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jueves, 7 de enero de 2021

La chica de la foto

Entre las muchas maravillas que puede ofrecer Asturias está la iglesia de San Julián de los Prados o Santuyano. Tan llano en castellano como yano en asturiano que decidieron construir una autovía con 4 carriles a escasos metros. A pesar de eso, hay un parque allí mismo hermoso y extenso para retozar como pollinos en celo. Y ya saben lo que dijo el marqués de Santillana: "Asna con pollino, no va derecha al molino". Bien sabemos que en temas de celo son los machos quienes pierden su sentido común, pero el machismo de la época no daba para un "Pollino con asna, olvida el trabajo y se pasma". Volvamos al texto:

Así de bonicu e digno de mención es este edificio y alrededores. Uno de los lugares elegidos por el fotógrafo que recibió el encargo de decorar con fotos murales las cabeceras de cama y algunas otras paredes del maravilloso Campus Apart Hotel donde estuve hospedado. Cuentas con la ventaja de caminar 200 metros al salir del apartamento y -opción- visitar al Señor, que siempre se alegra de vernos.

Para empezar he tomado prestada la foto en color de Google. A la distancia correcta, con la inspiradora iluminación solar de las 11 en un verano de envidia sobre una temperatura que evapora el mejor bouquet de la hierba fresca recién cortada.

Por contra, siendo el mismo edificio, la foto del apartamento luce la sobriedad inmutable de los tonos grises. El blanco y el negro combinan siempre y no enferman según los antojos de las modas. Quien hiciera la captura no buscaba lo obvio y personalizó la toma observando desde un punto bajo y mucho más cercano a través del gran angular. La iglesia se presenta de esta forma más solemne. Casi mayestática

La primera vez que escuché esta palabra era un crío y atendía a un cuento donde un padre con voz encopetada (a la vez que ridícula) daba a su hijo la lección de ir con la verdad por delante. El chaval, en cierto modo como yo, lo tomó al pie de la letra y se metió en problemas y recibió varias tundas. La otra cara del disco infantil me gustaba muchísimo más porque el padre estaba orgulloso de su cuarto hijo, que era como yo y prefería siempre la misma cosa antes que, por ejemplo, ir con otros niños a jugar al fútbol, etc. Ah, y con la diferencia de que el mío nunca tuvo tal satisfacción, pero yo prefería aún creer lo contrario. El bello sobrenombre de "loco" gritado con su salud de barítono sañudo acompañado de fuertes golpes en la cabeza ayudaron a librarme de esa estúpida creencia infantil. O eso pensaba, porque deseé que muriera y cuando lo hizo muchos años después, lloré por haber sido una decepción constante para él. Que D.E.P. 

Sigamos con el hotel y la foto.

Uno se aloja allí con toda la felicidad que solo garantizan los lugares conocidos. Te alegra ver la misma cara de esas personas en recepción: amables y correctas. Llamativo y triste sin embargo que las personas se vuelvan invisibles por llevar el uniforme de la limpieza, siendo igual de agradables y con la diferencia de que además están entre tus cosas mientras te hacen la cama, limpian la habitación y el baño y hasta cambian tu rollo de papel higiénico. 

Ya va siendo hora de poner la imagen: 


Tomé con mi teléfono esta captura desde un ángulo que minimizara la distorsión del gran angular. En el acercamiento de la siguente se aprecia mejor:


Y finalmente lo que ha dado lugar a todo esto:

¿Quién es la chica de la foto? 

Todas las personas que han estado en este apartamento ... ¿se habrán fijado en ella?

Pasaba por allí cuando el fotógrafo trataba de conseguir una exclusiva de piedra. Con su pañuelo al cuello. El verdor de Asturias se paga en lluvias persistentes, a veces mezcladas con frío. Oviedo tiene cerca de este sitio la facultad de Filosofía y Letras, la Casa de las Lenguas, el Campus de Humanidades. ¿Iba a clases? 

La chica vio a quien hacía la foto antes de volver la esquina, pero no al revés. 

Ella llegó a su clase y retiró el pañuelo. Se sentó a un lado y el aula se fue completando en minutos. Otras chicas entraban hablando, alborotadas, risueñas por la tarde del viernes que las esperaba. Ella sacó su estuche, extendió las hojas y al lado, un libro de Kafka sobre la metamorfosis. Los chicos pasaban a su lado, la miraban y cuchicheaban con risitas entrecortadas. Abrió el libro:

"Una mañana, tras un sueño intranquilo, Gregorio Samsa se despertó convertido en un monstruoso insecto."

Aquella sola frase bastó para que los ojos de aquella chica recibieran más lágrima de la necesaria aquel viernes por la mañana.

Nota: Si alguien desea escuchar el otro cuento, aquí está:



3 comentarios:

  1. "Bonito. Todo me parece bonito."
    Como ya tengo prohibido en casa repetir cosas como un loro y decir tonterías las diré aquí.
    Porque aquí no molesto a casi nadie y a ti te parece bonito y todo.
    Salud.

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  2. Como en el segundo cuento del niño con las locomotoras, aquí, el Fermín también iba a la compra con los mismos pensamientos, pero yo conducía un coche (por la acera, donde otros vehículos-persona también circulaban) e iba poniendo los intermitentes estirando y recogiendo los dedos de la mano correspondiente. Iba superconcentrado con los adelantamientos etc. En el semáforo hacía reconocimientos del sistema, comprobación del aire de las ruedas, motor ...
    Hasta siendo mayor, aunque me da vergüenza decirlo, seguía yendo por la calle a toda velocidad porque me encantaba adelantar a las otras personas. Ya era un Fitipaldi sin carné de conducir.

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