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domingo, 3 de febrero de 2019

Pilar y el trabajo de limpiar

Judi Krew - Comando Cleaning

váter, wáter
m. Retrete. Wáter es un préstamo del inglés para designar el retrete, un espacio en cierto modo tabú, en torno al cual se crean expresiones eufemísticas, al igual que en relación con el acto de defecar y orinar. © Espasa Calpe, S.A.

No hay trabajo indigno.

Hoy a Pilar le toca limpiar los baños. En esas habitaciones de residencia hay retretes. Donde la gente cagamos. Hala. Qué poco fino. Podría haber dicho que es donde se hace de vientre y, del mismo modo que en la Espasa Calpe dicen, dar rodeos al pequeño tabú.
A Pilar se le acaba el tabú en cuanto se pone los guantes, agarra el estropajo y los productos desinfectantes desodorantes y se arrodilla junto al "inodoro". Lo mismo que en la bandeja y los platos se pegan restos de comida, en este aparato dotado de cañería se pega la descomida, o sea, la mierda.

Los cagones y las escobillas de su propiedad: eternos desconocidos.
Las públicas... ¡vete a saber quién y cómo las ha tocado!

Pero si tienes tu habitación en una residencia y gozas de tu propio baño con váter lo normal será no dejar pegadas en él las cascarrias para que las retire la de la limpieza, que no sabemos ni cómo se llama. "Esto es humillarle a uno" dice Ana, la cocinera de la residencia que a ratos también limpia pero sin meter la mano dentro, ni con guantes ni de cerca, al tiempo que -mano sobre mano- observa a Pilar y da una conferencia sobre la correcta limpieza, la rápida, la que se hace "por encima" y sin necesidad de tocar esas guarrerías.

No es por eso que está llorando ahora. Para ella ha sido la misma canción en casi todos sus trabajos. Está triste y llora porque tenía ilusiones renovadas con su trabajo nuevo. ¿Se puede tener ilusión por un trabajo así?

Pasados los 50  -aunque su físico no es atlético- lo da todo correspondiendo a la confianza de haber sido contratada legalmente por primera vez en su vida. Ha dejado de ir de casa en casa.  Cree dejar atrás el salario que nunca sube y tonterías como:
"si yo la casa la tengo muy limpia ..." así que poca tarea tienes conmigo.
"esta es la chica que me viene a limpiar"  aunque esté en el funeral de mi padre, es la chacha.
"si necesitas ayuda con el doctorado de tu hija, dímelo" que quedo bien aunque no sea cierto.
y un largo etc de historias similares del día a día sumando años de infravalorar y humillar.

Pronto llegó la noticia de que el contrato no correspondía con una residencia sino con empleadas de hogar que no tienen derecho a paro y ... no quedó otra que seguir bregando. Cinco meses más tarde las 5 horas diarias pasaron a 3 porque no había dinero:
"El contrato indefinido pasa a temporal hasta junio y luego ya veremos. Tienes que renunciar al finiquito, claro, y las vacaciones cógelas antes de Junio." Eso tras dejarse la espalda pintando una habitación, haciendo tiempo extra gratis a diario ...

No, no es lágrima fácil. Cuando era pequeña ya limpiaba los PAÑOS de los sobrinos pequeños que dejaban en casa de la abuela, sin lavadora. Encargada también de las tareas de casa por que su madre se encamaba rápido para paliar sus contínuas dolencias. No recuerda de ella sentir afecto alguno excepto aquél día que, extenuada y deprimida tras rozar la muerte en su primer parto a los 30, dijo "ya no puedo más".

Es una vida acumulando falta de mínimas atenciones, carencias de amor y pleno abandono cuando sola, con 11 años, en la casa de la ciudad sus hermanas mayores iban a trabajar; sin alimentarse hasta padecer anemia, romperse un hueso que no soldaría y recibir dolorosas inyecciones. Era una chica transparente -casi de plexiglás- y el amigo de la pandilla la llamó Britina.

Pilar se pregunta porqué Britina tuvo tan mala suerte hasta con los padres de su marido que la prometieron un trabajo de dependienta "más digno, con vacaciones, paga extra y dada de alta". En esa tienda llamaron subnormalito a su sobrino predilecto  ( intenso dolor e ira )  mientras destilaban una tras otra en mentiras sus promesas. Y sin valor para decírselo a la cara -lo que es peor- la obligaron a que se fuera.

Britina marchó de aquella tienda y volvió a la fregona, la plancha, la cocina y los baños de ancianas que se cagaban por casa y la recomendaban poner sangre de menstruación en las empanadas para mantener el amor del marido. Una tras otra, personas que a lo largo de su vida pretendieron hacerla creer ignorante, valorando en nada su labor y en cero su respeto.

Casada con un hombre inseguro, sin dinero ni aspiraciones, difícil y ausente en su propio mundo, se plantea hoy, herida, si mereció la pena amarlo a cambio de casi nada.

El quiere recoger la cocina empezando por el final. Ella le corrige y dice:
-Te quiero. - y lo abraza. Él, asustado primero y dos segundos después, tranquilo, responde:
-Gracias. - Tras un corto silencio, Pilar lo aclara más:
-Te quiero mucho cariño. - Y demasiado tiempo después, él responde:
-Yo también te quiero. Mucho.

Qué historia la de Britina Parasintética que ni siquiera tuvo suerte en el amor cuando era lo único que necesitaba para sentirse más fuerte. Tuvo que esperar a que la vida enseñara, bofetada a bofetada, que esto no es el paraíso sino un sucio jardín lleno de mierda donde hay que cuidar los pasos para que ésta no te llegue a las orejas. 

4 comentarios:

  1. Que dura la vida para esta mujer y con qué valentía ha seguido adelante incluso cuando las lágrimas fluyen cuando no puede mas y aún así sigue y sigue.....

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  2. Pero tienes razón. Sigue y sigue.

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  3. ... pero no sé por cuánto tiempo.

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