Friendship or Loneliness?
Tener amigos es complicado.
"A solas, caigo a menudo en la nada. Debo mover con sigilo los pies para no caer del borde del mundo a la nada. Tengo que golpear mi cabeza contra una puerta dura para volver a mi cuerpo." Virgina Wolf, Las olas.
Esa mano en el hombro molesta, pero vuestra compañía es guay. |
Quiero imaginar que no entiendo la amistad porque probablemente no merezco sus beneficios. Ya pasó ese momento donde tener amigos era necesidad. A veces me parece que ya pasaron todos los momentos.
Incluso los que podían quedarme por vivir.
La mujer que creó este blog compartido es mi única amiga actual, virtual y real. Nuestra edad, capacidad y paciencia para tolerar los aspectos negativos es muy flexible, gracias también al espacio y tiempo que nos separa y une.
Hasta donde alcanzo, recuerdo como una experiencia negativa y de fracaso mi comportamiento social desde la infancia más lejana. No sé si por lo mucho sufrido fracasando al mismo tiempo en los estudios pudiendo ser un estudiante singular, brillante y de sobresaliente. Asfixiado ahora por el rencor veo a todos tras una humareda negra: los profesores, los amigos, los amores, los padres ... y al fondo yo mismo fabricando el humo. Y sigo necesitando saber porqué. Por eso escribo un resumen de mis amistades entre los 6 y los 20 años. Para hallar el papel del personaje que fui en mi novela vital y extraer alguna conclusión racional. Y detallo un par de hechos con su diálogo tratando de ser honesto y menos plasta. Los nombres están cambiados. Empezaré por algo ya relatado con otro enfoque:
De pequeño en el recreo deseaba volver a clase con mi amada profesora Manoli y no andar a la pesca de juegos o amigos. Ayudaba el terror a los balonazos, el jaleo y la brutal agitación ilógica de los otros niños y chicos más grandes. Un profesor lo solucionó el siguiente año presentándome a Guillermo argumentando que éramos igual de raritos. Aunque eso fue bueno, duró poco y mi primer año como repetidor lo pasé bien sin amigos excepto porque él parecía no conocerme. Cuando nos cruzábamos me decía a mi mismo: éramos amigos. La etiqueta de repetidor tampoco ayuda a los niños callados y solitarios a hacerlos ni a conservarlos. A determinadas edades parece que nada se deben y esa amistad, al día o curso siguiente se olvida y parece que nunca existió nexo ni sentimiento alguno.
Era la época del repulsivo y sucio juego "Pico Zorro Zaina". Basta ver la foto. Había que meter la cabeza en cualquier culo, agarrarse ... y el de la pared ... como para no contagiar los piojos. Los niños no acostumbran a limpiarse bien ni el culo ni nada. Sentía una repugnancia tremenda con solo ver esos tumultos. La misma que sentía en gimnasia teniendo que agarrar a compañeros por los tobillos para hacer la carretilla o al levantarnos del suelo enganchados por los codos con las espaldas pegadas. Aún siento vívidamente esas escenas. Luego los niños dejarían los pantalones cortos. Pedrito y yo seríamos los últimos ... "valientes".
Comenzar animado una "entrada" no es bueno. Es un error. Quiero empezar con uno. Acabo de leer un libro infantil. "La niña que nunca cometía errores". Beatrice nunca se equivoca pero está triste porque la perfección conlleva esa carga, la de no probar las cosas incorrectas. Vamos, lo que he hecho toda la vida y trato siempre de cambiar sin éxito. Y sin conseguir encima nada que sea ni medio perfecto. Vamos al hilo:
La mujer que creó este blog compartido es mi única amiga actual, virtual y real. Nuestra edad, capacidad y paciencia para tolerar los aspectos negativos es muy flexible, gracias también al espacio y tiempo que nos separa y une.
Hasta donde alcanzo, recuerdo como una experiencia negativa y de fracaso mi comportamiento social desde la infancia más lejana. No sé si por lo mucho sufrido fracasando al mismo tiempo en los estudios pudiendo ser un estudiante singular, brillante y de sobresaliente. Asfixiado ahora por el rencor veo a todos tras una humareda negra: los profesores, los amigos, los amores, los padres ... y al fondo yo mismo fabricando el humo. Y sigo necesitando saber porqué. Por eso escribo un resumen de mis amistades entre los 6 y los 20 años. Para hallar el papel del personaje que fui en mi novela vital y extraer alguna conclusión racional. Y detallo un par de hechos con su diálogo tratando de ser honesto y menos plasta. Los nombres están cambiados. Empezaré por algo ya relatado con otro enfoque:
De pequeño en el recreo deseaba volver a clase con mi amada profesora Manoli y no andar a la pesca de juegos o amigos. Ayudaba el terror a los balonazos, el jaleo y la brutal agitación ilógica de los otros niños y chicos más grandes. Un profesor lo solucionó el siguiente año presentándome a Guillermo argumentando que éramos igual de raritos. Aunque eso fue bueno, duró poco y mi primer año como repetidor lo pasé bien sin amigos excepto porque él parecía no conocerme. Cuando nos cruzábamos me decía a mi mismo: éramos amigos. La etiqueta de repetidor tampoco ayuda a los niños callados y solitarios a hacerlos ni a conservarlos. A determinadas edades parece que nada se deben y esa amistad, al día o curso siguiente se olvida y parece que nunca existió nexo ni sentimiento alguno.
Era la época del repulsivo y sucio juego "Pico Zorro Zaina". Basta ver la foto. Había que meter la cabeza en cualquier culo, agarrarse ... y el de la pared ... como para no contagiar los piojos. Los niños no acostumbran a limpiarse bien ni el culo ni nada. Sentía una repugnancia tremenda con solo ver esos tumultos. La misma que sentía en gimnasia teniendo que agarrar a compañeros por los tobillos para hacer la carretilla o al levantarnos del suelo enganchados por los codos con las espaldas pegadas. Aún siento vívidamente esas escenas. Luego los niños dejarían los pantalones cortos. Pedrito y yo seríamos los últimos ... "valientes".
¡¡ Cómo saber que nos veían ridículos !!.
Ah, pero me puse muy burro. "Cabezón" me decía mi madre. Me apretaba contra el pecho y reía por lo quieto que me quedaba. Mi batalla al pantalón largo resistía todos los argumentos excepto: "¿No ves que los otros niños se van a reír de ti?" . Mano de santo.
Mencionar mi rareza y romperme hasta doblar mi voluntad. Es super-mega-estresante ir a comprar ropa nueva. Y poca gente lo comprende. Probarla ni te digo. Con lo que cuesta acostumbrarse y lo difícil que es combinarla. Me agobia estrenarla y disgusto a mi esposa. En realidad nunca he comprado nada de eso. Estilo. Eso lo tiene ella.
Uno puede vivir sin amigos ... no sé según qué edades cuánto tiempo se puede. Además vienen ellos solos como vino Carlos Montalvo con su pelota de tenis y me ofreció si quería jugar a mini futbol con su grupo entre las canastas de baloncesto. Lo hice -algo había que hacer- y estuvo bien, pero mi habilidad con la pelota era la de un avestruz miope y dijo un día: "Corres muy raro. ¿Porqué das esas zancadas?" así que volví detrás de la valla de hockey a resguardarme de los incansables balones de reglamento asesinos y Carlos siguió con sus ligas de futbolcesto. Cuando no te interesas constantemente por los amigos se olvidan de ti. Bueno, la amiga de este blog no se cansó aún.
Yo compraba un par de sobres de cada álbum. Coleccionaba colecciones (¿no fue una idea genial?) y ponía aquellos cromos en mi clasificador de A5. Me ahorraba el intercambio con otros chicos. Ellos no conocieron todas las colecciones. Allí estaba también mi colección de programas de televisión. Tardé muchos años en tirarlo todo. La de Pipi Calzaslargas y La guerra de las galaxias sí las traté de completar con mi hermana que me acompañaba al parque.
El año siguiente me entretenía escribiendo hojas con el esquema y funcionamiento de pequeños dispositivos electrónicos o trucos con petardos, cerillas y bombas fétidas que a muchos les interesaban y fotocopiaban. Entonces Ángel Roncero se acercó a mí. Me preguntó si quería hacer experimentos con sus amigos. Durante un tiempo hicimos los inventos que se me ocurrían en casa de uno de ellos. Y estuvo bien. Me llevó a su casa de la ciudad, a la tienda de barrio de sus padres y hasta me invitó a su pueblo a pasar el día. Había lentejas para comer y de inmediato sentí asco al ver aproximarse el cazo: Las lentejas se agarraban y ayudaban entre sí para no salir de él. Unos mamporrazos contra el plato hicieron las presentaciones entre aquella plasta marrón y yo. Mi cara debía decir "Yo esto no me lo como" pero leer caras requiere saber y ganas de leer.
—¡Anda, come! ¿No has dicho que te gustaban las lentejas?—qué podía contestar. Nada. Sería sumamente gratificante que las otras personas pudieran ayudarte sin pedirlo. Esta señora no parecía dispuesta a retirar de mis narices aquella delicatessen. Seguro que cada dos por tres sus lentejas sin agua se quemaban. Insistió:
—¡No tengo otra cosa así que tu verás!—Ángel miraba de reojo y movía la pala del cono de cemento a la hormigonera bajo algún imperativo de origen animal mientras yo trataba de adivinar cómo terminaría para mi ese mal rato. Lástima de reloj de teletransporte.
—No... No me apetece...
—¡Pero pruébalas! ¡Verás que ricas! ¡Mira a Ángel, le encantan!—si, si, que si, que miré a Ángel de nuevo aunque lo tenía ya requetevisto. Su hermoso hijo, incapaz de articular palabra, asentía emocionado y rellenaba su siguiente cucharada brutal mientras lubricaba con saliva el bocado anterior.
—No gracias. Es que no me gustan tan espesas—la buena señora y pésima cocinera, no tenía ganas de complicarse en discusiones que no iba a poder resolver a hostias, supongo. Traté de arreglarlo:
—El pescado si me apetece—si: yo era un chaval genial de ideas brillantes
—Pues no te doy el pescado que lo mismo está poco hecho y tampoco te gusta. Anda a la calle y esperas allí a Ángel que termine de comer—esto no se discute. Lo mismo tenía razón. Me fui pa' la calle listo aunque con un agujero en la barriga y cierta presión en ojos y garganta. Me maldecía por haber contrariado mi instinto al aceptar la invitación.
En barrios y pueblos jugaban a lo mismo: peleas a pedradas. Tampoco quise jugar. Cómo explicar a semejante bruto excitado que mi observación del arco descrito por las piedras voladoras me costó una ceja partida en mi barrio. Ahí acabó la amistad como si nunca nos hubiéramos conocido ¿¿?? Ni siquiera me devolvía el saludo. Colección nueva: caras de amigos que no se acordaban de mí. Para esto sigo siendo un bobo. Saludo y saludo y vuelvo a saludar pero muchos callan o tienen ataques de tortícolis. ¿No se supone que debemos responder cuando se saluda? Cuando hago al revés y paso entre unos conocidos del parque sin mirar a nadie en seguida me llaman la atención. ¿En qué quedamos?
Las comidas han sido toda mi vida una constante fuente de problemas. Me costó mucho dejar de poner pegas a la comida que hacen otros y encima es obligado mentir si no te gusta pero te preguntan. Si voy a un restaurante siempre pido filete (preferiblemente de lomo) con patatas y los demás me critican la constante e inoportuna repetición. Yo no me meto en lo que comen los demás, ¿porqué al revés si?
Y otro año más. Con Pupitres de dos en dos como siempre. Me senté junto al niño que estaba tranquilo, solo y callado aunque a un metro del profesor. Menudo rollo tener que estar pegado a otro chaval, oler su cuerpo, compartir alguna cosa con él. Pero este era muy buen chico. Juan Carlos fue el mejor amigo que tuve nunca. Éramos él y yo. Dos es la cantidad perfecta. Incluso conseguí pasar curso 3 años seguidos porque quería parecerme a él. Por desgracia los otros le pegaban y no sé el motivo ... ¿aspecto, cuerpo, cara o piel? No lo entenderé jamás. Le insultaban y se reían de él. Yo miraba cagado de miedo y me libraba. Nunca le defendí. Cuánto lo siento. Un día por mayo en 8º curso hice algo absolutamente incorrecto y fui expulsado del colegio. Cuando volví, la cosa se puso al revés y era yo el insultado y golpeado mientras él miraba con la diferencia de que yo lo merecía y no voy a decir porqué. Vaya par. Aquel 8º de EGB fue mi cuarto y último año con él. Yo pasaba las clases inventando dibujos laberínticos, alfabetos de letras combinadas y sistemas de codificar texto, así que repetí curso otra vez. Se marchó a un instituto y quedé solo. Le fue bien en la vida.
Barcarola de Offenbach en "La vida es bella" (quién pudiera vivir con semejante esperanza, generosidad, gratitud y amor a los demás ¿No os parece un tipo genial y guapísimo?)
Entonces me fascinaba la flauta y la tocaba divinamente. El tutor, un hombre joven con algo de maneras él y puede que yo también (cosa que nunca me importó en nadie), me escogió para una actuación a medias con su acordeón. Tras interpretar mii fa faa mi mi re fa faa mi mi re fa faa mi miiii la barcarola de Offenbach mirando al foco, se acercaron a decirme que la actuación fue una chapuza porque sólo se me escuchaba a mi. Menudo fallo del tutor. Me metió en el micrófono y él sin megafonía en el gran teatro-cine. Durante la época de ensayos me preguntaban los de clase si le tocaba la flauta al tutor y orgulloso (por una cosa que hacía bien) contestaba sí y que él tocaba su instrumento a la vez. Lo pobres diablos reían y yo me apenaba de su sordera musical ... no sé cómo pude tardar años en comprenderlo y me siento estúpido sin serlo.
Este tipo de cosas me pasan de continuo como cuando tenía 38 y un compañero de trabajo me preguntó si había sido mariposa en mi otra vida y le contesté que no creía en la reencarnación y dando paso a pensamientos sobre orugas, mariposas y creencias filosóficas. Tardé años, pero AAAAÑOS en comprenderlo casualmente. Joder, eso duele.
Victor M. F. mira por la ventana en un documental. Me hizo emocionar al recordarme a mi mismo. |
Mi adolescencia fue una continua, eterna mirada a través de la ventana de mi habitación con idas y venidas dentro de la casa. Desde allí veía a los chicos jugar y chillar en el patio del enorme colegio. Los observaba en la distancia unas veces sorprendido por el caos de sus carreras, balones y movimientos y otras cansado de sus gritos salvajes. Otros días atendía al movimiento de las nubes, al bajar de la lluvia, la nieve o los rayos. Hasta en sueños muchas veces miraba tras aquellos cristales apoyado en la sobrenatural fuerza de la imaginación dormida y unas noches los aviones boeing caían del cielo sobre la ciudad y otras toda ella era devorada por un incendio descontrolado que me cercaba en lo alto del edificio. Fue una adolescencia dolorosa y de soledad rota en ocasiones, bordeando la locura y la depresión. La única psicóloga a la que me atreví a preguntar, hermana de mis siguientes amigos, reía y decía: "¡Qué vas a estar loco! ¡Es la adolescencia!".
Y bueno, cuando se repite curso es más fácil aprobar sin estudiar y queda más tiempo libre. Y empecé a escribir historias en clase pero Ignacio Montejano me obligó a escribir relatos pornográficos si quería ahorrarme sus golpes y empujones de pecho a lo macho cabrío. Era feo de cojones y un capullo cochino que bajaba los calzoncillos en el gimnasio. Guarro, más que guarro. Cerdo. Puerco. Cabrón. Mamón. Menua psicosis pasaba por su culpa. Le entregué sus relatos y pronto quedó horrorizado por lo que escribía para él y preguntó: "¿De donde sacas estas historias? ¡Son asquerosas!".
Para más I.N.R.I. y como "a perro flaco todo son pulgas", me pillaron escribiéndolas en clase y me expulsaron del colegio por ello pero no supe explicar nada a nadie. Ahí vinieron a ofrecerme su amistad un par de chicos procedentes del famoso grupo de futbol-tenis. Dos frikis que solo sabían meterse en líos por los que la clase entera les perseguiría a tortas.
Con ellos, Alonso y Luis Carlos, compartí amistad unos 5 años aunque siempre manteniendo cierta distancia entre sus excesos y mis intereses. Los eché de mi casa en varias ocasiones. Cuando me quisieron drogar echando algo en la bebida "para animarme" o cuando acepté organizar una fiesta en casa y apareció gente fuera de la lista y con alcohol escondido. En menos de una hora paré la fiesta y los eché a todos, borrachos algunos. Y a estos dos amigos, los pillé en la habitación de música lenta tratando de meter mano a una amiga borracha y les corté el rollo y les insulté. Minutos después ella estaba sobria e hiperactiva ayudando a limpiar todo. Siempre les tuve por pésimos amigos y no supe encontrar otros mejores ni terminando con ellos de forma tajante. Volvieron a buscarme al cabo de unos meses y me acusaban de creerme mejor que ellos, de ser muy duro ...
Finalmente y aunque quedaban bloqueados y mudos a la hora de hablar con chicas consiguieron sendas novias hacia los 20. La amiga de uno de ellos, guapa y simpática, quiso ser pareja conmigo, enseñarme el beso con lengua, pero tenía la cabeza completamente hueca y no acepté ni lo uno ni lo otro. Tiempo después me ofrecieron salir con una chica más joven "dispuesta a besarme el primer día" ¿¿¿??? y que tenía un bebé. Dije que no quería ser responsable de un bebé (encantador y precioso, por cierto). Como alternativa me ofrecieron ser amigo de Paco Montero, un chico creído y medio lelo que guardaba habitualmente sus calzoncillos sucios bajo la cama:
—Como los dos estáis solos podéis salir juntos ¿No os parece?—como yo no contestaba habló Paco:
Con ellos, Alonso y Luis Carlos, compartí amistad unos 5 años aunque siempre manteniendo cierta distancia entre sus excesos y mis intereses. Los eché de mi casa en varias ocasiones. Cuando me quisieron drogar echando algo en la bebida "para animarme" o cuando acepté organizar una fiesta en casa y apareció gente fuera de la lista y con alcohol escondido. En menos de una hora paré la fiesta y los eché a todos, borrachos algunos. Y a estos dos amigos, los pillé en la habitación de música lenta tratando de meter mano a una amiga borracha y les corté el rollo y les insulté. Minutos después ella estaba sobria e hiperactiva ayudando a limpiar todo. Siempre les tuve por pésimos amigos y no supe encontrar otros mejores ni terminando con ellos de forma tajante. Volvieron a buscarme al cabo de unos meses y me acusaban de creerme mejor que ellos, de ser muy duro ...
Finalmente y aunque quedaban bloqueados y mudos a la hora de hablar con chicas consiguieron sendas novias hacia los 20. La amiga de uno de ellos, guapa y simpática, quiso ser pareja conmigo, enseñarme el beso con lengua, pero tenía la cabeza completamente hueca y no acepté ni lo uno ni lo otro. Tiempo después me ofrecieron salir con una chica más joven "dispuesta a besarme el primer día" ¿¿¿??? y que tenía un bebé. Dije que no quería ser responsable de un bebé (encantador y precioso, por cierto). Como alternativa me ofrecieron ser amigo de Paco Montero, un chico creído y medio lelo que guardaba habitualmente sus calzoncillos sucios bajo la cama:
—Como los dos estáis solos podéis salir juntos ¿No os parece?—como yo no contestaba habló Paco:
—A mi me parece bien, ¿y a ti?
—A mi no me parece bien—dije sin querer dar explicaciones. Lo poco que de él sabía me bastaba. Paco tomó la iniciativa para convencerme:
—Tío, no te queda otro remedio. Juntos podemos buscar nuevas amigas, no vamos a ir con estos y sus novias ... ahí ... de carabinas ...—el pobre lo decía convencido y se lo tuve que aclarar:
—Tengo remedio. Prefiero quedarme solo a salir contigo.
—Pero ... ¿por qué? ... tio ... no lo entiendo ...
—Porque no te soporto. —y quedaron atónitos. Me pidieron que no fuera así ... que lo intentara ... y me marché a mi casa porque Paco insistía en que no le conocía suficiente etc etc etc etc etc etc ----- Paco y la "madre-que-regalaba-los-besos" fueron pareja algún tiempo y yo quedé sin amigos ni ganas de ellos cuando menos me convenía. Reconozco que a estos dos chicos los tenía muy cansados ... siempre negándome a hacer lo que proponían ... y ellos se afanaron tanto en ... No sé.
Con 20 años y sin amigos, comenzaba a ver mi futuro de soltero amargado y solitario de por vida convencido de que jamás tendría pareja. La falta de amor me asustaba y dolía más que la soledad, la abstinencia sexual, la muerte, la nada o la locura.
Bueno no. Tanto como la locura no. Eso es exagerar.
Y ahora, omitiendo muchos capítulos y actores similares con quienes compartí escenario, ¿qué se desprende de estas palabras? Que soy un mal amigo, que soy demasiado exquisito, que miro a los demás por debajo de mi perfil, que me creo el niño en el bautizo y el muerto en el entierro, que debería hacérmelo mirar (esto me lo dicen mucho), que si he tomado la medicación (también), que si las drogas tan habituales de mi época joven me dejaron el cerebro mal (también), que parezco un marqués ... y sé que toda la culpa es mía. Que merezco la mofa y las miradas de susto porque me comporto como un lunático maleducado (otros dicen distraído) y que al mismo tiempo desconoce los límites del cariño, de la generosidad y el respeto para saber cuánto dar, cómo respetar ni cuándo amar. Ni a quienes.
¿Quiere decir todo esto que quiero estar solo y sin amigos? ¿Amo la soledad? No. No. No. No. Y no. Eso es cinco veces no. Por un momento iba a decir que si ¿Tan poco claro lo tengo? No. Era un si muy claro por lo que voy diciendo y haciendo con quienes me conocen (en persona). Pero algo no cuadra. Busqué canciones sobre amistad y soledad y mix. No encontré satisfactoria ninguna hasta que paré ya cansado y recordé una de mis más queridas canciones. Cantada por Carole King, You've got a friend.
Y con esta canción he llorado muchas veces, cantado y sentido profundamente su letra. Y el día siguiente de esto he pensado que soy un fabuloso idealista de la amistad, el amor, los abrazos... es decir un mero espectador o un pésimo actor que no sabe o por lo que sea no puede manejarse de forma natural como las buenas personas. Demasiada película y pocos hechos.
He sido un tipo con muchísima suerte porque he podido disfrutar de amistades a pesar de mi desastroso manejo. Y entre esas últimas amistades una chica me encontró atractivo aunque mal ataviado. Quedamos un día y llevamos juntos desde entonces. Muchas veces me pregunto qué ha obtenido ella a cambio. Qué he hecho de bueno yo por ella durante tantos años. Solo sé que la quiero tanto como la necesito y que es por cariño que me sueña independiente. Con ella no he necesitado amigos y he podido estar lo más solo posible con la mejor de las compañías. Con muchísima suerte.
“Alone, I often fall down into nothingness. I must push my foot stealthily lest I should fall off the edge of the world into nothingness. I have to bang my head against some hard door to call myself back to the body.” Virginia Wolf, The Waves.
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