Header

lunes, 8 de junio de 2009

Papeles

Cartas de Amor - Laura Makabresku

Pero esta sentencia de muerte ha sido publicada en papel.
Ya no está en la cama. Ha cogido de su bolso un papel arrugado, es color crema como el que usabamos en casa para las cartas de amor que ahora son fríos mensajes electrónicos, para la correspondencia, también en formato de ceros y unos, para las invitaciones a nuestras pequeñas fiestas hamponas que ahora se lanzan por mensajes de móvil, para la lista de la compra que útimamente sustituimos por una compra algo alocada entre estanterías con olor a detergente, embutido ibérico, dulces, pescado, goma de neumático y electrodoméstico recalentado. Cómo ha ido bajando la intensidad de las emociones. Tanto como cómoda se ha hecho la vida en esta ciudad de fariseos.

No creo que sea una lista de la compra vieja con mi letra, porque le caen lágrimas por las mejillas. Ni que el jabón de lavarse entrara en sus ojos, porque muestran tristeza. Las cartas de amor que la envié, no sé si llegaron alguna vez a ser capaces de producir tales emociones, aunque reconozco que -por lo menos al principio- puse todo mi empeño. La amaba y ella me correspondía...

"Querida, si estas leyendo carta, sabrás que estaré lejos, a miles de kilometros. Han surgido problemas en nuestra filial de América del Sur, la de Argentina. Te llamaré en cuanto pueda. Espérame."


Ahora veo mi fría despedida


¿Ella me amaba? ¿¿¿¿ ????

Puede que despues de todo ella si se lanzara a otros brazos, pero ¿cuales?

jueves, 4 de junio de 2009

Obnubilado

Obfuscated
"He vivido, estudiado, amado, y hasta creído, y hoy no hay un mendigo al que no envidie sólo por no ser yo. Miro los andrajos de cada uno y las llagas y la mentira, y pienso: puede que nunca hayas vivido, ni estudiado, ni amado ni creído (porque es posible crear la realidad de todo eso sin hacer nada de eso);" Pessoa - Tabaqueria

Creo que estoy en una nube, atontado de tanto pensamiento insano. Si en mi imaginación hice de todo y ella no, ¿es culpa mía?, ¿es tan insano, tan infiel por mi parte tener -haber tenido- semejantes fantasías?

¿Cómo pudo ella saber de mis fantasías? No es que las mujeres tengan un sexto sentido, a los hombres nos delatan los cinco, ayudados por cada poro de la piel. Creo que, si volviera a la vida, seguirían mis devaneos mentales, que nada tienen que ver con la realidad.
"Veo una cortina de seda,
casi transparente,
de un rojo
casi insinuado.

La tela ondula lenta
arriba y abajo,
con una parsimonia de profundo
oleaje marino.

Ligera y suave se desliza
animando el vello rubio
e invisible de tu piel.

Una y otra vez
se sumerge en las aguas
el extremo tibio
de la cortina,
y poco a poco se hunde,
se ahoga con lento placer,
y emerge de nuevo
como si nunca hubiera
sido tela,
nunca hubiera
habido agua.

Y se pone nerviosa,
juega y llora
hilos de alegría,
ahogándose,
buceándo de nuevo
y retomando el aire,
y vibrando en la espuma
sobre la cresta
de tus encantos.
Se confunde entre un sueño intenso
y un despertar continuado,
como siempre fueron nuestros besos
y como nunca serán
nuestras lenguas secas,
ni nuestras manos."
Y ahora quiero saber si esta clase de sueños son suficiente delito para merecer la muerte, si esa pena ya no existe ni por quitarla a cualquier otro, a ningún ser humano.

martes, 2 de junio de 2009

El sabor amargo del veneno

The bitter taste of poison.
"Hoy estoy vencido, como si supiera la verdad. Hoy estoy lúcido, como si estuviese a punto de morirme y no tuviese otra fraternidad con las cosas que una despedida" Pessoa - Tabaqueria

Me pesan unos parpados que no tengo,
............................................me duele un corazón que ya no late...
Tengo el sabor amargo del veneno, en una boca con la que ahora me gustaría besarla y sentir lo que sentí con su primer beso...

Si, me sentía el amo del mundo... y ella me hizó sentir el amo de todos los mundos conocidos y desconocidos.
Emanaba pasión y me hizó sentir invencible... tanto que me embriagué del poder de los idiotas y perdí el norte...
Tanto, que todas las ganas que tengo ahora de acostarme a su lado y abrazarla , las perdí en su momento y me dediqué a abrazar a otras.
Como me gustaría ahora que ella se hubiera lanzado a los brazos de otros , en lugar de decidir acabar conmigo...
Pero no fué rapido...... y ha logrado que cada segundo que padeció conmigo se convierta en una eternidad para mi...

lunes, 1 de junio de 2009

Estoy muerto (2)

I am dead.
"No soy nada. Nunca seré nada. No puedo querer ser nada. Aparte de esto, tengo en mí todos los sueños del mundo." Pessoa - tabaqueria

Ahora no sé qué es peor, si vivir con el dolor a diario, con pesar, o la muerte con anestesia pero sin aviso. No sé qué prefiero, porque siempre deseé morir, pero no era así, sin gobierno sobre el momento, sin guía ni motivo personal. Ahora que estoy muerto, lo que deseo es vivir, romper con todo mi pasado y comerme la vida a tragullones, atragantándome con la risa. Qué patético.


Me paseo por la casa y solo veo ruinas de amor, el polvo sobre los CD's de los Carpenters, una almohada solitaria y sin abrazo, los pétalos secos al pie del florero. En su cara dormida quiero ver una lágrima de recuerdo sin cianuro, y su pelo dibuja el sendero del placer sobre sus hombros desnudos, sobre su piel morena de mujer: tersa y brillante, extranjera y hechizante. Ahora veo lo engañado que estuve y sin embargo, sigo sintiendo esa atracción que me obliga a inclinarme sobre ella para respirar el aroma de su jabón preferido, recién duchada, tan fresca como la noche, tan profundamente grabada en mi mente que puedo sentir de nuevo su primer beso...

La conocí en mi último viaje por América del Sur. Yo me creía entonces el amo del mundo, pero en mi fuero interior nada más, siempre me encontré mejor entre gallinas que sacando pecho delante de los demás gallos.

viernes, 29 de mayo de 2009

estoy muerto... Comienzo real de este blog

I'm dead.
"...real, imposiblemente real, evidente, desconocidamente evidente, con el misterio de las cosas por lo bajo de las piedras y los seres, con la muerte poniendo humedad en las paredes y cabellos blancos en los hombres, con el Destino conduciendo el carro de todo por la carretera de nada." Pessoa - Tabaquería


He muerto...
nadie me ve...
...nadie me oye.
...puede sentirme alguien?
En realidad ¿que importa?
Aunque sigo conservando esa curiosidad que me caracterizaba, y si siento curiosidad...
es que si importa.
Me importa saber en qué momento ella decidió deshacerse de mi...

Mientras estaba absorto en mis pensamientos me he dado cuenta de que hay algo que todavía me une a este mundo, y mientras la observo noto que se me ha erizado la piel -¿qué piel?- al roce de los flecos de su chal al pasar a mi lado.

---------------------------------------------------------------------

Este blog lo creó la persona con quien lo comparto un 29 de mayo de 2009 a las 10 treinta y seis de la mañana. Escribió esta breve historia de un muerto, un asesinado que aún siente. 

domingo, 10 de mayo de 2009

Sentry (último capítulo)


Todas las secuencias de control siguieron su curso. Todas las tediosas comprobaciones sobre circuitos que a su vez comprobaban miles de subcircuitos, sensores y subsensores dentro de máquinas pequeñas imbuidas en otras más grandes, a su vez dentro de otras mayores, repetidas casi fractalmente hasta el aburrimiento, se llevaron a cabo –de nuevo- en el tiempo programado y con los resultados esperados: “No Errors, Ready To Start”.

La prueba empezó y ahora las miradas cruzadas entre Sentry y Martha eran como un invisible nexo nervioso que anticipaba las respuestas a las preguntas, validando el trabajo conjunto, preparando el instante en que todo quedaría controlado por el programa ejecutado con inteligencia artificial. El experimento consumió como cabía esperar, en un tiempo brevísimo, una cantidad de energía magnífica. Ya estaba hecho.

Y el gran momento llegó junto con un inesperado final. Coincidiendo con la conclusión del experimento comenzó un tremendo temblor que disparó la respuesta automática programada contra un evento sísmico. El suministro general de energía en las instalaciones se cortó por sectores rápidamente y quedó reemplazado por la fuente de energía autónoma secundaria para el sistema básico de iluminación, computación y seguridad. El electroimán quedó operando a la décima parte de su energía normal. En la sala de control algunas mujeres habían caído al suelo y trataban de incorporarse. Otras se aferraban a sus sillas, a columnas o mesas -cuando no se cobijaban bajo ellas- y así esperaron a que pasara el extraño temblor. Reduciéndose como si se tratara de un inmenso motor que se detiene a golpes, asíncrono, brusco y atragantado: con estertores violentos. También múltiples objetos terminaron en el suelo y muchas láminas ligeras del falso techo  cayeron. Los panvisores generales allí situados se descolgaron y, sujetos por cables de seguridad acerados, oscilaban y entrechocaban vertiendo al romperse una insidiosa lluvia de microcristales de imagen. Cuando finalmente terminó el temblor y la sala comenzaba a recuperar alguna presencia de normalidad, todas sintieron un molesto y persistente zumbido de muy baja frecuencia.

De inmediato Sentry se puso a sujetar, comparar y confrontar los distintos paneles de estado en sus pantallas, incapaz de parpadear. Su hiperactividad se contagió y entre las demás compañeras se cruzaban comentarios gritados por encima del incesante ruido de aquella vibración que cosía un ahogado nerviosismo a sus palabras, buscando respuestas contra la confusión de sentirse atrapadas dentro de un motor rugiente, pidiendo pruebas de control y estado a los dispositivos críticos.

Martha verificó que aquel zumbido provenía de la sala de escape y ninguno de los sistemas de vigilancia mostraba en su monitor lo que sucedía en el interior de la máquina; se habían averiado todos menos el más antiguo: un sistema de espejos con cámaras analógicas. Sin mediar palabra, Martha salió hacia allí. Solo cuando Sentry pudo confirmar que unas pocas mujeres de las instalaciones exteriores a la sala de control habían sufrido heridas de diversa consideración se dio cuenta de que Martha se había marchado y nadie sabía dónde. Entre tanto, en la ciudad habían sentido también los temblores producidos por aquella maquinaria anclada a la roca madre y que, tan solo en la sala de escape, concentraba un peso de 36.663 toneladas. « ¿Qué…? ¿Qué ha podido suceder? » Se preguntaba Sentry. Y era una pregunta que arrasaba, que quemaba, bloqueaba y asustaba. Entonces vio escapar indirectamente durante un momento la imagen analógica inclinada que giraba y oscilaba en un monitor mostrando la sala de escape. Su cerebro le dijo que allí había alguien pero cuando fijo la mirada sólo se veía la parte posterior del monitor. Saltó a la mesa situada inmediatamente debajo, lo paró y volvió hacia ella. Retiró su cabeza y allí estaba: Martha había accedido a la parte superior de la máquina y accionaba los engranajes mecánicos de apertura mientras el sol, a través del tragaluz y el polvo en suspensión producto el temblor, incidía espléndido directamente sobre aquél lugar haciendo parecer que Martha iba a ser abducida. Sentry fundió en un flash el antiquísimo experimento del “gato de Schröndinger” y los planteamientos negativos de Martha sobre su experimento. De pronto sintió erizarse el vello de su piel y, abriendo los ojos, llena de horror gritó un “NO ABRAAAS” que heló la sangre de las demás mujeres. Acababa de comprender lo que había sucedido. Algo maravilloso y terrible sobre el origen y el fin del universo. Salió corriendo para impedir que Martha abriera el estrecho conducto de acceso. Corriendo presa del miedo, de la ilusión por el descubrimiento, de amor y conocimiento, de un llanto que corría también en tristes gotas por sus mejillas llegó hasta la puerta. Se abrieron ambas, la de acceso a la sala y al aparato, a un mismo tiempo. Martha impedía con su cuerpo el paso del sol al interior, pero se volvió al sentir la puerta.

Y el sol cayó dentro.

La última mirada entre Sentry y Martha hablaba de despedidas y de cosas que algunas personas temen decir por miedo al rechazo. El mundo dejó de existir con tal rapidez que probablemente nadie sufrió dolor. Más tarde el sistema solar seguiría sus pasos y sucesivamente, poco a poco a lo largo de un tiempo inconcebible, casi eterno, el resto de elementos cósmicos dejaron de expandirse y el universo comenzó su camino hacia el Big Crunch. Otras vidas inteligentes de planetas infinitamente lejanos se unirían a este descubrimiento con el tiempo, destruyendo o no sus planetas. Lo mismo daba.
Dibujo de Elena María Ospina

Angustia en el vientre fue lo primero que sintió Sentry al salir del sueño confuso sobre un profundo mar de lágrimas. Sus ojos encontraron en la penumbra del dormitorio el amodorrado e inconfundible rostro del vigilante de seguridad por quien interrumpió sus estudios universitarios. El olor de axilas sucias que él llamaba “olor a hombre” y ella “olor a cerdo” fue su segundo regalo de vuelta a la realidad aquel mayo de 2009. Aún quedaban otros muchos regalos por abrir. Muchos días encontraba incluso sorpresas nuevas: ropa interior usada y tirada en cualquier parte, pelos que parecían crecer con más ganas de las que ponía ella en quitarlos, indirectas directas y sin sentido que dejaban en números rojos el saldo de aquella cuenta que abrió su corazón.

Se levantó y subió la persiana. Los cristales perfectamente limpios. La luz gris del edificio de enfrente se hizo paso en el salón reflejándose sobre la madera brillante de la mesa. Retiró el cepillo de dientes que él había dejado en el lavabo y se despejó con agua fresca y su jabón de Clinique. Preparó el desayuno y, al olor de café con croissant tostado, salió el tigre de la cama:

-Joder tía, no has parao de dar guerra toda la puta noche. Que ahora me río, que luego bs-bs-bs hablando…
-Buenos días. Ayer te compré mermelada de ciruela. ¿Te pongo una poca con el croissant? –Desorientado ante el feroz ataque femenino adherido a semejantes palabras mágicas, perdió rápido el hilo de la conversación:
-Si, pero ya sabes que me gusta poner bastante. Pon más, maaaas. Trae hija, trae (qué desesperación, esta mujer es cortita-cortita).

Sentry se sienta con él a la mesa. Se pregunta dónde está el hombre que creyó haber visto un año atrás. Se responde: ¿dónde estaba mi inteligencia? ¿Alguna vez he sido inteligente? El mueve su mano.

-¡¡EHHH!! ¡QUE ESTÁS PASMÁ! ¡Pásame el zumo, hossstias!
-¿Y no puedes pedirlo de otra manera? Si nada más levantarte…
-Joder, ¡encima te pones flamenca! ¿Ya te viene la regla? Anda, andaaaaa, déjame desayunar en paz, que hoy me toca a la puerta del hospital en jornada continua. Me espera una buena. Y mientras tú, por ahí... –Y puso en su cara de cebollino sin afeitar un gesto atolondrado antes de añadir con voz de gilipollas: …de Miranda del Castañar.

Sentry bajó la vista a su café y se mordió el labio inferior. Se acordó de Lisbeth Salander “Otro hombre que odia a las mujeres”. 

El traje limpio y planchado, colgado en la silla del dormitorio. Debajo, bien colocados, sus zapatos brillantes y sus calcetines limpios. Su cartera, sus llaves, en la silla. Después de ducharse no hubo beso, pero sí saludo de despedida:

-¡No te olvides grabarme la segunda parte del documental de la dos! ¿Me has oído?
-Si.

Un mes antes, camino al supermercado del polígono, vio que una empresa distribuidora de aceitunas había pegado una hoja de A4 apaisada en el cristal de sus oficinas: “Se busca personal administrativo. Interesados, entregar currículo aquí”. Sentry fue entrevistada por la propietaria de la empresa y tuvo buenas vibraciones desde el primer momento. 

Hoy era el día. Cogió su dinero, su ropa, sus libros y sus discos. El portátil, sus fotos y su “Nothing book” aún por escribir. Su neceser y sus demás cosas. Todo lo que dejó era pasado: días amargos y recuerdos pesados que soltó para aligerar su equipaje. Como Santa Teresa en su tierra, "se sacudió la zapatilla para no llevarse ni el polvo". Alquiló un estudio y prometió volver a matricularse.

Cuando él volvió a casa, lo primero que hizo fue tirar el uniforme en el sofá. El baño oliendo al gel limpiador de Bosque Verde tardaría en volver a ver el agua. Se cambió y calentó la cena que ella había dejado preparada “¿Dónde estará esta? ¿A que se ha olvidado de grabar el documental la muy payasa?”. Encendió el televisor panorámico y pulsó el “play” del grabador de DVD. Leyó en la pantalla el siguiente texto deslizándose de abajo a arriba: "Te dejo. No te soporto más. Que disfrutes del documental, aunque dudo que puedas comprender nada sobre el acelerador de partículas del CERN, cuando no sabes programar el DVD, ni borrar el historial de búsquedas del explorador (¿Zoofilia?). Desde aquí oigo el eco del locutor rebotando en tu cabeza por encima de esos ronquidos leoninos.”
-Maldita guarra…

Ella dejó una lata de galletas danesas, sus favoritas, pero no se preocupa por cerrarla: alguien lo hará. El ha terminado la leche y abandona el vaso en el fregadero junto al plato pero hasta mañana no sabrá que la loza no se mete solita en el lavaplatos. Se huele el sobaco satisfecho: “huele a hombre”. Se limpia los dientes y deja el cepillo junto al grifo pero hasta mañana tampoco se dará cuenta de que no vuelve solo al vaso. La cama abierta por su costado, el pijama dispuesto. Las sábanas limpias y él se acuesta pensando “Felices sueños, mañana será otro día.”

Para Sentry es su primer día de trabajo. Su jefa se acerca a ella con una preciosa sonrisa que la acelera el corazón y saluda:
-Buenos días, Sentry.
-Buenos días, Martha.

lunes, 27 de abril de 2009

Sentry (capítulo 2)


Amanecía en lo más alto de aquel sencillo edificio de viviendas móviles, donde el temporal ático de Sentry giraba en esta ocasión en dirección a un sol que pintaba entre el techo y la pared el rectángulo distorsionado de una ventana que despertara a la vida; a un nuevo día “maravilloso”, pensaba ella -aún confundida por el sueño-, mientras hacía ondear aquella boca luminosa tras sus pitiñosos ojos entreabiertos. Después de estirarse y emitir su habitual berrido matutino, esta vez con algo de escándalo y exageración premeditada, sonrió para sí misma mientras observaba, aún con la mente en blanco, el lento caminar de la luz por la habitación.

Pronto sintió la punzada nerviosa en el estómago que anunciaba con claridad la llegada del primer experimento importante de la máquina más avanzada de la historia de la humanidad. La máquina que sería capaz de generar materia oscura en una cantidad ínfima e indeterminada. Recordó de pronto, de nuevo bajo esa leve sonrisa que a veces se dedicaba, el día que su profesora de física despertó su sed de conocimientos al explicar con un símil la distancia entre el núcleo de un átomo y la nube de electrones que lo rodean. Dijo: “Imaginaros una canica en el centro de un estadio, la canica sería el núcleo del átomo y los electrones serían como partículas de polvo que llevara el viento por entre los asientos.” Quedó completamente fascinada. ¿Cómo podía haber tanta distancia y fuerza entre ambas partes de un átomo, algo tan diminuto? Cuando llegó aquél día a su casa sacó lustre a su imaginación (gozaba todavía de ese don para confundir realidad y ficción que sólo disfrutamos en la niñez) subiendo a aquella nave infantil que escapaba a la lógica y la física con su capacidad de cambiar de tamaño sin límites, encogiéndose hasta un tamaño protónico para viajar a través del metal, del cristal y de todo lo imaginable, esquivando electrones traviesos. ¡Qué lejanos, risueños y bonitos resultaban ahora aquellos años! ¡Y ni siquiera habían hablado de las partículas!

Se levantó y se duchó. Cambió su habitual desayuno de café con leche y galletas incorporando una tostada untada con mantequilla y cubierta con mermelada de melocotón; iba a ser un día ajetreado de veras. Encendió su panvisor3d y seleccionó el canal con las noticias matutinas. Las locutoras llevaban un buen rato explicando al público en qué consistiría la prueba que se iba a llevar a cabo a las 12:00 de la mañana. La organización y planificación entre científicas y gobernantes había resultado complicado. Se concedía al experimento un breve tiempo durante el cual podrían utilizar con garantías una importante cantidad de la energía que abastecía a la gran urbe. Y la opinión del público no sólo era mayoritariamente favorable sino que añadía su disposición a cooperar.

Sentry no escuchó su nombre en ningún momento. Aunque todo partiera de su original idea el resultado sería la suma del trabajo y la colaboración de muchas personas, siempre bajo la imprescindible aportación multimillonaria del estado para llevar a cabo el ambicioso proyecto. La máquina que habían construido ocupaba relativamente poco espacio: el equivalente de un estadio como el de sus recuerdos juveniles. Se excavó a 50 metros bajo tierra y uno de los detalles que mayor controversia suscitó, fue el profundo y amplio tragaluz. Un pozo cilíndrico de 7 metros de diámetro que alcanzaba la sala de escape; el lugar que podría ver surgir la materia oscura en el centro de un electroimán 180 millones de veces más potente que el de la tierra. El pozo esquivaba la atracción direccional del electroimán hacia el cosmos. Los vuelos fueron cancelados y el espacio aéreo vigilado.

Terminado su desayuno, se puso su traje más elegante y comprobó satisfecha lo guapa que estaba frente al espejo virtual de su panvisor3d que devolvía su imagen girando alrededor. Durante el poco tiempo que tardaría en llegar a las instalaciones pensó en Martha. Para este día tan especial se había puesto no solo el traje que consiguió arrancar un elogio de la boca de Martha sino que también había decorado su cuello con algunas gotas del perfume por el que ella se había interesado en otra ocasión, con aquella sonrisa que aceleraba el pulso de Sentry. Por un momento se sintió como una ridícula niñata descentrada dejándose llevar por pensamientos rosados en semejante día, pero siempre quiso creer que ciencia y sentimientos no tenían por qué viajar por caminos separados sino que podían fluir cercanos, compartiendo fuerzas, comprensión, detalles insignificantes… ideas que se volatilizaron nada más llegar a la frialdad de las instalaciones y su maquinaria.

Eran las 8:30 cuando entró en el centro de mando. Una gran sala circular con las mesas de trabajo diseñadas en círculos concéntricos con pasillos. En el centro de ellos esperaba Martha supervisando detalles. Había llegado a las 7:00 –como no- y lucía su habitual aspecto de serenidad y profesionalidad. Cuando se acercó a ella, y antes de intercambiar un saludo, Sentry sintió primero la fugaz mirada a modo de vertiginoso escáner que Martha pasó sobre de ella. Después supo que había hecho diana cuando habló:

-Vaya, Sentry, qué tranquilidad la tuya.
Confirmado. Su diana era en el centro: pudo contar otra de las escasas ocasiones en que Martha distraía su mirada directa entre los paneles de mando al tiempo que un suavísimo color rosa prendía en sus mejillas y vigilaba furtivamente a las compañeras que también habían madrugado. Luego relajó su gesto y dijo aún como distraída:
-Tienes la cara radiante de ilusión, ¿eh?, como una cría.
-Igualita. Y no creas, que también estoy algo nerviosa –tomó asiento junto a ella observando divertida la irritación que sentía Martha, consciente de que su turbación no pasaba inadvertida.
-¡Pues… quién lo diría, desde luego por la hora que es no! –el silencio como respuesta y saber que con Sentry de nada serviría seguir por ese camino llevó a Martha a moderarse. Mientras repartía algún documento y gesticulaba para que se movieran determinadas compañeras, siguió hablando:
-Llevamos mucho tiempo preparando este momento y, a fin de cuentas, has sabido demostrar a todos que tu proyecto era posible. Incluso a mí. En esa confianza nace tu tranquilidad, ¿no? –Marta percibió de reojo que Sentry bajaba la cabeza y al mirarla notó cómo su gesto ensombrecía.
-Hay... Hay algo, de entre todos los problemas que formulaste… -Martha no la dejó seguir hablando:
-¡Vamos, ahora no me vengas con esas!, ¿justo hoy? ¡Hala!, déjame en paz de historias bonita, que llevo aquí esperándote hora y media para que pongas en marcha el programa –Sentry la miró con una sonrisilla apretada y contenida, reconociendo el habitual carácter de su querida compañera, que sin más cogió su mano y la puso junto al botón de arranque y, arqueando las cejas con cara de guasa, añadió
-Así, esos deditos a trabajar ¿mmm?

Y dicho y hecho, terminó el momento para la distensión. El resto del personal había ido tomando su sitio en la sala de mandos, los nervios contagiados de excitación. Comenzaron con el protocolo de seguridad, vigilancia, puesta a punto y comprobaciones básicas -casi banales- sobre mediciones de temperatura, tensión, intensidad etc., etc. Todos los aparatos –tantos- marcaban su particular pulso sincronizados a la perfección, con su reluciente brillo, con esa tentación impresa en la superficie de las cosas nuevas, la de creer en lo que vemos, para acercar nuestro ser a lo que nos agrada, la tentación de tocar para aprender y conocer. Túneles conteniendo engendros electromagnéticos de fuerza sobrecogedora y que se cruzarían sin duda en algún punto. Una gran maquinaria compuesta de millares de pequeños dispositivos y decenas de inmensos elementos entrelazados donde la vida corría exclusivamente en forma de mujer y, de entre tantas mujeres –todas-, bajo un caos asíncrono de latidos silenciosos e inimitables dos corazones como poco pulsaban la sangre con el mejor de los ritmos. Con el brillo de un lenguaje corporal limpio, con la tentadora fuerza de una joven atracción, la de acariciar o ser acariciada, la de aprenderse y conocerse tras los ojos de quienes nos miran. Sangre discurriendo en frágiles circuitos separados por completo que los seres humanos eran capaces de cruzar sobre el éxtasis de sus sentidos. Pequeñas y complejas formas de vida, compuesta por billones y billones de diminutos dispositivos, dentro de decenas de elementos entrelazados donde el destino sería, inevitablemente, la muerte. Donde el mejor de los viajes para semejante destino sería, indudablemente, el amor.