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jueves, 7 de abril de 2022

Hugo Stiglitz

 


En mi pausa del bocadillo ...

He mirado al cielo mientras comía una manzana con el sello Envy, "envidia". Como de manera compulsiva, como si fuera a perder el bus. Tanto que me hago daño en las encías. Un anoréxico no recidivo que come como un cosaco bebe Vodka.

No siempre le doy a mi cuerpo lo que pide cuando lo pide.

Me quedan un par de días para abandonar mi casa y volver al trabajo. Dos años parado. Quizá vuelva por seis meses y luego me pongan de piernas en la calle, quien sabe.

Desde iniciado abril de 2022 he vuelto al trabajo de manera remota por unos días antes de ser presencial.

En casa sin ruidos obtengo espacio para la mente y este cuerpecito mío que se ha convertido en río (qué mas quisiera).

Ese azul del cielo sobre las tejas, tan hermoso, reuniendo en amor dos aves pegas o pica pica sobre un receptáculo de ondas herzianas.


Quizo el azar poner un pájaro de metal al encuentro virtual de esta pareja con pluma. Dice google que escribí mal pero ... qué sabrá un programa de cosas humanas.

Empiezo con la idea de obtener ese azul (¿ azul sobre amarillo ?) desde el móvil sin más complicaciones: imposible. 

Al activarlo, whatsapp de mi esposa "Fermín saca pan del congelador". Respondo "De acuerdo, esposa". Obedecida la orden me pregunto porqué escribió mi nombre. Se sale de lo común ponerlo. Encuentro el pan pero no respuesta. Lo descongelo un poco al micro-ondas y preparo la mesa a las 12:00 para comer.

Demasiado pronto, lo sé, pero mejor ahora que soy consciente de los peligros. Si lo dejo podría no tener puesta la mesa cuando aparezca ella a las dos y media

Estar en casa me da tranquilidad, tiempo y espacio para pensar pero no el conocimiento de un maduro responsable.

Hugo Stiglitz mientras dispongo cuchillos en el mantel. Hugo Stiglitz, Hugo Stiglitz, Hugo Stiglitz una y otra vez Hugo Stiglitz.

Miro al cielo desde esta ventana, el pan en la mano. Me pican los ojos, parpadeo. 

Una repetición sin sentido. Cosas que no comprendo. De pronto llega este flashback:

Estoy mirando la hora de llegada del bus4 en el móvil, detenido al borde del paso de cebra mientras otros lo cruzan. Alguien se detiene frente a mi y dice:

Hola.

¿Quién eres?pregunto sin levantar la vista de la aplicación que informa sobre la llegada del bus-10.

Mírame y lo sabrásostras, es cierto. Miro. Es María.

Hola, María Magán Maganto.

Este es mi novioostras, si. Hay un chico con ella.

Hola, novio de María Magán.

María resume la esencia de la inteligencia y el encanto,  una hermosura y serenidad inalterables pero ... no recuerdo la cara o el nombre del novio. Ni recuerdo mucho más, llegaba el bus. Fui a la parada-10, volví a la parada-4 ... arggg.

Fin del flashback. Estoy como una chota.

Hugo se marcha un poco así que en lugar del móvil decido usar la cámara Nikon Coolpix P600 que me regaló mi sobrina. 

Mi sobrina dice que está como una chota pero NO nos viene de familia. Compartimos el mismo TCA pero ella está en una rama genética, yo en otra. Solo ella puede decir que está como una chota: no se lo consiente a nadie más, bien que hace. No se va a callar y te puede partir la cara si te atreves. Kárate.

Extraigo la bolsa de la cámara de una de plástico de los corteses ingleses. Aparto el saco de bolas antihumedad y saco la máquina de su bolsa de transporte. Quito la tapa. Hago la foto que viste. No sin más. No sin mil ángulos, inclinaciones, zoomes adentro y afuera.

Un cielo tan hermoso ... y todas esas personas de Ucrania que no pueden distinguirlo, que no pueden probar esta manzana diseñada para embargar los sentidos, que no tienen una casa donde sentir el tiempo o la paz ... sin un trabajo al que regresar.

No sé qué significado tiene que Hugo Stiglitz se pusiera en la boca de mi mente a dar vueltas sin parar.

Cómo me gustaría colarlo en el búnker donde se esconden los malditos bastardos de la guerra.


On my snack break ...

I looked up at the sky while eating an apple stamped "Envy". I eat compulsively, as if I'm going to miss the bus. So much that I hurt my gums. A non-relapsing anorexic who eats like a cossack drinks Vodka.

I'm a couple of days away from leaving home and going back to work. Two years out of work. Maybe I'll be back for six months and then I'll be kicked to the curb, who knows.

I don't always give my body what it asks for when it asks for it.

Since the beginning of April 2022 I have returned to work remotely for a few days before being face-to-face.

At home without noise I get space for my mind and this little body of mine that has become a river (what else would I want).

That blue of the sky above the tiles, so beautiful, bringing together in love two pica pica birds on a receptacle of herzian waves.

Chanze wanted to put a metal bird at the virtual meeting of this feathered couple. Google says I spelt it wrong but ... what does a programme know about human things?

I start with the idea of getting that blue (blue on yellow ?) from the mobile without further complications: impossible. 

When I activate it, whatsapp from my wife "Fermín take bread out of the freezer". I reply "OK, wife". Having obeyed the order, I wonder why she wrote my name. It's out of the ordinary to put it. I find the bread but no answer. I defrost it a little in the microwave and prepare the table at 12:00 for lunch.

Too early, I know, but better now that I'm aware of the dangers. If I leave it I might not have the table set when she turns up at half past two. 

Being at home gives me peace and quiet, time and space to think but not the knowledge of a responsible mature man.

Hugo Stiglitz as I lay out knives on the tablecloth. Hugo Stiglitz, Hugo Stiglitz, Hugo Stiglitz, Hugo Stiglitz again and again Hugo Stiglitz.

I look at the sky from this window, bread in my hand. My eyes itch, I blink. 

A meaningless repetition. Things I don't understand. Suddenly this flashback comes:

I'm looking at the arrival time of the bus4 on my mobile, stopped at the edge of the zebra crossing while others cross it. Someone stops in front of me and says:

-Hello.

-Who are you?" I ask without looking up from the application that informs me about the arrival of bus 10.

-Look at me and you'll know," she says, "Oh, yeah, that's right. I look. It's María.

-Hi, María Magán Maganto.

-This is my boyfriend. -Yes, yes. There's a boy with her.

-Hello, María Magán's boyfriend.

María sums up the essence of intelligence and charm, an unalterable beauty and serenity but ... I don't remember the face or the name of the boyfriend. Nor do I remember much else, the bus was arriving. I went to stop 10, returned to stop 4... arggg.

End of flashback. I'm like a dick.

Hugo leaves for a while so instead of my mobile I decide to use the Nikon Coolpix P600 camera that my niece gave me. 

My niece says that she's like a dick but it doesn't run in the family. We share the same TCA but she is on one genetic branch, I am on another. Only she can say that she's like a cunt: she doesn't spoil it for anyone else, she's good at it. She won't shut up and can kick your face in if you dare. Karate.

I take the camera bag out of one of the "El corte inglés" plastic bag. I put aside the bag of damp-proof balls and take the machine out of its carrying bag. I remove the lid. I take the picture you saw. Not without complication. Not without a thousand angles, tilts, zooms in and out.

Such a beautiful sky ... and all those people in Ukraine who can't make it out, who can't taste this apple designed to overwhelm the senses, who have no home to feel time or peace ... without a job to return to.

I don't know what it means that Hugo Stiglitz was put in the mouth of my mind to go round and round in circles.

How I would like to sneak him into the bunker where the damned bastards of war hide.

*** Translated with www.DeepL.com/Translator (free version) ***

jueves, 31 de marzo de 2022

Insignificante insecto

«Pues hasta ahora no perdura en nosotros la infancia, sino un defecto mayor, la mentalidad infantil. Y es esto aún peor, por cuando poseemos el ascendiente de los viejos, pero los vicios de los muchachos, y no tanto de los muchachos, cuanto de los niños: aquéllos temen las cosas insignificantes, éstos las imaginarias; nosotros las unas y las otras» Séneca me define

No hay que ser un genio para saber de la importancia de los insectos en el equilibrio natural así que no necesito explicarlo.

Cuántos de esos insectos son prescindibles es otra cuestión. De la misma forma que una variedad equilibrada es beneficiosa una plaga de cualquiera será un problema grande.

¿Cuántas abejas son necesarias para garantizar su población futura? Ni idea pero es seguro que a partir de una determinada cantidad todas las especies se dirigen a su extinción. Y da lo mismo hablar de insectos que de gaviotas, ballenas, pinos o vacas. A partir de la muerte de uno cualquiera de sus individuos la especie se inclina hacia su extinción.

Odio los insectos. No en el sentido puro del odio. Me dan igual siempre que no estén demasiado arrimados a mi cuerpo o mente demente (me gustan las rimas tontas y los bombones pero no ser tonto aunque si tontos son los que hacen tonterías  seré uno de primera). 

En mi anterior pantalla de ordenador hay un mosquito pequeño. Para siempre jamás de lo eterno y misterioso. Está ahí por un defecto de visión. A partir de cierta hora los diminutos mosquitos ...

Quizá odie los insectos pero no quiera reconocerlo. Es que acabo de buscarlos en inter-google para ponerles un nombre y casi me pongo más enfermo de lo habitual viendo la cantidad de ellos que hay y los tamaños de sus larvas, sus actividades chupópteras y envenenadoras o putrefactoras.

Decía que cuando empieza a oscurecer las ventanas dejan de resultarles atractivas y empiezan a merodear mi pantalla luminosa. A más de uno lo aplasto suave contra ella para no romperla. Aplaudir a lo bestia sobre ellos no sirve siempre, espacan de alguna manera. 

El caso es que sobre mi antigua pantalla de 17" con relación de aspecto 4:3 y marca LG había uno de esos mínimos seres paseando. Y le comprendo . . . (¿es LO?, yo suspendía también en lengua y literatura) . . . comprendo que la luz para ellos sea como una peonza u objeto similar girando, manteniendo el equilibrio. Pues no habré convertido cosas en objetos que giran: quitando una rueda del eje de un choquecito y haciéndolo sobresalir por la otra rueda, clavando un bolígrafo en medio de un disco de vinilo ... 

Decidí que su vida no valía nada y lo aplasté suave contra la pantalla. ¿Criminal? Psché, pues quizá. Pero no estaba sobre la pantalla sino que se había colado por las ranuras de ventilación y buscó la forma de llegar al origen de esa luz.

¿Sabías que los monitores de ordenador de antes tienen unos mini tubos fluorescentes (de cátodo frío) que funcionan a 1140 voltios (p.ej.)? Son asombrosos ... los tubos, digo. Da una cosa tener uno en la manoooo ... uf. Parece que se va a quebrar en cualquier momento. Dan una luz increíble. Dos milímetros DE DIÁMETRO. Fue desmontar mi primera pantalla plana y no parar de desmontarlas para sacar sus piezas. Tienen también unas láminas polarizadas asombrosas que orientan la imagen, una capa de plástico difusora para extender por igual la luz que recoge de los lados ... bueno, callo.


Entonces el mosquito estaba entre la lámina exterior transparente (no es transparente en realidad pero a distancia cero lo parece) y otra lámina que hay debajo. Y lo dejé ahí para siempre aplastao. No iba a desmontar la pantalla que luego no es nada fácil volverla a cerrar perfecta. 

Ahí se quedó para recordarme mis crímenes.

Si.

Su vida me pareció insignificante, baladí, fútil, desestimable, desdeñable, exigua, ínfima, reducida, insustancial, inapreciable, chica, mínima, pequeña. Una completa nimiedad, una menudencia sin objeto, tanto como una chuchería, una nadería innombrable, la trivialidad más inopinable, la zarandaja menos consecuente, la bagatela de cualquier baratillo, una fruslería sin fortuna.

Es por eso que odio, sin odiar, a los insectos. 

No por el escaso significado de la vida de uno de ellos sino por sentirme como un insecto unitario, sin valor, ignorable e ignorado, aplastable sin repercusión en el mañana.

Eso es lo que odio de los bichos: sentirme como un insecto insignificante.

lunes, 28 de febrero de 2022

Paco&Emi: El milagro

Fotografía de la biblioteca nacional de España

Me ha contado Paco una pequeña historia de la guerra civil española.

Emi va a una casa un par de horas por semana para ayudar a una pareja de personas mayores que agradecen su trabajo y lo recompensan de forma generosa. Tienen una mujer "de toda la vida" que les hace las tareas pero también es algo mayor y necesita una ayuda extra. Por eso va Emi. Plancha, limpia, se sube a las escaleras para quitar y lavar unas cortinas que se lavaron hace poco pero relimpiar gusta más que acumular suciedad. Ha sido su primer día y viene super-contenta.

—Lo que en la vida me ha pasado, Paco. Por fin alguien que me trata con respeto.

—¿Pues?

—Mira. No me lo puedo creer. Además de pagarme por hora más no ha querido el euro de cambio y su marido se ha ofrecido para comprarme una caja de fresas. Claro, le he dicho que no. Cómo voy a cargar con la caja, la bosa de la ropa, la compra y meterme en el autobús hasta arriba a esas horas.

—Claro. Bueno. Ya te iba tocando tener algo de suerte.

—Pues si hijo, porque se dice bien. Y además no veas tú qué risas. Ella me recuerda un poco mi tía Araceli. Tiene unos golpes ...

—¿Qué ... ? Emi interrumpe. A Paco no le da tiempo a componer la pregunta:

—¿Sabías que en estas fechas los periódicos siempre publican  una antigua historia?

—¿Y qué fechas son estas?

—Pues nada, un 21 de enero, cuando la guerra civil, los republicanos bombardearon la ciudad y justo había venido la madre de esta mujer desde el pueblo, embarazada de ella, para dar a luz. Una de la las bombas destruyó su casa y otras pero entre los escombros la recuperaron a ella con vida. Tres días podía tener.

—Ah, qué suerte tuvo.—aquél día murieron 8 personas en el acto y otras 4 en días siguientes.

—Pero lo mejor es que en el periódico se ponen a inventar cuentos y ella se pone negra porque publican por ejemplo que un cura la bautizó "Milagros" (cuando se llama Milagro) y en realidad la bautizaron de vuelta al pueblo.

—Fieles a la historia algunos periodistas.

Fotografía de la biblioteca nacional de España

—Bueh. Y publican del churrero "que prefería morirse en casa" bajo las bombas, "ya ves tú" me dice la mujerita "que le cayó la bomba encima y no pudo elegir. Se inventan cada cosa ..."

—Ja. Ya te digo. Vaya idiotez.

—Bueno. Como lo de que un exaltado les pidió que salieran a la calle gritando y manifestándose a favor de los franquistas. Como nada más natural les mandaron a cagar. Para tonterías estaban después de que los otros destruyeran la casa. Y además hubo pillaje. Tenían muchas cosas de valor y les robaron todo. Y bueno, que su padre era republicano y estuvo incluso en la cárcel ...

—Si es que ...

—Pues como no quisieron ir les increparon y les dijeron que eran unos monstruos.

—El nivel de raciocinio no ha mejorado demasiado desde entonces entre esa gente.

—Y otra cosa que se inventan es que la entonces niña rescatada con vida, se casó con un tal Angoso, médico ¡ Pero la casada con Angoso es su hermana tres años menor, que ni siquiera había nacido cuando la bomba ! Y dice riéndose de mala gana: "Será porque como él es médico famoso ..."

-Anda que ... vaya tela.

Fotografía de la biblioteca nacional de España

Bonus: ¿Es solo cosa mía o alguien más lee "Cabrones de todas clases" en lugar de "Carbones"?


martes, 1 de febrero de 2022

El torrente sagrado

Torrente en medio de una iglesia

La iglesia de mi colegio salesiano tenía tres puertas de acceso. La primera, de carácter mundano, la encontraba cuando iba desde mi casa. Sin embargo, cuando tenía alguna peseta para gastar en el kiosko, accedía al colegio por la puerta principal, la de los domingos y festivos con la enorme ventaja de no tener que circular entre culos adultos. 

A mucha gente le desagrada estar entre mucha otra gente pero se obligan a tragarlo como jarabe medicinal por si logran la curación en esa terapia de choque.

La puerta principal está en la calle que lleva el nombre de su virgen, Auxiliadora. Esa es otra de las cosas que jamás he podido comprender. Si solo hubo una virgen y se llamaba María, porqué se rinde culto a la del Pilar o la de las Nieves. 

Siempre me ha parecido que cuando los hombres inventaban  su coronilla era iluminada por la santidad pero cuando lo hacían las mujeres eran alumbradas por brasas a sus pies.

Tan importantes son los nombres para los devotos que, muchos años después de lo que voy a contar, el Corte Inglés exigió como premisa para abrir su negocio prolongar el nombre de Auxiliadora cientos de metros hasta su futuro solar, obligando a miles de ciudadanos a cambiar de dirección y número de piso. Desde luego estos ideólogos debieron quedar calvos por completo mientras eran iluminados.

Si. Mi relato comienza con una peseta caliente en la mano camino del gigantesco kiosko de hierro pintado de azul. Ahora sé que era un calabozo diminuto, un horno en verano y un frigorífico en invierno, pero entonces admiraba la vida de kioskero. Siempre rodeado de apetitosas golosinas gritando "¡ cómeme ! !¡ cómeme a mi también ! ¡ no, nooo, a mi primeroooo !".

El hombre llevaba siempre gorra y me planté delante de su ventanilla. Tenía la misma forma ojival que la puerta principal de la iglesia y ambos lugares estaban rellenos de cosas buenas. Abrió y, cuando parte de aquel aroma empezó a salir, surgieron mil dudas. Había otro kiosko unos metros más allá pero prefería este porque el hombre no me regañaba nunca mientras deliraba para elegir dulce: "El bazokaaaa, son tres pisos. No me llega con una peseta. Compraré los caramelos snipe de nata, que me dan 8."


Crucé la calle de santo nombre para entrar al colegio atravesando la iglesia. La tercera puerta comunica con un pasillo del colegio y nada más entrar en él dispone de escaleras a la izquierda que conducen a aulas y patio. Esa era mi ruta de atajo.

Como tantas iglesias, esta tiene dos bancadas, pasillos laterales y el glorioso pasillo central. Siempre he tenido mucho respeto por este pasillo. Me parecía que ahí cruzaba un torrente divino dotado con la gracia de Dios (¿gracia?) porque todas las personas se arrodillaban y agachaban la cabeza de cara al altar si se atrevían a atravesarlo.

No sé qué suerte de felicidad me invadía aquel día con los caramelos en la mano que me apeteció jugar a la orilla del torrente. Hice amagos de cruzar con una suerte de baile primigenio a lo Michael Jackson, con saltitos que simulaban pasos al borde mismo de aquellas baldosa divinas del pasillo central que por otra parte eran idénticas a las demás.

De pronto recibí un fuerte gaznatazo en la nuca que me hundió de bruces en aquel mi sacrosanto arroyo. Mis caramelos de Nata Adams esparcidos rio abajo. 

Salido de algún rincón oscuro sin ser visto, un sacerdote dentro de un pobre jersey incapaz de abarcar tripas del octavo mes de embarazo, esperaba como guardia civil bajo un puente para pillarme en medio de ese acto perverso y delincuente, tan propio de vagos, que era aquel atajo mío. La mala suerte me encomendó interpretar aquella danza diabólica y lo que iba a ser una pequeña reprimenda se convirtió en otra cosa.

—Fermín. Es usted un majadero. Aquí se viene a rezar, no a hacer tonterías. Como vuelva a verlo atravesar la iglesia para entrar al colegio se va a enterar de lo que es bueno.

Miré su boca. Labios finos, apretados. Don Felipe. Un piel-roja ataviado en negros con el alzacuello blanco y adalid de frases  célebres: "Te va a pillar el toro" o "Se recoge lo que se siembra". Frases anodinas, insulsas para rumiar en boca de jóvenes y críos. Un claro bolo a vomitar.

Los curas deberían vestir túnica blanca. Tonos que aclarasen sus mentes, colores que hicieran llevaderas esas vida tan privadas de placeres, tan tristes como para transfigurar sus padecimientos en goces que ofrecer a Cristo. Y Cristo, que nunca se puso ropa carbón, dijo:

—Ya me disteis suficiente padecimiento siendo carne. Os agradecería en adelante algo más de bondad, paciencia, lógica y esperanza. Respeto. Cariño ahora que soy alma.

Yo era un chico inteligente y sabía que rodeado de la pureza, ante el altar, gozaba de protección divina así que respondí con el ánimo contusionado mientras me volvía a repescar mis pequeños pecados de nata:

Aquí se viene a rezar, no a pegarme.

Y no cabe duda que aquel era un lugar especial, privilegiado en medio del templo de Dios, porque comencé a elevarme en el aire alejándome de mis caramelitos plateados de dulce aroma a la vez que sentía un intenso dolor y tirantez en la oreja derecha. 

El malvado Felipe tacatún, más rojo que un salmón noruego,  poseedor de prismáticos potentes con los que en otro lance nuestro dijo observarme, farfullaba o ... más bien adivinaba mi futuro mientras me arrastraba hacia la puerta principal. Allí soltó su presa y me volví para ver en su boca el mismo gesto de dientes apretados que mostraba mi padre cuando me pegaba y llamaba loco del demonio.

Mi pequeña oreja seguía allí, acalorada, quizá igual de roja que aquellas caras furiosas que provocaba con mis fabulosas ideas rápidas. Aprendí a responder con lentitud. Bueno. En realidad he disfrutado y disfruto de una lentitud innata fuera de la cual cometo grandes errores como puede constatarse.

Todos los cristianos compartimos la protección infalible de un Padre omnipotente. Algunos, los de más suerte, disfrutamos la educación sucedánea de padres sacerdote y madres monja. Algunos incluso conservamos padres naturales hasta la edad adulta que nos ayudan a sentir bien (jodidos o no) el resto de la vida.

Todavía me pregunto si Don Felipe cosechó y comió mis galgadas aderezadas con sus inconsistentes perlas de sabiduría. Si recibió premio o castigo por desatar su justicia con violencia en presencia de Dios.  Si había equilibrio entre la carne que comía delante del altar y la sangre que bebía detrás.

viernes, 7 de enero de 2022

Mi jockey


     Me gusta trabajar en Urgencias, por lo menos ahí se conocen hombres. Hombres de verdad, héroes. Bomberos y jockeys. Siempre vienen a las salas de urgencias. Las radiografías de los jinetes son alucinantes. Se rompen huesos constantemente, pero se vendan y corren la siguiente carrera. Sus esqueletos parecen árboles, parecen brontosaurios reconstruidos. Radiografías de San Sebastián.

       Suelo atenderlos yo, porque hablo español y la mayoría son mexicanos. Mi primer jockey fue Muñoz. Dios. Me paso el día desvistiendo a la gente y no es para tanto, apenas tardo unos segundos. Muñoz estaba allí tumbado, inconsciente, un dios azteca en miniatura, pero con aquella ropa tan complicada fue como ejecutar un elaborado ritual. Exasperante, porque no se acababa nunca, como cuando Mishima tarda tres páginas en quitarle el kimono a la dama. La camisa de raso morada tenía muchos botones a lo largo del hombro y en los puños que rodeaban sus finas muñecas; los pantalones estaban sujetos con intrincados lazos, nudos precolombinos. Sus botas olían a estiércol y sudor, pero eran tan blandas y delicadas como las de Cenicienta. Entretanto él dormía, un príncipe encantado.

       Empezó a llamar a su madre incluso antes de despertarse. No solo me agarró de la mano como algunos pacientes hacen, sino que se colgó de mi cuello, sollozanzo "¡Mamacita, mamacita!". La única forma de que consintiera  que el doctor Johnson lo examinara fue acunándolo en mis brazos como a un bebé. Era pequeño como un niño, pero fuerte, musculoso. Un hombre en mi regazo. ¿Un hombre de ensueño? ¿Un bebé de ensueño?

       El doctor Johnson me pasaba una toalla húmeda por la frente mientras yo traducía. La clavícula estaba fracturada, había al menos tres costillas rotas, probablemente una conmoción cerebral. No, dijo Muñoz. Debía correr en las carreras del día siguiente. Llévelo a Rayos X, dijo el doctor Johnson. Puesto que no quiso tumbarse en la camilla, lo llevé en brazos por el pasillo, estilo King Kong. Muñoz sollozaba, aterrorizado; sus lágrimas me mojaban el pecho.

       Esperamos en la sala oscura al técnico de Rayos X. Lo tranquilicé igual que habría hecho con un caballo. "Cálmate, lindo, cálmate. Despacio... despacio." Se aquietó en mis brazos, resoplaba y roncaba suavemente. Acaricié su espalda tersa. Se estremeció, lustrosa como el lomo de un potro soberbio. Fue maravilloso.

Relato original de Lucía Berlín.
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Cuántas personas intercambian los papeles del género establecido. A diario. Sin más.

Y cuánto sería de agradecer que suceda siempre entre personas inteligentes, racionales, sin miradas inquisidoras, sin reproches, sin burlas. Por el trabajo bien hecho, por una actitud que no necesita elogios.

Mi anterior libro fue "Instrumental", de James Rhodes. Regalo de esta compañera de blog. Una luciérnaga curiosa.

No conocía a Lucía Berlín hasta estas navidades. Mi hija en esta ocasión portaba el libro "Manual para mujeres de la limpieza", una recopilación de relatos suyos.

Tallada sobre una piedra en la portada se lee:

"En la profunda noche oscura del alma las licorerías y los bares están cerrados."

viernes, 31 de diciembre de 2021

Navidades diversas



Los del grupo zueco alubia, o Abba, han resultado ser amantes de la perfección y han renderizado algunos de sus videos con un programa que analiza y mejora sensiblemente la calidad de aquellas sus joyas del pasado.

Ayer he visto un vídeo suyo, una nueva canción de ABBA dedicada por primera vez a la fiesta de la navidad. Por suerte no me pareció la clásica sonata apestosa de cascabeles repicando aunque algo de eso tenga.

La música en si misma no me agitó. Lo que si me llegó fue el video. Dos chavales sentados frente al televisor miran aburridos sus móviles. De pronto ven en la pantalla que ABBA va a virtualizarse y se les ocurre la idea de montar una actuación con canciones del grupo y recaudar de paso fondos con fines caritativos. Forman un buen grupo de 15 o más con otras chavalas y niños.

Quería encontrar mi sitio en ese grupo. Con quién identificarme y quién de ellas preferiría ser en lugar de ser yo. O de ellos.

Pronto supe que me encantaría encarnar la niña que lleva la pelliza con un bolsito rosa, utiliza la máquina de coser, hace lo arreglos en la ropa pero muy sobre todo esto porque parece tener vida propia al margen del guion. 

Si me pagan para ser sincero más bien sería el nene que tuvo la idea de hacer el show pero no me veo en medio de todas las demás criaturas trabajando en grupo. Me bastaría con dar la idea y participar poniendo pegas a todos los detalles.

Si me pagan una cantidad indecente de dinero para una sinceridad total me gustaría estar  entre ellos revoloteando, mirando, observando y desapareciendo de pronto sin que nadie se diera cuenta.

Abba ha incluido en este vídeo ojos con lentes y sin lentes, diversas razas, diversas edades, diversidad de formas ... y se olvidaron de los seres diversos.

Bien.

Nadie es perfecto. Ni siquiera en 4k.




miércoles, 1 de diciembre de 2021

Su corazón hizo "crack"

 Anoche, mientras me acostaba, no sé cómo, recordé el día que rompí el corazón de mi hermano mayor. Al instante vi la imagen de un corazón haciendo crack en el pecho de un príncipe que antes era feliz. 

Una estatua en honor a un príncipe en la que, según la historia de Oscar Wilde,  responde a una golondrina que pregunta porqué llora:

—[...] era yo feliz, si es que el placer es la felicidad. Así viví y así morí y ahora que estoy muerto me han elevado tanto, que puedo ver todas las fealdades y todas las miserias de mi ciudad, y aunque mi corazón sea de plomo, no me queda más recurso que llorar.

Como soy persona de imágenes, sonidos y palabras escritas (peor o mejor), también puse una banda sonora que me despistó por completo de ese recuerdo. "Little prince", esta canción:


Pequeño príncipe: vives en un mundo de ensueño teniendo a todos a tu disposición. Podrías tenerlo todo si supieras quién eres en realidad.

Pequeño príncipe: vives una fantasía. Estás solo aunque la ilusión te hace compañía.

Mira a tu alrededor: ¿existe tu pequeña ciudad o quizá está demasiado lejos de esa realidad tuya?

Sé que no debe ser muy fácil que te traten como a un rey. Tener supuestos amigos a tu alrededor que te atienden con lealtad

¿No te hace dudar cuando escuchas los truenos?

Principito, aunque lo niegues, hay algo en el silencio más profundo de tu alma: es un hueco vacío.

Aunque sé que no quieres escucharlo, nunca encontrarás tu espíritu hasta que veas y seas quien eres en realidad.

Principito, oh, principito, tú sabes quién eres.

Puede que alguien opine que su voz suena como el estropajo arrastrando costra  quemada y pegada a una bandeja de paella. No me apetece discutirlo pero, tener la voz de Adele o la perfección de soprano que lucía Callas no significa que el resto de artistas deban callar su voz.

Mi príncipe particular no soportaba escuchar a Carole King cantando "Tapestry" o "(You Make Me Feel Like) A Natural Woman" y al ver que había comprado un segundo disco tuvo a bien mostrar su desagrado, lo mala que le parecía no solo como cantante sino que sus temas se le hacían pesados y horribles. Con un sablazo insultó a la artista que me ilusionaba y alegraba la vida, aborreciendo mis gustos, haciendo daño gratuito.

Quizá el hecho de no entender sus preciosas letras, sin desperdicio, le llevara a tal comentario. O quizá no.

Mi corazón no se partió en casi ninguna de las múltiples ocasiones que premeditado buscó molestar a lo largo de los años. Mostrando su desprecio por algunos de mis regalos en las ocasiones que obliga la vida, callándose como un muerto cuando me llovieron hostias y cosas peores por su culpa ... si. Si tienes un hermano años más pequeño, un crio, no puedes manejar cosas peligrosas delante de él como si tal cosa porque ese niño aprenderá y no tendrá conocimiento si las repite a solas. 

Otra cosa no pero solo ... he estado muchísimo tiempo solo en mi casa sin nadie que pudiera controlarme en las edades más conflictivas. Claro, trabajo de padres y madres, no de hermanos. No fue culpa solo suya.

Así que crack. El corazón de plomo se partió. 

En el cuento se rompe la estatua en el instante que muere golondrina besando sus principescos labios. Como monumento decadente de aspecto pordiosero, ya despojado de oro y rubíes, deciden fundirlo pero el corazón permanece de una pieza. No se deshace en el horno. No entiendo que a los fundidores les pareciera normal encontrar un corazón que no se derritió dentro de una estatua y lo tirasen sin más a la basura, de casual junto a la golondrina muerta. Si murió en la plaza para qué iban a colocar su cuerpo junto a los desperdicios de la fundición. Es bueno que nenas y nenes no acostumbren a preguntar estas cosas a cuentacuentos.

Pero mi príncipe sintió un dolor en el pecho. Había ido a visitarme ante la inminente operación quirúrgica que debían hacerme.

Llevaba casi 20 días ingresado mientras me estudiaban. No lo tenían claro. El diagnóstico estaba entre dos enfermedades: por un lado sospechar que el paciente  tiene anorexia y se pincha insulina a escondidas, buscando la muerte con glucemias de 22  y por otro lado un insulinoma, caso de uno entre un millón cuyos pacientes suelen ir con sobrepeso pues comer evita las hipoglucemias. Ser anoréxico de 54 kilos sin diagnosticar y tener un insulinoma a la vez no ayudaba a aclarar nada. Tampoco fue todo culpa suya.

Los primeros días los llevé bien. Libro de "Mil soles espléndidos", "Los hombres que no amaban a las mujeres" y otro en inglés para practicar de cara a nuestro viaje prepagado dirección Londres.

Los días pasaban. En la habitación había tres camas y un cuarto de baño junto a la ventana con vistas que ahora mismo me hielan el alma de solo evocarlas. Diversos compañeros  llegaron y se fueron antes que yo. Un chico peruano que cagaba sangre, un hombre ciego (sin compañar) que meaba fuera del  bote de muestras dejándome el goce de recoger su orina, otro con neumotorax ... sus familiares.

Pretendían en el hospital que comiera a todas horas. Yo creía que querían engordarme pero era para evitar las hipoglucemias, según me han explicado mucho después. Dejaba mucha comida de hospital y los bocadillos que preparaban solo para mi en exclusiva sobre la bandeja, muchas veces tal cual los traían. Hacía ejercicio a escondidas en la sala de televisión. Mi salud no mejoraba y mi mente iba de mal en peor.

La apatía se apoderó de mi. Me tiraba en la cama a llorar de cara a la ventana para que no me vieran. Eché visitas con cajas destempladas y en medio de esas condiciones apareció mi hermanito mayor.

Yo estaba contra la pared en el pasillo observando cuanto sucedía cuando le vi aproximarse. Quiso darme un beso pero no se lo permití. No es una reacción muy mía: en general procuro dejar que hagan en contra de lo que deseo.

Cuando se marchó, me tumbé de nuevo. Al poco tiempo me llamó mi madre. 

—¿Qué le has hecho a tu hermano?

—¿Qué ... ? 

—Me ha llamado llorando porque no le has querido dar un beso ¿Porqué no has querido besarle?

—No ... —no sabía qué decir. Me sentí mal, culpable, mala persona, insensible, asqueroso, dañino ... no lo sé. Ella también estaba gimoteando.

—Eso no se le hace a un hermano. El solo quería hacerte compañía y ver cómo estabas.

—Yo ... no sé ...

No puedo recordar más de la conversación con mi madre pero en cuanto colgó añadí a la montaña de confusión un sentimiento que definía mi ser como la despreciable esencia de la miseria más insignificante. Arranqué a  llorar tan silencioso y con un dolor tan inmenso que mis piernas dejaron de sostenerme en pie y caí al suelo deseando, rogando una muerte inmediata, inaplazable y beneficiosa que terminara con aquella vida mía tan estéril como insoportable.

Así que su corazón de plomo hizo "crack" y les agradezco que me lo dijeran en las peores circunstancias, comprensivos como siempre lo fueron conmigo y con mis manías, según ellos mis locuras. Las locuras de aquel chaval tan atolondrado que solo daba disgustos de locura.

También eché a perder el viaje a Londres con cargo a mi recuperación y se convirtió en un regalo, cómo no, también despreciado. 

Solo yo soy responsable de cuantas cosas buenas o malas hayan podido suceder a mi familia o a mi y, al menos las culpas, mías son.

Si algún día buscan en la basura no encontrarán corazones de metal ... quizá alguna golondrina sin vida que no pudo o no quiso volar a tiempo con las demás a tierras templadas, lejos de la frialdad y la malicia insaciable que nos rodea.