablando…
-Buenos días. Ayer te compré mermelada de ciruela. ¿Te pongo una poca con el croissant? –Desorientado ante el feroz ataque femenino adherido a semejantes palabras mágicas, perdió rápido el hilo de la conversación:
-Si, pero ya sabes que me gusta poner bastante. Pon más, maaaas. Trae hija, trae (qué desesperación, esta mujer es cortita-cortita).

Sentry se sienta con él a la mesa. Se pregunta dónde está el hombre que creyó haber visto un año atrás. Se responde: ¿dónde estaba mi inteligencia? ¿Alguna vez he sido inteligente? El mueve su mano.

-¡¡EHHH!! ¡QUE ESTÁS PASMÁ! ¡Pásame el zumo, hossstias!
-¿Y no puedes pedirlo de otra manera? Si nada más levantarte…
-Joder, ¡encima te pones flamenca! ¿Ya te viene la regla? Anda, andaaaaa, déjame desayunar en paz, que hoy me toca a la puerta del hospital en jornada continua. Me espera una buena. Y mientras tú, por ahí... –Y puso en su cara de cebollino sin afeitar un gesto atolondrado antes de añadir con voz de gilipollas: …de Miranda del Castañar.

Sentry bajó la vista a su café y se mordió el labio inferior. Se acordó de Lisbeth Salander “Otro hombre que odia a las mujeres”. 

El traje limpio y planchado, colgado en la silla del dormitorio. Debajo, bien colocados, sus zapatos brillantes y sus calcetines limpios. Su cartera, sus llaves, en la silla. Después de ducharse no hubo beso, pero sí saludo de despedida:

-¡No te olvides grabarme la segunda parte del documental de la dos! ¿Me has oído?
-Si.

Un mes antes, camino al supermercado del polígono, vio que una empresa distribuidora de aceitunas había pegado una hoja de A4 apaisada en el cristal de sus oficinas: “Se busca personal administrativo. Interesados, entregar currículo aquí”. Sentry fue entrevistada por la propietaria de la empresa y tuvo buenas vibraciones desde el primer momento. 

Hoy era el día. Cogió su dinero, su ropa, sus libros y sus discos. El portátil, sus fotos y su “Nothing book” aún por escribir. Su neceser y sus demás cosas. Todo lo que dejó era pasado: días amargos y recuerdos pesados que soltó para aligerar su equipaje. Como Santa Teresa en su tierra, "se sacudió la zapatilla para no llevarse ni el polvo". Alquiló un estudio y prometió volver a matricularse.

Cuando él volvió a casa, lo primero que hizo fue tirar el uniforme en el sofá. El baño oliendo al gel limpiador de Bosque Verde tardaría en volver a ver el agua. Se cambió y calentó la cena que ella había dejado preparada “¿Dónde estará esta? ¿A que se ha olvidado de grabar el documental la muy payasa?”. Encendió el televisor panorámico y pulsó el “play” del grabador de DVD. Leyó en la pantalla el siguiente texto deslizándose de abajo a arriba: "Te dejo. No te soporto más. Que disfrutes del documental, aunque dudo que puedas comprender nada sobre el acelerador de partículas del CERN, cuando no sabes programar el DVD, ni borrar el historial de búsquedas del explorador (¿Zoofilia?). Desde aquí oigo el eco del locutor rebotando en tu cabeza por encima de esos ronquidos leoninos.”
-Maldita guarra…

Ella dejó una lata de galletas danesas, sus favoritas, pero no se preocupa por cerrarla: alguien lo hará. El ha terminado la leche y abandona el vaso en el fregadero junto al plato pero hasta mañana no sabrá que la loza no se mete solita en el lavaplatos. Se huele el sobaco satisfecho: “huele a hombre”. Se limpia los dientes y deja el cepillo junto al grifo pero hasta mañana tampoco se dará cuenta de que no vuelve solo al vaso. La cama abierta por su costado, el pijama dispuesto. Las sábanas limpias y él se acuesta pensando “Felices sueños, mañana será otro día.”

Para Sentry es su primer día de trabajo. Su jefa se acerca a ella con una preciosa sonrisa que la acelera el corazón y saluda:
-Buenos días, Sentry.
-Buenos días, Martha.

lunes, 27 de abril de 2009

Sentry (capítulo 2)


Amanecía en lo más alto de aquel sencillo edificio de viviendas móviles, donde el temporal ático de Sentry giraba en esta ocasión en dirección a un sol que pintaba entre el techo y la pared el rectángulo distorsionado de una ventana que despertara a la vida; a un nuevo día “maravilloso”, pensaba ella -aún confundida por el sueño-, mientras hacía ondear aquella boca luminosa tras sus pitiñosos ojos entreabiertos. Después de estirarse y emitir su habitual berrido matutino, esta vez con algo de escándalo y exageración premeditada, sonrió para sí misma mientras observaba, aún con la mente en blanco, el lento caminar de la luz por la habitación.

Pronto sintió la punzada nerviosa en el estómago que anunciaba con claridad la llegada del primer experimento importante de la máquina más avanzada de la historia de la humanidad. La máquina que sería capaz de generar materia oscura en una cantidad ínfima e indeterminada. Recordó de pronto, de nuevo bajo esa leve sonrisa que a veces se dedicaba, el día que su profesora de física despertó su sed de conocimientos al explicar con un símil la distancia entre el núcleo de un átomo y la nube de electrones que lo rodean. Dijo: “Imaginaros una canica en el centro de un estadio, la canica sería el núcleo del átomo y los electrones serían como partículas de polvo que llevara el viento por entre los asientos.” Quedó completamente fascinada. ¿Cómo podía haber tanta distancia y fuerza entre ambas partes de un átomo, algo tan diminuto? Cuando llegó aquél día a su casa sacó lustre a su imaginación (gozaba todavía de ese don para confundir realidad y ficción que sólo disfrutamos en la niñez) subiendo a aquella nave infantil que escapaba a la lógica y la física con su capacidad de cambiar de tamaño sin límites, encogiéndose hasta un tamaño protónico para viajar a través del metal, del cristal y de todo lo imaginable, esquivando electrones traviesos. ¡Qué lejanos, risueños y bonitos resultaban ahora aquellos años! ¡Y ni siquiera habían hablado de las partículas!

Se levantó y se duchó. Cambió su habitual desayuno de café con leche y galletas incorporando una tostada untada con mantequilla y cubierta con mermelada de melocotón; iba a ser un día ajetreado de veras. Encendió su panvisor3d y seleccionó el canal con las noticias matutinas. Las locutoras llevaban un buen rato explicando al público en qué consistiría la prueba que se iba a llevar a cabo a las 12:00 de la mañana. La organización y planificación entre científicas y gobernantes había resultado complicado. Se concedía al experimento un breve tiempo durante el cual podrían utilizar con garantías una importante cantidad de la energía que abastecía a la gran urbe. Y la opinión del público no sólo era mayoritariamente favorable sino que añadía su disposición a cooperar.

Sentry no escuchó su nombre en ningún momento. Aunque todo partiera de su original idea el resultado sería la suma del trabajo y la colaboración de muchas personas, siempre bajo la imprescindible aportación multimillonaria del estado para llevar a cabo el ambicioso proyecto. La máquina que habían construido ocupaba relativamente poco espacio: el equivalente de un estadio como el de sus recuerdos juveniles. Se excavó a 50 metros bajo tierra y uno de los detalles que mayor controversia suscitó, fue el profundo y amplio tragaluz. Un pozo cilíndrico de 7 metros de diámetro que alcanzaba la sala de escape; el lugar que podría ver surgir la materia oscura en el centro de un electroimán 180 millones de veces más potente que el de la tierra. El pozo esquivaba la atracción direccional del electroimán hacia el cosmos. Los vuelos fueron cancelados y el espacio aéreo vigilado.

Terminado su desayuno, se puso su traje más elegante y comprobó satisfecha lo guapa que estaba frente al espejo virtual de su panvisor3d que devolvía su imagen girando alrededor. Durante el poco tiempo que tardaría en llegar a las instalaciones pensó en Martha. Para este día tan especial se había puesto no solo el traje que consiguió arrancar un elogio de la boca de Martha sino que también había decorado su cuello con algunas gotas del perfume por el que ella se había interesado en otra ocasión, con aquella sonrisa que aceleraba el pulso de Sentry. Por un momento se sintió como una ridícula niñata descentrada dejándose llevar por pensamientos rosados en semejante día, pero siempre quiso creer que ciencia y sentimientos no tenían por qué viajar por caminos separados sino que podían fluir cercanos, compartiendo fuerzas, comprensión, detalles insignificantes… ideas que se volatilizaron nada más llegar a la frialdad de las instalaciones y su maquinaria.

Eran las 8:30 cuando entró en el centro de mando. Una gran sala circular con las mesas de trabajo diseñadas en círculos concéntricos con pasillos. En el centro de ellos esperaba Martha supervisando detalles. Había llegado a las 7:00 –como no- y lucía su habitual aspecto de serenidad y profesionalidad. Cuando se acercó a ella, y antes de intercambiar un saludo, Sentry sintió primero la fugaz mirada a modo de vertiginoso escáner que Martha pasó sobre de ella. Después supo que había hecho diana cuando habló:

-Vaya, Sentry, qué tranquilidad la tuya.
Confirmado. Su diana era en el centro: pudo contar otra de las escasas ocasiones en que Martha distraía su mirada directa entre los paneles de mando al tiempo que un suavísimo color rosa prendía en sus mejillas y vigilaba furtivamente a las compañeras que también habían madrugado. Luego relajó su gesto y dijo aún como distraída:
-Tienes la cara radiante de ilusión, ¿eh?, como una cría.
-Igualita. Y no creas, que también estoy algo nerviosa –tomó asiento junto a ella observando divertida la irritación que sentía Martha, consciente de que su turbación no pasaba inadvertida.
-¡Pues… quién lo diría, desde luego por la hora que es no! –el silencio como respuesta y saber que con Sentry de nada serviría seguir por ese camino llevó a Martha a moderarse. Mientras repartía algún documento y gesticulaba para que se movieran determinadas compañeras, siguió hablando:
-Llevamos mucho tiempo preparando este momento y, a fin de cuentas, has sabido demostrar a todos que tu proyecto era posible. Incluso a mí. En esa confianza nace tu tranquilidad, ¿no? –Marta percibió de reojo que Sentry bajaba la cabeza y al mirarla notó cómo su gesto ensombrecía.
-Hay... Hay algo, de entre todos los problemas que formulaste… -Martha no la dejó seguir hablando:
-¡Vamos, ahora no me vengas con esas!, ¿justo hoy? ¡Hala!, déjame en paz de historias bonita, que llevo aquí esperándote hora y media para que pongas en marcha el programa –Sentry la miró con una sonrisilla apretada y contenida, reconociendo el habitual carácter de su querida compañera, que sin más cogió su mano y la puso junto al botón de arranque y, arqueando las cejas con cara de guasa, añadió
-Así, esos deditos a trabajar ¿mmm?

Y dicho y hecho, terminó el momento para la distensión. El resto del personal había ido tomando su sitio en la sala de mandos, los nervios contagiados de excitación. Comenzaron con el protocolo de seguridad, vigilancia, puesta a punto y comprobaciones básicas -casi banales- sobre mediciones de temperatura, tensión, intensidad etc., etc. Todos los aparatos –tantos- marcaban su particular pulso sincronizados a la perfección, con su reluciente brillo, con esa tentación impresa en la superficie de las cosas nuevas, la de creer en lo que vemos, para acercar nuestro ser a lo que nos agrada, la tentación de tocar para aprender y conocer. Túneles conteniendo engendros electromagnéticos de fuerza sobrecogedora y que se cruzarían sin duda en algún punto. Una gran maquinaria compuesta de millares de pequeños dispositivos y decenas de inmensos elementos entrelazados donde la vida corría exclusivamente en forma de mujer y, de entre tantas mujeres –todas-, bajo un caos asíncrono de latidos silenciosos e inimitables dos corazones como poco pulsaban la sangre con el mejor de los ritmos. Con el brillo de un lenguaje corporal limpio, con la tentadora fuerza de una joven atracción, la de acariciar o ser acariciada, la de aprenderse y conocerse tras los ojos de quienes nos miran. Sangre discurriendo en frágiles circuitos separados por completo que los seres humanos eran capaces de cruzar sobre el éxtasis de sus sentidos. Pequeñas y complejas formas de vida, compuesta por billones y billones de diminutos dispositivos, dentro de decenas de elementos entrelazados donde el destino sería, inevitablemente, la muerte. Donde el mejor de los viajes para semejante destino sería, indudablemente, el amor.

sábado, 28 de febrero de 2009

Sentry (capítulo 1)


De entre todas las especialidades disponibles en aquellos momentos, Sentry escogió la más difícil: asociación de micro partículas de materia oscura a través del bosón de Higgs. Siempre le había llamado la atención la evolución de las aceleradoras de partículas, que a lo largo de los últimos 30.000 años, casi prehistóricas y de proporciones colosales en un principio, permitían tratar la materia para descubrir los orígenes del universo. Había dedicado todo su esfuerzo y capacidad para llevar a cabo un proyecto experimental que hasta entonces era pura hipótesis. Los centros de estudios especializados, al amparo de un gobierno totalmente intelectual que invertía importantes cantidades en investigación, recibirían una aportación extraordinaria si planteaban una teoría suficientemente sólida como para permitir obtener cierta cantidad de materia oscura. Las máquinas desarrolladas hasta el momento eran capaces de detectar partículas supersimétricas con aproximación y el siguiente paso estaba claro.

Sentry era tan inteligente y ambiciosa como segura de sí misma y su propuesta fue seleccionada. Sus profundos conocimientos de la mecánica y física cuánticas por un lado, que le valió el reconocimiento de la comunidad científica internacional, así como su histórica nueva formulación sobre la teoría de la relatividad, contribuyeron como pilares sólidos para apoyarla en su nuevo estudio.

Recibió la buena noticia con alegría y restando importancia al escepticismo y malas caras de algunas de sus colegas competidoras, a la postre colaboradoras de su proyecto. Sentry no conocía el rencor y contrató simplemente las mejores mentes para su ayuda. Entre todas ellas, Martha se distinguía por una agudeza y capacidad de síntesis extraordinaria, una dedicación inusual al trabajo, y un mal gusto impresionante en el trato. Pero de las malas vibraciones que Martha pretendía hacerla llegar, Sentry hizo caso omiso, pensando que conseguiría muy pronto convencerla de que su ambicioso proyecto era más que simple teoría. En resumidas cuentas, si lograba llevar a buen fin su propósito, podría fabricar materia oscura en cantidad limitada tan sólo en relación a la cantidad de energía, espacio y tiempo empleados.

Durante los años siguientes, el equipo formado por Sentry, Martha y demás colaboradoras, fue perfilando la máquina más sofisticada que pudiera imaginarse. Para Martha, todo aquello era una locura y un miserable insulto derrochador. Ni las discusiones que tenían lugar cada semana, durante las habituales reuniones de organización del trabajo, ni los múltiples problemas realmente alarmantes que fue capaz de plantear durante las reuniones que cada seis meses se celebraban con la delegada del gobierno, fueron suficiente lastre para Sentry que seguía viendo en Martha, la misma mujer sin dobleces que conocía.

Sentry vivía sola y últimamente se reconoció enamorada. Deseaba, como nada más natural, compartir su vida con aquella persona hacia la que su corazón la había inclinado. Todo su conocimiento científico era inútil para desviar la mirada que interiormente y sin saber cómo, había fijado en Martha. Pero no se culpaba por ello, sino que atesoraba las escasas sonrisas que compartía con ella mientras aguardaba con infinita paciencia y dulzura un día que, sin lugar a dudas, tendría que llegar. Algunas tardes, cuando tenía posibilidad de situar su vivienda en lo más alto del edificio para convertirla en su ático giratorio exclusivo, saboreaba la soledad reflexionando sobre temas trascendentales. En esta ocasión, recordó algo que estuvo pensando mientras ascendía a su casa. El hombre que trabajaba como vigilante en la entrada principal del edificio la había saludado como otros días y no sería su cortesía, sino el hecho de ser uno de los pocos hombres que iban quedando, lo que hizo a Sentry meditar sobre el ser humano como especie.

Como consecuencia de la evolución genética natural, las mujeres comenzaron a desarrollar la capacidad de concebir nueva vida a partir de relaciones con su mismo género. Durante unos 10.000 años conservaban el sistema reproductivo primitivo un elevado porcentaje de ellas, pero en claro declive debido tanto a factores sociales como políticos y por supuesto, de selección natural. Por otra parte, la esterilidad masculina iba en aumento mientras la genética femenina conseguía sin lugar a dudas y de forma natural, que inteligencia y salud fueran valores al alza en una sociedad absolutamente decadente. De esta manera, con el beneplácito general de gobernantes y ciudadanos/as, la revolución genética siguió su curso, hasta que 30.000 años después, un escaso 0.6 % de nacimientos resultaban varones, recibidos además con tristeza por sus madres. Eran el vestigio vivo de un pasado en extinción, abocados a una vida de inferioridad pero con todo el respeto, cariño y comprensión de los demás seres humanos. Para Sentry, quedarse embarazada de forma totalmente independiente, era la última opción. Prefería compartir, no sólo el amor con su pareja, sino también los rasgos genéticos de esta.

Aquella noche de verano no era demasiado calurosa, pero Sentry no conseguía conciliar el sueño con sus pensamientos en imágenes confundidas sobre Martha y sus sentimientos por intuición sobre el amor. Aunque sabía perfectamente dónde quería llegar y que debería nadar decididamente contra corriente para obtener lo que deseaba, no sabía cómo. Cómo entrar en un camino hacia un mundo desconocido en el que su mente científica no servía para solucionar uno de los problemas más básicos, sencillos e importantes de la vida, al menos para ella. Cómo dejar de sentirse como la única gota de agua dulce perdida en la vasta profundidad del océano y conservar su identidad al mismo tiempo. Cómo vencer la barrera del miedo ante la realidad de no ser correspondida y conservar la concentración necesaria para seguir adelante con el más importante proyecto de su vida. Cómo desenvolverse a cada momento entre los límites de su trabajo profesional y sus deseos personales. Sabía que no todo era cuantificable, previsible, programable y menos aún, manipulable. No llevar las riendas de sus emociones nuevas, algo que no había experimentado en sus otras relaciones, la sorprendía y llenaba a partes iguales de ilusión y preocupación.

El cielo se fue tiñendo de crepúsculo y Sentry aprovechó el espectáculo para desenredar de su mirada la enmarañada red de sentimientos que la ataban a Martha. Mientras observaba cómo el sol se apagaba sobre un impresionante horizonte de agua y la ciudad se sonrojaba con sus últimos rayos tibios, un presentimiento de esperanza llenó el bolsillo de los deseos más valiosos que escondía su gran corazón enamorado.

sábado, 14 de febrero de 2009

Extraordinaria oferta en el super



Llegaba al portal de mi casa y, colgando del brazo, la piedra de 10 kilos que mi hija suele llevar en su mochila. La dejé a mis pies para sacar la llave y abrir la puerta. Dentro, junto al ascensor, vi a mi vecino de la letra "D", hacerse el Despistado volviéndose de lado y aprovechó mi demora en abrir para meterse en el ascensor y subir él solito, tan a gusto. Aproveché el rato que tarda el ascensor en regresar para sacar del buzón mi cuota de publicidad y la que corresponde a mi vecino del segundo "A", Aficionado también a promocionar la suciedad en el portal "...para que no se queden sin trabajo los que limpian, JAJAJAJA" (textual).

Durante la comida, mi esposa comenta una escena de autobús. Cuenta que un chico, con algún problema psic, está sentado junto al conductor en el primer asiento. Entonces entra un hombre mayor que camina despacio y con mucho esfuerzo y le pide a este joven si puede dejarle el asiento, y aunque le explica el motivo, el otro replica: "Hay mucho autobús, busca otro sitio". La puerta del bus se cierra y, una mujer desmanganillada, con un brazo por pierna, el bolso arrastrado como si fuera un juguete infantil y el abrigo cayendo por debajo de los hombros, suplica al conductor que abra la puerta alzando el brazo que aún permanece en su sitio. El conductor no duda, los dos metros que ha avanzado no son el problema; el semáforo se ha puesto naranja y está junto a la parada. Y va mal de tiempo. La mujer desespera, quieta por un momento y cada vez más pequeña, mientras se aleja el bus, empieza a arreglarse el abrigo, su bolso y se resigna a la espera del próximo de la línea 10, que son 20 minutos.

Al marchar al trabajo por la tarde, encontré otra vez colillas sobre mi coche. Mis vecinos del segundo "B", salen a fumar a la galería para que su hija no respire humo. Eso es correcto, pero han tapado el enrejado de la galería con un gran plástico como el que traía mi colchón y le han hecho un agujero. Meten allí la mano y tienen a Bien tirar las colillas sobre cualquier coche que esté en la zona donde caen. Y no entiendo como en un espacio cerrado que es algo mayor que un metro cuadrado se puede fumar. (Pero si muchos lo hacen en el ascensor...) ¿Será tan complicado sacarse un cenicero?

De camino en coche a la empresa hay un paso de cebra junto a la zona monumental y un joven esperaba que alguna de las personas de los vehículos le permitiéramos cruzar. Había mucho tráfico. Yo tampoco me detuve y al instante me sentí mal por ser otro borrego que conduce en fila india. Al llegar aparqué junto a la farmacia en zona de carga y descarga y la vecina farmacéutica, con su bata blanca, estaba colocando la nota informativa para los turnos de guardia. Me adelanté como siempre al decirle "Buenas tardes" y me contestó incluso de buena gana, pero aún recuerdo lo tonto que me sentí al principio, las veces que no me respondía.

Al salir del trabajo me acerqué al supermercado para reponer algunos alimentos de nuestra despensa (y de paso coger alguna chuchería ¿o es al revés?). Había muy poca gente. Desde que abrieron cerca otro Mercadona el Eroski se ha quedado algo desierto. Me pasé por el pasillo de las conservas a coger una lata de mejillones en salsa vieira y me encontré una oferta realmente extraña:

................"AMABILIDAD EN CONSERVA" 1 x 2

Y el precio era 1.25 euros. Pensé que se trataría de algún producto nuevo bajo una de esas campañas publicitarias extrañas donde buscan captar la atención del público dejándolo extrañado y con ganas de entender, de preguntar y finalmente probar. Cogí una de las latas (no sin antes mirar al rededor buscando espejos con cámaras ocultas) y me puse a leer. Lo que me intrigó primero fue su ligereza. Parecía estar vacía. Sobre el fabricante decía: "Conservas del M.A.", Parcela 8 del Polígono Industrial "Los olivos", Getafe, Madrid. ¿Del M.A.R. mal impreso? ¿Del Mar Atlántico confundido por océano? A saber.

Coloqué dos latas junto a la bolsa de fritos sobre el chocolate, que a su vez estaban sobre un brik de leche y a su vez estaba sobre una caja de cereales (si, soy de los que no necesitan cestas y prefieren hacer equilibrios). La joven cajera (Isabel Pérez "colaboradora", según se leía en su identificación) dijo "buenaaas" al hombre que estaba antes que yo, pero él buscaba en su cartera la tarjeta Travel y no contestó. Al terminar Isabel le dió las gracias pero tampoco contestó y como si todo fuera normal me saludó, respondí (me miró brevemente) y empezó a pasar mis productos. A continuación me mostró una de las latas de "amabilidad en conserva" y dijo:

-Estas latas son oferta 1x2 ¿se ha fijado?.

-Sí, ya lo he visto, por eso he cogido dos. -dije al tiempo que me empezaron a subir los vapores, ese calorcillo en la cara cuando creo que algo se me escapa.

-No, señor, creo que no lo ha entendido. - ¿Señor? ¿Ya soy un señor-mayor? ¡Dita sea! ¿Se habrá fijado en mi calvilla de fraile?

-¿Qué pasa, no son dos por una? -¿Será visible mi docena de canas entre veteadas? ¡Si son como una señal que indican "jamón del bueno"!

-No, mire, la oferta es que paga dos y se lleva una, por eso le informo. Es que nos está pasando que la gente entiende mal el cartel.- y me miraba condescendientemente mientras detrás una señora resoplaba y hablaba por lo bajo con su amiga, hermana o lo que demonios fuera.

-Ah, bueno, pues... -Esto desconcierta a cualquiera, ¿no? Y al ver que me quedé cloquis, añadió

-Si le parece, puede usted llevar una y le sale a 1.25x2, 2.50 euros. Como usted lo vea. -Vi que movía adelante su cabeza estirando el cuello mientras abría más los ojos tratando de succionar una respuesta de mí.

-Pues me llevo una, entonces.-"Qué cosas, he caído como un lelo" pensé.

Isabel me dio las gracias junto con la vuelta y tampoco respondí como el tarugo que estaba antes que yo, pero conste que me distrajo la señora de atrás al decir "Anda que...".

Llegué a casa con la compra pero antes guardé la lata especial en un bolsillo para que no la viera mi esposa. Después de colocar cada cosa en su armario me puse a abrir la latita. Quité el abrefácil y vi que estaba vacía. (¿Qué esperabas, el genio de la lámpara por dos cincuenta?) No olía a nada pero al fijarme mejor, vi que sí que había algo. En el fondo habían pegado un espejo en el que pude ver mi gesto desconcertado. Luego me entró la risa y la vi allí reflejada pero decidí que al día siguiente llamaría a la fábrica para pedir explicaciones.

Y al día siguiente llamé. Una voz de señorita contestó la llamada:

-Conservas del Más Allá, buenos días, dígame. -¿del más allá? me quedé mudo- ¿Hola, dígame?

-Hola, verá usted, ayer compré una de sus latas de "amabilidad en conserva" y me preguntaba qué clase de broma es esta.

-Bueno, yo le explico. ¿Cómo se llama usted?

-Me llamo Fernando -mentira, no me daba la gana decir mi nombre.

-Mire, Fernando, yo me llamo Belisa Crepusculario y soy la propietaria.

-Mucho gusto

-El gusto es mío y no se trata de ninguna broma. Lo que usted ha adquirido es nuestro primer producto: una idea única y exclusiva ¿No está conforme con el resultado?

-A ver, es que la lata estaba vacía, había solo un espejo.

-Bueno, entonces todo está correcto.

-¿Quiere decir entonces que la amabilidad es un espejismo?

-Le explico. Escuche atentamente: la gente se guarda su amabilidad, la reservan para mejores ocasiones, siempre para un día que nunca llega y para una persona que se la merezca. Toda esa amabilidad que no utilizan les acompaña hasta que dejan de existir y nosotros nos limitamos a digamos... "pescarla" al paso de todas esas personas que muestran malos modos. Como se podrá imaginar, abunda la materia prima. Pero nosotros solo sabemos que la lata contiene amabilidad y si usted encontró un espejo eso no quiere decir que dentro hubiera un espejo: es su forma de entender la amabilidad. Probablemente, usted quiere tratar a los demás de la misma forma que le gusta que hagan con usted.

-Ya, bueno. Mmmm, tengo que pensarlo (esto es surrealista)

-Tenga en cuenta que lo del espejo era solo un ejemplo, usted sabrá, no sé si me entiende.

-Más o menos, más o menos.

-Bien, ¿se le ofrece algo más, Fernando?

-No, no, nada más. Gracias Belisa.

-De nada

-Hasta otra.

-Adiós, señor Fernando, que a usted le vaya bien. -Dios, ¡qué manía de llamarme señor!

Volví a coger la lata y, aunque al mirar dentro no había ningún espejo, pude sentir mi sonrisa y creo que mereció la pena comprar aquella lata de conservas y mi corta conversación con la señorita Crepusculario. Todavía no sé de qué me suena este nombre.... En fin.

miércoles, 14 de enero de 2009

Si pudiera explicarte ...



 Hay un muchacho que mira ilusionado fundirse al ocaso el alumbre del cielo para abrir paso a las estrellas. El asombro de sus ojos al anochecer da alas a otros que ya van cansados a esas horas. Todos podemos aprender de personas así que perciben maravillas en lo común: la caótica belleza de una mota de polvo, un balón rojo, gotas de lluvia ...

[...] sus sentidos se serenan y puede por fin observar sin ver demasiado… escuchar sin oír demasiado… sentir sin sentir demasiado?

Pasaron 10 años. Casi fue ayer y resulta que no hay explicación para muchas cosas. Incluso comprendiendo las limitaciones que yo traía de serie "Hay cosas en la vida que no se pueden cambiar, intentos de ordenar a la naturaleza. Pero yo prefiero estar en un lugar donde se da un ritmo natural, caótica belleza ... "

[14-01-2009] 
Si pudiera explicarte cómo es mi tristeza, 
te diría que no se comparte, 
que huye de desconocidos tanto 
como del abrazo o el beso amigo, 
que cuando me visita lluevo 
sobre mi traje de soledad sin duelo. 

Es mi tristeza como una brizna de hierba, 
perdida en el extenso mar con que Mayo 
fabrica mantos de sol y lluvia fresca, 
mientras mi joven y fina hoja de campo, 
mi particular brizna de hierba, 
no recibe perlas de agua en su mano, 
ni bebe reflejos de luz bajo la selva, 
donde se apagan brotes que solo duermen 
y sueñan entre deshechos de quimeras.  

Si pudiera explicarte dónde vive mi tristeza, 
te hablaría de un lugar varado en el tiempo, 
donde el frío y la noche demuestran su fuerza, 
donde la vida se escapa mientras pienso en olvidar 
la sinrazón de lo aprendido, 
en arreglar el corazón a mi reloj de niño. 

No siempre duele mi tristeza y descansa; 
entonces abandono en silencio mi senda 
y encuentro personas con luz en su mirada, 
y escucho su paso seguro, su voz serena, 
su satisfacción y su estima tan claras, 
y me ofrecen ayuda y con cariño 
esperan mientras dejo en el suelo mi vida pasada, 
y es cuando vuelvo asustado la espalda, 
para volver en silencio a mi senda. 

Si yo pudiera explicarte por qué vivo con mi tristeza, 
te diría que juega conmigo cada anochecer, 
que me habla al oído y consigue que estremezca, 
que mis recuerdos con ella pudieron crecer 
como cuida una madre al hijo que no medra, 
y sigue conmigo, me quiere y me respeta. 

Al lado de mi tristeza anida mi alegría; 
imagino que vuelo sin parar sobre la tierra, 
y sonrío de nuevo con mi sonrisa plena, 
porque escapo del mundo en que sufría 
y me aguardan pacientes tras las estrellas 
personas que me comprenden y aman sin reservas, 
personas sin prisa, sin gesto de malicia, sin insultos, 
sin sexo anormal y con caricias sobre mis alas, 
sobre mi alma sola y perdida. 

Y si pudiera explicarlo no tendría más esta tristeza, 
y solo entonces comprenderías que no comparta mi joven 
y escondida brizna de hierba, 
varada en el pináculo de la inocencia, 
que no aceptará agua, ni luz ni cosecha, 
porque solo yo conozco aquí sus vivencias 
y puede que alguien más de algún lejano planeta, 
tras su cristal azul y limpio de impurezas.

lunes, 29 de diciembre de 2008

Es importante ...











La educación debe comenzar y continuar en casa. Si los padres dejamos sin hacer nuestra parte, la más importante, poco o nada se podrá hacer en la escuela.

ODIO - REVOLVER


Odio la ensalada de verano y las luces amarillas que alumbran el extrarradio.
No soporto las tulipas de las lámparas que anidan en las mesitas de noche cada cuarto.
Odio las neveras donde nunca hay nada aparte agua del grifo en botellas de cocacola.
No soporto a la gentuza que tiene perro en invierno y en verano va a la calle porque sobra.

Odio a los violentos que golpean encubiertos por la ley a sus familias en sus casas.
No soporto los mosquitos ni las ratas y el olor a sucio del que no se lava.
Odio al que se juega sin escrúpulo ninguno su sueldo en una máquina de bar.
No soporto a los que acuden los domingos a la iglesia y luego el lunes son peor que Satanás.

No me gustan las cadenas ni los lazos. No me gustan las fronteras ni visados.
No me gustan los anzuelos ni las balas, ni la ley sin la justicia en el que manda.
Qué le voy a hacer si con razón o sin razón,
aunque tú me des la vuelta tengo el mismo corazón .
Qué le voy a hacer si con razón o sin razón,
y aunque tú me des la vuelta, tengo el mismo corazón.

No soporto a los que dicen la letra con sangre entra,
con la sangre yo no pienso negociar.
Odio a los torturadores pistoleros y asesinos les deseo cien años de soledad
No soporto a los que hablan siempre a gritos por el móvil nada más aterrizar el avión.
Odio a los gallitos de gimnasio porque siempre desprecian mi sudor.

No me gusta que me obliguen sin brindarme explicaciones de porqué si o porqué no.
No me gusta ni que humillen a los toros ni la caza con hurón...
Qué le voy a hacer si con razón o sin razón,
aunque tú me des la vuelta tengo el mismo corazón.
Qué le voy a hacer si con razón o sin razón,
y aunque tú me des la vuelta, tengo el mismo corazón.

No soporto a los ases del volante que a volar a dos cuarenta
le llaman su factor riesgo.
Me parecen reprimidos y egoístas porque exponen mi pellejo, TU pellejo.
No soporto a los perros de la guerra porque se corren disparando su cañón.
Odio a los discjockeys asesinos porque siempre me joden la canción.

No me gustan las cadenas ni los lazos.
No me gustan las fronteras y visados.
No me gustan los anzuelos ni las balas, ni la ley sin la justicia en el que manda.

Qué le voy a hacer si con razón o sin razón,
aunque tú me des la vuelta tengo el mismo corazón.
Qué le voy a hacer si con razón o sin razón,
y aunque tú me des la vuelta, tengo el mismo corazón.

sábado, 6 de diciembre de 2008

La humanidad y Dios



Lo mismo me da quién fue el primero en pasar por la línea de meta, si fueron los mayas, si los seguidores de Buda o los extraordinarios egipcios. Me da lo mismo quién inventó primero a Dios.

Infinidad de barbaridades en nombre de un dios que nadie conoce para salvar nuestras almas, que son eternas al parecer. Desde la nada al infinito (y más allá), así de sencillo y duradero porque así lo escribieron unos hombres mucho más civilizados y sabios que las gentes de hoy, cuando el sacrificio humano era habitual y la carne a la brasa -humana- también. Desde que adquirimos un poco de inteligencia y la capacidad de manipular, fabricamos deidades con poder sobre el espíritu, y por si eso no era suficiente, con castigos que ejecutarían los sicarios de la tremenda invención.

Mientras los seres humanos se acribillan a balazos, se atraviesan con puñales y aplastan a puñetazos, se desintegran con bombas antiecológicas que "nada más" destruyen todo lo vivo y salvaguardan lo muerto, las piedras y los edificios, mientras padres creyentes o ateos, tíos y/o amigos abusan de sus hijos, sexual, física o psicológicamente, o lo ignoran por impura ignorancia o desdén y en ocasiones hasta consienten sus madres, cuando estas no son maltratadas además, la religión nos dice cómo, en nombre de dios, debemos comportarnos. Dioses que crearon la tierra, que nos dieron lo que somos, aunque esté demostrado que nuestro origen no es tal. Dioses que con semejante poder, nos permiten todo tipo de excesos y egoísmos, de lujos innecesarios construidos sobre la destrucción, el hambre y la enfermedad en nombre del libre albedrío, otro don de su bondad divina.

He encontrado esta estupenda fotografía de Mónica Rodríguez. Tiene también este mismo encuadre en una foto similar, con otra chica y dentro de la habitación, pero me quedo con esta. Prefiero que los niños del futuro puedan mirar estas cosas desde fuera, con una sonrisa y un libro de matemáticas, porque no dudarán en ayudar a otras personas, no tendrán miedo de ser castigados por un dios o miedo a contaminar sus almas con los hechos cotidianos.

Ser educado con miedo al pecado, al comportamiento inapropiado, temerosos del futuro de nuestras almas por siempre jamás en el otro mundo (cuánto tiempo), o ser educado con respeto y amor por los demás seres humanos. No es malo creer en un dios, dicen algunos religiosos, no hace daño, beneficia a la persona, hace que sea mejor, más buena. Pero la idea de base no es la correcta. No es por un dios, da lo mismo cual sea el nombre que le pongamos, es por nosotros mismos por lo que tenemos que aprender a comportarnos.



Reconozco cierta belleza en esta escena de "Un violinista en el tejado" (Fiddler on the roof). Me encanta esta película de mentalidades añejas de otra época. Será como dice mi esposa, que de tan antiguo que soy, voy a llegar a Adán y Eva. La esposa de Tevie, ese lechero que sueña si yo fuera rico, quiere casar a su hija mayor, Tzeitel, con el próspero carnicero del pueblo, que se ha fijado en ella con ojos golositos, a pesar de ser mucho mayor que ella, puesto que murió su esposa. Pero Tzeitel desea casarse con el aún pobre sastre, a quien conoce desde pequeña. Ha invitado también a un recién llegado al pueblo, a un extraño que comienza a gustar a la hija siguiente. Esto sucede poco antes de la noche del Sabbath, en que se reunen en la mesa a cenar, rogando al Señor por su familia.

Quién me puede decir si todos esos sentimiento de amor y deseos bondadosos, no deberían ser los que nos unieran con el resto de seres humanos, apartando con fuerza el motivo divino, alejando de verdad su sombra "que todo lo ve" y apostando por una educación más práctica sobre los valores humanos.